Washington convocó un concurso entre firmas navieras para repatriar a las tropas españolas a razón de 30 dólares por soldado y 60 por oficial
El almirante Cervera achacó a la falta de medios la derrota naval de Santiago de Cuba, en julio de 1898, ante EE UU
La revista 'El Mundo Naval Ilustrado' publicó un artículo, que LAS PROVINCIAS reprodujo el 26 de julio de 1898, titulado 'La profecía de Cervera'. En el mismo se resumía una entrevista realizada un año antes con el almirante Pascual Cervera y Topete, quien iba a ser elegido por la Marina española como jefe de la escuadra que habría de dirigirse a Cuba para hacer frente a la amenaza de la flota de Estados Unidos y culminaría en la desastrosa derrota del 3 de julio de aquel año en la bocana de la bahía-puerto de Santiago de Cuba.
Cervera, que sería culpabilizado de la pérdida por supuestos errores de estrategia, ya avisaba en la entrevista premonitoria que, en caso de confirmarse su designación, «aceptaré, pero seguro de ir a un Trafalgar».
El almirante sólo veía una posibilidad de evitar la derrota: permitiéndole «consumir antes cincuenta mil toneladas de carbón en maniobras y un millar de proyectiles en ejercicios; de no ser así, iremos a un Trafalgar. Acordaos». Y así fue. Porque la escuadra española no tuvo capacidad de ensayar, era la primera vez que disparaban la mayoría de los cabos de los cañones y los buques ('Cristóbal Colón', 'Vizcaya', 'Infanta María Teresa', 'Almirante Oquendo'...) tenían unas protecciones acorazadas sensiblemente inferiores a la de los norteamericanos.
Los 'Texas', 'Iowa', 'Indiana', 'Oregón', 'Brooklyn', 'New York', 'Ericsson', 'Gloucester'... doblaban además en número a los españoles, tenían mejor armamento, utilizaban modernos explosivos que los españoles desconocían y su tripulación realizó en días previos intensos ejercicios, disparando contra todo tipo de objetivos en las costas cubanas. Para completar un cuadro victorioso, los norteamericanos habían contratado para hacerse cargo del disparo de los cañones a veteranos de la marina británica, a quienes pagaban más que lo que cobraba un almirante español.
El Gobierno español tardó dos semanas en tener noticia clara de lo sucedido, aunque se temía el desastre. Los telegramas llegaban cuando llegaban y de forma confusa, porque los norteamericanos controlaban el cable y censuraban los contenidos. No obstante trataron de portarse bien con los vencidos si no tomaban armas contra ellos, les respetaron sus pertenencias y se comprometieron a repatriarlos a España. Para ello, el Gobierno de Washington convocó un concurso entre las compañías navieras, ofreciendo el pago de 30 dólares por soldado y 60 por oficial.
Entre las firmas que se presentaron figuró la española Trasatlántica, a la que negaron en Nueva York su derecho por no tener licencia para operar allí; y una compañía británica que, a través del Gobierno de Londres, se ofreció a llevar a 18.000 prisioneros españoles por 120.000 libras.
La prensa estadounidense advirtió, según recogía LAS PROVINCIAS, que su Gobierno incluiría inspectores militares en el viaje para asegurarse de las correctas condiciones de acogida y alimentación de los soldados españoles en los buques de retorno a su país.
LAS PROVINCIAS
Cervera, que sería culpabilizado de la pérdida por supuestos errores de estrategia, ya avisaba en la entrevista premonitoria que, en caso de confirmarse su designación, «aceptaré, pero seguro de ir a un Trafalgar».
El almirante sólo veía una posibilidad de evitar la derrota: permitiéndole «consumir antes cincuenta mil toneladas de carbón en maniobras y un millar de proyectiles en ejercicios; de no ser así, iremos a un Trafalgar. Acordaos». Y así fue. Porque la escuadra española no tuvo capacidad de ensayar, era la primera vez que disparaban la mayoría de los cabos de los cañones y los buques ('Cristóbal Colón', 'Vizcaya', 'Infanta María Teresa', 'Almirante Oquendo'...) tenían unas protecciones acorazadas sensiblemente inferiores a la de los norteamericanos.
Los 'Texas', 'Iowa', 'Indiana', 'Oregón', 'Brooklyn', 'New York', 'Ericsson', 'Gloucester'... doblaban además en número a los españoles, tenían mejor armamento, utilizaban modernos explosivos que los españoles desconocían y su tripulación realizó en días previos intensos ejercicios, disparando contra todo tipo de objetivos en las costas cubanas. Para completar un cuadro victorioso, los norteamericanos habían contratado para hacerse cargo del disparo de los cañones a veteranos de la marina británica, a quienes pagaban más que lo que cobraba un almirante español.
El Gobierno español tardó dos semanas en tener noticia clara de lo sucedido, aunque se temía el desastre. Los telegramas llegaban cuando llegaban y de forma confusa, porque los norteamericanos controlaban el cable y censuraban los contenidos. No obstante trataron de portarse bien con los vencidos si no tomaban armas contra ellos, les respetaron sus pertenencias y se comprometieron a repatriarlos a España. Para ello, el Gobierno de Washington convocó un concurso entre las compañías navieras, ofreciendo el pago de 30 dólares por soldado y 60 por oficial.
Entre las firmas que se presentaron figuró la española Trasatlántica, a la que negaron en Nueva York su derecho por no tener licencia para operar allí; y una compañía británica que, a través del Gobierno de Londres, se ofreció a llevar a 18.000 prisioneros españoles por 120.000 libras.
La prensa estadounidense advirtió, según recogía LAS PROVINCIAS, que su Gobierno incluiría inspectores militares en el viaje para asegurarse de las correctas condiciones de acogida y alimentación de los soldados españoles en los buques de retorno a su país.
LAS PROVINCIAS
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