Máscaras antigás españolas, objeto de deseo en Damasco
Día 13/09/2013 - 13.36h
Fabricadas por una firma de Barcelona, se venden a 114 euros, una cifra inalcanzable para muchos sirios
Tras el pánico a un ataque químico llegó el terror a los Tomahawk de Estados Unidos y durante varios días los ciudadanos de Damasco olvidaron la preocupación por las dramáticas escenas vividas en Moadamia, Jobar, Zamalka y Duma el 21 de agosto. Según la Inteligencia de Estados Unidos 1.429 personas, 426 de ellas niños, murieron a causa del uso de armas químicas en los ataques de esa mañana a las afueras de la capital y mientras Barack Obama recopilaba pruebas para acusar a Bashar Al Assad de su uso, los habitantes de la capital acudían a internet para asesorarse sobre qué hacer en caso de un nuevo ataque de este tipo.
La ferretería Rami de la plaza Merjeh de Damasco se ha convertido en una especie de centro de peregrinación. En el escaparate se muestran tres máscaras antigás, «una italiana de 8.000 libras (28 euros al cambio actual), otra estadounidense de 23.500 (84 euros) y una española de 32.000 (114 euros), la joya de la corona por la que los clientes suspiran, pero que al escuchar el precio no pueden acceder», señala el dueño, Abu Hamza, que dice que la mayoría opta por «las mascarillas simples de papel con un filtro reforzado con carbón o por unas taiwanesas de 1.500 libras (5 euros)», opciones al alcance de todos los bolsillos en un país donde el sueldo de un funcionario medio es de 19.000 libras (68 euros).
Opción preferencial
El modelo de máscara española que se vende en Damasco está fabricado por la compañía Vispro, con sede en Barcelona y dedicada a la fabricación y comercialización de elementos de alta protección desde 1974, según detalla su página web. «Un material de primera calidad que sirve hasta para el gas sarín, pero prohibitivo para el sirio que debe elegir entre morir de hambre o por un ataque químico», bromea Abu Hamza, que no tiene máscara propia y huye de alarmismos porque «si nos atacan con ese tipo de armas no hay escapatoria, con máscara o sin ella».
Mientras los ciudadanos de a pie sacan cuentas para saber el modelo de máscara al que pueden aspirar, Bashar Al Assad confirmaba al canal ruso «Rossia 24» que pondrá su arsenal de armamento prohibido bajo control internacional, tal y como le pidió Moscú.
Poco después, la ONU informó de la llegada de una carta de las autoridades sirias mostrando su intención de adherirse al tratado armas químicas que prohíbe su producción, almacenamiento y uso. Si finalmente se cumplen estas medidas se reduciría el temor de una población que, según la psicóloga siria Hanadi Nwelati , «vive bajo el terror extremo a que cualquiera de los bandos» use este tipo de armas.
El portavoz de Exteriores sirio, Yihad Makdessi, ahora en Londres, abrió la caja de pandora el verano pasado al responder a una pregunta sobre el tema en una rueda de prensa asegurando que este tipo de armas se emplearían «únicamente en caso de agresión externa». Desde aquella fecha, han sido numerosas las denuncias de uno y otro bando de utilización de las armas químicas.
Carbón y paños mojados
Estados Unidos asegura que el Ejército gaseó a su población, mientras que el presidente ruso defiende que fueron los rebeldes los culpables. Según Putin, el objetivo de estos era provocar una intervención nacional y por ello eligieron la llegada de los inspectores de la ONU para su acción. Como el informe del organismo internacional, que se podría publicar el lunes, no aclarará la autoría, el debate seguirá abierto.
Uno de los remedios más destacados en las páginas de Facebook frente a las armas químicas —tanto por parte de seguidores como de opositores de Assad— consiste en poner carbón en un paño mojado y cambiarlo cada media hora.
Abu Hamzee, que vende pipas de agua, tabaco aromatizado y carbón a las puertas del zoco Hamidie de la Ciudad Vieja, notó que en mayo «la gente empezó a venir a pedirme el resto de polvo de carbón que quedaba en las cajas y yo se lo daba gratis». El miedo se extendió en la capital cuando un centenar de personas del barrio de Qasaa’a tuvo que acudir al hospital por el malestar causado por un extraño olor proveniente de Jobar, zona bajo control de la oposición armada en la que, según el diario Le Monde, las fuerzas de Assad emplearon gas sarín.
La demanda de carbón polvo creció y ahora compra natural entero. «El artificial no es apto para los ataques químicos», apunta desde su butaca este empresario veinteañero engominado, que lo hace polvo para comercializarlo y venderlo al mismo precio (125 libras el kilo, 0,44 euros). «Funciona, seguro que funciona», repite mientras hace una prueba real ante los ojos del extranjero y de los clientes, a quienes la exhibición les resulta de lo más familiar.
Remedios caseros
Ducharse con Coca Cola, subir a las plantas altas de los edificios, cerrar con silicona las ventanas, inyecciones de atropina… «En internet hay mucha información, en la televisión no dicen gran cosa, pero a mí me sirven los conocimientos adquiridos en la asignatura de Educación Militar, obligatoria hasta la llegada de Bashar al poder. Somos un país que está en guerra desde hace décadas y hay que estar preparado para todo», comenta Mahmoon Karimi, jubilado de 56 años, que tiene una máscara de papel en casa.
En las calles de Damasco, el debate de las armas químicas ha vuelto a superar en las últimas horas en intensidad al de la intervención de Estados Unidos, que parece alejarse gracias a la intermediación rusa de última hora. «Me parece bien que el presidente entregue el arsenal químico porque un bombardeo norteamericano hubiera sido el final para Siria. Esta es una decisión salvadora, pero no significa el final de la crisis que vivimos desde hace 29 meses, ni muchísimo menos» confiesa Abu Osama, un comerciante de 48 años, que piensa que «aún nos queda un futuro muy duro por delante».
A media tarde Abu Hamza cierra la persiana de su ferretería. Debido a la situación de seguridad los comercios cierran ahora mucho antes. Tanto remedio casero y los altos precios suponen un muro infranqueable para los clientes. Una noche más las tres máscaras extranjeras descansarán en uno de los escaparates más deseados de Damasco.
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