La «tercera mujer» del caso Petraeus ya no es cónsul honoraria
Día 28/11/2012 - 04.02h
Jill Kelley, amiga de los generales David Petraeus y John Allen cuya denuncia al FBI llevó a la dimisión del primero como director de la CIA, va a perder su condición de cónsul honoraria de Corea del Sur. Las autoridades coreanas consideran que Kelley, de 37 años, ha utilizado su posición para beneficio personal, según los medios coreanos.
Kelley, residente en Tampa (Florida), pidió protección a la Policía frente a los periodistas que merodeaban su casa cuando estalló el «caso Petraeus» alegando un supuesto privilegio diplomático que en realidad no tiene. Corea del Sur cuenta con quince cónsules honorarios en Estados Unidos, a los que paga 2.500 dólares anuales (cerca de 2.000 euros). Kelley deberá cambiar la matrícula de su Mercedes, en la que aparece «Honary Consul» y 1JK (siglas de su nombre).
El nombramiento de Kelley fue propuesto por el anterior embajador en Washington, a quien ella ayudó con sus contactos de gente influyente en la promoción del acuerdo de libre comercio entre ambos países aprobado finalmente por EE.UU. el año pasado.
Aún no se ha revelado el carácter de los miles páginas de comunicaciones entre Kelley y el general Allen, quien estuvo en el alto mando del Comando Central, con sede en Tampa, y que hasta final de año se mantiene como jefe de la OTAN en Afganistán (en ambas posiciones sucedió a Petraeus).
Mensajes anónimos de Paula Broadwell, la amante de Petraeus, dirigidos a Allen y Kelley adviritiendo de flirteos de ésta con el director de la CIA, fueron los que provocaron el comienzo de la investigación del FBI. La investigación llevó a la cuenta personal de correo electrónico que Broadwell compartía con Petraeus, en la que se hizo evidente la relación entre ellos dos, al margen de Holly, esposa del general.
Kelley ha contratado como abogado a Abbe Lowell, el mismo que ha defendido con éxito al ex candidato demócrata John Edwards de apropiarse de fondos de su campaña electoral. Por su parte, Broadwell ha acudido al despacho de Dee Dee Myers, secretaria de prensa de la Casa Blanca con Bill Clinton, para que le ayude a hacer frente a los aspectos públicos del caso.
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