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martes, 12 de abril de 2011

YURI GAGARIN, EL PRIMER HOMBRE QUE SALIÓ AL ESPACIO










La conquista del espacio cumple medio siglo

Yuri Gagarin, como E.T., quería un teléfono. A las 10.50 horas del 12 de abril de 1961, el primer cosmonauta de la historia, un piloto soviético de 27 años hijo de campesinos, aterrizó cerca del Volga tras sobrevivir al primer vuelo espacial de la historia, y lo hizo con una sola idea orbitándole la cabeza: llamar a Moscú para informar de su reentrada, 108 minutos después de que su cohete Vostok despegara desde el cosmódromo ultrasecreto de Baikonur (entonces Tiura-Tam), en las estepas peladas de Kazajistán.

El grito espontáneo de "¡payéjali!" (¡vamos allá!) que profirió Gagarin acurrucado en la cápsula Vostok durante la ignición del cohete, a las 9.07 (hora de Moscú, 7.07 en España), quedó para siempre vinculado en la cultura popular rusa como expresión de autoconfianza y arrojo ante retos imposibles.

Tras sobrevolar el Estrecho de Magallanes, África y Turquía a 28.000 kilómetros por hora en régimen automático, la caída de la nave esférica Vostok sobre un sembrado en la región meridional de Saratov, plantó la primera semilla de la cosmonáutica en nuestro planeta. La noticia de aquella órbita pionera no tardó en dar la vuelta al mundo. "La Tierra tiene una aureola muy característica, de un hermosísimo color azul", dejó escrito Gagarin en su informe de vuelo. La dimensión de aquel hito trascendía fronteras, razas, culturas e ideologías, pero en ese momento Gagarin sólo quería un teléfono para llamar a Moscú.
Llegada a Engels tras el aterrizaje

El aterrizaje del ruso fue poco ortodoxo. Creyendo que se quemaba vivo durante la reentrada (las llamaradas penetraban como dagas en el revestimiento de la cápsula Vostok), Gagarin activó su asiento eyectable a 7 kilómetros de tocar tierra. Al parecer, nadie le advirtió que tendría que aguantar en la estratosfera aquel 'descenso a los infiernos' durante varios minutos.

En aquel momento se cortó la comunicación. Gagarin se asustó porque creía que se quemaba y se arrancó sus microfonos de comunicación [langirófonos]", asegura a ELMUNDO.es Guenadi Turkin, que en 1961 era el meteorólogo del aeródromo de militar Engels, la localidad a la que fue traslado Gagarin tras su aterrizaje, donde mantuvo contacto directo con el primer cosmonauta y le sirvió de guía en medio de la gente.

Cuando aquella mañana le pidieron que controlara la velocidad del viento, Guenadi pensó que los científicos de Moscú iban a lanzar algún otro perro, como Laika (el primer ser vivo lanzado al espacio en 1957) o como Belka y Strelka, la pareja de canes que en 1960 sobrevivió al primer vuelo cósmico de ida y vuelta con seres vivos.

Gagarin aterrizó en paracaídas en campo abierto, en un punto que Moscú no había previsto, razón por la que no había nadie para recibirlo. El aterrizaje se desvió sensiblemente debido a que la cápsula Vostok y el módulo de instrumental no se separaron a tiempo, enredados como estaban por unos cables (que afortunadamente se fundieron durante la reentrada).
El susto de dos campesinas

Mientras descendía en paracaídas, Gagarin reconoció la mítica anchura del río Volga y supo que estaba en casa. Las primeras personas a las que vio fue a una campesina y su nieta que plantaban patatas. "Soy uno de los vuestros, Un soviético. No teman", les dijo al ver que reaccionaban con miedo.

Las koljozianas le ofrecieron leche y pan, pero Gagarin declinó la oferta y, en medio de aquel sembrado, fue al grano: "necesito llamar por teléfono". Gagarin ansiaba comunicarle a las altas esferas que su esfera estaba en tierra. Hoy probablemente las lugareñas se habrían sacado un móvil del bolsillo de la falda y le habrían hecho fotos a Gagarin, pero entonces el teléfono era un bien escaso en la URSS profunda. La aldea más cercana era Smelovka, a unos seis kilómetros, mientras que la ciudad más próxima, Engels, distaba 20 kilómetros.

