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viernes, 22 de abril de 2011
EL DIABLO ROJO DE TOPP, EL U-552
Ciertamente, pocas dotaciones de submarinos permanecieron tan unidas y compenetradas como los hombres del U-57, uno de los pequeños submarinos costeros de 300 toneladas, llamado también el "Diablo Rojo".
Se le dio este sobrenombre a raíz de haber hecho pintar su primer comandante en la torreta, como emblema particular, un par de rojos diablos bailando y enarbolando antorchas encendidas. Pero fue más tarde, cuando estuvo bajo el mando del teniente de navío Topp, cuando el U-57 llegó a ser famoso.
El viernes 13 de octubre de 1940, el U-57 debía salir a crucero, el primero al mando de su nuevo comandante. ¡Viernes y 13! Erich Topp pensaba en el viejo proverbio de la gente de mar cuando el jueves día 12 cruzaba la dársena para amarrar a su otro lado a fin de terminar el aprovisionamiento. Pero en tiempo de guerra los días son demasiado preciosos para perderlos por una vieja superstición. Al día siguiente por la mañana, Topp se hacía a la mar, muy quedamente, esperando que el destino no se diera cuenta de que salía en viernes y 13.
Entraron en el mar del Norte en un día gris y sombrío y con marejada gruesa. De pronto apareció dando tumbos una mina a la deriva que pasó rozando por el costado, pero afor¬tunadamente siguió su ruta sin estallar. (Según los reglamentos internacionales, al romper una mina su amarre y quedar a la deriva debe quedar automáticamente desactivada; pero ¿quién puede estar seguro de ello?) En Noruega, el U-57 rellenó de combustible y salió seguida-mente en busca del enemigo. Acababa de dejar el puerto de Korsfjord cuando, en medio de una mar lisa como un espejo, Krasprzack, uno de los serviolas del puente, anunció la pre¬sencia de unas burbujeantes estelas de torpedos que se dirigían derechas hacia el submarino.
- ¡Toda la caña a estribor! - grita el oficial de guardia -. ¡Avante toda las dos!
Cuando Topp sube de un salto al puente ve las amenazantes estelas de los torpedos alejarse por la popa. Era la salva de un competidor inglés. Intenta entonces perseguir al submarino enemigo, pero una avería en los hidrófonos le hace perder contacto y tiene que abandonar. La primera parte de las operaciones dura cinco días; durante este tiempo agota todos los torpedos que puede llevar a bordo, pero ha hundido un mercante solitario que se dirigía a Inglaterra con un cargamento de madera, y otro con municiones que formaba parte de un convoy. A pesar del mal funcionamiento de sus hidrófonos, consigue burlar la persecución de un destructor inglés en medio de una lluvia de cargas de profundidad, lo que le vale la estimulante felicitación del almirante Doenitz: "Muy bien, U-57. Continúe."
Tras una breve estancia en Bergen para repostarse, vuelve a salir a la mar. Entre las Hébridas y Escocia, a pesar del tiempo cerrado en espesa niebla, avista un convoy, pero en el momento decisivo el nuevo jefe de máquinas no logra trimar a tiempo el submarino, y Topp tiene que dejar que se largue, sin un solo lanzamiento, el mayor convoy que ha avistado en toda su vida. ¡Mala suerte! En el canal del Norte, a la entrada del mar de Irlanda, después de una ardorosa persecución, consigue, al cuarto ataque, hundir un mercante de 5.000 toneladas. Aparece un avión, afortunadamente demasiado tarde, que bombardea al submarino sin resultado.
Después Topp se dirige hacia Lorient para efectuar pequeñas reparaciones y repostar. Durante el viaje hacia el Norte es otra vez atacado por la aviación con fuego de ametralladora, haciéndole quince agujeros en el casco pero ningún herido. Otro avión le lanza una bomba que no estalla. Antes de transcurrida una semana, el submarino está nuevamente en el canal del Norte, y durante diez días el minúsculo barquichuelo tiene que luchar duramente con fuerte marejada en medio de un desatado temporal.
