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domingo, 8 de diciembre de 2013

GAGOMILITARIA NOTICIAS.-GHIZLAN AMYUD, EL PERIODISTA QUE SE INFILTROS DISFRAZADO DE COCINERA ENTRE LOS YIHADISTAS SIRIOS

Así es la historia de Ghizlan Amyud, la periodista marroquí que se infiltró como cocinera entre los yihadistas sirios
EFE
Día 07/12/2013 - 17.26h

Se alojó en casa de una viuda anciana llamada Um Abdu, que había perdido a sus tres hijos en los combates contra el régimen de Asad

Una periodista marroquí se infiltró de cocinera entre combatientes extremistas en la localidad siria de Idlib, una región que está en el centro de disputas entre facciones unidas por un objetivo común (la caída del régimen de Bachar al Asad) pero con diferencias ideológicas.
 
La localidad de Idlib está controlada por los rebeldes del Ejército Libre Sirio (ELS, moderados), el grupo islamista del autodenominado Frente Islámico Sirio (FIS) que luchan por establecer un estado islámico regido por la «sharía» (ley islámica), y los extremistas del grupo Estado Islámico de Irak y Levante, vinculado con la red terrorista Al Qaeda. Ghizlan Amyud, periodista de 22 años del rotativo Sahifat Anás, se infiltró durante once días entre los yihadistas fanáticos gracias a sus ascendentes sirios (su madre es de ese país) y relató su experiencia a Efe.
 
Para empezar, Ghizlan, que viste con ropa moderna y lleva una larga melena suelta, se puso el pañuelo en la cabeza y ropas «recatadas» y se enmascaró bajo la nueva identidad de Ghazal, una siria supuestamente huérfana, para introducirse en la parte de Idlib controlada por el grupo Estado Islámico de Irak y Levante. La periodista logró no despertar sospechas durante toda su estancia ayudada por el factor de tener una madre siria y de dominar el acento de la región.

Un periodista sirio, su «mahram»

Para emprender su viaje necesitaba contar con un «mahram» (una especie de tutor varón) para acompañarle por esa zona donde está prohibido que la mujer circule sola. Le costó más de tres meses ganarse la confianza del «mahram», un sirio que trabajaba de periodista antes de incorporarse al Ejército Libre (oposición moderada) para combatir al régimen de Al Asad.
Antes de llegar a la zona controlada por los combatientes extremistas afines a Al Qaeda, Ghizlan se encontró con los rebeldes del Ejército Libre y los combatientes islamistas del FIS con los que la periodista no tuvo que esconder su verdadera identidad. Ghizlan pudo comprobar desde el primer momento que no se podía establecer una diferencia física entre los combatientes de las diferentes facciones, que se distinguen más bien a nivel de trato personal y humano. Mientras los rebeldes del Ejército Libre y los islamistas del FIS se mostraban más abiertos, los extremistas del tercer grupo vinculado a Al Qaeda se negaban a dirigirle la palabra solo por el hecho de ser una mujer.
 
Fue al llegar a la zona controlada por los yihadistas del grupo Estado Islámico de Irak y Levante cuando Ghizlan se convierte en Ghazal, la huérfana llena de rencor contra Bachar. Ghizlan se alojó en casa de una viuda anciana llamada Um Abdu, que había perdido sus tres hijos en los combates contra el régimen de Asad, y que se dedicaba a cuidar de los combatientes extremistas y prepararles comida. El «mahram» había logrado convencer a Um Abdu de que Ghazal quería ayudar en la yihad, y le pidió que acogiese a la joven durante una semana durante la cual podría ayudarle a preparar la comida de los yihadistas.

Sin poder hablar cara a cara con yihadistas

Durante estos días, Ghizlan pasaba el día preparando frugales comidas para los yihadistas de diferentes nacionalidades, asistiendo a las tertulias de las mujeres de la zona que se reunían en casa de Um Abdu, pero sin poder hablar cara a cara con los yihadistas, a los que «solo podía escuchar por detrás de la puerta» o mirar de reojo desde su ventana. A través de los muros, Ghizlan pudo escuchar cómo se decretaban ejecuciones por acusaciones de herejía o espionaje a favor de Occidente, o cómo los yihadistas pedían ansiosamente a Alá que les conceda el privilegio del martirio en lo que consideran su guerra contra sus «enemigos».
 
En su reportaje, Ghizlan describe cómo los yihadistas, vestidos con uniformes marrones o grises y pañuelos palestinos y cargando armas, empezaban en la madrugada su adiestramiento militar y pudo escuchar sus escasas bromas o risas en los pocos tiempos de descanso que tenían mientras hacían redadas en la zona que controlan. Ghizlan asistió también a la llegada de camiones cargadas de municiones o los sermones que ofrecía uno de los yihadistas sobre «las virtudes de la yihad» que se oían hasta la casa donde estaba alojada.
 
Lo más difícil -admitió- era tener que mentir e inventarse historias durante todo el tiempo que permaneció allí, y tomar notas a escondidas con un papel y un lapicero que guardaba celosamente, sin ayuda de grabadoras ni ningún otro aparato. La angustia y el miedo a ser descubierta no la abandonaban, y se acrecentó cuando, en la fecha convenida, su «mahram» no apareció a buscarla, lo que le hizo imaginarse lo peor.
 
Nunca le propusieron -aclaró- sumarse a lo que algunos medios llaman «yihad sexual» para convertirse en pareja ocasional de los yihadistas, ni conoció a mujer alguna que lo hiciera durante su estancia. La aventura de Ghazal/Ghizlan terminó cuando el «mahram» se presentó en casa de Um Abdu con la noticia de que había aparecido una familia que se haría cargo de la huérfana.
 
 
 

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