La esfinge del sarcófago era un ladrón
Creían que en ese cajón de grandes dimensiones transportaban esfinges egipcias extremadamente frágiles, pero en él se escondían uno o dos delincuentes, que aprovechaban el viaje de camiones o furgonetas de reparto para desvalijar desde dentro la mercancía.
Era el modus operandi, bautizado como "caballo de Troya" por la Guardia Civil, de una banda desarticulada por el instituto armado y liderada por Juan María G.P., el "Niño Juan", un conocido alunicero de Madrid, especialmente violento e involucrado en robos con fuerza e intimidación, narcotráfico, secuestros y extorsiones.
Solo les dio tiempo a perpetrar dos robos de estas características. Sabían que este tipo de delito tenía los días contados, porque la voz de alarma de sus víctimas, las empresas de paquetería, corrió como la pólvora y enseguida llegó a todo el sector.
No saben de momento los investigadores de la Unidad Central Operativa (UCO), según han confesado a Efe, si el "ideólogo" fue el "Niño Juan", uno de los delincuentes con más amplio currículum, pero nunca antes la Guardia Civil había detectado este método para cometer robos.
Para perpetrarlos lo primero que hacía la banda desarticulada, integrada por siete miembros, era diseñar el cajón donde viajarían el o los autores materiales del robo.
Una estructura metálica era el esqueleto sobre el que los delincuentes fabricaban un cajón de madera. Por dentro, y en todas sus paredes y en el techo, instalaban cerrojos a fin de poder salir del habitáculo por cualquiera de sus lados para sustraer los objetos.
Y para viajar más cómodamente, hasta incorporaban un asiento con cojín incluido, de una sola plaza o biplaza, según el caso.
Como estaba anclado sobre un palé, los ladrones no corrían riesgo de quedarse sin aire, porque éste entraba por las aberturas de esa base.
Además, estampaban en el exterior del cajón la palabra "Frágil" y se preocupaban de dibujar una flecha con la punta hacia la dirección que más les convenía para que los porteadores colocaran la estructura en la posición que más les interesaba.
Tras esta operación, llamaban a la empresa de reparto, a la que citaban en plena calle (la madrileña plaza Elíptica en uno de los casos) para que se llevaran el paquete, que era depositado en el almacén de la compañía apenas unas horas porque el porte era "urgente" y enseguida partiría hacia su destino.
De paso, les comunicaban que el cajón, que media 2,5 metros de alto por uno de ancho, contenía figuras egipcias muy frágiles.
Cuando el vehículo de reparto iniciaba la marcha, las falsas esfinges se ponían en contacto con sus cómplices en el exterior, que a bordo de tres o cuatro vehículos seguían al camión.
Ya en ruta, los ladrones abrían los cerrojos, salían del cajón y se apoderaban de toda la mercancía de valor, como joyas, productos electrónicos, gafas o telefonía.
Con el botín en su poder, avisaban a sus compinches de los coches que les seguían y uno de ellos simulaba un accidente o avería para provocar retención de tráfico, momento que era aprovechado por los ladrones para saltar del camión, incluso rajando antes la lona, y montarse en otro vehículo de la banda.
Así lo hicieron en la provincia de Zaragoza en un transporte cuyo recorrido se inició en Madrid con destino a Barcelona. Un camionero se percató de todo y avisó a la Guardia Civil, que envió una circular a las empresas de paquetería alertando de este tipo de robos.
La compañía víctima también advirtió de este método a su competencia.
De todos modos, la banda logró perpetrar otro robo similar en la ruta Córdoba-Madrid, pero en esta ocasión el cartón duro y en varias capas sustituyó a la madera como material para la fabricación del habitáculo.
Tras varias gestiones, la Guardia Civil centró sus pesquisas en una banda asentada en Madrid, formada por españoles, con un amplio historial delictivo y que gastaba importantes sumas de dinero en lugares de ocio.
Finalmente los siete fueron detenidos -el "Niño Juan" este mismo miércoles-. En el registro de sus viviendas los agentes encontraron objetos robados y material usado para estos robos y otros que se le imputan a la banda, como en dos supermercados de Madrid y Guadalajara, en los que reventaron las cajas de seguridad, o en una fundición de joyería de Algete (Madrid).