Durante los diez interminables días, los hombres del U-57 no vieron ni oyeron más que el embate de las olas furiosas, las rociadas de la volante espuma. el lamento del cielo y el rugir del viento. Los hidrófonos, que habían sido reparados, se estropearon nuevamente el primer día de tormenta, privando al submarino de su único contacto con el exterior estando sumergido. A los once días de navegación la mar empieza a disminuir.
- ¡Barco a la vista! -grita el serviola.
Un mercante se está acercando cachazudamente. En lucha con la marejada, el U-57 empieza a maniobrar para situarse a posición de ataque; pero no consigue mantenerse a la profundidad de periscopio; tan pronto emerge la proa como la torreta o se hunde entre las olas. Después de mucho batallar, sólo logra quedar a la popa del barco que se le escapa ante sus ojos, con tiempo para leer su nombre: Keramic. En tal estado de la mar la persecución es imposible. El Keramic es un barco afortunado Con sus 16.000 toneladas, ya durante la primera guerra mundial escapó por tres veces a los ataques de otros tantos submarinos. Pero al final de la segunda guerra mundial encontró su fin: lo hundió el U-515 frente a Gibraltar.
Decimotercer día de crucero. Con las primeras luces de amanecer surge repentinamente por entre una capa de nube un avión enemigo que se dirige derecho hacia el submarina Esta vez las bombas le alcanzan y el U-57 es seriamente dañado. "No debía operar tan cerca de tierra", se dice Topp mientras el submarino se ve zarandeado por las explosiones de la bombas. Uno de los motores diesel es arrancado literalmente de si basada, y el árbol de levas y otros aparatos resultan averiada Por fortuna no hay ninguna vía de agua, y como están en m lugar de poca profundidad, Topp decide posarse en el fondo.
Mientras se reparan las averías, el comandante convoca los oficiales. El jefe de máquinas, como responsable del funcionamiento del material del barco, aconseja el retorno urgente a la base, pues el motor diesel no se puede arreglar con lo medios de a bordo, y el resto de las averías no pueden repararse más que de una forma provisional y sólo para regresas no para pensar en atacar al enemigo. Reichenbanch, el oficia más joven, opina, en cambio, que sería bochornoso regresar puerto sin haber disparado un solo torpedo. Erich Topp, e comandante, es de la misma opinión. Pero ¿cómo podrán lanza los torpedos con el barco renqueante y que sólo puede dar un velocidad máxima en superficie de nueve nudos? La sola oportunidad parece ser la de situarse en un punto de recalada de enemigo o donde tenga que pasar, más tarde o más temprana y allí quedar a la espera, a ver lo que sucede. Con la solo objeción del jefe de máquinas, el comandante decide ínternarse en el canal del Norte.
El anochecer encuentra al U-57 remontando penosamente e Estrecho. Pasan varios destructores sin verlo. En tierra se ven aún las luces de los faros. En la primera guerra mundial, el mar del Norte fue uno de los principales cotos de caza de los submarinos alemanes, pero hoy, con su amplio y eficaz sistema de reconocimiento aéreo y marítimo y su perfeccionada defensa antisubmarina, los ingleses creen que pueden ofrecerse el lujo de mantener encendidas sus señales luminosas de navegación. ¿Submarinos en estas aguas? Imposible. Y gracias a las brillantes farolas, el U-57 puede navegar con maravillosa precisión.
Cautelosamente, Topp sigue avanzando en superficie, internándose más y más en la boca del león. Pasan patrulleros enemigos, sin avistarle. ¿Hasta cuándo seguirá favoreciéndolos la suerte? ¡Lástima que no funcionen los malditos hidrófonos!
