GUERRILLAS EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (1808-1814).
La incapacidad militar del Ejército español, demostrada en las derrotas frente a los franceses que tuvieron lugar entre los años 1808 y 1810 –exceptuando Bailén–, fue una de las causas explicativas y justificativas del nacimiento de la guerrilla en 1809.
Esta forma de combatir, por tanto, se convirtió en una alternativa a las batallas en campo abierto, donde la superioridad enemiga, tanto técnica como táctica y logística, era abrumadora y manifiesta.
La guerrilla presupone el carácter nacional de la guerra, reflejado en la colaboración activa y permanente del pueblo que adopta una posición beligerante y de respaldo a los guerrilleros. Este hecho resulta especialmente importante para entender el verdadero significado de un movimiento de estas características. Será el pueblo el que proporcionará abastecimiento, información y cobijo a unos guerrilleros, cuyo objetivo primordial no es la derrota del enemigo sino la destrucción completa de su capacidad de respuesta militar mediante la prolongación en el tiempo de un conjunto de actividades de acoso y desgaste.
Ante la ya mencionada hegemonía militar del Ejército francés, el pueblo español se vio obligado a recurrir a un tipo de guerra irregular en la que la guerrilla adquirió cada vez un mayor protagonismo. Ello significó para los franceses un problema de primer orden pues, desde el primer momento, fueron totalmente incapaces de responder con eficacia ante las repentinas acometidas de los guerrilleros, cuyas tácticas de combate causaron estragos en los suministros y las partidas de refuerzo enemigas. La guerrilla atacaba únicamente cuando el contrario era menor en número o estaba en una posición desventajosa. Sus acciones provocaban el caos entre las fuerzas imperiales. En este sentido, la propia acción guerrillera y su éxito se articulaba en torno a tres ejes: superioridad de efectivos en el campo de batalla, rapidez en el combate y garantía absoluta de éxito.
Los especialistas han calculado la existencia de unas 4.000 partidas de guerrilleros en la Península, que llegaron a acabar con unos 80.000 franceses en cada año de guerra. Sus actividades se dirigieron fundamentalmente contra las líneas de comunicaciones y abastecimientos de las fuerzas napoleónicas, generando una profunda frustración entre sus mandos, caso del mariscal Soult, quien, en un principio, había considerado a los guerrilleros como simples bandidos y asesinos. Pronto se dio cuenta de que estaba ante un enemigo imprevisible y difícil de someter. No obstante, estos personajes gozaban de una notoria admiración entre el pueblo por su estilo de vida, independiente y valeroso.
Los daños provocados por las partidas guerrilleras entre las filas francesas, estimularon la creación de una contraguerrilla articulada por los afrancesados, quienes intentaron crear cuerpos militares integrados sobre todo por españoles, circunstancia que facilitaría sus operaciones gracias al mejor conocimiento del terreno. Sin embargo, hay que decir que estos grupos contraguerrilleros, caso del Regimiento de Húsares de la Guardia Real de José I Bonaparte, destacaron fundamentalmente por su ineficacia y su debilitamiento de la guerrilla fue mínimo, por no decir nulo.
A partir de 1812, las guerrillas dejaron de existir como tal, pasando a formar parte de los llamados Cuerpos Francos, plenamente militarizados y encabezados por mandos castrenses. En este sentido, muchos antiguos guerrilleros, civiles en sus orígenes, entraron a formar parte de los Húsares o Cazadores de Iberia y de los Cazadores de Guadalajara y de Madrid. A pesar de todo, esta militarización, que tenía como objetivo el refuerzo de los contingentes propios del ejército regular no fue del todo completa. Al respecto, conocemos la historia de famosos guerrilleros como Espoz y Mina, que tras luchar contra la invasión de los franceses, combatieron también frente a Fernando VII y la invasión de los «Cien Mil Hijos de San Luis», acaudillados por el duque de Angulema. Puede decirse que estos hombres, al margen de sus convicciones políticas, hicieron de la guerrilla una forma de vida.
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