Petraeus, un casanova en la CIA
FBI destapó el «affaire» sexual del director de los espías al abrir una investigación a su amante. El detonante fue un «e-mail amenazante» enviado por Paula Broadwell, biógrafa del general, a otra mujer
NUEVA YORK- El intachable ex general y director de la CIA, David H. Petraeus, levantó el teléfono el miércoles para explicarle al consejero de Seguridad Nacional del presidente, Tom Donilon, que necesitaba tratar con Barack Obama un asunto privado urgente. El presidente fue informado de los detalles de ese «asunto privado» por sus consejeros un día después, poco antes de encontrarse con Petraeus en la Casa Blanca. Allí, el ya ex director de la CIA presentó su dimisión a Obama por una relación extra matrimonial descubierta a raíz de una investigación iniciada por el FBI el pasado mes abril.
La caída de Petraeus, un héroe nacional en Estados Unidos, comenzó cuando su biógrafa Paula Broadwell, con quien mantenía un «affaire», envió un correo electrónico amenazante a una segunda mujer «muy cercana» al general, según declararon ayer tres fuentes distintas conocedoras de la investigación policial. Según estos funcionarios, la receptora de este mensaje se asustó tanto que pidió protección al FBI. Cuando los agentes federales decidieron examinar los correos electrónicos de Broadwell, descubrieron primero su intercambio de correspondencia electrónica con el director de la CIA. Más tarde, sorprendidos, se dieron cuenta de la relación extra matrimonial del jefe de los servicios secretos. En Washington eran conocidos los rumores sobre la debilidad del general por las mujeres.
De acuerdo con estas fuentes que han pedido permanecer en el anonimato, los mensajes amenazantes de Paula Broadwell no se hicieron a ningún miembro del Gobierno. Tampoco a ningún familiar del ex director de la CIA. Fuentes del Congreso indicaron ayer que el punto de partida de la investigación empezó por el altercado entre «dos mujeres». Pero no dieron más detalles a este respecto. Falta todavía por conocer las implicaciones de las averiguaciones del FBI, que ha declinado hacer ciertas aclaraciones sobre el contenido de las supuestas amenazas de la amante de Petraeus. La dimisión del ex general se produce unos días antes de su comparecencia ante el Congreso para esclarecer los puntos negros sobre el atentado contra el consulado de Bengasi (Libia), en el que perdió la vida el embajador estadounidense Christopher Stevens el pasado 11 de septiembre. Cuando Petraeus se estableció a las afueras de Virginia en septiembre de 2011 para dirigir la CIA, confesó a sus amigos lo mucho que le gustaba llegar a su casa para cenar con su mujer . Quizá por ello haya sorprendido la causa de su salida. Según el FBI, su relación con Broadwell habría empezado poco después de asumir su cargo como jefe de los espías, aunque otras informaciones aseguran que empezó en 2006. La relación terminó hace meses. Los agentes federales desmintieron ayer las especulaciones de los medios de comunicación sobre el hecho de que su investigación se centrase en posibles filtraciones de información clasificada o espionaje a periodistas o quizá a otro país. También indicaron que no examinan la infidelidad de Petraeus,ya que no es un asunto criminal.
En un principio, la investigación sobre el sistema de seguridad informático levantó preguntas sobre la idea de que la seguridad nacional se hubiera visto afectada, ya que había posibles indicaciones de que Broadwell, escritora y periodista, hubiese tenido acceso al correo del director de la CIA. Por ello se especuló con que fuese una de las razones que llevaron a Petraeus y la Casa Blanca a decidir que no podía seguir en su puesto. Todo ello, a pesar de que no es la primera vez que un director de la CIA se compromete en una relación sentimental fuera del matrimonio.
Este tipo de situaciones también sepuede ver en riesgo la seguridad nacional de un país debido a que los protagonistas pueden ser sometidos a chantaje. En la actualidad, los funcionarios de la seguridad nacional son advertidos de cómo utilizar sus cuentas de correo electrónico por las constantes amenazas de numerosos piratas informáticos.
La investigación empezó en abril, aunque Petraeus no fue interrogado por los agentes del FBI hasta hace relativamente poco. De momento, se ha confirmado que Petraeus intercambió correos electrónicos con Broadwell cuando estaba en Afganistán, aunque todavía no había una relación sentimental. Broadwell se puso en contacto con Petraeus para hacerle unas consultas sobre su tesis doctoral sobre liderazgo. Más tarde decidió ampliar su investigación y escribir un libro biográfico sobre el general. Con la dimisión de Petraeus, ayer se confirmó que será el nuevo director en funciones de la agencia, Michael Morrell, acusa al Congreso por el «Libiagate».