A las pocas horas de haber entrado en el Estrecho avistan un convoy. Por fortuna, la luna está enteramente cubierta por las nubes. Con gran habilidad, Topp se sitúa en posición de ataque y lanza uno tras otro sus tres torpedos, que se alejan velozmente hacia el blanco. Apenas el primer torpedo ha dejado el tubo cuando el submarino es avistado por el destructor de escolta a estribor del convoy. Al lanzar su segundo torpedo, el submarino ha tenido que poner la proa hacia otro destructor situado entre los mercantes, que al advertir la estela se lanza también contra el submarino a toda velocidad.
Pero, mientras tanto, el primer torpedo da en el blanco con una gran explosión, y poco después el segundo. Topp quiere lanzar aún su tercer torpedo; unos minutos de espera y por fin, al estar en posición, oye la voz del oficial de guardia:
-Tubo tres, ¡fuego!-y percibe el leve movimiento de retroceso del barco al salir el torpedo del tubo. Inmediatamente da la orden:
-¡Gente abajo! ¡Inmersión!
Los que están en el puente desaparecen por la escotilla, Topp el último. Mientras el submarino se sumerge se oye la tercera explosión: los tres torpedos han hecho blanco. Cuando están a cuarenta y cinco metros de profundidad se oye:
- ¡Vía de agua a proa!
Un grueso chorro de agua entra en el compartimiento de proa, y segundos después el submarino golpea de proa en el fondo.
- ¡Sopla a proa! (1) .
¡Es preciso despegar rápidamente del fondo y alejarse de allí antes de que lleguen los destructores! ¿Qué sucede ahora? No han cerrado la válvula de conmutación, y, mientras la proa se levanta, la popa se hunde pesadamente en el fondo. ¡Tres toneladas de agua por exceso!
¿Estarán ya los destructores sobre el submarino? ¡Si funcionaran al menos los hidrófonos! Pero no cabe duda de que los, han visto sumergirse, y una inmersión deja huellas largo rato. Efectivamente, a los pocos minutos empiezan a caer las cargas de profundidad. Se paran todas las máquinas, incluso las bombas de achique, y el submarino permanece quieto, sin moverse, en el fondo. Mientras tanto, el agua que ha entrado se recoge con baldes y se reparte por igual entre todos los compartimientos; quizás así se restablecerá el trimado del submarino.
Las explosiones se acercan cada vez más. Empiezan las averías. A cada explosión, nuevas vías de agua se señalan por todas partes. Las luces se apagan, y la oscuridad aumenta el temor y la angustia. Topp se esfuerza en aparentar calma, haciendo preguntas y observaciones, como si estuviese conversando tranquilamente, en un intento de ocultar a sus hombres la grave situación en que se encuentran. Su suerte pende de un hilo...
La lluvia de cargas sigue sin parar todo el resto de la noche, todo el día siguiente y toda la noche siguiente. Cada media hora cruza por encima un destructor y deja caer su mortífera carga. Después, la deprimente espera en silencio..., hasta que vuelve a oírse otra vez el sonido del asdic, cada vez más fuerte, y a continuación las explosiones... Parece increíble que el casco pueda resistir. ¿Cómo no se resquebraja? No puede haber otra explicación sino que el submarino se encuentra metido en una hondonada que le protege en parte de la explosión directa de las cargas.
La atmósfera en el interior empieza a viciarse; los aparatos de renovación de aire se han averiado, y Topp manda a todo el mundo que se eche en las literas. Se entrega a cada uno un bote de carbonato potásico con un tubo de goma para respirar. Permaneciendo inactivo se consume menos oxígeno y el filtro de carbonato potásico absorbe el peligroso anhídrido carbónico.
El comandante y el oficial de guardia, alférez de navío Reichenbach, se acomodan sobre el planero de la cámara de mando, único sitio que pueden encontrar. Los que no tienen litera están tumbados en el suelo, envueltos en sus mantas. Algunos están con medio palmo de agua. Cada media hora, Topp, linterna en mano, se abre camino entre los cuerpos echados, para comprobar que todos los que se han dormido siguen con el tubo del filtro en la boca. Sí, aunque parezca increíble, algunos han llegado a dormirse tranquilamente, libres de la responsabilidad que abruma al comandante o carentes de la suficiente imaginación para pensar en el probable próximo fin.
