La Segunda Guerra Mundial dentro de un tanque Sherman
Día 21/01/2015 - 03.30h
A pesar de ser inferiores a los poderosos Panzer alemanes, los derrotaron con ayuda del peso de la cantidad, del Ejército Rojo y de la Guerra Relámpago
1 Así fue la guerra de los auténticos «Corazones de Acero»
Pocos períodos históricos han sido retratados por el cine tantas veces como la Segunda Guerra Mundial. «Corazones de Acero» vuelve a la carga y esta vez lo hace con la pretensión de filmar desde cerca el barro, la sangre y la vida de los que combatieron a pie de las orugas de los tanques M4 Sherman estadounidenses: aquellas máquinas de hojalata que se enfrentaron a golpe de cañonazo a los poderosísimos carros de combate alemanes, aún cuando se decía que hacían falta 5 Shermans aliados para destruir un Tiger alemán.
Además de ser más endebles que sus enemigos alemanes, los Sherman tenían fama de arder con tanta facilidad que sus tripulaciones los llamaban «Ronson», en honor de una marca de mecheros del momento. Y, a pesar de todo, los carros de combate estadounidenses empujaron a las fuerzas armadas alemanas (Wehrmacht) en los frentes de Francia e Italia, hasta la derrota del III Reich de Hitler. Entonces, ¿cómo consiguieron derrotar a los «invencibles» carros de combate alemanes (Panzer), que años atrás pusieron contra las cuerdas a medio mundo? ¿Refleja «Corazones de Acero» aquella lucha desesperada contra los Panzer IV, Panther, Tiger I y Tiger II alemanes? Varios historiadores y militares nos ayudarán a resolver el enigma y nos explicarán si la Guerra Relámpago (Blitzkrieg) sigue estando en vigor. (Entrevista con un experto aquí).
2 El poder aplastante de los números
«En abril de 1945 los alemanes tenían alrededor de 500 vehículos acorazados (de los cuales solo 90 eran carros) en el Frente Occidental, desde el Mar del Norte hasta el Sur de Alemania», explica Steve J. Zaloga, un prestigioso historiador y experto en tecnología militar en una entrevista publicada en «The tank and AFV blog». Después de repasar cientos de informes de batalla y de hablar con algunos tripulantes de carro, no duda en destacar la enorme disparidad en el tamaño de las fuerzas de los contendientes: frente a los 500 vehículos alemanes, «los Estados Unidos tenían 11.000 carros y destructores de carros» en aquel frente.
Sin embargo, el choque entre tanques estadounidenses y alemanes no fue tan frecuente como se podría pensar. Según dice Zaloga, la mayoría de los enfrentamientos, fueron dispersos y de poca magnitud, y rara vez implicaron a las bestias alemanas más peligrosas: los carros Tiger I y Tiger II. «Solo he encontrado tres ejemplos en toda la lucha desde Normandía a 1945 en los que los Estados Unidos se encontraran tanques Tiger. (...) Pero los tanquistas estadounidenses tenían tendencia a identificar todos los tanques alemanes como Tigers».
Aún así, hasta la caída final de Alemania, se produjeron tres grandes enfrentamientos de carros, en los que sí estuvieron implicados los carros de combate de los Estados Unidos. El primero se produjo cuando la división alemana Panzer Lehr contraatacó a mediados de julio de 1944 en la zona de Normandía, el segundo ocurrió ya en septiembre y cerca de Arracourt y el último en la batalla de las Ardenas, en la que los nazis lanzaron su última ofensiva de entidad en plena navidad de 1944.
Los mitos de los Sherman
Después de haber revisado los resultados de aquellas batallas, Zaloga considera que el dicho de que hacían falta 5 Shermans para derrotar a un Tiger era falso, y que estuvo alimentado por los historiadores británicos que repasaron los informes de batalla. Según dice, los británicos «se encontraron con un montón de Tigers» y sufrieron «bajas desproporcionadas» después del desembarco de Normandía, pero estas pérdidas se debieron a cuestiones tácticas, es decir, a la forma de usar los tanques, y no al poder de los carros alemanes: «En muchas ocasiones, los enfrentamientos entre tanques estuvieron más determinados por la situación táctica que por la técnica», escribe el historiador en «Panther vs Sherman».
