El Parlamento británico se enfrenta a Cameron en el debate sobre Siria
La oposición de diputados de su partido obliga al primer ministro a esperar al dictamen de los inspectores de la ONU y a prometer una segunda votación antes de cualquier acción
El Parlamento británico ha rechazado la enmienda presentada por los laboristas y que condicionaba el apoyo de Londres a la intervención en Siria a tener en sus manos el informe elaborado por el equipo de la ONU que trabaja en el terreno. La Cámara ha rechazado la propuesta por 220 a favor y 332 en contra.Las crecientes exigencias de la oposición laborista, unidas a la propia reticencia de un grupo de diputados conservadores y liberal demócratas, amenazan en cualquier caso con frustrar el apoyo de la Cámara de los Comunes a una intervención militar en Siria.
En la sesión de esta tarde, Cameron insistió una y otra vez en que no aspira a provocar un cambio de régimen sino únicamente a que cese el uso de armas químicas por parte del régimen. El primer ministro tory también reiteró su promesa de que habrá una segunda votación —además de la de esta noche— antes de que Reino Unido tome parte en cualquier intervención en Siria. Mientras el jefe del Gobierno insistía en distinguir el caso sirio de la guerra de Irak, el líder de los laboristas, Ed Miliband, exigía al Gobierno una hoja de ruta clara y unos objetivos específicos para cualquier acción.
En su regreso adelantado del receso estival, los parlamentarios británicos han debatido no sólo sobre “el principio” del uso de la fuerza en respuesta al supuesto ataque químico perpetrado por Damasco, tal como reclama Cameron, sino también sobre una moción laborista en demanda de garantías para apoyar al jefe de gobierno. La oposición quiere que, una vez difundido el veredicto de los expertos de Naciones Unidas, los Comunes decidan la próxima semana en otra votación si se alinean con una acción militar de Estados Unidos. Para ello deberán dirimir si existe “una base clara en el derecho internacional” que justifique la intervención británica. Con ello, han desbaratado la inminencia del ataque consensuado entre el presidente estadounidense, Barack Obama, y su aliado británico.
La sombra de la guerra de Irak es especialmente alargada en el caso del Reino Unido, donde la sociedad y la clase política todavía se resienten de las divisiones que suscitó aquella acción contra Saddam Hussein y su supuesta posesión de un arsenal de armas químicas y biológicas. Diez años después, la opinión pública británica se ha revelado en un sondeo de YouGov ampliamente contraria a actuar militarmente contra el dictador Assad (50%, frente a un 25% que la apoya), como también lo han hecho destacados representantes laboristas. Esos dos factores han endurecido el discurso del líder del partido, Ed Miliband, inicialmente más proclive a apoyar a Cameron, aunque fuera de forma condicional.
El primer ministro debe lidiar también con un segundo frente, encarnado en siete decenas de sus propios diputados conservadores a quienes no ha convencido de la solidez de sus argumentos. Al igual que en el caso de algunos parlamentarios liberales demócratas —socios del gobierno de coalición británico—, preocupa a esos rebeldes tories la imposibilidad de que la ONU apruebe una resolución procurando cobertura legal al ataque, dado el previsible veto de Rusia y China. Cameron subrayó ayer que ha emprendido nuevas negociaciones en el seno del Consejo de Seguridad, pero todo apunta a que se trata de una vía muerta.
“No estamos preparados para firmarle un cheque en blanco al primer mnistro”, resumió el ministro de Asuntos Exteriores en la sombra —como se conoce en Reino Unido al portavoz de Exteriores de la oposición—, el laborista Douglas Alexander, sobre la votación parlamentaria de las próximas horas. En un esfuerzo contrarreloj para conjurar un resultado negativo a su demanda, David Cameron subrayó que el apoyo de Naciones Unidas a una acción militar en Siria no sería necesario para procurarle cobertura legal, habita cuenta de los tratados internacionales sobre la prohibición del uso de armas químicas.
El primer ministro, que sostiene estas afirmaciones en el informe de sus asesores legales, manifestó que la responsabilidad del régimen de Damasco en el ataque con armas químicas contra la población civil siria “es altamente probable”, según la inteligencia británica. El problema es que, al verter esas afirmaciones sin pruebas concluyentes, recuerda demasiado a su antecesor Tony Blair, el ex primer ministro laborista que justificó la guerra de Irak en la amenaza de un arsenal armamentístico de Saddam cuya existencia nunca ha llegado a probarse.
En la sesión de esta tarde, Cameron insistió una y otra vez en que no aspira a provocar un cambio de régimen sino únicamente a que cese el uso de armas químicas por parte del régimen. El primer ministro tory también reiteró su promesa de que habrá una segunda votación —además de la de esta noche— antes de que Reino Unido tome parte en cualquier intervención en Siria. Mientras el jefe del Gobierno insistía en distinguir el caso sirio de la guerra de Irak, el líder de los laboristas, Ed Miliband, exigía al Gobierno una hoja de ruta clara y unos objetivos específicos para cualquier acción.
