«Schneider-Brillié», el primer «autobús» blindado del Ejército Español que luchó en Marruecos
Día 11/05/2014 - 08.18h
Basado en el chasis de un autocar parisino, este vehículo fue adquirido en 1909 para combatir en la Guerra de Melilla
En una época en la que carros de combate como los «Leopardo» atraviesan las mesetas a golpe de cañonazo, se hace extraño recordar aquellos años en que los medios acorazados comenzaban a rodar por primera vez. Sin embargo, gracias a automóviles pioneros como el «Schneider-Brillié», el primer vehículo blindado que adquirió el Ejército Español en 1909 para combatir en la Guerra de Melilla, hoy nuestro país dispone de unas unidades mecanizadas envidiables. Tosco, lento, y basado en el chasis de un autobús parisino, este transporte de tropas protegido sentó precedente al enfrentarse a cientos de fusiles marroquíes.
Corrían por entonces malos tiempos para España en el norte de África. Y es que, la comunidad internacional había cedido a nuestro país un pequeño territorio en el Rif que, más que un regalo, era una bomba lista para estallar de la forma más estrepitosa posible. ¿La razón? Los constantes ataques protagonizados por grupos de indígenas armados a las tropas y trabajadores hispanos ubicados en la zona (siendo muy cruentos, en principio, en los alrededores de Melilla).
«España consiguió la cesión del territorio gracias a las presiones de Inglaterra a Francia. La rivalidad colonial entre estas potencias europeas terminaría cuando ambas comprendieron que, en vez de pelearse, sería más provechoso un reparto de zonas de influencia, particularmente en África. Así, en virtud del acuerdo franco-británico de abril de 1904, Francia dejaba a Inglaterra las manos libres en Egipto, a cambio de que ésta se las dejara libres en Marruecos», determina en declaraciones a ABC María Rosa de Madariaga, autora, entre otras obras, de «En el Barranco del Lobo. Las guerras de Marruecos».
Sin embargo, este reparto dejó con mal sabor de boca a los pomposos lords ingleses, quienes, temerosos de los gabachos y su «Armée», decidieron enarbolar nuestra rojigualda en su propio beneficio. «No deseando Inglaterra que del otro lado del Estrecho se estableciera una gran potencia como Francia, hizo valer ante esta última los “derechos históricos” de España en el Norte de Marruecos para que le cediera la franja septentrional del territorio», finaliza la escritora.
El ataque que provocó la guerra
Algún tiempo después de la interesada cesión, la situación terminó de tensarse cuando, el 9 de julio de 1909, un grupo de rifeños de la cabila –tribu- de Beni Bu Ifrur atacó, fusil en mano, a unos operarios españoles que estaban construyendo un ferrocarril minero en las afueras de Melilla. Tras el asalto, el alto mando dio la orden de comenzar las hostilidades contra los poblados enemigos; había comenzado la guerra.
La guerra en Melilla exigía el uso de nuevas armas
El rastreo del mercado
Con los rifeños tirando a dar contra las tropas y los operarios hispanos, se hizo necesario hacer acopio de todo el material y recursos existentes para plantar cara al enemigo con algo más que fusilazos y machetazos. A su vez, se inició un rastreo del mercado armamentístico internacional en un intento de hacer llegar hasta Melilla una tecnología que diera a los militares españoles la mayor ventaja posible frente a los lugareños.
Buscando, en 1909 la Comisión de Experiencias de Artillería –el organismo encargado de adquirir material pesado para el ejército de nuestro país- se hizo eco de una serie de novedosos automóviles cuyo desarrollo había comenzado hace pocos años: los vehículos blindados. La idea de estos artilugios era sencilla: coger un transporte y forrarlo de chapa hasta la extenuación para que los disparos enemigos no hirieran a la tripulación que viajaba en su interior.
«Los vehículos acorazados realizaron su aparición en Europa de la mano del SXX, y en este sentido el Ejército Español prestó atención a esta novedad desde sus comienzos. (…) La Comisión de Experiencias de Artillería, a la vista de la situación existente en el teatro de operaciones marroquí, redactó en 1909 la memoria “Modelos de automóviles blindados propios para la campaña de Melilla”», afirman Francisco Marín y José María Mata en su obra «Los medios blindados de ruedas en España».
El «Schneider», encargado
Decididos a soltar los duros por estos ingenios mecánicos, la Comisión se dedicó ese mismo año a recabar información sobre los diferentes modelos de vehículos blindados existentes en el mercado. Así pues, se fijaron exhaustivamente en los diseños ofrecidos por las empresas Armstrong-Withworth, Hotchkiss, Maudslay, RMM, SAG, Thornycroft y Scheider. Concretamente, España buscaba dos modelos diferentes: uno que pudiera portar una ametralladora y otro que sirviera para transportar a las tropas en campaña.
Aunque finalmente se desechó la idea de adquirir un vehículo autoametrallador, la proposición de comprar un transporte blindado sí gustó a la Comisión que, tras las deliberaciones iniciales, seleccionó como modelo idóneo el que ofrecía la casa francesa «Schneider et Compagnie». «El vehículo era el resultado de cubrir un chasis –utilizado en Francia para los autobuses de París- con una estructura blindada cubierta con viseras abatibles para realizar la observación y el tiro», afirman los mismos autores en otra de sus obras llamada «Atlas ilustrado de los vehículos blindados españoles».
Entre sus características principales, el denominado «Camión blindado Schneider-Brillié» contaba con unas dimensiones considerables (casi 6 metros de largo, 4 de alto y 2,25 de ancho); un peso de unos 6.000 kilogramos y una caja de cambios con tres marchas hacia delante y una hacia atrás. Su envergadura hacía que tuviera un centro de gravedad bastante alto, algo que aumentaba el riesgo de que volcase en batalla y quedase a merced de los rifeños. Sin embargo, parece que no llegó a darse nunca esa situación.
También contaba con unas ruedas fabricadas en madera y rematadas con unos neumáticos de goma (algo usual en la época). Era, a su vez, bastante lento, pues únicamente podía alcanzar los 18 kilómetros por hora (una velocidad que es hoy en día superada por cualquier ciclista urbano). Contaba, finalmente, con un blindaje total formado por chapas de acero de entre 5 y 6 milímetros de grosor que permitían resistir sin dificultades los balazos marroquíes.
Aceptable para una época en la que los carros de combate eran cosa de ciencia ficción (hubo que esperar hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial cinco años después para empezar a hablar de ellos), España encargó uno de estos vehículos blindados a la casa «Schneider». «El 6 de noviembre de 1909 se firmó la autorización por parte de SM el rey Alfonso XIII para adquirir el que sería el primer vehículo blindado del Ejército Español», destacan los expertos españoles en su obra. El coste sería de 33.000 francos (unas 27.000 pesetas de entonces)
El autocar blindado llega a España
Meses después (el 20 de junio de 1910) el «Schneider-Brillé» pisó España por primera vez, aunque con retraso. La excusa que dieron los galos al ejército de nuestro país, deseoso de recibir su nuevo «juguete», fue que habían encontrado varias dificultades a la hora de ensamblarlo debido a que era el primer modelo de esta clase que fabricaban. Con todo, entre «excusez-moi» y «pardon», el remodelado autobús llegó a Irún desafiante y dispuesto a enfrentarse hasta la extenuación a los rifeños.
El vehículo fue matriculado como «Artillería nº 15»
Una vez en la capital, nuestro protagonista llevó a cabo varios viajes de prueba entre Madrid y Segovia (llegando incluso a realizar trayectos campo a través). Además, en su nuevo hogar se le instalaron dos ametralladoras, pues los franceses lo habían entregado sin ningún armamento.
Actividad en Marruecos
Hechos los arreglos necesarios y preparados sus conductores, el «Schneider-Brillé» partió en 1912 hacia el norte de África dispuesto a insuflar pavor entre los lugareños. El 17 de enero llegó a su destino y, apenas tres jornadas después, participó para alegría de los soldados en su primera misión: su traslado a Nador (una ciudad ubicada a 16 kilómetros de Melilla). En viajes posteriores demostró su utilidad ya que, además de actuar como transporte, los militares que viajaban en su interior podían repartir con sus fusiles cientos de balazos entre los nativos que trataran de asaltar el vehículo.
Desgraciadamente, las peripecias de este vehículo se perdieron parcialmente una vez que llegó a su campamento. «Escasean las referencias posteriores y lo poco que sabemos es que formó parte de una columna de vehículos del Servicio de Sanidad a los que prestaba seguridad y que, el mes de octubre, realizó un transporte de heridos. Sería empleado fundamentalmente en tareas de escolta de convoyes, vigilancia y aprovisionamiento de las posiciones avanzadas», añaden los expertos españoles.
Lo que sí se conoce es su efectividad, la cual provocó que España encargara en 1911 otro de estos autobuses blindados a la casa «Schneider». No obstante, también quedaron patentes sus limitaciones, entre las cuales se destacaba la imposibilidad de cargar en su parte trasera a los 14 tripulantes que estipulaban los planos debido a las altas temperaturas de Marruecos. Fuera como fuese, e independientemente de sus fallos, lo cierto es que este vehículo puso la primera piedra de lo que, hoy en día son los medios acorazados del Ejército Español.
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