EL SARGENTO ZARRALUQUI
Nació nuestro héroe
en la pequeña villa murciana de El Palmar y a la edad de veinte años se alistó
voluntario en el Ejército, en un tiempo en el que nadie quería ser soldado
Carlos Zarraluqui Sáez se vio impelido a ingresar en las filas de la milicia,
empujado por su patriotismo y la fuerza de sus convicciones.
De esta manera
ingresa en el Batallón de Cazadores de Llerena nº 11 en el año mil novecientos
trece. Para junio de ese mismo año y acabada la instrucción, Carlos Zarraluqui
está ya destinado en Tetuán junto a su batallón, recorriendo lugares de nombres
exóticos y sangrientos como Laucién o el Barranco de Laure.
A principios de mil
novecientos catorce es ascendido al empleo de Cabo por elección de sus
superiores que ven en el joven Carlos un constante ejemplo de valor y
abnegación. Participa de forma destacada en la toma de Izarduy y después
durante los enconados y sangrientos combates en Beni Hozmar en diciembre de ese
año recibirá dos Cruces al Mérito con distintivo rojo.
Tras casi tres años
sirviendo en el Batallón de Llerena, causa baja y pide destino a las Fuerzas
Regulares donde se incorpora en mil novecientos quince en el Tetuán nº 1. Allí
llegará estrenando sus bien ganados y merecidos galones de sargento.
El cinco de abril de
mil novecientos diecinueve, el sargento Zarraluqui está desplegado en los
llanos de Beni Salach junto a todo el Tetuán nº1, en un frente demasiado
abierto que es muy difícil cubrir, pese a todo los Regulares han avanzado y
ocupado sus posiciones.
La tercera Compañía
sin embargo, ha quedado demasiado alejada y los moros se están cebando con
ella, defendiéndose con honor han caído el capitán, los tenientes y uno de los
sargentos, además de diez o doce de tropa, así que no quedaba más remedio que
ordenar el repliegue y proteger el mismo en lo que se pudiera, retrasar líneas
cara al enemigo y mañana intentarlo de nuevo.
El sargento
Zarraluqui recibe la orden de ocupar una lomita cercana y que domina todo el
campo de batalla y proteger el repliegue:
- Será jodido Zarraluqui, muy jodido- le advierte su oficial
- Descuide mi teniente, se hará- responde el valeroso
sargento.
Emprende la marcha
con su pelotón, ocupa la lomita y empieza a escupir fuego contra el enemigo,
que hasta ese momento disparaba a placer contra los que se retiraban. La
pequeña fuerza del sargento, con él animándolos a todos y saltando de peña en
peña esquivando las balas enemigas consigue que los que se repliegan lo hagan
con mayor seguridad y rapidez.
Los rifeños se dan
cuenta de que con aquel pelotón allí no podrán acabar con los españoles, y muy
al contrario los de la lomita les están jodiendo y bien. Por eso concentran
casi todo su fuego contra la posición que ocupan el sargento y su pelotón y que
reciben ahora una lluvia de balas horrorosa sobre ellos.
Pero el pelotón no se
amilana, al contrario, con Don Carlos Zarraluqui arengando a sus hombres y sin
dejar de gritar que ¡olé sus cojones mis valientes!, lo soldados aprietan y
siguen respondiendo al fuego, pese a que algunos están ya mirando al cielo con
los ojos muy abiertos.
Entonces le dan el
primer tiro al sargento, en la mano izquierda que queda atravesada de parte a
parte y sangrando sobre el suelo marroquí. Sin prestar atención el suboficial
sigue disparando su fusil y dando ánimos a sus soldados:
- ¡Esto no es ná!... Seguid disparando hasta que se retiren
todos los camaradas.
En ese momento la
última sección de la tercera compañía rebasaba su posición retirándose en orden
hacia las líneas españolas. Los Regulares al pasar vitorean a sus compañeros
que les protegen. Y los rifeños enrabietados con aquel pelotón que les está
amargando la fiesta redoblan sus fuegos contra la posición del sargento y sus
valerosos hombres.
Es cuando le dan el
segundo tiro, en la boca, dolorosísimo y que hace creer a sus hombres que lo
han matado. Sin embargo el duro sargento murciano se pone en pie, escupe una
mezcla de dientes, carne, sangre y babas y aunque ya no puede casi hablar
continúa disparando su arma.
Ya los escalones
finales han sobrepasado la posición de la lomita, y es entonces cuando el
sargento ordena a los suyos empezar el repliegue propio. A pesar de que sus
Cabos insisten en que se vaya, que sea él el que salga primero, el bravo
suboficial se niega en redondo:
- ¡Qué os larguéis coño!- grita soportando el dolor de su
boca destrozada.
Aguantará disparando
hasta que sólo queden él y unos pocos hombres a su lado, pero entonces el
sargento contempla cómo los moros ocupan ahora la lomita dominante y que desde
allí serán ahora ellos los que abatan como a conejos a nuestros soldados.
Herido por dos veces
no dudará en calar la bayoneta y lanzarse al asalto de la lomita donde morirá
cara al enemigo de un tercer disparo en el pecho, no sin antes haber conseguido
desalojar la posición de rifeños y salvar así la vida de otro buen número de
compatriotas.
El Sargento de
Infantería de las Fuerzas Regulares Indígenas Tetuán nº 1 Don Carlos Zarraluqui
Sáez recibió por su noble y valerosa acción la Cruz Laureada de San Fernando.
Otra más para
enganchar al glorioso Guión de las Fuerzas Regulares.
© A. Villegas Glez. abril/2013
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