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miércoles, 12 de agosto de 2015

DEGRELLE EL BELGA AL QUE HITLER QUERIA COMO UN HIJO Y QUE MURIÓ EN ESPAÑA

 
ignacio s. calleja@iserranoc / madrid
Día 12/08/2015 - 01.14h

Belga de nacimiento, noveló su biografía en la capital; marcada por ser adoptado por una sevillana que lo convirtió en español

«Si tuviese un hijo, me gustaría que fuese como usted», le dijo Adolf Hitler a León Degrelle en agosto de 1944, durante la entrega de la Cruz de Caballero con Hojas de Roble –Ritterkreutz–, un distintivo militar único en el III Reich. El susurro, cómplice al oído, era si cabe un reconocimiento aún mayor que el de la propia medalla otorgada; superior a la consideración castrense, próximo a la devoción. Este episodio, como otros análogos, la mayoría desarrollados en España, fueron novelados por Degrelle, su protagonista principal, en un piso de la madrileña calle de Santa Engracia; una suerte de museo nominal en la que exponía sus condecoraciones y objetos históricos, resultado último de una biografía que tuvo a Madrid como escenario fundamental.

abc
Noticia de la muerte de León Degrelle, en ABC

León Degrelle (Bouillon, Bélgica, 1906) fue un oficial de la Legión Valonia –unidad extranjera adscrita a las SS alemanas– que, fundador del rexismo, rama del fascismo en Bélgica, destacó como mando en la Segunda Guerra Mundial. Su historia, en cualquier caso, alcanza nuevos límites más allá del campo de batalla, siendo estos los más interesantes, con una relación notable con España y con diferentes personalidades del franquismo. Así, su crónica vital, marcada tanto por la supervivencia como por la impunidad, arranca en la playa de La Concha, en San Sebastián, coetáneo con la rendición de Alemania ante los Aliados.
Afortunado, se encuentra en Oslo en el momento de la toma de Berlín, por lo que su plan de escape es viajar hasta España para esconderse. La afinidad ideológica, como es evidente, marca su destino. El primer problema, sin embargo, surge cuando en su intención de esquivar los antiaéreos franceses, el depósito del aeroplano agota su capacidad, con un aterrizaje forzoso en la costa guipuzcoana que acaba con el avión estrellado.

Huida a Madrid

Según sus memorias, recogidas en un diario en 1982, permanece un tiempo en el Hospital Mola de San Sebastián hasta que Francisco Franco quiere devolverlo a Alemania; pretensión frenada con un órdago que, escribió Degrelle, tocó el orgullo del dictador: «¡Qué poco vale la vida de un cristiano!». Sus palabras, sea este u otro el motivo, provocaron que Franco dejara en el germanófilo Ramón Serrano Suñer el asunto, con una respuesta inmediata.
Así se organizó una escapada falsa, de la que se hizo eco la prensa internacional, en la que se daba a León Degrelle por desaparecido. Su ubicación no era otra que Madrid, en un piso de una pareja de jubilados. Allí permaneció oculto durante más de un año, en un cuartucho sin luz ni ventilación. En su biografía, narra que en ese tugurio se enteró de la muerte de sus padres, con la consiguiente crisis de salud. Con fuertes hemorragias y «la constante sensación de morir», decide entonces cambiar la capital de España por Málaga. En la Costa del Sol entra en contacto con el ministro José Antonio Girón a través del cónsul alemán Johan Hoffinan; primeros renglones del capítulo más rocambolesco de su vida.

Adoptado por una sevillana

La perseguida tranquilidad desde 1945, declarado desde entonces como criminal de guerra, llegó inesperadamente para Degrelle en Constantina, un pequeño pueblo de Sevilla. Bélgica solicitó su extradición para juzgarlo por sus crímenes pero no encontró la respuesta esperada de parte del gobierno español, por lo que tras un proceso en el que intervino como notario su amigo –personal e ideológico– Blas Piñar, logró la nacionalidad española una vez adoptado por Matilde Ramírez Reina, una mujer con la que entabló amistad años atrás. Este nazi belga, reconvertido en andaluz, se jactó en sus memorias de dicha situación, pues tomó sus nuevos apellidos con varios nietos en vida.
Ya como León José Ramírez Reina, su nuevo nombre, escribió su vida en catorce volúmenes, en el piso de la ciudad que otrora le permitió esquivar a la horca. Hablaba entonces de una vida novelesca, de película, que acabó en Málaga en 1994. En la capital andaluza agotó sus días escribiendo y eludiendo las acusaciones de tráfico de obras de arte; algo por lo que, sin llegar a probarse, tampoco pagó.

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