Hacia medianoche, la dotación empieza a sentir hambre, y se reparten bocadillos. El aire en el submarino se enrarece más y más, y las respiraciones se tornan entrecortadas. Las explosiones continúan rodeando el buque, en un abrazo mortal. De pronto sobreviene una pausa. Después vuelven a oírse las hélices, que se acercan y empiezan a dar vueltas encima mismo del submarino. De repente se produce un tirón, la proa se levanta y cae otra vez al fondo, sacudiendo a los hombres, que permanecen quietos, sin atreverse ni a respirar, con los ojos desorbitados, escuchando.... ¿Qué es eso? Algo pasa rozando a todo lo largo del casco. "¡Rastras de cable!", susurra Reichenbach al oído del comandante. Topp asiente y hace un esfuerzo para conservar la calma. Es preciso que la tripulación no sospeche nada y se evite el pánico.
Los cables se deslizan por encima del barco con un siniestro rumor, y por fin caen por la popa. Las hélices se alejan y se oyen cada vez más débilmente. El destructor continúa su rastreo más lejos del submarino. Siguen cayendo otras cargas de profundidad. El casco tiembla entre crujidos, haciendo añicos cuanto queda de sano en el barco. La última bomba de achique ha quedado inservible. Por ahora no se ven huellas de aceite, gracias a que los tanques de combustible están en el interior del casco de presión (2). Todas las válvulas están agarrotadas por la presión de las continuas explosiones.
Las horas pasan lentamente. En el exterior debe de estar ya oscuro. Dentro, la noche ha tiempo que ha caído, fría, húmeda y viscosa, presagiando el horror de una tumba. Al fin los atacantes se alejan y todo queda en silencio. Después de haber soltado más de doscientas cargas, parece que ya están satisfechos de su obra.
A las 22:00. Preparación para salir a superficie. Se repara provisionalmente la bomba principal de achique. Esperamos estar listos para emerger a las 2300.
A las 22:30. Tranquilidad.
A las 22:40. Sigue todo tranquilo.
A las 22:50. Más cargas de profundidad. Habrá que esperar hasta medianoche.
A las 24:00. ¡Sopla todo! Despegamos del fondo.
El submarino sale por fin a superficie, abren la escotilla y un aire limpio y fresco entra en los agotados pulmones. La noche es oscura y hay marejada: no se puede pedir nada mejor. De pronto avistan confusamente por la popa un destructor y otro barco desconocido, pero no los descubren gracias a la poca silueta que ofrece el submarino sobre la superficie del agua. Topp ordena navegar con los motores eléctricos, para producir el menor ruido posible, y, deslizándose silenciosamente, consigue alejarse sin ser detectado.
Las dos agujas -la magnética y la giroscópica- están averiadas, y en el cielo no se ve ni una estrella. Sin referencias para situarse, Topp calcula que el viento y la mar siguen siendo del Noroeste, igual que cuarenta y ocho horas antes, última vez que lo pudo observar, y pone la proa al Sudeste. Esto representa correr un albur, pero es la única oportunidad para poder escapar de la trampa mortal del canal del Norte. El submarino arrumba con decisión mar adentro.Mientras tanto, todos los hombres disponibles se ponen a trabajar febrilmente en la reparación de las averías internas del buque. Al ser de día, la aguja magnética ya está de nuevo indicando el rumbo. Topp verifica la situación, y comprueba que su suposición ha sido acertada. Por fin se encuentran en mar libre. Para cargar en los tubos los dos últimos torpedos que quedan de reserva, hacen inmersión, y vuelven después a la superficie.
- ¡Aviones por la amura de estribor!
