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sábado, 19 de enero de 2013

GAGOMILITARIA NOTICIAS.-AMENAS.-LOS SECUESTRADORES AUN RESISTEN EN LA PLANTA CON 30 REHENES


Los islamistas resisten atrincherados en la planta de gas con 30 rehenes

Los secuestradores aseguran tener a siete occidentales en su poder

Al menos siete foráneos y 18 terroristas han fallecido en una dramática operación de rescate



Imágenes de la televisión argelina de algunos de los rehenes liberados / Vídeo:
Las fuerzas especiales argelinas no han retomado aún el control de la inmensa planta gasística de Tigantourine, en el sureste del país, cerca de la frontera de Libia, de la que se adueñó, el miércoles, un comando terrorista. El asalto comenzó el jueves a mediodía y los yihadistas todavía resisten en las instalaciones, donde aún sigue una treintena de extranjeros.

mCuando aún se escucha allí, a 1.200 kilómetros de Argel, el tableteo de las metralletas, afloran ya las preguntas sobre la rapidez, algunos dicen la precipitación, con la que actuó el Ejército argelino y las consecuencias que el golpe terrorista tendrá para un país en el que el 98% de sus exportaciones son hidrocarburos.

El último balance provisional difundido por la agencia oficial APS indica que 573 argelinos y cerca de 100 extranjeros han sido rescatados con vida de la plataforma gasística, pero hay al menos 12 muertos (otras fuentes hablan de 30) de diversas nacionalidades, incluida la argelina. Las autoridades de Estados Unidos confirmaron el viernes por la tarde (horario de EE UU) la muerte de un ciudadano suyo, identificado como Frederick Buttaccio. Entre la treintena de terroristas que perpetraron la operación hay también 18 muertos, según la agencia estatal argelina.

Durante la noche de este viernes una decena de terroristas siguieron atrincherados en la sala de máquinas de la fábrica de gas con siete rehenes occidentales (tres belgas, dos estadounidenses, un japonés y un británico), según han afirmado a la agencia mauritana ANI. La existencia de este reducto ha sido desvelada por el primer ministro británico, David Cameron, quién manifestó que “algunos [terroristas] aún son una amenaza en otra zona”.

En la noche del jueves el Ejército argelino ya se había hecho con el control del área donde se alojaban los trabajadores de esa planta operada conjuntamente por las compañías Sonatrach (Argelia), BP (Reino Unido) y Statoil (Noruega). Fue una operación “muy compleja que permitió evitar algo aún peor”, según la agencia oficial APS.

El País
Es ahí, en esa zona de hospedaje, donde un ingeniero argelino recuerda haber sido bruscamente despertado sobre las 04.30 del jueves. “De pronto hubo explosiones”, ha relatado a la emisora de radio France-Info. “Rompieron todas las puertas mientras gritaban: solo buscamos a los expatriados”. Ignoraban a los argelinos.

Alexandre Berceaux, un francés, es uno de esos expatriados, directivo de la empresa que proporciona el catering a los trabajadores de la planta gasística. Ha contado a la emisora Europa 1 que pasó 40 horas debajo de la cama de su habitación, alimentado a escondidas por un empleado argelino, hasta que los militares le sacaron de su refugio.

A falta de un balance definitivo de víctimas todavía no se puede valorar el éxito del asalto argelino, pero Argel sí ha perdido la guerra de la comunicación. Líderes extranjeros como Cameron han proporcionado más información sobre lo que sucedía en Tigantourine que las autoridades argelinas. Su mutismo ha sido criticado en un editorial por El Khabar, el principal rotativo del país. Mientras, Los que Firman con su Sangre, el nombre de la katiba (brigada) que se apoderó de la planta gasística, no han cejado de formular anatemas y reivindicaciones a través de las pequeñas agencias de prensa independientes mauritanas, especialmente de ANI.

Argelia ha sido fiel a su doctrina de no negociar con los terroristas que golpean dentro de sus fronteras, y desencadenó el asalto sobre las 13.00 del jueves sin habérselo comunicado a ninguna de las potencias que contaba con rehenes dentro del recinto.

“Los terroristas tampoco estaban allí para negociar”, insiste al teléfono el escritor argelino Yasmina Khadra, que fue oficial del Ejército antes de dedicarse a la literatura. “Se trató de una operación suicida”, prosigue justificando la actuación de sus compañeros de armas. “Asestaron ese golpe no para conseguir algo a cambio sino para asombrar al mundo con su supuesta audacia”. “Argel debía responder antes de que fuese demasiado tarde”.

