Siete obstáculos al desarme químico
Eduardo Suárez (Corresponsal) | Nueva York
Actualizado sábado 14/09/2013 05:22 horas
Barack Obama sopesa estos días si debe aceptar la oferta del régimen de
Damasco de someter sus armas químicas al control de la comunidad internacional.
Un extremo que le ha llevado a frenar por ahora
el ataque a Siria y perseguir una iniciativa diplomática de la mano
de Moscú. Pero la decisión del presidente de Estados Unidos no convence a los
expertos, que subrayan los obstáculos que debe salvar cualquier plan para
controlar los arsenales mortíferos de Bashar Asad.
- Un tratado poco eficaz
El régimen de Damasco ha presentado esta
semana su solicitud para firmar la Convención de Armas Químicas. El
tratado empezó a negociarse en 1968. Pero no se aprobó hasta 1993 y no entró en
vigor hasta 1997. Desde entonces lo han firmado 189 países. Todos los miembros
de la ONU menos siete: Angola, Israel, Birmania, Egipto, Corea del Norte, Siria
y Sudán del Sur.
La convención es el acta fundacional de
la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, que ha ayudado a
inspeccionar arsenales en todo el mundo y a destruir unas 50.000 toneladas de
gas venenoso desde su creación. Pero eliminar el sarín o el gas mostaza es una
tarea cara y muy laboriosa. Rusia ha recibido ayuda económica de países como
Alemania o Italia para deshacerse del arsenal soviético y Estados Unidos no
acabará de destruir el suyo al menos hasta 2023. Entonces se habrá gastado
en el empeño unos 35.000 millones de dólares: unos 26.000 millones de euros al
cambio actual.
Los expertos denuncian que el texto del
tratado que ahora quiere firmar Siria es tan confuso como inoperante. No indica
qué sanciones se aplicarán a los gobiernos que lo incumplan y deja algunas
inspecciones al albur de los deseos de cada país. "El acuerdo obliga a
quienes lo firman a destruir todas sus reservas de sarín, VX, VR y otros gases
nerviosos pero ése es un proceso muy largo", explica a ELMUNDO.es Laurie
Garrett, experta en armas químicas y miembro del Council on Foreign Relations.
"Aunque el régimen sirio se comprometiera a hacerlo durante las
negociaciones, ni la inspección ni la destrucción de las armas químicas son
procesos sencillos y llevarían muchos años".
- Ingredientes mortíferos
Un país que firma la Convención de Armas
Químicas se compromete a destruir todos sus arsenales de gas sarín. Pero no a
destruir los ingredientes con los que esta sustancia se fabrica. El compuesto
decisivo para elaborar sarín se llama metilfosfonil difluoruro y es una
sustancia muy peligrosa. Pero sólo se convierte en gas sarín si uno la mezcla
con alcohol de farmacia. "Esa sustancia sólo sirve para fabricar gas sarín
y no tiene ninguna utilidad pacífica", dice Garrett. "Pero su estatus
no está bien regulado por la Convención de Armas Químicas y eso es algo que los
miembros del Consejo de Seguridad deberían cambiar inmediatamente".
Los servicios de inteligencia de EEUU
confirmaron en diciembre del año pasado que el régimen sirio guarda parte de
sus armas químicas en lo que se conoce como cápsulas binarias: dos
receptáculos separados por una membrana que guardan alcohol y metilfosfonil
difluoruro. Ambas sustancias sólo producen gas sarín cuando la membrana se
rompe por una detonación. Hasta entonces se podría decir que no están entre las
armas químicas del régimen sirio. Detectar esas cápsulas binarias sería una de
la tareas más difíciles para los inspectores. Siempre y cuando pudieran entrar
en el país.
- Una inspección en guerra
Lanzar un programa de inspección en
medio de una guerra civil se antoja una misión imposible. Así lo afirman todos
los expertos, que explican que sólo sería posible examinar en detalle los
arsenales sirios si ambos bandos acuerdan un alto el fuego previo que
permita el acceso a los lugares donde Asad produce, esconde e instala el gas
venenoso que se cobró la vida de cientos de personas a las afueras de
Damasco el 21 de agosto de 2013.
El régimen sirio lleva años ocultando información
sobre el incipiente
programa nuclear destruido por un ataque israelí en 2007 y siempre
ha jugado al escondite con los inspectores de la Organización Internacional de
la Energía Atómica. "Me preocupa mucho la letra pequeña de cualquier
acuerdo", decía esta semana Amy Smithson, experta en armas químicas del
Instituto Monterey de Estudios Internacionales. "Es una tarea titánica
para los inspectores frenar la producción, instalar candados y hacer inventario
de los ingredientes y de las municiones. Y luego destruirlo todo en una zona de
guerra. Ojo con el acuerdo que propone Rusia porque es engañosamente
atractivo".
- El paradero de las armas
Nadie sabe a ciencia cierta dónde están
las armas químicas sirias. Antes de la guerra, el Pentágono decía que estaban
en un puñado de complejos a las afueras de ciudades del Oeste como
Aleppo, Latakia y Palmyra. Pero desde entonces los servicios de inteligencia
creen que el régimen las ha esparcido por decenas de puntos del país.
