La otra historia del «Día D»: Las mujeres del Desembarco de Normandía
Día 29/06/2014 - 16.49h
Las playas de Normandía no solo vieron enfermeras, sino también periodistas de primera hora o espías
Sabemos lo terrible y heroico que fue el Desembarco en Normandía desde muchos puntos de vista, pero hay un relato magnífico, menos conocido, que escribió una mujer. Y no cualquiera: se trata de Martha Gellhorn, periodista muy valiente y, en aquellos días, tercera esposa de Ernest Hemingway. Ella fue la primera mujer que llegó a las playas en aquel terrible amanecer del 6 de junio de 1944. Cómo lo hizo es lo más asombroso: tuvo que ir de polizón, porque las autoridades militares le habían prohibido cubrir la batalla. Ella trabajaba para «Collier’s», y había sido corresponsal en todos los frentes de la guerra para dicha publicación. Pero el Estado Mayor aliado decidió no permitir a las mujeres acreditarse como corresponsales ante una de las batallas –según se presumía– de mayor dureza de la historia.
«Collier’s» decidió entonces ofrecer su puesto a Hemingway, toda una celebridad, y a Martha no le sentó nada bien que su marido aceptara lo que para ella era una usurpación. De hecho, poco después se separó del hombre que nunca había aceptado del todo esa carrera suya (en una carta le había preguntado: «¿Quieres ser la corresponsal en el frente o la esposa en mi cama?», con un deje machista marca de la casa).
Polizón y seis enfermeras
Pero Martha era mucha Martha. Engañó a un oficial para que le dejara subir un momento a uno de los barcos-hospital que iban a participar en el despliegue. Y, una vez dentro, se encerró en un baño hasta que el barco zarpó. Así se vio, por fin, rumbo a Francia, aunque fuera como polizón, junto a los 150.000 soldados que desembarcaron en las lanchas y que tenían la misión casi imposible de invadir Europa.
Nadie se fijó en si aquel camillero era chico o chica. No fue la única mujer
De los más de 400 heridos de aquella primera oleada que acabaron en su barco, solo uno murió en la travesía de vuelta a Inglaterra. Allí fue detenida por la Policía Militar e internada en un campamento de enfermeras. Pero gracias a su valentía, Gellhorn pisó las playas antes incluso que el propio Hemignway. Nadie se fijó si aquel camillero era chico o chica. Fue la primera mujer, pero no sería ni mucho menos la última.
Había más mujeres en otros barcos hospital, pero no en las playas todavía, aquellos primeros días. Por ejemplo, en el Naushon, que llegó el día 7 a la zona de Omaha, había cinco enfermeras británicas que atendieron a 150 soldados, con heridas muy graves, que fueron evacuados al amanecer en dirección a Southampton. También había enfermeras americanas en el buque Lady Connaught, que tardó un par de días en llegar debido a que algunos de sus barcos de escolta colisionaron con minas y la aviación estuvo toda la primera noche acosándoles. Su personal bajó a la playa y rescató a 450 pacientes bajo un durísimo fuego, antes de volver con ellos a Southampton.
Hay que imaginar el caos. Mientras se desembarca el material de un ejército que se abre paso por las playas hacia el interior, con altísimo precio en vidas humanas, los heridos deben esperar pacientemente su oportunidad para volver desde el infierno. Según la marea permitiera o no acercarse a la arena, son acarreados a hombros hasta las lanchas, pisando guijarros del tamaño de manzanas, o subidos a ellas en camillas. Había francotiradores. No había tiempo para nada, apenas para sujetar los cigarrillos a los soldados que no podían usar sus brazos, o que ya no tenían brazos. Ante tal cantidad de personas que necesitaban auxilio urgente todo el mundo estaba «violentamente ocupado». Los pocos con sentido del humor parecían ángeles en un mundo tan oscuro.
Muy pocos días después comenzó el goteo de enfermeras de la Cruz Roja y otras alistadas en las WAC (Women’s Army Corps). Las primeras enfermeras en poner un pie en Omaha Beach llegaron al anochecer del día 15 de junio, en una de las lanchas de desembarco. El grupo de 39 mujeres fue transportado por tierra desde la playa hasta la «zona de tránsito 5» al abrigo de un seto. El espectáculo de aquel bautismo de fuego fue apabullante, según los relatos publicados. El cielo atravesado de parte a parte por balas trazadoras y el resonar de los obuses que iluminaban la noche, demasiado cerca. De allí pasaron al día siguiente a un lugar cercano a Pierre de Mort, donde pusieron en marcha el primer hospital de campaña para los heridos en la invasión que operó en Francia después del Día D.
Medallas y tumbas
Las enfermeras merecieron 1.619 medallas, lo cual es un reflejo de su coraje. Las 16 insignias póstumas a enfermeras abatidas por fuego enemigo nos hablan del valor de sus acciones. Trece enfermeras murieron al estrellarse los aviones en los que evacuaban heridos. En las interminables hileras de tumbas de Normandía hay un pequeño número de sepulcros de mujeres. En Colleville-sur-mer hay 4 mujeres enterradas, de un total de 9.387 tumbas. Dolores Brown, Mayr Barlow y Mary Bankston pertenecían al servicio postal del 6668 batallón de WACs (fue heroico hacer llegar las cartas a sus destinatarios en aquel caos) y perecieron en un accidente del jeep. Elizabeth Richardson murió al estrellarse su avión en Rouen el 25 de julio.
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