Cuando los trabajadores del cercano koljoz Shevchenko cercaban a Gagarin y lo jaleaban sabedores de su gesta (la agencia TASS había dejado caer la noticia poco antes de su aterrizaje), irrumpió un grupo de militares del Ejército Rojo para llevarse al cosmonauta recién nacido a la guarnición de Engels en un helicóptero Mi-4.
Un lugar de peregrinaje

El lugar donde Gagarin aterrizó, a unos 20 kilómetros de Engels, es hoy un lugar de peregrinaje obligado para los entusiastas de la cosmonáutica. El punto donde cayó la nave Vostok queda demarcado por una colosal estela metálica de un cohete, cuyo pedestal marrón repintan varios obreros en vísperas del 50 aniversario del vuelo pionero de Gagarin, que Rusia celebra hoy por todo lo alto.

"Cuando salió el helicóptero, la gorra inmediatamente se la llevó el viento. Su cabeza era pequeña y el jefe de departamento político le había dado una gorra grande", recuerda Turkin, que en 1961 tenía 30 años y contempló aquel segundo aterrizaje de Gagarin con sus prismáticos.

En Engels todos querían ver y tocar a Gagarin, que del helicóptero fue trasladado en un coche verde 'Volga' hasta las instalaciones de control de vuelos para que pudiera llamar por teléfono al Dios comunista, el secretario general del Partido Comunidta de la URSS y padrino de su ascensión espacial, Nikita Jrushchov.

"No ha cambiado nada, sólo la valla, que rodea el edificio, que entonces era de madera", explica a ELMUNDO.es Fanil Gareev, un ex oficial de 65 años que aquel día hacía ejercicio de tiro cuando Gagarin entró en Engels y se le puso a tiro. "Ese fue el momento más impresionante en mi vida", confiesa emocionado, enfundado en una parca verde lagarto y con una bolsa de plástico negro de la que saca una foto de Gagarin hablando por teléfono dentro del instituto científico. "Jrushchov estaba ese día en Sochi", aclara.

Fuente Diario "EL MUNDO"


REPORTAJE: EL MAYOR MITO DE RUSIA
Gagarin sigue en órbita
El legendario astronauta aún hace soñar a Rusia con otra hazaña espacial. En el cincuentenario de la primera vuelta tripulada a la Tierra, Putin anuncia un proyecto cósmico impulsado por energía nuclear

PILAR BONET 10/04/2011

Si hay un héroe rotundamente popular en Rusia, ese es Yuri Gagarin. A diferencia de otras figuras históricas nacionales que, méritos aparte, producen evocaciones trágicas o inquietantes, Gagarin tiene una imagen exclusivamente positiva. Los que vivieron su gesta, el primer viaje humano alrededor de la tierra el 12 de abril de 1961, la asocian con una sensación de optimismo y una confianza en el futuro incomparables.

"Gagarin es como el buen champaña", afirma María, una periodista que desde la niñez alegrada por Gagarin mantiene en su escritorio un plato decorado con el rostro sonriente del cosmonauta. Incluso su muerte resulta irreal para los rusos, pues por la forma en que se produjo, al estrellarse en marzo de 1968 el Mig en el que se entrenaba, parece haber disuelto al héroe en el cosmos y haberlo hecho inmortal. Según encuestas del Centro Ruso de Estudio de la Opinión Pública (CREOP), Gagarin es una de las tres figuras del pasado siglo más valorada por los rusos y su caché ha pasado del 30% en 1999 al 35% en 2011. Las otras dos son el cantautor Vladímir Vysotski (31%) y un héroe de la Segunda Guerra Mundial, el mariscal Georgui Zhúkov (con un 20% y en declive).

Gagarin es la cima de la Unión Soviética, pero trasciende lo soviético. Hoy, cuando algunos llegan a dudar de la misma existencia de la "identidad soviética", el cosmonauta se afirma como valor universal. "Gagarin estaba por encima del sistema. No tenía complejos", comenta Natalia, una oriunda de Smolensk (como Gagarin) que ve la esencia de su paisano en un banquete con Isabel II de Inglaterra en 1961. El cosmonauta se sentó junto a la soberana y, contemplando los numerosos cubiertos dispuestos frente a él, confesó ser hombre del campo y no saber por dónde empezar. La reina se rio, dijo que ella misma se confundía con tanta cubertería y las barreras culturales y sociales se difuminaron.