Las armas están bajo el control del
Centro de Investigación y Estudios Científicos: una institución cuyo responsable
responde directamente ante el entorno de Asad y dirige una unidad de élite
responsable de los arsenales. El espionaje de EEUU ha sopesado la
posibilidad de sobornar o atacar a los miembros de esa unidad. Pero ha optado
por no actuar en su seno por temor a perderle la pista a las armas, que podrían
caer en manos de grupos islamistas como ISIS o Al Nusra, cada vez más
influyentes en las filas de la oposición.
"Lo primero es saber dónde están y
cómo están almacenadas", explica Garrett. "El régimen puede
guardarlas dentro de misiles en cápsulas binarias como las que he mencionado o
en almacenes bajo tierra. Lo siguiente es determinar cómo sacarlas de su
posición actual sin liberar gases tóxicos. En el caso de la Unión Soviética
muchas ni siquiera estaban en el territorio de ruso sino en los países del Asia
Central y hubo que revisar documentos que databan de los años 40".
Sadam Husein tenía falsas fábricas
de pesticidas y falsos complejos farmacéuticos donde se fabricaban armas
químicas y biológicas. También fábricas farmacéuticas reales con secciones
donde se elaboraban gases nerviosos. «Este es un problema real con el que
podríamos toparnos también en Siria», dice Garrett. "Uno tiene que tener
la capacidad de entrar ahí e inspeccionar a fondo una fábrica para determinar
si por sus tuberías circulan sustancias ilegítimas. Es un trabajo muy
laborioso".
- Una intervención terrestre
Un informe del
Pentágono afirmaba en noviembre que sería necesaria una fuerza de
unos 75.000 soldados para garantizar la seguridad de los arsenales químicos
sirios. Una cifra cuya validez han cuestionado algunos expertos pero que arroja
una idea aproximada de la complejidad de la operación.
Aquí
la académica Cheryl Rofer explica que el despliegue militar debería
incluir dos tipos de soldados: "Los primeros serían una fuerza de
protección para proteger los complejos químicos de cualquier ataque y los
segundos serían especialistas preparados para manejar los arsenales, examinar
las condiciones de las municiones y prepararlas para el transporte si fuera
necesario".
¿Aceptaría el régimen el despliegue de
una fuerza multinacional en su territorio? Se antoja difícil. Pero sólo sería
posible si antes entra en vigor un alto el fuego respetado por el entorno de
Asad y por todas las facciones de la oposición. El primer tipo de soldados
podrían aportarlo los países de la región. Pero los especialistas sólo pueden
aportarlos Estados Unidos, el Reino Unido o Rusia. "Algunas víctimas
serían inevitables y la pregunta que uno debe hacerse es si merece la pena
hacer el esfuerzo", decía esta semana el experto británico Stephen
Johnson.
- La destrucción de las armas
Destruir gas sarín no es un proceso
sencillo. Requiere diluirlo con otros compuestos químicos en crematorios
especiales y a temperaturas de casi 1.500 grados centígrados. La
complejidad del proceso depende de la forma en que los compuestos venenosos
estén almacenados. Es más difícil hacerlo si los gases están montados dentro de
misiles que si están en depósitos independientes.
"Uno podría usar primero una
sustancia química que neutraliza los efectos dañinos de los gases. Pero debe
hacerlo en un entorno cerrado y apartado y asegurarse de que cualquier
filtración no contaminará un vecindario cercano o se filtrará en el agua corriente",
explica a este diario Laurie Garrett.
Nadie sabe a ciencia cierta el volumen
de los arsenales sirios. Pero el Pentágono suele decir que ronda las mil
toneladas e incluye sustancias como gas sarín, VX, VR y gas mostaza. Los
expertos dicen que los inspectores podrían optar por enviar las armas químicas
a Rusia para su destrucción. Pero advierten que sería mejor construir
incineradores especiales en Siria para mermar el riesgo de cualquier
filtración.
- El precedente de Libia
Los expertos recuerdan estos días lo que
ocurrió cuando Muamar Gadafi dio un paso similar al que acaba de dar ahora el
dictador sirio. Temeroso de ser objetivo de un ataque estadounidense, el
régimen libio anunció en 2003 que renunciaría a sus armas químicas y firmó la
Convención de Armas Químicas unos meses después. Los expertos elaboraron un
plan para destruir sus arsenales y pusieron como fecha límite el 9 de abril de
2007.
Los inspectores aceptaron demorar el
plazo en dos ocasiones y huyeron del país en febrero de 2011 por el inicio de
la rebelión. Hasta entonces habían supervisado la destrucción de la mitad del
gas mostaza de Gadafi pero nunca pudieron volver y se desconoce el paradero del
resto. "El gas mostaza no tiene nada que ver con el sarín",
decía esta semana el diplomático estadounidense Robert Joseph, que supervisó la
negociación con Libia en 2003. "Las armas químicas sirias son mucho más
modernas y mortíferas y son muchas más".
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