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martes, 23 de septiembre de 2014

OIGA ES EL ENEMIGO?? DEL CHISTE A LA HISTÓRIA

“¿Es el enemigo?”


Como el cómico Miguel Gila debieron sentirse algunos combatientes en la batalla de Berlín debido a una curiosa anécdota que comparto con ustedes.
 
Durante la batalla por la capital del Reich en abril 1945, las fuerzas alemanas estaban en una situación preacaria: era difícil averiguar el avance real de los soviéticos, los sistemas de comunicaciones del ejército alemán en ese momento eran escasos y limitados, hasta el punto de tener que recurrir a motoristas mensajeros, pero una circunstancia dio una situación curiosa: ¡El sistema telefónico civil todavía funcionaba!
 
Armados con una agenda telefónica, oficiales alemanes llamaban a varios suburbios periféricos para comprobar si algún soldado ruso cogía el teléfono, y si lo cogía un alemán para saber si había rusos en su domicilio o en las cercanías.
 
Los soviéticos también se dieron cuenta de este hecho y emplearon el teléfono urbano para el mismo fin. Viktor Boev, un joven intérprete soviético fue convencido para pasar por un interlocutor alemán para conseguir ponerse con el mismísimo ministro de propaganda Joseph Goebbels. Tras 15 minutos de conversaciones Boev consiguió que le conectaran con el ministro. Después de identificarse como un oficial soviético ante el atónito jerarca nazi, Boev le preguntó a Goebbels cuanto tiempo pensaba mantener Berlin y en qué ruta planeaba huir. Tras esto se despidió con un “Tenga en cuenta señor Goebbels, que le encontraremos allá donde esté y que ya tenemos el patíbulo preparado para usted”. Premonitorio o no, Goebbels terminó suicidándose de un tiro en la cabeza junto con su mujer y tras matar el matrimonio a todos sus hijos, consciente del destino que le aguardaba ante el enemigo del que con tanto odio había arrojado su propaganda.
 
Otros soldados individuales soviéticos también usaron el teléfono para averiguar el propio alcance de su propio avance, utilizando números aleatorios de cada barrio en la agenda telefónica. Si cogía la llamada un alemán, el ruso soltaba una propelía de insultos en su idioma y colgaba brúscamente el teléfono, y si cogía otro camarada ruso se le preguntaba hasta donde habían avanzado en ese sector y otra información relevante.
 
Fuente: Berlín en Guerra, Roger Moorhouse

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