Yom Kippur, la última gran guerra entre Israel y sus vecinos árabes
Día 06/10/2013 - 02.40h
Hace hoy 40 años, Siria y Egipto atacaban por sorpresa al estado judío aprovechando la gran fiesta religiosa judía para recuperar los territorios perdidos en 1967
Altos del Golán, mediodía del 6 de octubre de 1973. El zumbido de los motores de los cazabombarderos MIG-17 sirios rompía, sin previo aviso, el silencio sepulcral que suele reinar en el estado judío durante la solemne fiesta de Yom Kippur. Las calles y carreteras, como ocurre cada año en el día más sagrado del calendario hebreo, estaban completamente desiertas, las emisiones de radio y televisión interrumpidas, y el país paralizado. Nadie imaginaba que estaba a punto de comenzar la última gran guerra entre Israel y un frente de países árabes.
La Guerra de Octubre o del Ramadán, como prefieren llamarla los árabes, se inició con el ataque sorpresa de Siria y Egipto a Israel, cuyo objetivo era aprovechar la celebración religiosa en la que las guarniciones fronterizas cuentan solo con la mitad de las tropas, para recuperar los territorios perdidos en 1967. Una acción relámpago que finalmente se alargó más de dos semanas sin ningún resultado, y en la que murieron 13.500 soldados: 2.500 israelíes, 3.500 sirios y 7.500 egipcios.
«Fue una sorpresa para todos nosotros. Los periódicos hablaban de movimientos en la frontera del norte por parte de Siria, pero aquellas maniobras de entrenamiento eran habituales. No había ningún indicio de que estuvieran preparando un ataque», cuenta a ABC Guido Ruda, que se encontraba ayunando en un kibutz cerca de una base militar en el norte cuando escuchó caer las primeras bombas.
Un guerra no acabada
Tanto el presidente egipcio, Anuar el-Sadat, como el presidente sirio, Hafez al Assad, padre del actual presidente, se tomaban las derrotas en las guerras del Canal de Suez (1956) y de los Seis Días (1967), como batallas perdidas de un conflicto que no había acabado. En la última, Israel había conseguido conquistar la península del Sinaí, la franja de Gaza, Cisjordania, los Altos del Golán y, sobre todo, Jerusalén. Era la hora de recuperarlo de una vez, y para ello consiguieron el respaldo de varios países árabes, que enviaron efectivos al frente de batalla.
El Gobierno israelí, presidido por Golda Meir, la tercera mujer en el mundo en asumir este cargo, estaba tan convencido de su superioridad militar, que desoyó los informes de sus servicios de inteligencia. Cuando quisieron darse cuenta, Siria había lanzado ya su ofensiva contra los Altos del Golán, primero bombardeando las fortificaciones fronterizas israelíes y, después, iniciando un avance arrollador con 30.000 soldados y 1.260 carros de combate.
Egipto se encargó del Sinaí, desencadenando un verdadero infierno sobre la línea de Bar Lev, la cadena de fortificaciones construidas por Israel a lo largo de la costa este del canal de Suez, utilizando 150 cazabombarderos MIG-21, 800 tanques y cerca de 9.000 hombres. El ataque árabe fue de tal envergadura, que dos días después, el ministro de Exteriores israelí, Abba Eban, aprovechó para decir en la ONU que si hubieran estado asentados en las fronteras de 1948, su país habría desaparecido.
Desconcierto israelí
El desconcierto inicial israelí fue grande. Siria y Egipto consiguieron hacerse por momentos con sus objetivos, pero la capacidad de respuesta de ejército judío permitió que los reservistas acudieran rápidamente a sus puestos de combate, integrándose en la lucha mucho antes de lo sus enemigos tenían previsto. «Fue una lástima que perdiéramos tanto tiempo y no nos defendiéramos incluso antes, porque cuando nos llamaron, tuvimos que volver a la misma zona donde habíamos estado realizando maniobras», cuenta Werner Leopold, teniente israelí que fue enviado al frente sur. Si este sistema no hubiera funcionado, explica, los árabes se habrían alzado con la victoria en los primeros días de la guerra.
Sin embargo, el ejército israelí consiguió recuperar el terreno aprovechando las bajas enemigas. El 22 de octubre, los árabes se vieron obligados a aceptar el alto el fuego del Consejo de Seguridad de la ONU y a emprender negociaciones para alcanzar una paz justa y duradera, aunque la resolución no hiciera ninguna mención a la retirada de Israel a las fronteras anteriores a 1967.
En las memorias publicadas por Henry Kissinger en 1982, el ex secretario de Estado estadounidense afirmó que esta guerra estuvo a punto de provocar un conflicto armado entre la URSS y Estados Unidos. Desde entonces, por suerte, no ha vuelto a producirse ninguna gran guerra árabe-israelí en Oriente Próximo, aunque la tensión siempre esté presente.
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