Es verdad que algunas de las reivindicaciones formuladas para liberar a los rehenes eran meras quimeras. El argelino Mojtar Belmojtar, fundador de la célula terrorista, exigió desde el cese de la ofensiva francesa contra los islamistas en el norte de Malí hasta la liberación de dos presos islamistas encarcelados en EE UU, el egipcio Omar Abdel Rahman, y la paquistaní Aafia Siddiqui.

Argel no negoció, pero “sí hizo una oferta a los secuestradores”, según el periodista Hamid Guemache, de la web TSA: dejarles salir del país en libertad, pero sin ningún rehén. La propuesta, trasladada por Knaoi Sidi, un jefe tribal de In Amenas, una pequeña ciudad cercana a la planta, fue rechazada. A partir de ahí, Argel actuó con celeridad.

Además de aplicar su doctrina habitual, lo hizo por otros dos motivos. Temía recibir presiones de todas las potencias con ciudadanos cautivos en la planta instándole a negociar o, por lo menos, a aplazar el asalto. No lo hizo, suscitando así un malestar generalizado. Tokio convocó al embajador argelino para protestar y, con menos contundencia, otras capitales como Londres, Washington y Oslo expresaron su malestar.

Solo París, que necesita el apoyo argelino en la guerraque libra en Malí, echó balones fuera a la hora de pronunciarse sobre la operación de rescate. “Las autoridades argelinas estimaron que no tenían más opción que hacer el asalto”, comentó Philippe Lalliot, portavoz del Ministerio de Exteriores. La agencia oficial argelina aseguró que, en sintonía con París, “casi todas las capitales concernidas han expresado su comprensión” hacia la actuación de Argelia. El Consejo de Seguridad de la ONU ha denunciado este viernes el ataque "de odio" y la toma de rehenes en Algeria y ha pedido que las operaciones para rescatarlos respeten las leyes internacionales.

La segunda razón que explica la diligencia argelina es el temor a que los terroristas intentasen escaparse del recinto con algunos de sus rehenes. Eamon Gilmori, ministro de Exteriores irlandés, narró en la televisión CNN su conversación telefónica con su compatriota Stephen McFaul, de 36 años, que fue forzado a subir el jueves a un convoy de cinco todoterrenos en el que había terroristas y rehenes.
“Me dijeron que [los cautivos] fueron obligados a llevar cinturones de explosivos”, señaló el ministro. Los disparos del Ejército argelino acabaron con la progresión del convoy, pero el único vehículo que no fue alcanzado fue en el que viajaba McFaul.

--O--

En las garras de Míster Marlboro

Un traficante argelino de tabaco reconvertido en terrorista dirige a los secuestradores

La brigada está formada por milicianos de seis nacionalidades


Abu al Baraa, presunto líder del comando que tomó la planta. / AFP
Casi nadie sabe si Míster Marlboro, Mojtar Belmojtar, un argelino de 40 años, está presente entre los terroristas que han asaltado la planta de gas de BP en In Amenas, al sureste de Argelia, pero todos coinciden en que el crisol de yihadistas internacionales (tunecinos, libios, egipcios, mauritanos, argelinos y franceses) que protagoniza el sangriento secuestro pertenece a la brigada Muthalimin (en árabe, los que firman con su sangre), que dirige este antiguo contrabandista de tabaco reconvertido a muyahidin, un viejo conocido de los servicios secretos africanos y europeos. Un tipo al que según testimonios de algunos de sus hermanos le interesa más el dinero y el poder que la religión. Los secuestros de occidentales, entre ellos el de los cooperantes españoles en 2009 en Mauritania, se habían convertido hasta ahora en su especialidad.
La firma sangrienta de esta katiba (brigada) que hasta hace unos meses pertenecía a Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) quedará marcada para siempre en la historia de la gigantesca petrolera británica, pero ocupará unas breves líneas en la de Argelia, un país azotado desde hace décadas por los islamistas y al que Míster Marlboro combate desde que en su juventud se integró en el Grupo Islámico Armado (GIA), el brazo armado del Frente Islámico de Salvación (FIS).

