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lunes, 6 de octubre de 2014

CUANDO CATALUÑA, SE SUBLEVO CONTRA EL GOBIERNO DE LA II REPÚBLICA

Cataluña, en armas contra la II República
 
Día 06/10/2014 - 03.41h
 

80 años del «Estado catalán dentro de España» proclamado por Companys

«En aquel ambiente enrarecido y tenso resultaba imposible conciliar las posturas contrapuestas. Unos se empeñaban en meter en un mismo saco a la Esquerra y a la Lliga, pues estaban convencidos de que, por encima de sus diferencias políticas, siempre terminarían aliándose en momentos de crisis puesto que les unía el dato común y superior de ser todos catalanistas. Pero acabamos de ver que, desde el otro lado, se desmentía una visión tan simplista y el contradictor más apasionado fue Cambó, quien en la sesión de 30-11-1934 insistió patéticamente en que tal unión era imposible: "Todo el problema está en si la realidad catalana es compatible no ya con la realidad española sino con la mejor grandeza de España y yo os digo que no solamente es compatible sino que es consustancial; que yo no comprendo la grandeza de España sin la acentuación de una realidad catalana que aporte al pensamiento general español el refuerzo de nuestra individualidad". Como es sabido, el comportamiento político de Cambó no se alteró a lo largo de su vida pues su constante ideal fue una mayor participación de Cataluña en la vida española; de lo que él personalmente era el mejor ejemplo.
 
Sobre el pretendido separatismo de Companys, los testimonios de sus coetáneos no pueden ser más contundentes. Con ocasión de su nombramiento de presidente decía El Liberal (apud González y Bau, 69): "El joven presidente es acaso el más español de los hombres de la Esquerra. Ama a Cataluña con pasión; pero, aunque él no se dé cuenta, piensa en español. El Estatuto tiene en Companys uno de sus mejores intérpretes; España tiene en el presidente de la Generalidad un gran amigo; la República, un caluroso defensor". [...]

Así se proclamó

«Al atardecer del día 6, exactamente a las ocho, tal y como se había anunciado por la radio, salió Companys al balcón del Palacio de la Generalidad, acompañado de sus consejeros, y al cabo de unos minutos, cuando cesaron las ovaciones con que la multitud congregada les había recibido, leyó con voz serena y enérgica el documento que todos había firmado (cuyo original por cierto no se conserva, pero del que se publicó luego una copia fotográfica, de procedencia desconocida, en la revista madrileña La Estampa) en el que se declaraba que rompía con las instituciones establecidas y se proclamaba "el Estado catalán dentro de la República federal española", ofreciendo al tiempo Cataluña a todos los auténticos republicanos de izquierdas para que se refugiaran allí con el objeto de constituir un Gobierno para España.
 
Esta lectura fue acogida con entusiasmo por los asistentes y Ventura Gassol, como consejero más antiguo, se consideró obligado a improvisar un segundo discurso, en el que no se decía nada nuevo, ratificando lo anterior.
 
El público que no abarrotaba la plaza como solía suceder en tan solemnes ocasiones, una vez terminados los aplausos se disolvió rápidamente y en silencio, sin cantos ni banderas. La verdad es que no se sabía exactamente lo que había sucedido ni casi nada se había entendido del contenido de la proclama; pero todos comprendieron que aquello era, pura y simplemente, una declaración de guerra y que no era momento de andar por la calle y menos con músicas y gritos, sino unos para encerrarse en casa atentos a la radio y otros a recoger el fusil y acudir a los lugares señalados para la concentración». [...]
 
«Companys, sin embargo, calculó mal su envite y perdió la apuesta –en la que se jugaba (casi) su propia vida y el destino del Estatuto que pretendía defender– por no haberse percatado de que habían cambiado tanto las circunstancias que ya no eran viables los pronunciamientos civiles de balcón y que el Gobierno republicano no estaba dispuesto a marcharse por las buenas como lo había hecho el último Gobierno de la Monarquía. En términos del refranero, tanto va el cántaro a la fuente, que al fin se rompe. Salieron bien el Pacto de San Sebastián y la proclamación del 14 de abril; pero el 6 de octubre fracasó la aventura.
 
Quizás fuesen éstas las imaginaciones del presidente; pero también es posible que tuviera en cuenta que el fracaso armado no significaba necesariamente un fracaso político a medio y largo plazo. Por su temperamento personal, Companys tendía a los extraordinario, a lo heroico y estaba convencido de que son las derrotas las que forjan los pueblos y cohesionan las nacionalidades. Nótese que la fiesta nacional de Cataluña es el aniversario de una derrota (el 11 de septiembre de 1714) y que su icono es un patriota vencido, al que se sigue honrando desde hace trescientos años. Si la derrota del 6 de octubre proporcionaba nuevos mártires, sería rentable pues operaría como una manifestación moderna de la gesta histórica. Por ello invocaba en sus discursos la vocación de los nuevos mártires que necesitaba la patria catalana y él ofreció varias veces su vida a tal propósito.

Las elecciones del 36

La Fortuna quiso luego que hubiera derrota y no aparecieran mártires porque a él le condenaron a prisión (recuérdese el escándalo que armó en la sala del juicio injuriando al fiscal por el desprestigio que para él significaba el haberle pedido una pena que no fuera la de muerte) y Pérez Farrás y demás militares fueron amnistiados. Y si a eso se añade que el Estatuto quedó malherido y Esquerra maltrecha, entonces ya puede afirmarse que la derrota armada fue también una derrota política, que en último extremó se salvó pero no ya con un comportamiento revolucionario y mucho menos épico sino por los resultados de unas elecciones democráticas en febrero de 1936». [...]
 
«El Parlamento de Cataluña en su corta vida republicana no dio demasiadas muestras de respeto a las decisiones judiciales que –como se vio en la sentencia de la ley de contratos de cultivos y ahora se repetía con la de secretarios de ayuntamientos– se atrevía a desobedecer frontalmente y hasta a bloquear a posteriori con una ley autonómica».
 
 

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