Era el modus operandi, bautizado como "caballo de Troya" por la Guardia Civil, de una banda desarticulada por el instituto armado y liderada por Juan María G.P., el "Niño Juan", un conocido alunicero de Madrid, especialmente violento e involucrado en robos con fuerza e intimidación, narcotráfico, secuestros y extorsiones.
Solo les dio tiempo a perpetrar dos robos de estas características. Sabían que este tipo de delito tenía los días contados, porque la voz de alarma de sus víctimas, las empresas de paquetería, corrió como la pólvora y enseguida llegó a todo el sector.
No saben de momento los investigadores de la Unidad Central Operativa (UCO), según han confesado a Efe, si el "ideólogo" fue el "Niño Juan", uno de los delincuentes con más amplio currículum, pero nunca antes la Guardia Civil había detectado este método para cometer robos.
Para perpetrarlos lo primero que hacía la banda desarticulada, integrada por siete miembros, era diseñar el cajón donde viajarían el o los autores materiales del robo.
Una estructura metálica era el esqueleto sobre el que los delincuentes fabricaban un cajón de madera. Por dentro, y en todas sus paredes y en el techo, instalaban cerrojos a fin de poder salir del habitáculo por cualquiera de sus lados para sustraer los objetos.
Y para viajar más cómodamente, hasta incorporaban un asiento con cojín incluido, de una sola plaza o biplaza, según el caso.
Como estaba anclado sobre un palé, los ladrones no corrían riesgo de quedarse sin aire, porque éste entraba por las aberturas de esa base.
Además, estampaban en el exterior del cajón la palabra "Frágil" y se preocupaban de dibujar una flecha con la punta hacia la dirección que más les convenía para que los porteadores colocaran la estructura en la posición que más les interesaba.
Tras esta operación, llamaban a la empresa de reparto, a la que citaban en plena calle (la madrileña plaza Elíptica en uno de los casos) para que se llevaran el paquete, que era depositado en el almacén de la compañía apenas unas horas porque el porte era "urgente" y enseguida partiría hacia su destino.
De paso, les comunicaban que el cajón, que media 2,5 metros de alto por uno de ancho, contenía figuras egipcias muy frágiles.
Cuando el vehículo de reparto iniciaba la marcha, las falsas esfinges se ponían en contacto con sus cómplices en el exterior, que a bordo de tres o cuatro vehículos seguían al camión.
Ya en ruta, los ladrones abrían los cerrojos, salían del cajón y se apoderaban de toda la mercancía de valor, como joyas, productos electrónicos, gafas o telefonía.
Con el botín en su poder, avisaban a sus compinches de los coches que les seguían y uno de ellos simulaba un accidente o avería para provocar retención de tráfico, momento que era aprovechado por los ladrones para saltar del camión, incluso rajando antes la lona, y montarse en otro vehículo de la banda.
Así lo hicieron en la provincia de Zaragoza en un transporte cuyo recorrido se inició en Madrid con destino a Barcelona. Un camionero se percató de todo y avisó a la Guardia Civil, que envió una circular a las empresas de paquetería alertando de este tipo de robos.
La compañía víctima también advirtió de este método a su competencia.
De todos modos, la banda logró perpetrar otro robo similar en la ruta Córdoba-Madrid, pero en esta ocasión el cartón duro y en varias capas sustituyó a la madera como material para la fabricación del habitáculo.
Tras varias gestiones, la Guardia Civil centró sus pesquisas en una banda asentada en Madrid, formada por españoles, con un amplio historial delictivo y que gastaba importantes sumas de dinero en lugares de ocio.
Finalmente los siete fueron detenidos -el "Niño Juan" este mismo miércoles-. En el registro de sus viviendas los agentes encontraron objetos robados y material usado para estos robos y otros que se le imputan a la banda, como en dos supermercados de Madrid y Guadalajara, en los que reventaron las cajas de seguridad, o en una fundición de joyería de Algete (Madrid).
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