Snowden, o el peligro de privatizar el espionaje
Día 11/06/2013 - 01.27h
El 70 por ciento del presupuesto de inteligencia de EE.UU. se lo llevan 2.000 empresas subcontratadas
Edward Snowden, el exempleado de la CIA que filtró el masivo espionaje de EE.UU. en internet y en las comunicaciones telefónicas, estuvo contratado los últimos tres meses por Booz Allen Hamilton, una de las principales empresas privadas que realizan trabajos para el Pentágono y las distintas agencias de inteligencia estadounidenses, como la NSA, dedicada a interceptar comunicaciones. Desde el 11-S de 2001, el esfuerzo antiterrorista de EE.UU. ha echado mano crecientemente del sector privado. El 70 por ciento del presupuesto en inteligencia se lo llevan esas empresas subcontratadas (cerca de dos mil si se engloba también el sector de Defensa), según datos de 2010. Solo Booz Allen Hamilton cuenta con 25.000 empleados.
El actual Director Nacional de Inteligencia, James Clapper, fue directivo de esa compañía, y de ella salió también un reciente antecesor, Mike McConnell. La compañía tiene unos ingresos anuales de 5.760 millones de dólares. La mitad de sus empleados tienen autorización oficial para manejar información secreta y muchos acuden a trabajar a las propias agencias gubernamentales. Snowden operaba en las oficinas de la NSA en Hawai.
En su defensa salió Daniel Ellsberg, el exanalista de las Fuerzas Armadas de EE.UU. que filtró los documentos que en 1971 se conocieron como «los papeles del Pentágono», relacionados con la guerra del Viernam. En su opinión, «nunca ha habido una revelación tan importante al pueblo americano».
A dos bandas
A diferencia de aquella filtración, que afectaba a decisiones pasadas de la Administración, y de los 700.000 documentos filtrados por el soldado Manning a Wikileaks, que se ocupaban de comunicaciones diplomáticas, en este caso es la propia sociedad estadounidense la que se ve afectada, por la vigilancia de las llamadas telefónicas y comunicaciones en internet.
Snowden contactó con Barton Gellman, periodista de «The Washington Post» el 16 de mayo. Una semana después le anunció su deseo de hacer una importante filtración. A cambio de pasar documentación sobre el programa Prisma –espionaje de los grandes servidores de internet–, pedía que la información se publicara completa y en 72 horas. «The Washington Post» no aceptó el plazo y decidió antes consultar con la Administraciónpara valorar el posible daño que supondría para la seguridad nacional. Snowden contactó entonces con Glenn Greenwald, autor de un blog inserto en la web del diario inglés «The Guardian». Finalmente, ambos periódicos publicaron la información.
--O--
Snowden ha abandonado su hotel y está en paradero desconocido
El empleado de los servicios de espionaje estadounidenses desaparece tras revelar su identidad en una entrevista a 'The Guardian'
Edward Snowden, el joven estadounidense que filtró a los diarios británico The Guardian y estadounidense The Washington Post los programas de vigilancia masiva de comunicaciones del Gobierno de Estados Unidos, se encuentra en paradero desconocido. El lunes se fue del hotel en el que el que estaba alojado en Hong Kong y no se sabe dónde está, aunque se sospecha que continúa en la excolonia británica, desde donde filtró a la prensa el extenso programa de control de llamadas telefónicas y transmisiones en Internet en grandes compañías como Google, Facebook y Skype.
Snowden, de 29 años, dejó el hotel Mira, situado en Kowloon, pocas horas después de que The Guardian desvelara con su consentimiento que era la fuente de las filtraciones que han provocado una de las peores crisis de la presidencia de Barack Obama, según ha informado el grupo público de medios de comunicación RTHK (Radio Televisión de Hong Kong).
Las revelaciones han sacudido los pasillos de Washington, donde varios legisladores han pedido la extradición inmediata y que se procese al exempleado de la CIA, responsable de la que se cree que es una de las filtraciones de seguridad más importantes de la historia de Estados Unidos. Snowden trabajaba en la actualidad para una empresa subcontratada por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, en sus siglas en inglés) de Estados Unidos.
