Un centenar de españoles integran las filas de la Legión Extranjera de Francia
Esta mítica y dura tropa de élite sigue atrayendo a jóvenes, incluso licenciados
La mítica y dura Legión Extranjera de Francia, que ha alimentado la literatura, la música, el cine y los cómics, incluso Tintín y Mickey Maus sirvieron en sus filas, acaba de celebrar el 152 aniversario de la batalla de Camaron, en México. La que grabó con sangre su lema, “Honor y Fidelidad”. Porque la patria, para los legionarios, casi todos extranjeros y esta es la especificidad universal de esta tropa de élite francesa, es la Legión. Por vez primera han mostrado a la prensa internacional sus cuarteles generales en Aubagne, en la Provenza.
Legendarias son sus intervenciones contra Alemania en las dos guerras mundiales (donde se alistaron muchos republicanos españoles) y temida también después en Indochina o Argelia. Hoy, como parte del ejército francés, cumplen misiones allá donde decida el Presidente de la República. Ahora están presentes en Malí (junto al ejército español), en República Centroafricana, o en Irak, en labores de formación de militares, explican, o en la Guayana francesa, vigilando el lanzamiento de satélites.
Ya no es tan gigantesca como hace décadas, pero tiene todavía unos 7.000 legionarios, procedentes de 150 nacionalidades, todos voluntarios. La mayor parte de sus hombres proceden hoy de los países del este de Europa, de Asia y Latinoamérica.
Entre ellos hay todavía un centenar de españoles. Como el “Cabo Primero” Alonso B.G., de 55 años. Comenzó como paracaidista, es el más veterano en los desfiles de los “pioneros”. “He desfilado con hacha al hombre y el delantal de cuero 16 veces en París el 14 de julio ( fiesta nacional francesa), y otras tantas en la conmemoración de Camarón, nadie lo ha hecho tantas veces como yo”.
Como casi todos los legionarios rehúye hablar de la guerra, pero admite que su misión en los territorios de la antigua Yugoslavia “fue la más dura”. Así como “la instrucción inicial, los primeros cuatro meses, pero si te gusta la vida militar como a mí, si te mantienes en forma, puedes seguir muchos años, yo llevo 28, me quedan 3 para jubilarme”, añade Alonso. Lo hará como miliar francés, pero volverá a Valencia, su tierra natal.
Sorprendente es la biografía del también valenciano Miguel Ángel C. B. de 26 años. Se alistó hace dos, tras licenciarse en Filosofía por la universidad de Valencia. Ha estado ya en el extranjero y se ha especializado en tirador de precisión, es un “sniper”. “Fallé en uno de la pruebas psicotécnicas para entrar en el ejército español”, cuenta con sinceridad , “pero pasé sin problemas las de la Legión Extranjera”, donde se rechaza a siete de cada ocho aspirantes.
“Porque aquí lo que cuenta es la motivación, estar dispuesto a todo, las ganas de hacer las cosas bien y tener aptitudes físicas, algo que a mí no me cuesta porque soy deportista de alto rendimiento”, añade. “Termine todo lo que tenía que hacer en España, quería probarme a mí mismo, había leído muchas historias de la Legión Extranjera, quería sentir el orgullo de llevar un Képi blanco (la gorra del uniforme de legionario)”.
Miguel Ángel, que no ha podido disfrutar ni de la mitad de sus cinco semanas de vacaciones anuales, por el sobrecargo de operaciones del ejército francés, no echa de menos la lectura de los filósofos postmodernistas “sus preferidos”. Ni se hace preguntas como antes sobre el sentido de la guerra. Se compara con un abogado “con moral” pero que tiene que defender a un cliente inadecuado: “es su trabajo, el mío es ser militar y cumplir”. Pronto saldrá en operación de combate al extranjero, pero no puede decir a dónde.
De España echa de menos a su familia, “a mi madre sobre todo”. Y a unos cuantos amigos íntimos. Y confiesa que pedirá la nacionalización para hacerse francés (por razones que se guarda), una posibilidad que se da a todos legionarios al tercer año de servicio.
El legionario se compromete por un mínimo de cinco años. Se le forma desde los cuatro meses “para ser combatiente” en los lugares más difíciles del mundo. La legión es para algunos una “segunda oportunidad”, pero ésta no es siempre la ocultación de un pasado judicial. Puede ser “una ruptura amorosa” o el ansia de aventura, explica el jefe de comunicaciones en la comandancia, Pierre Ansseau. Incluso pueden inscribirse todavía con nombre ficticio. Pero ya no se admiten mercenarios, ni delitos de sangre, sexo o drogas.
“La Legión es un curso permanente de francés”, dice Ansseau, la única forma de integrar tantas nacionalidades. Si las redes sociales no se prohíben, “se vigila de cerca lo que se publica por seguridad del legionario y su familia”. Difícil de creer en la Francia de 2015 pero no se aceptan mujeres en sus filas. “Me sentiría incapaz de cohesionar culturas tan dispares si encima tuviera que aceptar mujeres”, admite el general Jean Maurin, comandante de la Legión Extranjera ante las preguntas de los corresponsales.
¿La homosexualidad?, “es algo privado”, accede Maurin moviendo la cabeza. A su lado, espeta el suboficial británico Alexander Rowe: “yo haría todo lo posible por excluir de nuestras filas a un legionario homosexual”. Se admiten todas las creencias, aunque el legionario tiene claro que la “religión es la Legión, como su familia” indica Ansseau, Y remata Rowe: “aquí se sirve un solo menú, ni halal ni kosher, el que quiere lo toma el que no lo deja”.
