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miércoles, 4 de septiembre de 2013

DON ALVARO DE BAZAN

Don Álvaro de Bazán, héroe de la Marina española

Día 24/08/2013 - 13.41h

Marino desde niño, fue uno de los responsables de nuestra victoria en Lepanto

Nació en tierra firme pero siempre fue un hombre de mar. Desde niño le tiraron las cavias, las amuras, la mayor. Fue uno de los grandes almirantes de la historia naval española y muy probablemente el hombre decisivo para que ante el Turco ganáramos la batalla de Lepanto, y protagonista de otras muchas hazañas y venturas sobre la Mar Océana.
 
 
Él debía haber sido el gran capitán de la Armada Invencible, pero la Parca se lo llevó de entre nosotros y del mandato de Felipe II algunos meses antes. Fue, ni más ni menos, el Almirante Don Álvaro de Bazán y Guzmán, grandísimo de España. Fue también I Marqués de Santa Cruz, señor de las villas del Viso y Valdepeñas, comendador mayor de León y de Villamayor, Alhambra y La Solana en la Orden de Santiago; miembro del Consejo de su Majestad Felipe II de España, Capitán General del Mar Océano y de la gente de guerra del reino de Portugal.
 

Marino y estratega

Fue no solo un marino esforzado y valiente, genial y decidido sino también un estratega. Él fue el responsable de que la Armada Española se nutriese de aquellos gigantescos galeones que nos dieron gloria fama en medio mundo. Sí, eran demasiado grandes, su maniobrabilidad era escasa, pero su potencia de fuego era colosal, y además gracias a su envergadura propiciaban lo que los españoles siempre quisimos, un poco de ventaja para entrar a la lid cara a cara: desperta ferro, y a por el enemigo. Además, el tamaño de los galeones posibilitaba albergar a numerosos infantes de marina de nuestros Tercios, nuestra arma letal, que para algo habíamos sido sus inventores.
 

Padre y abuelo de Don Álvaro ya había sido héroes de nuestras tropas

Vino al mundo Don Álvaro el 12 de diciembre de 1526 en la villa de Granada, donde estaba destinado su padre, también marino y militar. La familia procedía muy probablemente del navarro Valle del Baztán, y su escudo era un tablero de ajedrez, aunque ya hacía generaciones que se habían instalado en Castilla. El abuelo de nuestro héroe, también Don Álvaro, había participado en la toma de Granada como uno de los Capitanes Generales de los Reyes Católicos. Su padre, Álvaro de Bazán El Viejo también fue un gran marino, que participó por ejemplo en la llamada Jornada de Túnez, peleando a las órdenes de Carlos V.

Cuando nació nuestro Álvaro, su padre era Capitán General de las Galeras de España y pronto quiso que su hijo hiciera carrera. Viento en popa a toda vela. Por ejemplo, consiguió que el emperador nombrara a su Alvarito Alcaide del Castillo de Gibraltar con tan solo ocho años. Con nueve, ya estaba a bordo de la nao capitana de su padre, curtiéndose en la marinería desde sus orígenes, como grumete. Además, era educado como un caballero por su tutor, Pedro González de Simancas que le hizo querer y admirar a poetas y escritores, y le introdujo en el mundo del humanismo.
Con tan solo doce años, en 1538, ya viaja con su padre en acciones militares y con dieciocho participa en la batalla de Muros al lado de su progenitor. Tres mil franceses se cuenta que quedaron allí para siempre. Mientras su padre va a dar noticia de la victoria al príncipe Felipe, Don Álvaro, con dieciocho primaveras se queda al frente de la escuadra. Pronto es puesto al mando de una armada para vigilar el sur de España, lo que llevará a Don Álvaro a la lucha contra los piratas berberiscos y los corsarios franceses. A los 28 años, es nombrado capitán general de la Armada, y dos años después, en 1556 derrota a un par de navíos ingleses.
 
Son tiempos en los que berberiscos y otomanos se están intentando hacer con varias plazas del Mediterráneo como Vélez de la Gomera hacia donde parte una flota comandada por Sancho de Leyva, con Bazán entre sus oficiales. El viaje fracasó y los buques volvieron a Málaga. Los piratas insistieron en sus ataques y Felipe II decidió que esta vez no se podía fallar: había que tomar Vélez de la Gomera.
 