La senadora demócrata de California Dianne Feinstein, que preside el Comité de Inteligencia del Senado, ha afirmado que las autoridades estadounidenses están persiguiendo con decisión a Snowden. “Todos los departamentos están procediendo, creo que de forma enérgica”, ha explicado Feinstein, quien ha calificado las acciones del empleado de los servicios secretos de “traición”. La senadora también ha hecho un llamamiento para que la NSA clarifique sus métodos de trabajo y los límites bajo los que opera.
“Cualquiera responsable de filtrar información clasificada debe ser castigado con toda la dureza de la ley”, ha dicho el republicano Mike Rogers, presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes; mientras que James Clapper, director nacional de inteligencia, ha asegurado a la cadena de televisión NBC que las fugas violan “una confianza sagrada en este país”. “El daño provocado por estas revelaciones es inmenso”.
Otros legisladores han sido más precavidos, y han dicho que los programas de espionaje plantean cuestiones no solo sobre la privacidad de los ciudadanos sino también si la Administración de Obama ha informado de forma suficiente al Congreso sobre ellos, como requiere la ley.
El paso dado por Snowden ha provocado al mismo tiempo una ola de simpatía. Más de 25.000 personas han firmado una petición en Internet, en la que urgen a Obama a que le perdone, incluso antes de que éste haya sido imputado. Otra iniciativa distinta en Facebook recogió 8.000 dólares (6.000 euros) en tan solo unas horas para ayudarle en su defensa en los tribunales.
El joven estadounidense dejó el hotel de Hong Kong en el que se encontraba a mediodía del lunes, y Ewen MacAskill, periodista de The Guardian, aseguró horas después que Snowden estaba aún en Hong Kong, según la agencia Reuters. “No tenía un plan. Pensó de forma concienzuda la filtración de los documentos y en darse a conocer, en lugar de permanecer anónimo. Eso lo pensó en detalle, pero sus planes para después siempre han sido vagos”, dijo MacAskill.
Hong Kong tiene en tratado de extradición con Estados Unidos, y si Snowden es acusado criminalmente, como se prevé, la atención basculará hacia la reacción de los tribunales de la excolonia y del Gobierno central de Pekín. El joven podría intentar permanece en Hong Kong, mediante una solicitud de asilo político. Snowden ha afirmado que una de las razones por las que decidió volar a la excolonia británica, adonde llegó el 20 de mayo, fue que temía que en Estados Unidos no tendría un juicio justo.
Snowden, de 29 años, dejó el hotel Mira, situado en Kowloon, pocas horas después de que The Guardian desvelara con su consentimiento que era la fuente de las filtraciones que han provocado una de las peores crisis de la presidencia de Barack Obama, según ha informado el grupo público de medios de comunicación RTHK (Radio Televisión de Hong Kong).
Las revelaciones han sacudido los pasillos de Washington, donde varios legisladores han pedido la extradición inmediata y que se procese al exempleado de la CIA, responsable de la que se cree que es una de las filtraciones de seguridad más importantes de la historia de Estados Unidos. Snowden trabajaba en la actualidad para una empresa subcontratada por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, en sus siglas en inglés) de Estados Unidos.
La senadora demócrata de California Dianne Feinstein, que preside el Comité de Inteligencia del Senado, ha afirmado que las autoridades estadounidenses están persiguiendo con decisión a Snowden. “Todos los departamentos están procediendo, creo que de forma enérgica”, ha explicado Feinstein, quien ha calificado las acciones del empleado de los servicios secretos de “traición”. La senadora también ha hecho un llamamiento para que la NSA clarifique sus métodos de trabajo y los límites bajo los que opera.
“Cualquiera responsable de filtrar información clasificada debe ser castigado con toda la dureza de la ley”, ha dicho el republicano Mike Rogers, presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes; mientras que James Clapper, director nacional de inteligencia, ha asegurado a la cadena de televisión NBC que las fugas violan “una confianza sagrada en este país”. “El daño provocado por estas revelaciones es inmenso”.
Otros legisladores han sido más precavidos, y han dicho que los programas de espionaje plantean cuestiones no solo sobre la privacidad de los ciudadanos sino también si la Administración de Obama ha informado de forma suficiente al Congreso sobre ellos, como requiere la ley.
