«Si
Bashar al Assad no deja el poder pronto, la guerra civil en
Siria será inevitable», nos confiesa S., un activista político de Damasco que,
como otros centenares, se ha exiliado en Beirut, desde donde contemplan con amargura el inexorable
ciclo de violencia en que se ha sumido su país.
Ayer,
los opositores regresaron a las calles. El régimen volvió a matar. Y los
insurgentes que lo combaten también recurrieron a la violencia. Al menos seis
manifestantes fueron abatidos por las fuerzas de seguridad. Al tiempo que las
fuerzas armadas reconocieron que se había producido un ataque contra un autobús
de transporte de tropas en la carretera de Homs, que produjo una decena de
bajas. «Una banda terrorista armada ha asesinado a seis pilotos, un oficial y
tres suboficiales que trabajaban en una base aérea», indicó el jefe del estado
mayor. El ataque (que ya ha sido reivindicado por los desertores del Ejército
Sirio Libre) «prueba», según el Ejército sirio, «la implicación de intereses extranjeros que
apoyan estos atentados terroristas con el fin de debilitar las capacidades de
combate de las fuerzas armadas».
«Hay protestas en Damasco cada día», nos asegura S. Puede que
sea cierto, porque cuatro de los manifestantes muertos ayer cayeron en la
capital, en el suburbio de Douma. Pero en el centro de Damasco es difícil
percibirlo. Las únicas manifestaciones que ABC ha podido constatar son, por ahora, marchas de apoyo al
presidente sirio, Bashar al Assad. Ayer, centenares de
vehículos circularon por las calles de la ciudad enarbolando pancartas de apoyo
al régimen.
Y
sin embargo, es evidente que algo extraño sucede. Se han multiplicado los
controles de carretera, y los soldados y policías, pertrechados con munición
extra y con los kalashnikov a la vista, dejan sentir su presencia incluso en la,
por ahora, tranquila ruta entre Beirut y Damasco.
Alauíes
«Si hay guerra, no será de los
alauíes contra los demás, porque hay muchos alauíes en el movimiento de
protesta», afirma S. «Será de los esbirros del régimen contra el pueblo». Los
alauíes son la secta a la que pertenece Bashar al Assad y que controla los
puestos estratégicos en el régimen.
Ayer terminó el plazo establecido por la Liga Árabe para que Siria
aceptase el envío de una misión de observadores al país, sin que hubiese
una respuesta positiva. Esta organización baraja ahora la imposición de
sanciones contra Siria, que podrían incluir la suspensión de vuelos al país, la
congelación de las cuentas del gobierno sirio, y el cese de todas las
actividades financieras y comerciales, «con la excepción de productos
estratégicos, para no afectar a la población siria».
Por
su parte, el ministro de exteriores turco, Ahmet Davutoglu, aseguró que su país
no seguiría tolerando el «baño de sangre en Siria», y que actuaría en
conformidad con la Liga Árabe. Francia, entretanto, continúa presionando para el
establecimiento de algún tipo de «corredor humanitario» en Siria. El plan
francés, según se ha filtrado, pretende crear «pasillos seguros» que unan las
principales ciudades sirias con la frontera de Turquía o Líbano o la costa
mediterránea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario