PARQUE DE MONTELEON.

El 2 de mayo de 1808, el pueblo español, primero en Madrid y luego en el resto del país, se levantó en armas contra el invasor francés. Ese día de primavera se encontraban en la capital de la nación dos militares que, por su compromiso y actuación en esta fecha, consiguieron grabar sus nombres para siempre en la Historia de España. Se trataba de Luis Daoíz, responsable del Parque de Artillería de Monteleón, situado en la hoy conocida como «Plaza del Dos de Mayo», y Pedro Velarde, en aquel momento hombre destacado dentro del cuerpo de artilleros.
Ambos vieron en la sublevación popular una oportunidad de oro para expulsar a los franceses, por entonces dueños y señores de media Europa, y emanciparse de su dominio. No obstante y pese a que el pueblo, en clara desigualdad cuantitativa y cualitativa en lo referente a efectivos y armamento, se había lanzado ya a una feroz y sangrienta lucha callejera, el gobierno prohibió terminantemente al Ejército sumarse a la misma.
A pesar de todo, en el seno de la milicia existía un profundo deseo de tomar parte en tan magno acontecimiento histórico y, de alguna forma, vengar la afrenta que había significado la ocupación de España por parte de las fuerzas napoleónicas. En este sentido, Velarde, consciente de la importancia que tenía el Parque de Artillería de Monteleón como punto de partida para iniciar y mantener la resistencia armada contra los franceses en Madrid, se dirigió hacia este enclave al mando de la 3ª compañía del capitán Goicoechea. Una vez allí, engañó a la guarnición francesa que protegía el cuartel, afirmando encabezar un cuerpo de refuerzo para aplastar la insurrección. Tomadas las posiciones clave por parte de sus tropas y cerradas las puertas, Velarde exigió la capitulación de los efectivos enemigos presentes, que fueron totalmente desarmados. Acto seguido, la entrada de Monteleón quedó colapsada por centenares de madrileños solicitando a los militares españoles atrincherados la entrega de armamento.

Una vez controlada la guarnición, Velarde se entrevistó con Daoíz, mando supremo del parque de artillería, del que esperaba obtener un apoyo inmediato e incondicional a su causa. Sin embargo, en un primer momento no fue así y Daoíz se mostró reacio a entregar armas al pueblo, sosteniendo que esta medida no haría sino empeorar la situación pues agudizaría el derramamiento de sangre y llevaría a los franceses a reprimir aún con más fuerza el levantamiento popular. Finalmente y tras un intenso intercambio de argumentos, Velarde convenció a Daoíz de la importancia de la lucha que se estaba gestando en las calles de Madrid. Al grito de «¡Abrid las puertas! ¡Las armas al pueblo!» las entrañas del Parque de Artillería de Monteleón se llenaron de personajes anónimos que ese día decidieron dar un paso al frente y presentar combate a uno de los mejores ejércitos de la Era Contemporánea, por entonces invicto en los campos de batalla europeos.
Llegados a este punto, Daoíz y Velarde, sabedores de la inminente respuesta francesa, iniciaron los preparativos para la defensa. Al poco tiempo, se personó en las inmediaciones del cuartel una unidad de gastadores de Westfalia que, recibidos a balazos y con fuego de artillería –escupido por las tres piezas dispuestas en el patio del parque–, no tuvieron más remedio que emprender la retirada. Tras este suceso, los imperiales enviaron una fuerza mayor que, con el paso de las horas, fue debilitando las defensas de Monteleón, donde la munición y los artilleros eran cada vez más escasos. En estos momentos, la inmensa mayoría de Madrid se encontraba ya bajo el control de las tropas invasoras.

El asalto definitivo fue devastador. Desde los balcones circundantes, los tiradores franceses fueron mermando a los defensores que, inevitablemente, sucumbieron cuando la posición española fue tomada a punta de bayoneta por 800 soldados galos. En esta acción cayeron los capitanes Daoíz y Velarde, cuyo recuerdo sigue hoy vivo no sólo en los muchos libros que, con motivo del bicentenario del «Dos de Mayo» (1808-2008), rememoran su heroica resistencia, sino también en diferentes monumentos como el de la Plaza de la Lealtad, en Madrid, donde una llama perenne evoca uno de los grandes episodios que jalonan la Historia de España.
PARA SABER MÁS:
GARCÍA FUENTES, Arsenio: Dos de Mayo de 1808. El grito de una nación, Barcelona, 2007.PÉREZ GALDÓS, Benito: El 19 de marzo y el 2 de mayo, Madrid, 2004.
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