El paso dado por Snowden ha provocado al mismo tiempo una ola de simpatía. Más de 25.000 personas han firmado una petición en Internet, en la que urgen a Obama a que le perdone, incluso antes de que éste haya sido imputado. Otra iniciativa distinta en Facebook recogió 8.000 dólares (6.000 euros) en tan solo unas horas para ayudarle en su defensa en los tribunales.
El joven estadounidense dejó el hotel de Hong Kong en el que se encontraba a mediodía del lunes, y Ewen MacAskill, periodista de The Guardian, aseguró horas después que Snowden estaba aún en Hong Kong, según la agencia Reuters. “No tenía un plan. Pensó de forma concienzuda la filtración de los documentos y en darse a conocer, en lugar de permanecer anónimo. Eso lo pensó en detalle, pero sus planes para después siempre han sido vagos”, dijo MacAskill.
Hong Kong tiene en tratado de extradición con Estados Unidos, y si Snowden es acusado criminalmente, como se prevé, la atención basculará hacia la reacción de los tribunales de la excolonia y del Gobierno central de Pekín. El joven podría intentar permanece en Hong Kong, mediante una solicitud de asilo político. Snowden ha afirmado que una de las razones por las que decidió volar a la excolonia británica, adonde llegó el 20 de mayo, fue que temía que en Estados Unidos no tendría un juicio justo.
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Un joven experto en espionaje pone contra las cuerdas a Obama
La Casa Blanca mantiene la incertidumbre sobre la reacción contra Edward Snowden, responsable de las filtraciones sobre la vigilancia secreta de las comunicaciones
Antonio Caño Washington 10 JUN 2013 - 21:25 CET315
Un joven de 29 años, Edward Snowden, ha empujado a Barack Obama contra las cuerdas en la que ya es la peor crisis de su presidencia, con múltiples implicaciones políticas y diplomáticas que hacen presagiar dificultades todavía mayores para la Administración en las próximas semanas. Snowden, el responsable de las filtraciones sobre la vigilancia secreta de las comunicaciones, está ahora en algún lugar, posiblemente de Hong Kong, a la espera de encontrar un refugio seguro o de que las autoridades norteamericanas y chinas decidan sobre su futuro.
La identificación de Snowden, un subcontratado de la CIA para sus servicios de espionaje informático, ha dejado en estado de shock a toda la clase dirigente, no solo a la Casa Blanca, sino al resto de la Administración y hasta al Congreso, donde solo voces secundarias han expresado opiniones claras. El Gobierno se ha limitado a una breve nota del director de Inteligencia Nacional anunciando una investigación sobre lo sucedido, sin más detalles sobre su alcance o intenciones.
Obama, a la defensiva desde que se conocieron a final de la pasada semana los programas secretos de espionaje masivo, se encuentra ante una situación imposible: actuar contra Snowden, intentando su captura y procesamiento, supone abrir una guerra contra quien puede ser pronto reconocido como un héroe; pasar por alto una filtración de semejante relevancia, sin embargo, no parece una opción viable.
Catalogado ya como un mero continuista de la política antiterrorista de su antecesor, Obama puede ahora complicar aún más su posición, ya sea como el perseguidor de un adalid de la transparencia o como el negligente mandatario al que se escapan impunemente los secretos de estado.
Un hombre con una computadora y los adecuados accesos ha puesto en jaque, en definitiva, a los servicios secretos, a la clase política y, en cierta medida, a los poderosos medios de comunicación norteamericanos, todos ellos a la deriva tras la audacia de Snowden, del diario que le dio cobertura, The Guardian, y del principal autor de esas informaciones, Glenn Greenwald, un abogado y bloguero experto en derechos civiles que desde el año pasado es columnista del periódico británico.
Hay aún muchos interrogantes en esta historia: ¿Por qué desveló The Guardian el nombre de su fuente? ¿Por qué ahora? ¿Tenía Snowden propósitos distintos a los confesados? ¿Por qué abandonó su vida de lujo en Hawai para huir a Hong Kong? Y, ¿por qué precisamente a Hong Kong? Pero esas preguntas tienen, por el momento, importancia menor en comparación con la magnitud de los secretos que Snowden sacó a la luz y con el hecho mismo de que un subcontratado de segundo nivel sea capaz de acceder a esos secretos.
Con su gesto, algo suicida porque es posible que tenga que pasar el resto de su vida huyendo de la justicia estadounidense, Snowden ha puesto en evidencia al mismo tiempo el abuso de poder de un Gobierno que actúa a espaldas de los ciudadanos, la prolongación de las estructuras y métodos de seguridad implantados por la anterior Administración, la indisciplina dentro de los servicios secretos y la vulnerabilidad de estos. Hay que recordar que en estos momentos ya está en marcha un juicio contra el soldado Bradley Manning por filtrar secretos a Wikileaks.
El caso de Snowden es algo distinto al de Manning, aunque ambos confiesan que actuaron en beneficio de la salud de la democracia y de los intereses de los ciudadanos de EE UU. “Cuando te das cuenta de que el mundo que ayudaste a crear va a ser peor para la próxima generación y para las siguientes, y que se extienden las capacidades de esta arquitectura de opresión, comprendes que es necesario aceptar cualquier riesgo sin importar las consecuencias”, afirma Snowden en un vídeo publicado por The Guardian.
The Washington Post también entró en contacto en los últimos días con él, que había adoptado el nombre en clave de Verax, pero el diario informaba el lunes que una persona registrada como Snowden había abandonado el hotel de Hong Kong en el que estaba alojada hasta ahora.
El pasado de Snowden refleja su pasión por la intriga y las gestas. Se alistó al Ejército en 2003 para participar en la guerra de Irak, pero lo abandonó al poco tiempo, según él, decepcionado por las prioridades y la filosofía militar. Otros medios han sabido que fue dado de baja tras romperse las dos piernas en un entrenamiento.
Comenzó a partir de ahí un peregrinaje entre varias compañías privadas que asisten al Gobierno norteamericano en labores de espionaje –un fenómeno característico de la seguridad en la última década-. La última de ellas, bajo cuya nómina estaba actualmente, es Booz Allen Hamilton, que el año pasado le facturó a la Administración 1.300 millones de dólares por asistencia en misiones de inteligencia.
Antes, había trabajado como infiltrado de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) en la Universidad de Maryland, y como especialista informático de la CIA en Ginebra y en Japón. Hasta mediados de mayo, cuando dejó el puesto con la excusa de un problema personal para trasladarse a Hong Kong, estaba basado en Hawai con un salario de 200.000 dólares anuales. Su madre, que sufre epilepsia, es asistente de un tribunal federal en Maryland.
El único vínculo político que se le conoce, descubierto ayer por The Washington Post, es que el año pasado aportó 250 dólares a la campaña presidencial de Ron Paul, un congresista de ideología libertaria que participó en las primarias del Partido Republicano con un programa radicalmente antiestado. El hijo de Ron Paul, Rand Paul, también congresista republicano, ha anunciado su intención de querellarse contra el Gobierno por los programas descubiertos por Snowden.
No están claros aún qué pasos puede dar el Gobierno contra este joven. Aunque puede presentar cargos contra él, no puede ser juzgado hasta que se encuentre en territorio norteamericano. Para ello, tendría que secuestrarlo –posibilidad muy remota al estar en territorio de soberanía china- o esperar a que las autoridades de Hong Kong, si quieren y consiguen detenerlo, consideren oportuna la aplicación del acuerdo de extradición vigente. Antes de todo eso, Obama tiene que decidir cuál es la mejor salida política, que ahora mismo no se vislumbra.
La identificación de Snowden, un subcontratado de la CIA para sus servicios de espionaje informático, ha dejado en estado de shock a toda la clase dirigente, no solo a la Casa Blanca, sino al resto de la Administración y hasta al Congreso, donde solo voces secundarias han expresado opiniones claras. El Gobierno se ha limitado a una breve nota del director de Inteligencia Nacional anunciando una investigación sobre lo sucedido, sin más detalles sobre su alcance o intenciones.
Obama, a la defensiva desde que se conocieron a final de la pasada semana los programas secretos de espionaje masivo, se encuentra ante una situación imposible: actuar contra Snowden, intentando su captura y procesamiento, supone abrir una guerra contra quien puede ser pronto reconocido como un héroe; pasar por alto una filtración de semejante relevancia, sin embargo, no parece una opción viable.
