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miércoles, 9 de noviembre de 2011
GAGOMILITARIA NOTICIAS.-LA PEOR VEJACION QUE SE PUEDE HACER A UN SOLDADO MUERTO EN ACCIÓN
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Es uno de los lugares más lúgubres de las instalaciones militares norteamericanas. A la base de Dover llegan muchos de los féretros de los soldados caídos en el frente de guerra. Lo hacen en aviones de transporte de mercancías. Cuando el vientre de la aeronave se abre, grupos de siete soldados, con guantes blancos, descargan los ataúdes, cubiertos por una bandera norteamericana. El resto de las tropas presentes se cuadra. Un capellán rocía las cajas mortuorias con agua bendita. Las familias pueden estar presentes, sin abalanzarse para besar la caja, sin romper el protocolo.
La solemnidad en las formas, el sobrio homenaje a los héroes que han dado la vida en el frente, ha convivido, según se sabe ahora, con la mayor falta de respeto que se le puede dedicar a un soldado caído: cadáveres mutilados por los empleados de la morgue, partes de cuerpos perdidas en bolsas de plástico, engaño deliberado a las familias.
El Pentágono admitió el martes que tres empleados de la Fuerza Aérea en Dover, delatados por otros tres trabajadores de la morgue, hicieron con los cuerpos lo que se les antojó, llegando a cortarle una extremidad a un marine para que cupiera dentro del ataúd.
Una investigación interna de la Fuerza Aérea, que concluyó recientemente, ha revelado esas infracciones.
Ahora, el Secretario de Defensa, Leon Panetta, ha ordenado una indagación más amplia en los protocolos de la base de Dover, que ha puesto en manos de un equipo independiente del ejército. "Una de las responsabilidades más sagradas de mi departamento es asegurarse de que los restos de nuestros héroes caídos son recuperados y devueltos a sus familias con el honor y la dignidad que merecen", dijo Panetta en un comunicado.
Los tres empleados que descubrieron el escándalo acusaron a sus superiores de “(1) preparación inadecuada de los restos de un marine fallecido, (2) transporte y manejo inapropiados de restos que se consideraban infecciosos, (3) transporte y cremación inadecuados de restos fetales de dependientes militares, y (4) falta a la hora de resolver los casos de partes no localizadas de cadáveres”, según un informe de la agencia federal que investiga los abusos por parte del gobierno. Hubo, al menos, 14 casos en que sus superiores cometieron faltas graves.
La Fuerza Aérea abrió una investigación, y amonestó a los tres responsables, pero no les despidió.
El único militar en ese grupo, el coronel Robert H. Edmondson, comandante del Centro de Operaciones de la Morgue de la Fuerza Aérea, cambió de destino y se vio privado de cualquier ascenso inmediato. Su lugarteniente, el civil Trevor Dean, y el director da la morgue, Quinton Keel, cambiaron también de puesto de trabajo, pero siguieron empleados dentro de la base de Dover.
En el caso del cadáver del marine, el director Keel “determinó que los restos en el ataúd debían prepararse para ser expuestos, a pesar de la opinión de diversos empleados de la morgue de que no deberían exhibirse y deberían colocarse dentro de una funda que cubriera todo el cuerpo”, según el informe. “El Sr. Parsons determinó que aunque una funda de cuerpo completo sería necesaria, la cabeza y la cara del marine se hallaban en un buen estado, y deberían exhibirse para que los viera la familia”.
“Cuando los embalsamadores no pudieron colocar el brazo izquierdo del marine para que le cupiera el uniforme, debido a las grandes heridas en ese área, el Sr. Keel les indicó que cortaran el hueso del brazo izquierdo y lo dejaran dentro de la pierna derecha del pantalón de uniforme”, explica el informe. En otros casos, la Fuerza Aérea admitió que sus empleados perdieron partes de cuerpos, como un pie, que habían dejado dentro de bolsas de plástico para su análisis forense.
La base de Dover es, junto al cementerio de Arlington, en Washington, uno de los lugares más solemnes para los soldados y sus familias.
Por allí pasa ocasionalmente el presidente Barack Obama, para recibir los restos de las tropas a las que han enviado a morir al frente. Es un punto de peregrinaje para las apesadumbradas familias a las que les ha llegado la temida carta en la que se les notifica la muerte de un ser querido.
Hasta hace poco fue un lugar vetado a los medios. George W. Bush quiso evitar a toda costa que la nación viera los centenares de ataúdes que llegaban, como cargamento, en los aviones militares. Pensaba el anterior presidente que mermarían el apoyo popular a las dos guerras que comenzó, y que ya han matado a más de 6.300 soldados. Los periodistas no podíamos acceder a Dover hasta 2009, el año en que el Pentágono, a petición de Obama, levantó esa prohibición.
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