Entonces, a principios de los años noventa, el joven Mojtar venía de luchar en Afganistán, donde perdió un ojo, aprendió a manejar un Kaláshnikov y a montar explosivos. Con Hassan Hattab y otros argelinos fue uno de los fundadores del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), con numerosos simpatizantes y células activas en España, Francia, Italia y otros países europeos que lo financiaron con pequeñas aportaciones recogidas en locutorios, carnicerías y mezquitas, una organización terrorista que decidió en 2006 rendir pleitesía a Osama bin Laden y se transformó en Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI). “Hemos decidido (...) prometer fidelidad a Abu Abd Allah Osama bin Laden. Cerramos el trato con un apretón de manos y le ofrecemos el fruto de nuestros corazones (...) No encontrará en nosotros más que oído y obediencia”, escribió Abu Musad Abde i Waud, el emir argelino que anunció la nueva alianza. Y así fue. La marca Al Qaeda se ha extendido desde entonces como una peste por el inmenso desierto del Sahel.

La adhesión de los salafistas a Bin Laden consiguió que uno de los sueños del emir muerto en 2011 en Abottabad (Pakistán) se hiciera posible: la unión de todos los grupos yihadistas del norte de África bajo unas mismas siglas, baja una idéntica bandera, la del inquietante AQMI, que desde hace años campa a sus anchas por las dunas del Sahel, donde aliados con los rebeldes tuaregs y otros grupos islamistas han logrado crear Azawad, un Estado islámico independiente en el norte de Malí donde se cortan las manos de los ladrones y se apalea a las mujeres infieles. Este nuevo territorio es un poderoso y retorcido imán que atrae a combatientes de todo el mundo, algunos de ellos españoles, que acuden para hacer la yihad o cobrar los 300 euros mensuales que les pagan los terroristas.

AQMI está formado por cuatro brigadas dirigidas por argelinos y compuestas de unos mil hombres de una docena de nacionalidades que se mueven por Mauritania y Malí con total libertad. Con los secuestros de occidentales y la conquista del norte de Malí han logrado exportar su marca por todo el planeta, pero atraviesan una crisis por la muerte de alguno de sus dirigentes y las disputas de poder, según recogen informes de los servicios de inteligencia europeos.

A principios de los noventa Belmojtar volvió a Argelia desde Afganistán, donde había luchado como muyahidin

Míster Marlboro, cuya brigada estaba establecida en Gao, había sido apartado de la organización y sustituido por Abdelmalek Droukdel. Jemal Oukacha, Abu El Hammam, ocupó el puesto del fallecido Nabil Makloufi, comandante de la región sur. Pero el antiguo traficante de tabaco reconvertido a terrorista ha sorprendido a casi todos con este brutal golpe de mano. Sus hombres han asaltado la planta de gas de BP en Argelia dispuestos a firmar con su sangre la lealtad que todavía les une a AQMI y a vengar la cooperación de Argelia en la guerra entre tropas francesas y sus “hermanos” en el norte de Malí. “Creíamos que el atentado iba a ser aquí, en la capital. Sabíamos que harían una acción de venganza por la intervención francesa. No pensamos en una acción en Argelia de esta envergadura”, confiesa un agente occidental destinado en Bamako.

En el norte de Malí ocupado por los terroristas de AQMI y sus aliados se comercia con todo y los yihadistas han facilitado a la población algunos de los servicios, sobre todo pozos de agua, que el fallido Gobierno de Malí, de 15 millones de habitantes, ha desatendido. Pese a la imposición de la sharía (ley islámica), sigue mandando más el comercio que la religión. Mojtar se casó con la hija de un dirigente tuareg para reforzar su posición en la zona: tráfico de tabaco, armas, cocaína y secuestros de occidentales, el último gran negocio de este argelino con el que tuvieron que negociar el pago de un rescate los agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) que lograron liberar a los secuestrados españoles. “Un tipo duro, un negociante nato al que le importa poco la religión. Los únicos puros que hay en AQMI suelen ser, en general, extranjeros”, afirma un agente español destacado en Malí.

Hace un año este dirigente del desierto que ha invertido una gran parte de su fortuna en financiar a su particular brigada yihadista confesó que había llegado a un pacto de no agresión con los servicios secretos mauritanos. Fue en Mauritania donde sus hombres secuestraron a los tres cooperantes catalanes trasladados después a una de las madrigueras de AQMI en Malí. Desde entonces no se han producido los tradicionales choques entre el Ejército mauritano y los yihadistas que viajan de noche, levantan campamentos de entrenamiento en el desierto y esconden sus armas en enormes zulos bajo la arena. Cuentan con lanzagranadas y lanzamisiles portátiles.

Abu al Baraa, el argelino que dirigía la brigada que ha asaltado la planta de gas, ha muerto por disparos del Ejército argelino. Míster Marlboro sabía que mandaba a sus hombres a una muerte segura.



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