Catalogado ya como un mero continuista de la política antiterrorista de su antecesor, Obama puede ahora complicar aún más su posición, ya sea como el perseguidor de un adalid de la transparencia o como el negligente mandatario al que se escapan impunemente los secretos de estado.
Un hombre con una computadora y los adecuados accesos ha puesto en jaque, en definitiva, a los servicios secretos, a la clase política y, en cierta medida, a los poderosos medios de comunicación norteamericanos, todos ellos a la deriva tras la audacia de Snowden, del diario que le dio cobertura, The Guardian, y del principal autor de esas informaciones, Glenn Greenwald, un abogado y bloguero experto en derechos civiles que desde el año pasado es columnista del periódico británico.
Actuar contra Snowden, intentando su captura y procesamiento, supone abrir una guerra contra quien puede ser pronto reconocido como un héroe; pasar por alto una filtración de semejante relevancia, sin embargo, no parece una opción viable
Con su gesto, algo suicida porque es posible que tenga que pasar el resto de su vida huyendo de la justicia estadounidense, Snowden ha puesto en evidencia al mismo tiempo el abuso de poder de un Gobierno que actúa a espaldas de los ciudadanos, la prolongación de las estructuras y métodos de seguridad implantados por la anterior Administración, la indisciplina dentro de los servicios secretos y la vulnerabilidad de estos. Hay que recordar que en estos momentos ya está en marcha un juicio contra el soldado Bradley Manning por filtrar secretos a Wikileaks.
El caso de Snowden es algo distinto al de Manning, aunque ambos confiesan que actuaron en beneficio de la salud de la democracia y de los intereses de los ciudadanos de EE UU. “Cuando te das cuenta de que el mundo que ayudaste a crear va a ser peor para la próxima generación y para las siguientes, y que se extienden las capacidades de esta arquitectura de opresión, comprendes que es necesario aceptar cualquier riesgo sin importar las consecuencias”, afirma Snowden en un vídeo publicado por The Guardian.
Snowden ha puesto en evidencia al mismo tiempo el abuso de poder de un Gobierno que actúa a espaldas de los ciudadanos, la prolongación de las estructuras y métodos de seguridad implantados por la anterior Administración, la indisciplina dentro de los servicios secretos y la vulnerabilidad de éstos
El pasado de Snowden refleja su pasión por la intriga y las gestas. Se alistó al Ejército en 2003 para participar en la guerra de Irak, pero lo abandonó al poco tiempo, según él, decepcionado por las prioridades y la filosofía militar. Otros medios han sabido que fue dado de baja tras romperse las dos piernas en un entrenamiento.
Comenzó a partir de ahí un peregrinaje entre varias compañías privadas que asisten al Gobierno norteamericano en labores de espionaje –un fenómeno característico de la seguridad en la última década-. La última de ellas, bajo cuya nómina estaba actualmente, es Booz Allen Hamilton, que el año pasado le facturó a la Administración 1.300 millones de dólares por asistencia en misiones de inteligencia.
Antes, había trabajado como infiltrado de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) en la Universidad de Maryland, y como especialista informático de la CIA en Ginebra y en Japón. Hasta mediados de mayo, cuando dejó el puesto con la excusa de un problema personal para trasladarse a Hong Kong, estaba basado en Hawai con un salario de 200.000 dólares anuales. Su madre, que sufre epilepsia, es asistente de un tribunal federal en Maryland.
El único vínculo político que se le conoce, descubierto ayer por The Washington Post, es que el año pasado aportó 250 dólares a la campaña presidencial de Ron Paul, un congresista de ideología libertaria que participó en las primarias del Partido Republicano con un programa radicalmente antiestado. El hijo de Ron Paul, Rand Paul, también congresista republicano, ha anunciado su intención de querellarse contra el Gobierno por los programas descubiertos por Snowden.
No están claros aún qué pasos puede dar el Gobierno contra este joven. Aunque puede presentar cargos contra él, no puede ser juzgado hasta que se encuentre en territorio norteamericano. Para ello, tendría que secuestrarlo –posibilidad muy remota al estar en territorio de soberanía china- o esperar a que las autoridades de Hong Kong, si quieren y consiguen detenerlo, consideren oportuna la aplicación del acuerdo de extradición vigente. Antes de todo eso, Obama tiene que decidir cuál es la mejor salida política, que ahora mismo no se vislumbra.
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