El jefe del nuevo intento sería García Álvarez de Toledo y Osorio, con Don Álvaro de Bazán como lugarteniente. Esta vez el éxito fue total. En vista de los acontecimientos, los turcos decidieron atacar Malta, primer paso para la invasión de Sicilia. Pero Malta se defendió como un gato panza arriba, contando por supuesto con la inestimable ayuda de las tropas españolas bajo el mando de Bazán. A los cuarenta años, Don Álvaro de Bazán es nombrado Capitán General de las Galeras de Nápoles y poco después, el 19 de octubre de 1569 , Felipe II le concede el título de Marqués de Santa Cruz.
No obstante, la situación seguía siendo muy difícil en el Mare Nostrum, que cada vez parecía menos nostrum y más del Imperio Otomano. Entre los nuestros, algunos apuntaban a que los turcos querían invadir España, sin duda con la ayuda de los moriscos que aún quedaban en nuestro país. Había que tomar una decisión, y la decisión acabaría llamándose Lepanto, donde se unirían España, el Papado, la República de Venecia, Toscana, Génova y Saboya. Don Juan de Austria era el jefe de los nuestros. La flota reunida por la llamada Santa Liga estaba compuesta por más de doscientas galeras. Treinta de ellas, las de Nápoles, estaban comandadas por Álvaro de Bazán, quien se había convertido en hombre de confianza de Don Juan. En Lepanto, la actuación de Bazán fue decisiva. Estaba encargado de la retaguardia y fueron él y sus barcos los que arreglaron unos cuantos despropósitos entre los nuestros. Aunque Bazán no era el principal almirante de la flota, gran parte de nuestra estrategia corrió de su parte. Estuvo en todas partes, y en todas partes sus órdenes fueron atinadas y su valor el de costumbre, gigantesco.
 
Era el 7 de octubre de 1571, una fecha que qeudó bordada de oro en la historia de España y en la historia de la marinería. Cinco años después, Bazán era nombrado Capitán General de las Galeras de España.
 
En 1580 fallecía Enrique I de Portugal, y Felipe II vio llegado el momento de hacerse con el trono lusitano, ya que era hijo de Isabel de Portugal y descendiente de Manuel I. La cosa no iba a ser tan sencilla. Y de nuevo hubo que echar mano de arcabuces y alabardas. Se oponen a Felipe se oponen Antonio, prior de Crato, quien creía ser el heredero, y las reinas Catalina de Médicis, regente de Enrique III de Francia, e Isabel I de Inglaterra.

La isla Terceira

Pero los nuestros no están para bromas y comandados por Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, el Duque de Alba, marchan sobre Lisboa y Don Álvaro de Bazán capitaneando nuestra Armada desciende el curso del río Tajo hasta la capital portuguesa,donde Felipe II entraría triunfante en 1581. Sin embargo, una isla de las Azores, la Terceira se puso en rebeldía, lugar pequeño pero de gran importancia estratégica, entre otras cosas porque todos nuestros barcos que hacían la carrera de las Indias pasaban muy cerca y no podía permitirse que aquella tierra estuviera en manos de enemigos. Ingleses y franceses ayudan a los de Terceira. Felipe II manda primero a Pedro Valdés que fracasa en su intento de tomar la isla. En la siguiente campaña, Álvaro de Bazán sería el encargado de la empresa. Felipe Strozzi mandaba la potente escuadra francesa.
 
La llamada batala de la Isla Terceira terminaría con la victoria española. Cuentan las crónicas que entre los nuestros hubo 224 bajas y 533 heridos, mientras que los franceses se habrían dejado sobre las aguas de las Azores más de mil muertos. Sin embargo, Álvaro de Bazán no desembarcó en la Terceira, porque vio que no tenía las suficientes unidades. Felipe vuelve a intentar la paz con el gobernador de la isla pero no hay manera. Francia e Inglaterra fletan otra flota hostil. Ha llegado la hora del desembarco que tendrá lugar en la llamada cala de Las Molas. Las historia asegura que los primeros en llegar a tierra fueron el el capitán Luis de Guevara y el soldado Rodrigo de Cervantes (hermano de Miguel de Cervantes) y el alférez Francisco de la Rúa. Luego llegaría el propio Bazán. Faltaba vencer el fuerte de San Sebastián. Setenta de los nuestros se dejaron la vida en ello.

A por Inglaterra

Pero Felipe II tenía claro que el verdadero enemigo estaba mucho más al norte, era Inglaterra. Y en su cabeza cada vez cobra más fuerza la idea de invadir la isla. Aunque no fue consltado, Álvaro de Bazán hizo una propuesta de conquista y, finalmente, el 26 de enero de 1586 el rey ordenó a nuestro ilustrísimo marino preparar una escuadra para el ataque. Por una u otras cosas la acción se fue deteniendo en el tiempo y Su Majestad Católica hasta llegó a enfadarse con don Álvaro.
 
Enfrentamiento que duraría hasta el 4 de febrero de 1588 cuando el ilustrísimo marino, el héroe del Mediterráneo y de Lepanto es cesado. Así son las cosas en nuestra Patria. Bazán recibe la noticia de su ceses en su cama de muerte. Fallece, a la mayor gloria de Dios y de España, el 9 de febrero de 1588, en Lisboa. Despidámosle como tan galanamente le saludó Lope de Vega: «El fiero turco en Lepanto, / en la Tercera el francés, / y en todo mar el inglés, / tuvieron de verme espanto. / Rey servido y patria honrada / dirán mejor quién he sido / por la cruz de mi apellido / y con la cruz de mi espada».
 
 

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