Día 02/08/2014 - 04.14h
Se trataba de un enclave crucial porque dominaba la única ruta posible hacia Roma. La fuerte resistencia alemana así como las condiciones orográficas y climatológicas no se lo pusieron fácil a los aliados
Entre enero y mayo de 1944, aliados y alemanes se enfrentaron en una serie de combates librados en torno a la localidad de Cassino y la abadía benedictina de Montecassino, el eje sobre el cual se articulaban las fortificaciones de la Línea Gustav, extendida desde la población de Ortona en el Adriático hasta la desembocadura del Garigliano en el Tirreno.
La posición de Montecassino era crucial ya que dominaba por completo la única ruta posible a través del valle del Liri hacia Roma. Por otra parte, la orografía de la zona resultaba especialmente apta para librar un combate defensivo. En la parte montañosa el terreno era abrupto y rocoso, lo que provocaba que las tropas atacantes sufriesen una continua pesadilla logística y que no pudiesen ni siquiera cavar para obtener una protección frente al fuego de los bien atrincherados alemanes.
A todo ello se sumaban las penosas condiciones climatológicas del invierno italiano, que hicieron la lucha más dura y agotadora si cabe. En el llano, los numerosos cursos de agua —Rápido, Garigliano, etcétera…—, unido al embarramiento del terreno producido por las lluvias y nieves invernales, no ofrecían una perspectiva mejor.
Unidades de élite
Los intensos combates urbanos que se libraron entre las ruinas de la localidad de Cassino, convertida cada casa y edificio en una fortificación en sí misma, añadieron más enconamiento si cabe a la lucha.
En ambos bandos había gran profusión de unidades de élite: Ghurkas y Sijs hindúes y Goumiers del norte de África, especialistas en la lucha en montaña; la 2ª División neozelandesa, considerada una de las mejores unidades de infantería de todo el ejército aliado, y las fuerzas del cuerpo polaco del general Anders, con un adiestramiento y motivación por encima de la media. Por parte germana, sin duda, destacaba la presencia de los «Diablos Verdes», los FallschirmjŠger (paracaidistas) de la 1ª División Paracaidista, amén de otras unidades legendarias como las reconstruidas 90ª División Ligera y la 29ª «Halcón» División.
Cuatro intensas batallas libraron ambos contendientes. El primer intento (enero de 1944) vio como, a pesar del moderado éxito del Cuerpo Expedicionario Francés y del X Cuerpo Británico en el cruce de los ríos Rápido y Garigliano, el ataque principal estadounidense era detenido en torno a Montecassino. Posteriores intentos de continuar el ataque tampoco tuvieron éxito.
En la segunda batalla (febrero), neozelandeses e hindúes fueron frenados por la tenaz resistencia alemana. El mismo destino sufriría la tercera ofensiva (marzo), con los mismos actores y en medio de la creciente polémica por el inmisericorde bombardeo de la abadía y la ciudad de Cassino, que no sólo resultó inútil, sino que favoreció a los defensores al haber mutado los escombros en auténtica fortaleza para los ocupantes alemanes.
Operación «Diadem»
También había fracasado el intento de flanqueo de la Línea Gustav por medio de los desembarcos de Anzio-Nettuno. Sus objetivos —restar fuerzas a los defensores de Cassino y solventar el estancamiento del frente— no sólo no se habían alcanzado, sino que las tropas aliadas, retenidas en torno a su cabeza de playa, tenían que esperar el auxilio de las desplegadas en la Línea Gustav.
Hubo que hacer una pausa para reorganizar las fuerzas aliadas y esperar a que el tiempo mejorase para lanzar la ofensiva definitiva —cuarta batalla por Montecassino—, bautizada como Operación «Diadem», que se desataría ya a mediados del mes de mayo de 1944. Con las tropas francesas atacando a través de las montañas y las británicas rompiendo la Línea Gustav tras cruzar el río Rápido, el 2º Cuerpo Polaco conseguía por fin tomar la abadía de Montecassino —tan tenazmente defendida por los paracaidistas alemanes— e izar su bandera en una acción repleta de simbolismo. La cruenta batalla por la Línea Gustav había terminado y el camino a Roma quedaba abierto.
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