"Vamos", dijo Gagarin al despegar en la nave Vostok desde el cosmódromo de Baikanur. Repetía una y otra vez que se sentía bien, incluso muy bien. Cuando el cohete le colocó ya en la ingravidez, su voz se llenó de entusiasmo: "Qué belleza", "la visibilidad es buena, el ánimo excelente", "la ingravidez es agradable". Gagarin miraba la tierra y su aura. La cápsula Vostok cruzó Siberia y entró en el Pacífico por el norte de Japón. El cosmonauta contempló el arco iris y las estrellas, se quedó incomunicado y se perdió en la noche. Luego, emergió de nuevo a la luz del amanecer por el sur de Argentina, cruzó el Atlántico, y, sobrevolando África en diagonal, volvió a su patria. La primera órbita terrestre recorrida por un ser humano había durado 108 minutos y la versión integral del sonido de ese viaje histórico está en el documental La Primera Órbita, del director británico Christopher Riley. El viernes pasado, los niños de la escuela número 1.520 de Moscú vieron parte de la película y conversaron con Riley, invitado por el Centro Internacional de Ciencia y Tecnología (ISTC). Riley ha conseguido que, desde la Estación Espacial Internacional, le filmaran la trayectoria de Gagarin. Su reportaje se estrena el 12 de abril (www.firstorbit.org).

Con ocasión del cincuentenario del primer viaje tripulado al espacio, el Kremlin ha divulgado parte de los documentos secretos relacionados con Gagarin y su muerte. Alexandr Stepánov, uno de los directivos de los archivos presidenciales rusos, manifestó el viernes que la causa más probable del accidente fue una maniobra brusca para esquivar un globo meterológico. Otra causa menos probable, según Stepánov, fue un intento de evitar la entrada en el límite superior de la primera capa de nubes. Stepánov dijo confiar en que la publicación acallaría los rumores sobre la muerte de Gagarin y se refirió a las "muchas especulaciones" que figuran en "libros de pseudohistoria". El dictamen oficial señala que no se encontraron restos de alcohol en el organismo de los pilotos. En fuentes soviéticas no oficiales se comenta que Gagarin no fue el primer cosmonauta enviado a realizar una órbita en torno a la tierra, pero sí el primero que salió vivo de la misión. Su vuelo fue planeado para una sola órbita, ya que las experiencias anteriores con perros mostraban que éstos comenzaban a sentirse mal a las tres o cuatro vueltas, según Vitali Davídov, vicejefe de Roskosmos (Agencia Federal del Espacio en Rusia).

El jueves pasado, el jefe del Gobierno ruso, Vladímir Putin, abogó por incrementar el prestigio y el reconocimiento social de las profesiones relacionadas con el espacio y por atraer a jóvenes talentos al sector. Rusia desempeña el papel principal en el programa de la Estación Espacial Internacional, cuya vida ha sido prolongada hasta 2020 y a la que se le añadirán diversos módulos en los próximos años. Putin subrayó que Rusia no debe limitarse a ser un "transportista espacial", sino ampliar su presencia en el mercado espacial global, que, según dijo, supone un volumen de cerca de 200.000 millones de dólares y es "un gran negocio".

Rusia carece de un cosmódromo propio para lanzamiento de vuelos tripulados y arrienda el de Baikanur, en la estepa de Kazajistán. En 2016, sin embargo, planea inaugurar el cosmódromo Vostochni, en la región del Amur, un gigantesco proyecto para crear puestos de trabajo e incluso una ciudad de 35.000 habitantes en la frontera con China. Rusia trabaja en el desarrollo de una instalación espacial basada en la energía atómica que será el "elemento clave" para abordar proyectos espaciales de otro modo irrealizables, como los vuelos interplanetarios, la exploración de la Luna y el estudio de los planetas del sistema solar, según Putin. El desarrollo de instalaciones cósmicas basadas en energía nuclear es objeto de especial orgullo para Putin, según el cual "aparte de Rusia, nadie tiene de momento semejantes estudios y esta es nuestra prioridad indudable". En la industria espacial rusa trabajan 232.000 personas.

El jefe de Roskosmos, Anatoli Permínov, ha sido criticado tras la caída al Pacífico de tres satélites de navegación (pertenecientes al sistema de navegación Glonass, equivalente ruso del GPS occidental). Sin embargo, Putin dio un espaldarazo a Permínov al afirmar que Glonass confirma "el elevado estatus tecnológico de Rusia". "Hoy Rusia es capaz de garantizar plenamente su "soberanía de navegación" por sí misma, y, sin depender de nadie, resolver problemas en la economía y la defensa".

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