A lo lejos, en la misma demora que los aviones, se ven unas columnas de humo: un convoy. Inmersión rápida, y ¡a ellos! A toda velocidad consiguen llegar a tiempo para coger un barco rezagado. Topp se sitúa en posición de tiro y lanza los dos últimos torpedos: un petrolero estalla en el aire como una enorme bola de fuego, y densas columnas de humo negro se expanden en todas direcciones.
Un buque especial de escolta persigue al submarino y empieza a lanzarle cargas de profundidad, ochenta de ellas de doble potencia explosiva que las normales. El vapuleo ocasiona nuevas averías en el barco. Pero esta vez logra descender y posarse a mayor profundidad, donde encuentran una agradable paz. Entonces preparan una comida extraordinaria. Esta comida llega a ser tradicional en el "Diablo Rojo" cada vez que en un crucero han lanzado el último torpedo y se disponen a regresar a la base. Se selecciona lo más suculento que queda en la despensa y cocina -los submarinos llevan siempre comida de excelente calidad- y se confecciona una carta. Por orden de antigüedad y categoría, todos los miembros de la tripulación piden los manjares de su preferencia.
Empieza el banquete de gala, y Topp se sienta en medio de sus hombres. Ya no es el nuevo comandante en su primer crucero, sino el viejo, en el que todos confían ciegamente y que los ha conducido con éxito a través de aventuras y mortales peligros, realizando memorables hazañas. Topp les promete hacer cuanto pueda para seguir navegando juntos. (Topp cumplió su palabra: conservó su dotación, aunque a bordo de otro submarino.) Pero el U-57, que había salido a la mar en viernes y 13, no había llegado todavía al fin de su viaje.
Al día siguiente se avería el embrague de uno de los motores diesel que todavía funcionaban. Pero consiguen arreglarlo adaptando el embrague inversor para la marcha avante, y el submarino, aunque renqueando, sigue adelante. Todos los días son atacados varias veces por la aviación, obligándolos a sumergirse para eludir sus bombas y proyectiles.. Los hombres del U-57 no dejan de pensar en lo agradable que debió de ser navegar en los submarinos durante la primera guerra mundial, cuando la aviación no se había convertido en el implacable enemigo que es ahora. A pesar de la continua y atenta vigilancia, el peligro se presenta tan repentinamente que hay que tomar las decisiones en milésimas de segundo. Cierta vez, a despecho de la vigilancia de los serviolas del puente, un avión enemigo fue señalado demasiado tarde, y una lluvia de proyectiles cayó sobre el submarino mientras se estaba sumergiendo. Recibió diez impactos, aunque por fortuna no hubo ningún herido.
Continuó así, rumbo a la patria, y un atardecer, cuando ya estaba oscureciendo, el U-57 llega delante de la esclusa de Brunsbuettel. Establece contacto con el puesto de control de las puertas de la esclusa y le dan libre paso. Se abren las puertas. Cuando se dispone a entrar se encuentra con un barco noruego que sale al mismo tiempo. Topp ve por babor la luz roja. ¡Rojo con rojo! Correcto (3). Pero de pronto el mercante deja ver también su luz verde. Con su popa todavía dentro de las quietas aguas del canal, su proa ya está fuera de las puertas de la esclusa, y la marea saliente lo arrastra rápidamente hacia el submarino.
-¡Todo atrás! -ruge Topp.
Demasiado tarde. El mercante noruego aborda al submarino, que es zarandeado violentamente y desaparece bajo las aguas en menos de un minuto. En tan corto espacio de tiempo, la mayoría de los hombres consiguen salir a cubierta. Algunos logran saltar a la cubierta del barco noruego desde la misma torreta del submarino, y otros son arrastrados mar adentro por la fuerte corriente.
