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domingo, 2 de noviembre de 2014

FALANGISTAS LUCHANDO EN EL EJÉRCITO DE HITLER, LA "DIVISIÓN AZUL"

La División Azul: los voluntarios españoles en los campos de Rusia

Día 01/11/2014 - 05.57h

«¡Rusia es culpable!». El 22 de junio de 1941 Alemania invade la URSS. Es el momento de que el país comunista «pague la deuda de sangre». En poco tiempo, España envía al Frente Ruso un cuerpo expedicionario para luchar junto a los alemanes en «la cruzada contra el bolchevismo»: la División Azul


Durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, la si­tuación interna en España im­pide cualquier forma de participación directa en la contienda. Tras la Guerra Givil, el país está en ruinas, totalmen­te devastado y empobrecido.
Por otra parte, el régimen tiene que consolidar­se, tanto frente a la oposición armada de las guerrillas formadas por excom­batientes republicanos (muy activos sobre todo en las zonas rurales y mon­tañosas del norte peninsular), como ante las diversas facciones políticas en las que se apoya: falangistas, car­listas (requetés), monárquicos, dere­cha moderada, etc…, cada una con sus propios intereses, la más de las veces divergentes y agrupadas en dos «ban­dos» respecto a la guerra: aliadófilos —basicamente anglófilos— y germanó­filos, estos últimos más activos y con más voz en los estadios iniciales de la contienda.
Tras la caída de Francia en junio de 1940, y con los alemanes en los Piri­neos, España se acerca cada vez más a la participación armada, trocando el inicial status de neutral por el ambi­guo «no beligerante». El 23 de octubre de ese año, el general Franco se reúne con Hitler en Hendaya, para discutir la posible entrada de España en la guerra, concluyendo el encuentro sin ningún acuerdo tangible. Otra poste­rior reunión de Franco con Mussolini en Bordighera termina con idéntico resultado. Madrid, aunque colabora activamente con Berlín —espionaje, información, permiso para navegar a los u-boote, etc…—, permanece formal­mente al margen.

Formación


La situación cambia radi­calmente con la invasión de la URSS. La noticia del ataque germano provo­ca una reunión urgente del Consejo de Ministros, mientras en la calle grupos de exaltados reclaman la intervención militar española. Es la oportunidad de entrar en guerra.
Serrano Súñer, minis­tro del Exteriores, se hace eco de esa exaltación: «Rusia es culpable». Tras consultar con Alemania la viabilidad del envío de una unidad de combate, se habilitan banderines de enganche para organizar el alistamiento de los voluntarios que a miles acuden a la lla­mada de la lucha contra el comunismo.
Si bien los cuadros de lo que será la Di­visión Azul se nutrirán principalmente con militares profesionales, el grueso de los voluntarios tiene procedencia diversa: un gran porcentaje de falan­gistas, universitarios, anticomunistas en general, aventureros…, pero tam­bién algunos represaliados republica­nos que alistándose buscan aliviar la situación de exclusión social a la que están sometidos.
El primer contingente será de unos 17.000 hombres, organizados según el modelo divisionario alemán —tres regimientos, frente a los cuatro espa­ñoles—, siendo más de 45.000 los efec­tivos que servirían en la 250 Spanische Freiwilligen Division, según su termi­nología oficial, hasta su disolución. Entre el 12 y el 23 de julio, los divisio­narios llegan al campo de Grafenwöhr para recibir la instrucción, acortada de los tres meses inicialmente pre­vistos a uno: la mayoría de los inte­grantes de la división son veteranos de la Guerra Givil y tienen sobrada ex­periencia de combate y en el manejo del armamento alemán.
El 31 de julio, la división jura lealtad a Adolf Hitler («en su lucha contra el comunismo») y se traslada al frente, a pie, en una caminata de cerca de 1.000 kilómetros por la escasez en esos momentos de medios mecanizados. Aunque inicial­mente está previsto que se integre en el Grupo de Ejércitos Centro, cuyo objetivo es Moscú, tras la reunión del general Muñoz Grandes, jefe de la uni­dad, con el dictador nazi en su cuartel general en Rastenburg, se decide que la división se incorpore al Grupo de Ejércitos Norte, cuya misión es la cap­tura de Leningrado, incorporándose a primeros de octubre en el sector del río Volchov, donde tendrá su bautismo de fuego el 12 de octubre de 1941.
Du­rante casi tres años, la División Azul y su sucesora, la Legión Azul, lucharán encarnizadamente contra el Ejército Rojo, haciendo frente a las cada vez más poderosas ofensivas que preten­den levantar el sitio de la ciudad y ti­ñendo de sangre española las nevadas tierras de Rusia.

Batallas

Durante meses, los divisio­narios combatirán con éxito en Pos­sad, a ambas orillas del río Volchov, y su unidad de esquiadores se cubrirá de gloria en el lago Illmen, aunque la más importante y dura de las batallas será la de Kransy Bor, donde el Ejérci­to Rojo pretendió romper el cerco de Leningrado justamente por el sector español. Las bajas fueron enormes, pero el frente resistió a pesar de la durísima embestida.
En 1943, tras las derrotas alema­nas de Stalingrado (enero) y Kurks (julio) la situación en la guerra da un vuelco, lo que aconseja un cambio de estrategia del régimen español. La división será repatriada. A media­dos de octubre inicia su repliegue. Sin embargo, aún permanecerá en el frente una unidad reducida, la Le­gión Azul, que también es retirada unos meses después. Cuando esta última es disuelta, un grupo de di­visionarios decide quedarse por su cuenta en Alemania, reforzado por algunos elementos llegados clandes­tinamente desde España.
Integrados en diversas unidades de voluntarios extranjeros, los últimos españoles, formando parte del grupo de asalto Charlemagne, y a las órdenes del ca­pitán Ezquerra, participarán en Ber­lín en la última defensadel barrio ministerial, incluida la Cancillería del Reich.
La historia de la División no con­cluirá sin embargo hasta el 2 de abril de 1954, cuando arribe al puerto de Barcelona el buque «Semíramis» con los más de 200 divisionarios que to­davía estaban prisioneros en la URSS. Por el camino quedaban los cerca de 5.000 muertos que yacían en las hela­das tierras de Rusia o entre los casco­tes de un Berlín en ruinas.

Los personajes

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