Por último, la idea de que los Shermans ardían con facilidad tampoco es del todo fiable: «los alemanes tenían los mismos tipos de problemas con el Panzer IV y el Panther». Tanto unos como otros llevaban motores de gasolina, pero «la fuente primaria de los incendios en los tanques de la Segunda Guerra Mundial eran las municiones», puesto que, según explica, aquellos fuegos no podían detenerse. Para evitar aquellos problemas, los carros de uno y otro bando comenzaron a incorporar extintores en el departamento del motor y sistemas de almacenamiento húmedos para los proyectiles.
3 La desesperada situación de Alemania
Si apenas hubo un puñado de batallas y muchos encuentros a pequeña escala, ¿por qué las prestigiosas fuerzas Panzer alemanas no desempeñaron un papel más destacado? El historiador Lucas Molina, también escritor y experto en tecnología militar ofrece algunas pistas: «En la primavera de 1945, la Wehrmacht era un cadáver. Los niños y los ancianos habían empuñado las armas para defender el suelo patrio en el denominado “Volksturm” (tormenta del pueblo)». Por mucho que las máquinas alemanas fueran superiores a los carros estadounidenses, «la calidad nunca se podría imponer a la cantidad. La desventaja germana era tremenda». (Entrevista completa aquí)
Así, mientras que los bombardeos aliados arrasaban las ciudades, las fábricas y las infraestructuras alemanas, todo el potencial industrial de los Estados Unidos enviaba enormes cantidades de suministros y material militar a Europa. Como resultado, si a lo largo de la contienda los alemanes fabricaron alrededor de 1.400 de los temibles carros de combate Tiger I, los estadounidenses produjeron alrededor de 50.000 carros de combate de alguna de las variantes del M4 Sherman. Eso sin contar con el esfuerzo militar de Gran Bretaña o la poderosísima Unión Soviética, que fabricó alrededor de 70.000 carros T-34 a lo largo de la guerra y que, a principios de 1945, contaba con un ejército de 6,3 millones de hombres y 15.000 tanques dispuestos a aplastar la resistencia germana, según figura en «Tank War», de Janusz Piekalkiewicz. Por ello, añade Molina, «no hay que desdeñar el enorme esfuerzo alemán en el frente oriental, el verdadero teatro de operaciones donde se decidió la Segunda Guerra Mundial».
A pesar de aquel desequilibrio, las fuerzas alemanas resistieron tenazmente. Junto a tripulaciones inexpertas a bordo de avanzados y escasos carros de combate, había tripulaciones muy cualificadas: «baste de muestra un botón, en Normandía, unos meses antes, se cubrió de gloria un jefe de batallón que él solo, con su carro Tiger, puso fuera de combate a 14 carros ingleses, 15 vehículos y dos cañones contracarro en una población francesa llamada Villers Boccage, todo eso en más o menos 15 minutos: su nombre, Michael Wittmann», relata Lucas Molina.
4 La carrera tecnológica
Si no pudieron vencer a la hora de producir tanques en cantidades ingentes, los alemanes se adelantaron en el campo de la técnica y apostaron firmemente por el diseño de tanques complejos y cada vez más pesados. Así, mientras que las variantes más potentes del Sherman M4 y del T-34 soviético pesaban unas 36 y unas 31 toneladas, respectivamente, el Panther alcanzaba las 45 toneladas, el Tiger I las 55, y el Tiger II, casi las 70 toneladas, por no hablar del prototipo del Maus (ratón), una bestia de acero que rondó las 190. Como resultado, los carros alemanes podían acarrear blindajes más gruesos y cañones más potentes que sus enemigos para dispararles desde distancias superiores y con efectos devastadores.
