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lunes, 16 de febrero de 2015

LA C.I.A QUERIA MATAR A FRANCO

La CIA planeó un atentado contra Franco
GONZALO DE BETHENCOURT / CaLÍ (Colombia)
Día 16/02/2015 - 03.33h

Gonzalo de Bethencourt, corresponsal del diario «Pueblo», envió desde Colombia en abril de 1975 la siguiente crónica periodística, que ha permanecido inédita hasta hoy

Los ojos se me vinieron a abrir del todo más tarde, apenas hace unos días, pero la primera pista me la entregó, en una capital iberoamericana por encima del Ecuador, un viejo compañero de moceríos -veinte años sin vernos no lograron entibiar nuestra amistad-, convertido en vuelta y revuelta de sucesos y profesiones por todo el continente. No podría decir si había sido, es o será agente de la CIA mi amigo de la juventud, puedo decir que hoy es un intelectual que, cuando la noche comienza a saltar de su negro consustancial al blanco de la amanecida y el trago vuela alto, a veces hace confidencias. Así saltó aquella.
-¿Sabes que la CIA planeó atentar contra Franco?
Pero aquella noche habíamos hablado de todo lo divino y de todo lo humano y uno tampoco andaba como para clavar su atención en las cosas. Además, por aquellos días, los periódicos del mundo entero descubrían demasiado que detrás de las mayores barrabasadas del maquiavelismo internacional aparecía siempre la Central Intelligence Agency norteamericana. Que si la muerte de Kennedy; que si la caída y martirio de Salvador Allende; que si «El Chacal» intentando asesinar a De Gaulle... Pero me quedé con la «copla» de mi amigo.


La CIA planeó un atentado contra Franco
El periodista cubano José Pardo Llada fue el «garganta profunda» de esta historia


Por eso y desde entonces indagué cerca de las personas que creí podían conocer algo del asunto, siempre con resultados negativos. Así, hasta que en Cali (Colombia), me encontré con José Pardo Llada, 52 años, periodista a vena abierta, político de primera fila que fue en su patria, capitán del fidelismo, de la primera época antimarxista furibundo, hombre en corazón bañado, conocedor por el haz y el envés de casi todo lo acontecido en la América que fue española, sajona, portuguesa o gala. José sí sabía de qué iba la cosa cuando le pregunté sobre la maquinación «ciática» contra Franco.
-Tanto sé, que a mí me tocó danzar en esa historia, afirmó Pardo Llada, sonriendo. La cosa, según uno de los mejores periodistas que se expresan en castellano, fue así.

Invitación a España

Pardo Llada, después de ser diputado de enorme tirón y el periodista más seguido en Cuba, se metió en la guerrilla de Fidel. Cayó Batista y José ocupó puestos principales en aquella inicial administración, revolucionaría mas aún no definida como marxista, de Fidel Castro. Misiones Importantes junto a Ernesto «Che» Guevara e incluso al lado de Fidel y de Raúl. Pero para Pardo, anticomunista visceral, la nueva Cuba se deslizaba por caminos que él todavía rechaza.
Total, el exilio para Pardo Llada, quien abandona su patria -nunca desde entonces volvió- la víspera de su santo, el 18 de marzo de 1961. La esposa, María Luisa, asturiana ella, se queda por el momento en Cuba.
Primera etapa, México. Pocos días en la tierra azteca. El abandono de la revolución por parte de Pardo Llada ha sido demasiado sonado para que en México -la tierra de donde zarpó el «Granma» para cuajar con unos pocos guerrilleros civiles el único éxito, hasta la fecha, iberoamericano de «la conquista del estado» por un puñado de jóvenes alzados en armas- la estancia del exilado transcurriera sin problemas.
Hay que marcharse a otra parte. Pardo está pensando en viajar a Brasil, cuando recibe una visita.