Después de una noche entera de búsqueda en la que toman parte las estaciones de salvamento costeras y una lancha del barco noruego, son recogidos todos los supervivientes. Uno de ellos se encontraba en la caseta de la radio en el momento del hundimiento, y al quedar el submarino escorado en el fondo se encontró de pie con el agua al cuello y con la cabeza sobresaliendo en una pequeña burbuja de aire. En torno, oscuridad y silencio. ¿Cómo encontrar la salida? Varias veces intentó llegar hasta la escotilla de la cámara de mando, pero tuvo que volver a su burbuja de aire para respirar y reponer fuerzas. Siete veces repitió el intento, y a la octava logró llegar hasta la escotilla, pero la encontró bloqueada con los cuerpos de algu¬nos de sus camaradas que se ahogaron al intentar en vano abrir la escotilla. Abriéndose paso entre los cadáveres y en un último y desesperado esfuerzo, consiguió levantar la tapa y subir a la superficie. Fue encontrado exhausto e inconsciente, aquella misma noche, en la costa, donde lo había arrojado la resaca, insistió, así y todo, en unirse a sus compañeros.
En las primeras luces de aquel día gris de diciembre, los supervivientes del U-57 formaron ante su comandante. Unos medio desnudos, otros envueltos en mantas, ofrecían un triste y deplorable aspecto. El más antiguo dio un paso adelante y con voz entrecortada y ronca dio la novedad:
-Mi comandante..., toda la dotación... menos seis... formada. En nombre de todos..., le ruego, señor..., que nos gustaría seguir navegando juntos en un mismo barco... y bajo sus órdenes.
Pareció como si Topp fuese a hablar, pero ningún sonido salió de sus labios. Como todos sus hombres, iba con la cabeza descubierta, y ni siquiera pudo saludar. Durante un momento los miró en silencio, se pasó la mano por los ojos y, volviéndose, se alejó lentamente.
Como responsable del barco y de la vida de sus hombres, se formó consejo de guerra a Erich Topp. Fue absuelto.
(1) Soplar: Inyectar aire en un tanque para achicar el agua que contiene.
(2) Los submarinos están provistos de doble casco: uno exterior, ligero, para darle condiciones marineras como un barco de superficie, y otro inte¬rior, de presión, o resistente, para soportar las grandes presiones exteriores del fondo. Durante la inmersión, el espacio comprendido entre los dos cascos está en libre comunicación con el agua del mar. De esta forma, el casco inte¬rior, o resistente, de sección circular, está sometido directamente a la presión de la profundidad, y el exterior no sufre esfuerzo alguno, por ser igual la presión en sus dos caras.
(3) Cuando los buques se encuentran de noche, si la luz roja (babor) de uno da con la roja del otro, indican que sus derrotas no se cruzan. En cambio, si da verde con rojo, hay peligro de colisión, y el que por estribor ve la roja del otro, debe gobernarle.
Extracto del libro "Asi fue la guerra submarina" por Harald Bush .
A FONDO
ERICH TOPP
Erich Topp nace en Hannover el 2 de Julio de 1914, en el seno de la acomodada familia del ingeniero Johannes Topp. Finalizados sus estudios, incluidas especialidades musicales y un periodo de pertenencia a la organización Todt, se traslada a Kiel matriculándose en la Facultad de Medicina.
Sin embargo el 8 de Abril de 1934 abandona su carrera ingresando en la incipiente Kriegsmarine junto a otros 318 cadetes, es la promoción 34. Finalizado el entrenamiento básico de infantería (Stralsund), inicia su periodo de educación naval en Gorch Fock desde el 14 de Junio de 1936 hasta el 26 de Septiembre del mismo año. En prácticas a bordo del crucero ligero "Karlsruhe" recorre el mundo hasta Junio de 1935. A partir de esa fecha alterna su formación con etapas teóricas en Flensburg-Mürwik y como ayudante y 2º Oficial Torpedero del "Karlsruhe".
Topp en su etapa de Cadete
El crucero sirve, ocasionalmente, como blanco para prácticas de tiro de los primeros U-boot durante los inicios de la guerra civil española. Aquí es donde Topp conoce a Karl Dönitz.
El Karlsruhe en los EE.UU.
