Putin se impone en el G-8 y da nuevo oxígeno a Asad
Dicen que la unión hace la fuerza, pero en la cumbre del G-8 la máxima no se cumplió. Vladimir Putin era el único que no quería un futuro sirio sin Bachar al Asad y, pese al empeño del resto de los mandatarios, nadie fue capaz de hacerle cambiar de opinión. La reunión de los países más industrializados del mundo finalizó ayer en Irlanda del Norte con un comunicado que subraya la necesidad de una «solución» política para el país. Sin embargo, en ningún momento se aludió específicamente a la dimisión del presidente sirio. Rusia, por tanto, quedó así como la gran triunfadora, dando oxígeno al dictador y alargando un conflicto que ya acumula más de 93.000 muertos.
Fue David Cameron, el primer ministro británico, el responsable de leer las conclusiones de dos días intensos de negociaciones. Y en su papel de anfitrión se esmeró en recalcar que se había logrado un paso importante, ya que todos los participantes compartían la necesidad de actuar para acabar con el baño de sangre. Se apuntó como logro personal el hecho de que se hubiera aprobado una investigación que permita el acceso de un equipo de la ONU para aclarar las sospechas sobre el uso de armas químicas, algo, según dijo, «impensable hace tan sólo dos días». Pero lo cierto es que el comunicado final se limita a condenar el uso de estas técnicas, sin atribuirlas directamente al régimen, punto que también defendía Putin. El presidente ruso ayer volvió a repetir sus dudas sobre la posibilidad de que Asad haya empleado armas químicas contra la población y aseguró que muchos colegas de reunión «compartían su postura».
El «premier» británico, por otro lado, destacó la importancia de la formación de un «Gobierno de transición con plenos poderes ejecutivos», constituido por «consenso mutuo» y con sentido de «continuidad». «Debemos aprender de los errores del pasado. Acabar con un régimen no lo es todo. Los sirios deben saber que queremos mantener sus instituciones», recalcó. En ese sentido, realizó un llamamiento a aquellos que temen que la caída de Asad conduzca «al caos». Les exhortó a no temer los cambios, porque serán beneficiosos para el país.
Las conclusiones del G-8 señalan también que «todas las instituciones gubernamentales y oficinas públicas deben actuar conforme a criterios profesionales y de derechos humanos y operar bajo un liderazgo que inspire confianza». Pero en ninguna línea del texto se pide la salida definitiva del presidente sirio.
En aras de este acuerdo, los mandatarios insistieron en la necesidad de celebrar «cuanto antes» la conferencia de paz de Ginebra, a la que están convocados el régimen de Asad y los representantes de la oposición. Para que esta cumbre concluya con éxito, recalcaron que «ambas partes deben comprometerse de forma seria y constructiva» y trabajar por la «reconciliación». A la espera de que pueda llegar esta solución, los dirigentes políticos pactaron la entrega de 1.100 millones de euros para atender los llamamientos de la ONU.
Otra de las cuestiones ausentes en la declaración final fue la de armar a los rebeldes, tal y como había propuesto Barack Obama. A título personal, Cameron matizó que Reino Unido no había decidido nada aún en este aspecto. Pero, al finalizar la cumbre, Putin rechazó una vez más esta posibilidad explicando que este tipo de armas puede terminar en manos de terroristas y siendo utilizadas para cometer atentados en suelo europeo. En cambio, el presidente ruso defendió los acuerdos entre Moscú y Damasco, gracias a los cuales Asad recibe equipos militares. Insistió en que se trata de contratos ya firmados, si bien no descartó que las dos partes puedan llegar a otros acuerdos. «Pensamos que nuestro planteamiento [sobre Siria] es absolutamente irreprochable en el plano moral y en el jurídico», subrayó.
Fue David Cameron, el primer ministro británico, el responsable de leer las conclusiones de dos días intensos de negociaciones. Y en su papel de anfitrión se esmeró en recalcar que se había logrado un paso importante, ya que todos los participantes compartían la necesidad de actuar para acabar con el baño de sangre. Se apuntó como logro personal el hecho de que se hubiera aprobado una investigación que permita el acceso de un equipo de la ONU para aclarar las sospechas sobre el uso de armas químicas, algo, según dijo, «impensable hace tan sólo dos días». Pero lo cierto es que el comunicado final se limita a condenar el uso de estas técnicas, sin atribuirlas directamente al régimen, punto que también defendía Putin. El presidente ruso ayer volvió a repetir sus dudas sobre la posibilidad de que Asad haya empleado armas químicas contra la población y aseguró que muchos colegas de reunión «compartían su postura».
El «premier» británico, por otro lado, destacó la importancia de la formación de un «Gobierno de transición con plenos poderes ejecutivos», constituido por «consenso mutuo» y con sentido de «continuidad». «Debemos aprender de los errores del pasado. Acabar con un régimen no lo es todo. Los sirios deben saber que queremos mantener sus instituciones», recalcó. En ese sentido, realizó un llamamiento a aquellos que temen que la caída de Asad conduzca «al caos». Les exhortó a no temer los cambios, porque serán beneficiosos para el país.
Las conclusiones del G-8 señalan también que «todas las instituciones gubernamentales y oficinas públicas deben actuar conforme a criterios profesionales y de derechos humanos y operar bajo un liderazgo que inspire confianza». Pero en ninguna línea del texto se pide la salida definitiva del presidente sirio.
En aras de este acuerdo, los mandatarios insistieron en la necesidad de celebrar «cuanto antes» la conferencia de paz de Ginebra, a la que están convocados el régimen de Asad y los representantes de la oposición. Para que esta cumbre concluya con éxito, recalcaron que «ambas partes deben comprometerse de forma seria y constructiva» y trabajar por la «reconciliación». A la espera de que pueda llegar esta solución, los dirigentes políticos pactaron la entrega de 1.100 millones de euros para atender los llamamientos de la ONU.
Otra de las cuestiones ausentes en la declaración final fue la de armar a los rebeldes, tal y como había propuesto Barack Obama. A título personal, Cameron matizó que Reino Unido no había decidido nada aún en este aspecto. Pero, al finalizar la cumbre, Putin rechazó una vez más esta posibilidad explicando que este tipo de armas puede terminar en manos de terroristas y siendo utilizadas para cometer atentados en suelo europeo. En cambio, el presidente ruso defendió los acuerdos entre Moscú y Damasco, gracias a los cuales Asad recibe equipos militares. Insistió en que se trata de contratos ya firmados, si bien no descartó que las dos partes puedan llegar a otros acuerdos. «Pensamos que nuestro planteamiento [sobre Siria] es absolutamente irreprochable en el plano moral y en el jurídico», subrayó.
Putin negó haberse sentido aislado, «aunque algunos quisieran mucho que fuera así». «En ningún momento Rusia defendió en solitario su planteamiento con respecto a la solución del problema sirio», aseguró.
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