Cañones, flores y carta de ajuste
La Junta Militar afianza su poder en Tailandia EFE
Bangkok permanece en calma un día después de que el ejército se hiciera con el control de Tailandia. Solo la presencia discreta de soldados en algunos puntos de la capital y la suspensión de la señal de los canales de televisión, obligados a emitir una imagen con emblemas militares acompañados de canciones patrióticas, ofrecen pistas del golpe de Estado del día anterior.
El nuevo hombre fuerte de la nación, el general Prayuth Chan-ocha, se ha autonombrado primer ministro interino y ha pasado las primeras horas al frente del gobierno convocando a políticos del país para explicarles sus planes y advertirles de que no tolerará disidencias. Los campamentos utilizados por los manifestantes que hasta ayer ocupaban diferentes partes de la capital han amanecido desiertos, tras una noche en la que la mayor parte de la población respetó el toque de queda impuesto entre las 10 de la noche y las cinco de esta mañana.
Al igual que en el golpe de Estado de 2006, cuando los militares derrocaron al entonces primer ministro Thaksin Shinawatra, las fuerzas armadas se han hecho con el control de la situación sin disparar un solo tiro. Soldados apostados en improvisadas trincheras de la parte vieja de la ciudad recibían esta mañana flores de viandantes que apoyan su intervención. Mientras, un pequeño grupo de manifestantes desafiaba la prohibición de reuniones políticas de más de cinco personas para protestar la recién inaugurada dictadura. "Queremos utilizar nuestro derecho al voto", decía una de las pancartas que habían improvisado.
El general Prayuth, de 60 años, mantiene que no tenía alternativa tras meses de protestas callejeras de opositores del gobierno que desde octubre han costado la vida a 28 personas y paralizado políticamente el país. Su decisión ha sido duramente criticada por gobiernos de todo el mundo, que han pedido el restablecimiento de las garantías democráticas y la convocatoria de elecciones "lo antes posible".
Una de las primeras consecuencias del golpe ha sido la cancelación de los planes de viaje a Tailandia de miles de turistas, a pesar de que no se han producido incidentes violentos y la normalidad es total en los destinos turísticos. "Se nos han caído 30 reservas esta mañana y he respondido a más de 150 correos electrónicos de clientes preocupados", asegura Iván Cintado, un residente español que trabaja como director general de la compañía de viajes Travex. "Pero la realidad es que los que ya están aquí mandan fotos sonriendo y saben que la situación es incluso mejor que hace tres meses".
Pulso por el poder
El golpe de Estado difícilmente pondrá fin a la división que vive Tailandia, agravada a raíz del anterior golpe militar que tumbó el gobierno de Thaksin Shinawatra, un magnate local que desde entonces vive en el exilio. Seguidores y detractores de Thaksin, patriarca del clan político más influyente del país, libran desde entonces un pulso por el poder que ha terminado por envenenar las relaciones en la sociedad tailandesa. Los partidarios del ex primer ministro proceden mayoritariamente del norte del país y las clases campesinas y trabajadoras. Sus rivales forman una alianza que incluye a la elite de Bangkok, las clases medias urbanas, la burocracia estatal, la judicatura, los sectores monárquicos y el ejército, que ha decantado la batalla política de los últimos meses a su favor.
La profunda fractura social de Tailandia se ha agravado al mezclarse con los intereses de los caciques políticos que dicen representar a cada bando. Thaksin Shinawatra se encuentra fuera del país para evitar cumplir una condena de prisión por corrupción. Su principal enemigo político y líder de las protestas de los últimos meses, Suthep Thaugsuban, tiene pendiente responder ante la justicia por su implicación en la muerte de decenas de manifestantes mientras ocupaba el cargo de viceprimer ministro, en 2010.
El nuevo hombre fuerte de la nación, el general Prayuth Chan-ocha, se ha autonombrado primer ministro interino y ha pasado las primeras horas al frente del gobierno convocando a políticos del país para explicarles sus planes y advertirles de que no tolerará disidencias. Los campamentos utilizados por los manifestantes que hasta ayer ocupaban diferentes partes de la capital han amanecido desiertos, tras una noche en la que la mayor parte de la población respetó el toque de queda impuesto entre las 10 de la noche y las cinco de esta mañana.
Al igual que en el golpe de Estado de 2006, cuando los militares derrocaron al entonces primer ministro Thaksin Shinawatra, las fuerzas armadas se han hecho con el control de la situación sin disparar un solo tiro. Soldados apostados en improvisadas trincheras de la parte vieja de la ciudad recibían esta mañana flores de viandantes que apoyan su intervención. Mientras, un pequeño grupo de manifestantes desafiaba la prohibición de reuniones políticas de más de cinco personas para protestar la recién inaugurada dictadura. "Queremos utilizar nuestro derecho al voto", decía una de las pancartas que habían improvisado.
'Este golpe no es la solución'
La Junta militar, que opera bajo el nombre de Consejo Nacional para la Paz y el Orden, ha advertido que no tolerará ninguna acción de desobediencia y ha centrado sus primeras horas en ahogar la menguante libertad de expresión tailandesa. Varios de los principales diario del país, sin embargo, publican hoy editoriales en los que critican la acción castrense y predicen que, al igual que las anteriores 11 asonadas llevadas a cabo por el Ejército desde 1932, sólo servirá para empeorar la situación. "Provocará actos de violencia y probablemente más pérdidas de vidas", aseguraba The Bangkok Post. "Este golpe no es la solución".El general Prayuth, de 60 años, mantiene que no tenía alternativa tras meses de protestas callejeras de opositores del gobierno que desde octubre han costado la vida a 28 personas y paralizado políticamente el país. Su decisión ha sido duramente criticada por gobiernos de todo el mundo, que han pedido el restablecimiento de las garantías democráticas y la convocatoria de elecciones "lo antes posible".
Una de las primeras consecuencias del golpe ha sido la cancelación de los planes de viaje a Tailandia de miles de turistas, a pesar de que no se han producido incidentes violentos y la normalidad es total en los destinos turísticos. "Se nos han caído 30 reservas esta mañana y he respondido a más de 150 correos electrónicos de clientes preocupados", asegura Iván Cintado, un residente español que trabaja como director general de la compañía de viajes Travex. "Pero la realidad es que los que ya están aquí mandan fotos sonriendo y saben que la situación es incluso mejor que hace tres meses".
Pulso por el poder
El golpe de Estado difícilmente pondrá fin a la división que vive Tailandia, agravada a raíz del anterior golpe militar que tumbó el gobierno de Thaksin Shinawatra, un magnate local que desde entonces vive en el exilio. Seguidores y detractores de Thaksin, patriarca del clan político más influyente del país, libran desde entonces un pulso por el poder que ha terminado por envenenar las relaciones en la sociedad tailandesa. Los partidarios del ex primer ministro proceden mayoritariamente del norte del país y las clases campesinas y trabajadoras. Sus rivales forman una alianza que incluye a la elite de Bangkok, las clases medias urbanas, la burocracia estatal, la judicatura, los sectores monárquicos y el ejército, que ha decantado la batalla política de los últimos meses a su favor.
La profunda fractura social de Tailandia se ha agravado al mezclarse con los intereses de los caciques políticos que dicen representar a cada bando. Thaksin Shinawatra se encuentra fuera del país para evitar cumplir una condena de prisión por corrupción. Su principal enemigo político y líder de las protestas de los últimos meses, Suthep Thaugsuban, tiene pendiente responder ante la justicia por su implicación en la muerte de decenas de manifestantes mientras ocupaba el cargo de viceprimer ministro, en 2010.
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