Luis Ángel de la Viuda

-Se trataba -me cuenta José- de un periodista cuyo nombre olvidé pero del que sí recuerdo que me dijo que trabajaba en ABC de Sevilla. Hombre muy correcto, me explicó que era mensajero de una sugerencia para que, si quería, me fuese a vivir a España. Me extrañó la propuesta porque yo no me había distinguido por mis elogios al Gobierno español. Así se lo expresé.
Su réplica -«Precisamente se la hacemos para que usted, Pardo, conozca, al mismo tiempo que la hidalguía española, la realidad del régimen que tan duramente criticó»- terminó por convencerme. Además, estaba el que mi mujer es española y yo sabía que desde La Habana a Madrid se viajaba con facilidad.
Pardo Llada llega a la capital española en los días postreros de marzo de 1961. De inmediato, la Policía le protege porque en ciertos círculos oficiales se estimaba que Pardo, fidelista arrepentido, podía tener problemas graves con los exiliados batistianos.
-En esos días conocí al comisario Vicente Reguengo. O Fernández Reguengo, que creo que acabó al frente de la Brigada Social de la policía española, asegura el periodista cubano.
El exilado cubano se instala en una pensión cercana a la avenida del Generalísimo. Sale poco. La casa que más visita es la del general Perón -también exilado-, con quien mantiene una vieja y buena amistad y a quien ayuda en trabajos periodísticos.
Que sea Pardo Llada quien hable:
-Llevaría como mes y medio en Madrid cuando una mañana recibí una llamada de un tal míster Williamson quien, por el teléfono, me aseguró que pertenecía a la representación diplomática de Estados Unidos en España. Quería verme cuanto antes. Acudí a la cita en la Embajada. Mr. Williamson -su nombre ahora se me escapa de la memoria- era un tipo simpático, rubicundo, de unos 45 años entonces, con pinta de héroe. Me pidió que intercambiásemos puntos de vista sobre el periodismo cubano, tanto del fidelista como del antifidelista, del que poseía un excelente conocimiento. En quince días me llamó unas seis veces. De todas esas visitas dos cosas me sorprendieron: que me recibiera en el despacho del embajador, quien aún no había presentado cartas credenciales y que, una de las veces, me cruzara en la puerta de la oficina con dos conocidos comunistas españoles exilados. Uno de ellos era José Luis Gálvez, catedrático en una Universidad del sur de España durante la República y que se exiló en Cuba después de la Guerra Civil. Gálvez fue -y no sé si lo seguirá siendo- uno de los jerarcas de la política educacional de Fidel Castro. Conocí a los dos comunistas españoles en la Casa de la Cultura, situada en la calle del Prado de La Habana. Le saludé en la Embajada USA de Madrid y a nadie comuniqué mi extrañeza, pero por dentro quedé convencido de que el Gobierno de Franco había dictado una amnistía y que por eso andaban en Madrid, Gálvez y su compañero.

La CIA planeó un atentado contra Franco
Conferencia política entre las delegaciones de EE.UU. y España en 1959


Continúa Pardo Llada en su relato:
-Así se desenvolvieron las cosas hasta que, a los quince días, recuerdo que mi mujer había llegado aquella mañana a Barajas, recibí una orden de Fernández Reguengo para que me presentase de inmediato en la Puerta del Sol, en la Dirección General de Seguridad. Obedecí la orden. Fernández Reguengo no era ese día el policía amigo de otras veces, sino el funcionario distante que fríamente cumple con un deber. Me dijo: «Se tiene que ir de España mañana mismo y no me pregunte por qué; no se lo puedo decir». Me retuvieron allí, en el despacho del comisario durante dos horas. Me dijeron que me marchase a la pensión para hacer mis maletas y salir del país lo antes posible. No fui a mi casa. Por el contrario, acudí a la residencia de Perón para contarle mi caso.
El general investigó entre sus amistades y aquella misma tarde, en el hogar del presidente argentino, dialogué con un general, cuyo nombre he olvidado pero que era bastante joven y había combatido en Rusia con la División Azul. Al final de nuestra charla, el general me aseguró:
-No; lo que sucede, Pardo, es que usted es muy amigo del presidente Kennedy. Ese es el informe que de usted ha dado nuestra representación diplomática en La Habana.
Pensé -y sigue el relato del periodista cubano- que si hubiera estado el embajador Logendio en Cuba -ya había ocurrido el célebre incidente de la televisión- lo de mi amistad con Kennedy podría haber quedado bien claro. Cierto que había hecho dos entrevistas -una que pasó por el canal de Televisión a color, que fue de Pumarejo, y otra, publicada en «Bohemia», a Kennedy cuando todavía era candidato. También era el responsable de ordenar la publicación contra el criterio de Fidel, de algún discurso de quien acabaría acribillado en Dallas. Aunque todo lo que me sucedía en Madrid era muy extraño, recordé que Kennedy se había distinguido por su antifranquismo porque, siendo joven cuando su padre era embajador en Londres, él había estado en España visitando a sus compatriotas de la brigada «Abraham Lincoln» e inmediatamente después de tomar posesión de la Casa Blanca, organizó un concierto con la intervención única de Pablo Casals, el violoncelista español exilado que murió en Puerto Rico sin retornar a la Patria.

Sánchez Bella aclara

A pesar de que Pardo Llada argumentó en casa de Perón, ante el general que había peleado en la División Azul, la realidad de su amistad con John F. Kennedy, se tuvo que largar a toda prisa de Madrid, donde quedó María Luisa, su mujer, con un encargo concreto; averiguar como pudiera las razones verdaderas de la expulsión del fidelista arrepentido. La asturiana María Luisa logra conectar con Gastón Baquero, también exiliado cubano, por aquel entonces trabajando como articulista de ABC, destino que creo conserva hoy.


