Vasili Grossman en la era atómica
- El novelista expresó su miedo a una posible guerra nuclear total en algunos relatos contenidos en «Eterno reposo y otras narraciones»
Personas que son lobos
Durante la década de los cincuenta, Grossman que había presenciado la peor faceta de las ideologías –«ha llegado el tiempo de los lobos, la hora del fascismo: las personas se comportan como lobos y éstos actúan como personsas»–, parece que compartió los miedos y pesadumbres de los norteamericanos sobre aquel periodo de la humanidad dominado por el pánico a la «gran bomba». Una visión sombría que Grossman volcó en este conjunto de textos, en los que vuelve a repensar la guerra desde una perspectiva muy diferente, pero, sobre todo, con el triste convencimiento de que sus coetáneos no estaban legetimados para dar ninguna lección de ética y moral a los jóvenes. «Ella, madre joven con su hijo en brazos, irá al encuentro de su destino y, junto con una nueva generación de seres humanos, verá el cielo iluminado con una luz cegadora: la primera explosión de una bomba de hidrógeno superpotente cuyo estallido anuncia el comienzo de una guerra global», escribe en «La Madonna Sixtina». A continuación, Grossman apunta su mayor pesar: «Juzgados por los hombres del pasado y del futuro ¿qué podemos alegar en nuestra defensa los que somos contemporáneos de la era del fascismo? No tenemos justificación. Lo único que podríamos argumentar a nuestro favor es que nos ha tocado vivir la época más difícil de la historia, pero aun así, logramos impedir que la humanidad del ser humano se extinguiera». Grossman no creía demasiado en la capacidad del hombre para superar la rivalidad entre dos bloques antagónicos: el ruso y el americano. Murió en 1964, después de que el régimen soviético confiscara todos sus textos y él los considerara perdidos para siempre, un hecho que, desde luego, debió de acenturar su escepticismo hacia los hombres y los gobiernos. En 1914, nadie previó que Europa se lanzaría a una de las confrontaciones más sanguinarias de su historia. Durante el periodo de la Guerra Fría, en cambio, todos daban por hecho un enfrentamiento bélico entre entre Washington y Moscú que al final no se cumplió. La diplomacia limaría las diferencias entre los dos países, sin embargo, Grossman jamás vería ese final.
En el corazón de Hitler
En este conjunto de historias, el novelista también hace hincapié en el pasado, en las batallas de la Segunda Guerra Mundial. En «Tiergarten», utiliza el zoológico de Berlín para reflexionar sobre el nazismo y tratar de explicar qué ocurrió en Alemania: «El proceso de selección era diabólico: los valientes, los amantes de la libertad, los de mente clara y buen corazón se desechaban para el vertedero». Más adelante critica las consecuencias de la política de Hitler entre los propios alemanes:
«El desarrollo y enriquecimiento de la agricultura alemana conllevaba el empobrecimiento del campesinado germano. El crecimiento industrial provocaba la bajada de los salarios de los obreros. En el curso de la lucha por la dignidad nacional germana, las personas, aun los ciudadanos alemanes, sufrían terribles vejaciones. Por mandato de Hitler, se embellecían las ciudades con parques y parterres, pero la vida urbana se volvía cada vez más deslucida y sombría. Por la paz de la humanidad, se declaraba una guerra total, y la humanidad no tenía elección».Unas palabras muy elocuentes, que radiografían con bastante exactitud en qué consisten los estados totalitarios:
propaganda para quitar derechos civiles; apelar a criterios económicos para convertir a las personas en mano de obra barata, y someter la libertad individual a los intereses de una elite.
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