«Los tanques americanos valen menos que una gota de agua en una estufa»
Y es que, según explica Charles Michael Baily en «Desarrollo de tanques y destructores de tanques americanos durante la Segunda Guerra Mundial», solo a partir de julio de 1944 los estadounidenses fueron conscientes de la inferioridad de sus armas. No solo arrastraban unos dos años de retraso respecto a los ingenieros alemanes, sino que los líderes militares habían decidido apostar por la doctrina de los cazacarros, según la cual los M4 Shermans no tendrían como cometido teórico el enfrentarse a los Panzer; esta tarea quedaba reservada para los cañones antitanque que se remolcaban y que disparaban en tiro raso contra los vehículos enemigos y, más adelante, para vehículos con orugas que portaban cañones antitanque y estaban pensados para enfrentarse a los tanques pero no a los soldados, (como el M18 Hellcat y el M36 Jackson).
Por ello, aunque los Shermans no tuvieran entre sus cometidos teóricos el de enfrentarse a carros enemigos, a medida que avanzó la guerra se reforzó su blindaje y se mejoró la potencia de fuego de sus cañones, y no era extraño que los propios carristas protegieran la armadura de los tanques con sacos de arena, a costa de perder velocidad y maniobrabilidad.
Con todo, a pesar de todos los esfuerzos del US Army, diversos problemas industriales, tecnológicos y administrativos ralentizaron la producción en masa de un nuevo carro de combate capaz de enfrentarse a las bestias acorazadas alemanas: el M26 Pershing no llegó en suficiente cantidad al frente antes de que acabase la guerra. Por suerte para los aliados, desde el año 43 y prácticamente hasta el final del conflicto, el Panzer IV, que era un rival mucho menos temible que los carros más pesados, fue la columna vertebral de las fuerzas de carros alemanas.
5 La «Blitzkrieg» ya no era alemana
Hitler había exclamado tres años antes del colapso, cuando Alemania había conquistado media Europa, que «el tanque es un arma que ahorra sangre». Sus fuerzas acorazadas habían derrotado a los potentes ejércitos de Polonia y Francia, y habían puesto contra las cuerdas al Ejército Rojo, recurriendo a la Guerra Relámpago o «Blitzkrieg», una doctrina que transformó la atroz guerra de trincheras y de desgaste de la Primera Guerra Mundial en una guerra basada en el factor sorpresa y en el empleo masivo de tanques en una zona adecuada. «De forma resumida, consiste en una gran concentración de medios acorazados que, apoyados por la aviación, realizan una penetración en profundidad sobre las líneas enemigas, impidiendo al adversario su capacidad de replegarse y de organizarse defensivamente», escriben a través de correo el Teniente Coronel José María Ortega y el Capitán Ignacio Notario, integrantes del Regimiento de Infantería Acorazada «Alcázar de Toledo» nº 61.
«El tanque es un arma que ahorra sangre»
De hecho, después del «paseo» de las fuerzas acorazadas alemanas por media Europa, los aliados renovaron sus tácticas para hacer frente a la amenaza de la Guerra Relámpago. «Su influencia fue tal que llevó a reorganizar la táctica de los ejércitos británicos y sobre todo estadounidenses, que a diferencia de los alemanes, pudieron motorizar completamente todas sus unidades, logrando llevar la "Blitzkrieg" a su perfección», escriben Ortega y Notario.
Así, las virtudes tecnológicas de los carros alemanes no pudieron protegerles del declive general de la Wehrmacht en el último año de la guerra ni «del colapso industrial, de los recortes de producción, de los pobres controles de calidad, de la escasez de repuestos, de la falta combustible que estorbó el entrenamiento y las operaciones de combate, de la pérdida de calidad en los últimos meses de la guerra, ni de las malas decisiones tácticas», escribe Steve J. Zaloga en su obra «Panther vs Sherman». Y concluye: «En la guerra moderna, las armas requieren un balance entre calidad y cantidad».
Aunque el conflicto estuviera perdido para los alemanes, su revolucionaria Guerra Relámpago transformó la forma de combatir hasta nuestros días. Tal como consideran el Teniente Coronel Ortega y el Capitán Notario, «la Blitzkrieg tiene plena actualidad (…) Con el empleo de drones, helicópteros y apoyo aéreo, y combinado con otro tipo de unidades terrestres, la Guerra Relámpago se mantiene actualizada y puesta al día». En la actualidad, el «Main Battle Tank» (MBT) tiene el mismo cometido que tenían los carros de la Segunda Guerra Mundial y lucha hoy en Siria, Ucrania o la franja de Gaza.
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