Sin rastro de radiactividad tras el tercer ensayo nuclear de Corea del Norte
Día 21/02/2013 - 06.06h
Desde el pasado día 12, EE.UU. y Corea del Sur buscan partículas radiactivas para determinar la potencia de la bomba detonada y si fue de plutonio o uranio enriquecido
Todavía no se han detectado restos de radiactividad desde que Corea del Norte efectuara su tercer ensayo nuclear el pasado día 12. Los servicios secretos de Estados Unidos, Corea del Sur y Japón llevan desde entonces rastreando por aire la zona y aún no han hallado ningún indicio de partículas radiactivas.
“La explicación más plausible es que la estructura del silo ha sido diseñada de tal manera que no hay ni una brecha al exterior. Es posible que no encontremos nada porque se trata de una zona muy profunda en las montañas formada por grandes rocas”, explicó a la agencia Reuters un funcionario surcoreano relacionado con la investigación.
Dichas pruebas resultan fundamentales para determinar el grado de desarrollo del programa nuclear norcoreano. Con su secretismo habitual, el régimen estalinista dirigido por Kim Jong-un tan sólo informó de que había detonado “un artefacto nuclear miniaturizado y más ligero pero con mayor fuerza explosiva que en las dos pruebas anteriores, sin entrañar ningún impacto negativo en el medioambiente”. Como dicha explosión, que tuvo lugar al noreste del país en el silo de Punggye-ri, provocó un temblor de tierra de magnitud 5, los científicos occidentales sospechan que alcanzó una potencia de al menos cinco kilotones, superior a la de las pruebas efectuadas en 2006 y 2009, pero bastante menor que los 20 kilotones desatados por la bomba de Hiroshima.
Nada más detectar el seísmo, registrado a sólo 100 kilómetros de la frontera norcoreana con China, las Fuerzas Aéreas de EE.UU. enviaron varios aviones rastreadores WC-135 para tomar muestras de los gases liberados por la explosión. El Gobierno de Corea del Sur también mandó barcos a la frontera para medir el incremento de la radiactividad provocado por el ensayo atómico y el de Japón montó una estación de seguimiento en el noroeste de su archipiélago. Pero, de momento, todos estos esfuerzos han resultado en vano.
La cuestión estriba en saber si Corea del Norte utilizó en esta prueba nuclear plutonio, como en las dos anteriores, o uranio enriquecido, más fácil de miniaturizar y ocultar a las vista de los satélites-espía. En caso de ser así, Pyongyang habría dado un paso de gigante hacia su siguiente etapa: montar una cabeza nuclear en uno de sus misiles de largo alcance. En teoría, dichos proyectiles son capaces de recorrer hasta 10.000 kilómetros y golpear Hawai, Alaska y la costa oeste de Estados Unidos, pero en la práctica han acabado estallando en el aire o estrellando en el mar al poco de ser disparados. A pesar de estos fracasos, Corea del Norte consiguió en diciembre poner en órbita un satélite espacial con un cohete que utiliza la misma tecnología que sus misiles, que recorrió miles de kilómetros antes de que sus restos cayeran cerca de Filipinas. Tal éxito, junto a esta última prueba nuclear, ha preocupado enormemente en Washington, donde la Administración Obama teme un salto cualitativo en el programa militar de Pyongyang.
Mientras los 23 millones de norcoreanos malviven con cartillas de racionamiento o a base de gachas de maíz, su anacrónico régimen se gasta una millonada en su política “songun” de primacía militar para mantener en el poder a los Kim, la primera dinastía comunista del mundo que ya va por su tercera generación. Con sus bravuconadas atómicas e incendiarios vídeos propagandísticos, Corea del Norte pretende mostrar su fuerza para disuadir a la Casa Blanca de un cambio de régimen y reabrir las estancadas negociaciones de desarme nuclear a cambio de petróleo, ayuda humanitaria y reconocimiento diplomático.
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