El texto original de la exclusiva

Baquero y Pardo mantenían unas correctas relaciones, aunque no «íntimas», porque ambos políticamente andaban en paralelos muy alejados. Gastón Baquero aclaró a la mujer del periodista cubano, tan bien recibido y tan mal despedido de Madrid: «El problema es -dice Pardo que le dijo Baquero a su esposa- que José tenía relaciones muy cercanas y misteriosas con Mr. Williamson y éste se encuentra en una situación muy difícil con el Gobierno español».
Ando en diálogo con José Pardo Llada en Cali. Insiste José en el tema con precisiones de profesional que no quiere dejar un solo cabo suelto:
-De Madrid viajé a París. Allí me enteré de algo que no había publicado la prensa española, pero sí la del resto del mundo. En aquellos días finales de junio de 1961, según la prensa extranjera, intentaron atentar contra Franco volando un puente en la carretera Madrid-Cádiz, cuando el generalísimo viajó al sur de España. Entonces, recordé que durante las dos horas que permanecí en el despacho de Fernández Reguengo llamaban a éste desde larga distancia y el comisario respondía a sus interlocutores: «Entonces ahí tenéis a tres…» o «…a cinco». Al conocer la noticia del atentado frustrado la relacioné con la otra, que también conocí en París, por aquel entonces detuvieron en España a unos 150 izquierdistas en redadas simultáneas. Entonces entreví algo del por qué me habían obligado a salir de Madrid con tantas prisas.
El periodista cubano vuela de París a Cali (Colombia), donde acabará, residenciándose. Tiempos después, un buen día Pardo está sentado en el bar del hotel Alférez Real caleño. Entra Alfredo Sánchez Bella, entonces embajador de España en Colombia. Pardo es buen amigo del que luego sería ministro de Información y Turismo, a quien había conocido cuando visitó La Habana como director de Cultura Hispánica. Se ven dos viejos amigos. Se abrazan. Sánchez Bella pregunta a Pardo Llada:

La CIA planeó un atentado contra Franco
El presidente Kennedy, en 1963 en su discurso en Berlín


-¿Y tú, qué haces aquí en Cali?
-El que debe saber la razón eres tú, porque de tu país me echaron…
Sánchez Bella sonríe. Durante dos días los encuentros entre el embajador y el hombre de prensa cubano resultan frecuentes. El tema de la expulsión de Pardo sale a relucir en varias ocasiones. Hasta que Sánchez Bella aclara:
-Es que tú, Pardo, ¡tienes cada amigo¡, exclama el diplomático.
Extrañeza en Pardo. Sánchez Bella puntualiza:
-Sí, sí, entre ellos, Mr. Williamson. ¿Tú sabes que era el Jefe de la CIA en Europa, con base en Madrid, y que andaba conspirando contra Franco, por orden de Kennedy?
El cubano replica rápido. -¿Y por qué no botaron a Williamson y a mí sí?
-Porque -fue la respuesta del embajador- la cuerda siempre se rompe por lo más flojo. Además, Williamson salió de España poco después por vía diplomática.
En aquel momento Pardo Llada otorgó vigencia a un consejo que, en los días madrileños del fidelista de las primeras horas le dio el cónsul cubano en Madrid, Antonio Matos: «Te debes marchar de aquí y muy pronto; hay quien a nivel oficial te considera elemento muy peligroso». Pardo Llada obedeció el consejo no por voluntad propia, sino por «insinuaciones» clarísimas y policiacas.

La CIA planeó un atentado contra Franco
Alfredo Sánchez Bella, embajador de España en Colombia / ABC

La ficha de Williamson

Ahora, este Mr. Williamson, jefe de la CIA en Europa con sede en Madrid el año 1961, ya jubilado, se dedica al negocio de inversiones en Puerto Rico. Pero, ¿y antes? Que se sepa fue el director financiero de la sublevación en la ciudad cubana de Cienfuegos, contra el Gobierno de Batista. Esto ocurrió en 1958. Hubo de treinta a treinta y cinco muertos y en la acción participaron comandos fidelistas y también miembros del Partido Auténtico de Carlos Prío Socarrás. De dicha sublevación sé que, en su vertiente civil, estuvo dirigida por Emilio Aragonés, hoy embajador de Cuba en la República Argentina, y personaje que se halla dentro del círculo de amigos íntimos de Fidel.
También sé que Williamson poco antes de organizar, según Pardo Llada, el fallido atentado de la CIA contra el jefe del Estado español, montó con éxito, en la Europa socialista, otra operación subversiva contra el Gobierno húngaro.
Todo comenzó por una frase en una madrugada cargada de diálogos, de recuerdos sevillanos, de tratar que, de pronto a miles de kilómetros, estallasen los melismas de una «soleá de Triana» dicha por «Pepe el de la Matrona», por ejemplo. Meses después, en la ciudad colombiana de Santiago de Cali, aquella afirmación de la CIA planeó un atentado contra Franco, halló amplia confirmación por boca de uno de los «rozados» más directamente por el asunto: José Pardo Llana, cubano y periodista.

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