En su regreso adelantado del receso estival, los parlamentarios británicos han debatido no sólo sobre “el principio” del uso de la fuerza en respuesta al supuesto ataque químico perpetrado por Damasco, tal como reclama Cameron, sino también sobre una moción laborista en demanda de garantías para apoyar al jefe de gobierno. La oposición quiere que, una vez difundido el veredicto de los expertos de Naciones Unidas, los Comunes decidan la próxima semana en otra votación si se alinean con una acción militar de Estados Unidos. Para ello deberán dirimir si existe “una base clara en el derecho internacional” que justifique la intervención británica. Con ello, han desbaratado la inminencia del ataque consensuado entre el presidente estadounidense, Barack Obama, y su aliado británico.
La sombra de la guerra de Irak es especialmente alargada en el caso del Reino Unido, donde la sociedad y la clase política todavía se resienten de las divisiones que suscitó aquella acción contra Saddam Hussein y su supuesta posesión de un arsenal de armas químicas y biológicas. Diez años después, la opinión pública británica se ha revelado en un sondeo de YouGov ampliamente contraria a actuar militarmente contra el dictador Assad (50%, frente a un 25% que la apoya), como también lo han hecho destacados representantes laboristas. Esos dos factores han endurecido el discurso del líder del partido, Ed Miliband, inicialmente más proclive a apoyar a Cameron, aunque fuera de forma condicional.
El primer ministro debe lidiar también con un segundo frente, encarnado en siete decenas de sus propios diputados conservadores a quienes no ha convencido de la solidez de sus argumentos. Al igual que en el caso de algunos parlamentarios liberales demócratas —socios del gobierno de coalición británico—, preocupa a esos rebeldes tories la imposibilidad de que la ONU apruebe una resolución procurando cobertura legal al ataque, dado el previsible veto de Rusia y China. Cameron subrayó ayer que ha emprendido nuevas negociaciones en el seno del Consejo de Seguridad, pero todo apunta a que se trata de una vía muerta.
“No estamos preparados para firmarle un cheque en blanco al primer mnistro”, resumió el ministro de Asuntos Exteriores en la sombra —como se conoce en Reino Unido al portavoz de Exteriores de la oposición—, el laborista Douglas Alexander, sobre la votación parlamentaria de las próximas horas. En un esfuerzo contrarreloj para conjurar un resultado negativo a su demanda, David Cameron subrayó que el apoyo de Naciones Unidas a una acción militar en Siria no sería necesario para procurarle cobertura legal, habita cuenta de los tratados internacionales sobre la prohibición del uso de armas químicas.
El primer ministro, que sostiene estas afirmaciones en el informe de sus asesores legales, manifestó que la responsabilidad del régimen de Damasco en el ataque con armas químicas contra la población civil siria “es altamente probable”, según la inteligencia británica. El problema es que, al verter esas afirmaciones sin pruebas concluyentes, recuerda demasiado a su antecesor Tony Blair, el ex primer ministro laborista que justificó la guerra de Irak en la amenaza de un arsenal armamentístico de Saddam cuya existencia nunca ha llegado a probarse.
El Gobierno de Reino Unido anunció por la mañana que sus servicios jurídicos afirman que está "legalmente autorizado" para dar luz verde a un ataque a Siria aun sin la sanción del Consejo de Seguridad de la ONU, en virtud de la doctrina de "intervención humanitaria". Según informa la agencia Reuters, el Ejecutivo de David Cameron ha publicado documentos de sus servicios de inteligencia, que afirman que hay "algunas" informaciones confirmando que se ha producido un ataque con armas químicas en Siria, y que "muy probablemente" el Gobierno de Bachar el Asad es responsable.
Según el comunicado de Downing Street, el uso de armas químicas por parte del Gobierno sirio equivale "a un crimen de guerra y contra la Humanidad", pero que esa no es la justificación del potencial ataque: "El objetivo es aliviar el sufrimiento humano disuadiendo o impidiendo el uso futuro de armas químicas".
Reino Unido ha anunciado el envío de seis cazas Typhoon a la base aérea de Akrotirí, en Chipre —a 200 kilómetros de la costa siria— como "medida de precaución para proteger los intereses británicos", según un comunicado del Ministerio de Defensa. Rusia, aliada del régimen de El Asad, también enviará a la zona dos navíos —un crucero equipado con lanzamisiles y un cazasubmarinos— según la agencia Interfax, aunque fuentes de la marina rusa citadas por la agencia RIA Novósti han indicado que la operación es parte de la "rotación habitual" de la flota mediterránea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario