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lunes, 17 de noviembre de 2014

GAGOMILITARIA NOTICIAS.- EN LAS POBLACIONES ENTORNO A LA LÍNEA DEFENSIVA "XYZ", EN LA PROVINCIA DE CASTELLÓN SE ENCUENTRAN TODAVIA GRAN CANTIDAD DE ARTEFACTOS EXPLOSIVOS, QUE SUPONEN UN GRAN RIESGO PARA LA POBLACIÓN

«Campos de minas» en la sierra de Castellón
 
M. MOREIRA / VALENCIA
Día 16/11/2014

En las poblaciones en torno a la línea defensiva XYZ se encuentran todavía gran cantidad de artefactos en activo de la Guerra Civil que suponen un riesgo para la población

El pasado 6 de noviembre, un vecino de la localidad castellonense de Onda falleció tras la explosión de un artefacto posiblemente un obús de la Guerra Civil- que se encontraba semi oculto entre cables y chatarra dentro de su finca agrícola. Este trágico suceso está lejos de ser único en su género. Tanto los habitantes, como los agentes de la Guardia Civil y el cuerpo de Bomberos de esta zona son muy conscientes del peligro que pueden entrañar los restos de armamento que todavía, 75 años después, siguen desperdigados por poblaciones como Moncofa, Víver, Segorbe, Bejís, El Toro… Todos ellos son puntos por los que transcurría la línea defensiva XYZ (o Matallana). Un sistema de fortificaciones con el que el ejército republicano defendió en el verano de 1938 el avance de las tropas franquistas desde Teruel y Vinaroz hasta Valencia.
 
Tal y como recuerda el historiador Manuel García, el bando nacional bombardeó las líneas territoriales y marítimas que mantenían la comunicación entre la capital del Turia y Barcelona (donde se había trasladado el Gobierno de Negrín), con el objetivo de aislar Valencia y que fuese mas fácil de tomar.
 
La Batalla de Levante finalizó el 23 de julio dejando tras de sí su balance de 20.000 bajas del bando nacional y casi 5.000 republicanas. Los restos humanos de muchos de esos soldados continúan a día de hoy enterrados en estos parajes de la sierra castellonense, que entonces estaba constituida por monte bajo y alguna parcela agrícola.
 
En el curso de su labor de localización y contabilización de fosas comunes iniciada en 2011, el equipo de investigadores y arqueólogos del grupo para la Recuperación de la Memoria Histórica está acostumbrado a toparse con todo tipo de objetos en los lugares que sirvieron de escenario para la batalla. Algunos son inofensivos y su valor es antropológico, como el caso de las latas de comida que aparecen semienterradas (dependiendo de cómo estén perforadas se puede saber si fueron abiertas con ayuda de una bayoneta republicana o nacional). En otros casos, al interés histórico se suma un riesgo cierto. Es habitual encontrar, dispersos y olvidados, restos de trincheras, pozos de tiradores, búnkeres y hospitales de campaña. Pero también bombas de mano, restos de metralla, casquillos y obuses. «No solemos encontrar proyectiles íntegros, pero a veces sí hay alguna granada de mortero intacta, o incluso un obús sin detonar», comenta Matías Alonso, portavoz del grupo para la Recuperación de la Memoria.
 
Las zonas de combate nunca fueron adecuadamente limpiadas, convirtiéndose así en un involuntario «campo de minas». Durante la posguerra, muchos chatarreros, movidos por la necesidad y el hambre, perdieron la vida mientras buscaban piezas para vender. Llegaban a volar los búnkeres para extraer hierro del hormigón; una práctica extremadamente peligrosa. También se conoce el caso de carpinteros que fallecieron al estallarles restos de metralla que se habían introducido en el tronco de algún árbol que pretendían convertir en tableros de madera.
Hoy en día, el problema surge cuando este tipo de armamento se encuentra oculto por la maleza o mezclado con otros objetos. También pueden resultar extremadamente peligrosas las tareas de extinción incendios en zonas sensibles, como el que se produjo a principios de los años noventa en El Toro. El entonces alcalde, Pepe Orduña, recuerda cómo, por efecto del calor, «se escuchaban las denotaciones de proyectiles y restos de aviación».
 
 

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