Atraído por el arma submarina inicia su especialización, el 5 de Octubre de 1937, en la escuela de submarinos de Neustadt-Holstein. La escasez de unidades relegan a Topp a puestos docentes en Kiel, pero el 26 de Septiembre de 1938 es encuadrado como Oficial a bordo del U-46 del Kptl. Herbert Sohler, un tipo VIIB perteneciente a la 7ª U-flotilla "Wegener". En Abril de 1940 el submarino participa en la "Operación Weserübung", la ocupación de Noruega.
Las capacidades de Topp no escapan a la observación de sus superiores y recibe su primer mando efectivo el 5 de Junio de 1940. Se trata del U-57, un tipo IIC (1ª U-flotilla "Weddigen") con el que envía al fondo seis buques por un total de 36.862 toneladas. El 3 de Septiembre de 1940 su submarino colisiona en Brunsbüttel con el mercante noruego "SS Rona" hundiéndose inmediatamente, mueren seis de sus hombres.
El 4 de Diciembre de 1940 inicia su singladura con el U-552 apodado el "diablo rojo", un moderno tipo VIIC construido en la Blohm und Voss de Hamburgo y con base en St. Nazaire (7ª U-flotilla).
Durante la madrugada 31 de Octubre de 1941 el U-552 se encuentra atacando al convoy HX-156 cuando alcanza al destructor norteamericano USS Reuben James, la santabárbara del mismo explota matando a 100 de sus 144 tripulantes. Fue la primera unidad naval de los Estados Unidos hundida durante el conflicto, seis semanas antes de la entrada en guerra de este país.
Iniciada la "Operación Paukenschlag" Topp siembra el terror frente a las costas americanas. Particularmente destacable es su octava patrulla (Marzo-Abril 1942), en la que hunde ocho buques por un total de 45.731 toneladas.
U-552. En Septiembre de 1942 es asignado como Comandante en jefe de la 27 U-flotilla de entrenamiento (Gotenhafen), participando activamente en el desarrollo de tácticas de combate para los nuevos electro-submarinos de los tipos XXI y XXIII. Precisamente la guerra finaliza con Topp al mando del U-2513 (con anterioridad también en el U-3010), un tipo XXI que se rinde a los británicos en Horten (Noruega) el 8 de Mayo de 1945.
Ocupa el tercer puesto entre los ases submarinos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, con unas 200.000 toneladas de buques aliados hundidos.
Tras la contienda ejercerá varias profesiones, llegando incluso a contralmirante de la Bundesmarine (Armada de la Alemania Occidental) permaneciendo adscrito a puestos de la OTAN en los años 50-60. Escribe un libro autobiográfico titulado: “La odisea de un Comandante de Submarino”, cuya edición más reciente data de 1992 (Praeger). Actualmente vive retirado en su casa de Remagen.
Sus cifras en la Kriegsmarine:
Fecha.
Graduación.
Condecoraciones.
01- 07 -1935
Fähnrich zur See.
07 Nov 1939 Insignia de Combate de Submarinos.
01- 04 -1937
Leutnant zur See.
12 Ene 1940 Cruz de Hierro 1ª clase
01- 04 -1939
Oberleutnant zur See.
20 Jun 1941 Cruz de Caballero.
01- 09 -1941
Kapitänleutnant.
11 Abr 1942 Cruz de Caballero con Hojas de Roble.
17- 08 -1942
Korvettenkapitän.
11 Abr 1942 Insignia de Combate de Submarinos de Diamantes.
01- 12 -1944
Fregattenkapitän.
17 Ago 1942 Cruz de Caballero con Hojas de Roble y Espadas.
Lista de U-boote
U- 57
05-06-1940
03-09-1940
U- 552
04-12-1940
08-09-1942
U- 3010
23-03-1945
26-04-1945
U- 2513
27-04-1945
08-05-1945
Victorias.
36 Buques hundidos por un total de 198.650 toneladas.
04 Buques dañados por un total de 32.317 toneladas.
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