Mientras la comandancia de la Legión celebraba su fiesta mayor, saltaba a los titulares el presunto abuso, incluso violaciones, que soldados franceses destinados en República Centroafricana habrían cometido a niños y jóvenes de un campo de refugiados. Ningún oficial pudo responder si algún legionario está acusado en este caso que investigan la ONU y los tribunales franceses desde julio de 2014. “Nos hemos enterado como ustedes por la prensa”, senaló Ansseao.
Legendarias son sus intervenciones contra Alemania en las dos guerras mundiales (donde se alistaron muchos republicanos españoles) y temida también después en Indochina o Argelia. Hoy, como parte del ejército francés, cumplen misiones allá donde decida el Presidente de la República. Ahora están presentes en Malí (junto al ejército español), en República Centroafricana, o en Irak, en labores de formación de militares, explican, o en la Guayana francesa, vigilando el lanzamiento de satélites.
Ya no es tan gigantesca como hace décadas, pero tiene todavía unos 7.000 legionarios, procedentes de 150 nacionalidades, todos voluntarios. La mayor parte de sus hombres proceden hoy de los países del este de Europa, de Asia y Latinoamérica.
Entre ellos hay todavía un centenar de españoles. Como el “Cabo Primero” Alonso B.G., de 55 años. Comenzó como paracaidista, es el más veterano en los desfiles de los “pioneros”. “He desfilado con hacha al hombre y el delantal de cuero 16 veces en París el 14 de julio ( fiesta nacional francesa), y otras tantas en la conmemoración de Camarón, nadie lo ha hecho tantas veces como yo”.
Como casi todos los legionarios rehúye hablar de la guerra, pero admite que su misión en los territorios de la antigua Yugoslavia “fue la más dura”. Así como “la instrucción inicial, los primeros cuatro meses, pero si te gusta la vida militar como a mí, si te mantienes en forma, puedes seguir muchos años, yo llevo 28, me quedan 3 para jubilarme”, añade Alonso. Lo hará como miliar francés, pero volverá a Valencia, su tierra natal.
Sorprendente es la biografía del también valenciano Miguel Ángel C. B. de 26 años. Se alistó hace dos, tras licenciarse en Filosofía por la universidad de Valencia. Ha estado ya en el extranjero y se ha especializado en tirador de precisión, es un “sniper”. “Fallé en uno de la pruebas psicotécnicas para entrar en el ejército español”, cuenta con sinceridad , “pero pasé sin problemas las de la Legión Extranjera”, donde se rechaza a siete de cada ocho aspirantes.
“Porque aquí lo que cuenta es la motivación, estar dispuesto a todo, las ganas de hacer las cosas bien y tener aptitudes físicas, algo que a mí no me cuesta porque soy deportista de alto rendimiento”, añade. “Termine todo lo que tenía que hacer en España, quería probarme a mí mismo, había leído muchas historias de la Legión Extranjera, quería sentir el orgullo de llevar un Képi blanco (la gorra del uniforme de legionario)”.
Miguel Ángel, que no ha podido disfrutar ni de la mitad de sus cinco semanas de vacaciones anuales, por el sobrecargo de operaciones del ejército francés, no echa de menos la lectura de los filósofos postmodernistas “sus preferidos”. Ni se hace preguntas como antes sobre el sentido de la guerra. Se compara con un abogado “con moral” pero que tiene que defender a un cliente inadecuado: “es su trabajo, el mío es ser militar y cumplir”. Pronto saldrá en operación de combate al extranjero, pero no puede decir a dónde.
De España echa de menos a su familia, “a mi madre sobre todo”. Y a unos cuantos amigos íntimos. Y confiesa que pedirá la nacionalización para hacerse francés (por razones que se guarda), una posibilidad que se da a todos legionarios al tercer año de servicio.
El legionario se compromete por un mínimo de cinco años. Se le forma desde los cuatro meses “para ser combatiente” en los lugares más difíciles del mundo. La legión es para algunos una “segunda oportunidad”, pero ésta no es siempre la ocultación de un pasado judicial. Puede ser “una ruptura amorosa” o el ansia de aventura, explica el jefe de comunicaciones en la comandancia, Pierre Ansseau. Incluso pueden inscribirse todavía con nombre ficticio. Pero ya no se admiten mercenarios, ni delitos de sangre, sexo o drogas.
“La Legión es un curso permanente de francés”, dice Ansseau, la única forma de integrar tantas nacionalidades. Si las redes sociales no se prohíben, “se vigila de cerca lo que se publica por seguridad del legionario y su familia”. Difícil de creer en la Francia de 2015 pero no se aceptan mujeres en sus filas. “Me sentiría incapaz de cohesionar culturas tan dispares si encima tuviera que aceptar mujeres”, admite el general Jean Maurin, comandante de la Legión Extranjera ante las preguntas de los corresponsales.
¿La homosexualidad?, “es algo privado”, accede Maurin moviendo la cabeza. A su lado, espeta el suboficial británico Alexander Rowe: “yo haría todo lo posible por excluir de nuestras filas a un legionario homosexual”. Se admiten todas las creencias, aunque el legionario tiene claro que la “religión es la Legión, como su familia” indica Ansseau, Y remata Rowe: “aquí se sirve un solo menú, ni halal ni kosher, el que quiere lo toma el que no lo deja”.
Mientras la comandancia de la Legión celebraba su fiesta mayor, saltaba a los titulares el presunto abuso, incluso violaciones, que soldados franceses destinados en República Centroafricana habrían cometido a niños y jóvenes de un campo de refugiados. Ningún oficial pudo responder si algún legionario está acusado en este caso que investigan la ONU y los tribunales franceses desde julio de 2014. “Nos hemos enterado como ustedes por la prensa”, senaló Ansseao.
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