¿QUIÉN ES PAULA BROADWELL?
Paula Broadwell, de 40 años, casada y con dos hijos, conoció a David Petraeus, de 60 años, en la primavera de 2006. Entonces, él era teniente coronel y estaba trabajando en una estrategia de contrainsurgencia, que sería puesta a prueba durante su trabajo en Irak. Ella estaba en la Reserva del Ejército de Tierra y había servido en las Fuerzas Armadas. Entonces, Petraeus le dio su tarjeta de visita, y se ofreció para ayudarla en su investigación. Más tarde, ella se puso en contacto con él para que le echase una mano con su tesis, que después se convirtió en una biografía titulada «All In: The education of General David Petraeus».
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La caída de Petraeus, un héroe nacional en Estados Unidos, comenzó cuando su biógrafa Paula Broadwell, con quien mantenía un «affaire», envió un correo electrónico amenazante a una segunda mujer «muy cercana» al general, según declararon ayer tres fuentes distintas conocedoras de la investigación policial. Según estos funcionarios, la receptora de este mensaje se asustó tanto que pidió protección al FBI. Cuando los agentes federales decidieron examinar los correos electrónicos de Broadwell, descubrieron primero su intercambio de correspondencia electrónica con el director de la CIA. Más tarde, sorprendidos, se dieron cuenta de la relación extra matrimonial del jefe de los servicios secretos. En Washington eran conocidos los rumores sobre la debilidad del general por las mujeres.
De acuerdo con estas fuentes que han pedido permanecer en el anonimato, los mensajes amenazantes de Paula Broadwell no se hicieron a ningún miembro del Gobierno. Tampoco a ningún familiar del ex director de la CIA. Fuentes del Congreso indicaron ayer que el punto de partida de la investigación empezó por el altercado entre «dos mujeres». Pero no dieron más detalles a este respecto. Falta todavía por conocer las implicaciones de las averiguaciones del FBI, que ha declinado hacer ciertas aclaraciones sobre el contenido de las supuestas amenazas de la amante de Petraeus. La dimisión del ex general se produce unos días antes de su comparecencia ante el Congreso para esclarecer los puntos negros sobre el atentado contra el consulado de Bengasi (Libia), en el que perdió la vida el embajador estadounidense Christopher Stevens el pasado 11 de septiembre. Cuando Petraeus se estableció a las afueras de Virginia en septiembre de 2011 para dirigir la CIA, confesó a sus amigos lo mucho que le gustaba llegar a su casa para cenar con su mujer . Quizá por ello haya sorprendido la causa de su salida. Según el FBI, su relación con Broadwell habría empezado poco después de asumir su cargo como jefe de los espías, aunque otras informaciones aseguran que empezó en 2006. La relación terminó hace meses. Los agentes federales desmintieron ayer las especulaciones de los medios de comunicación sobre el hecho de que su investigación se centrase en posibles filtraciones de información clasificada o espionaje a periodistas o quizá a otro país. También indicaron que no examinan la infidelidad de Petraeus,ya que no es un asunto criminal.
En un principio, la investigación sobre el sistema de seguridad informático levantó preguntas sobre la idea de que la seguridad nacional se hubiera visto afectada, ya que había posibles indicaciones de que Broadwell, escritora y periodista, hubiese tenido acceso al correo del director de la CIA. Por ello se especuló con que fuese una de las razones que llevaron a Petraeus y la Casa Blanca a decidir que no podía seguir en su puesto. Todo ello, a pesar de que no es la primera vez que un director de la CIA se compromete en una relación sentimental fuera del matrimonio.
Este tipo de situaciones también sepuede ver en riesgo la seguridad nacional de un país debido a que los protagonistas pueden ser sometidos a chantaje. En la actualidad, los funcionarios de la seguridad nacional son advertidos de cómo utilizar sus cuentas de correo electrónico por las constantes amenazas de numerosos piratas informáticos.
La investigación empezó en abril, aunque Petraeus no fue interrogado por los agentes del FBI hasta hace relativamente poco. De momento, se ha confirmado que Petraeus intercambió correos electrónicos con Broadwell cuando estaba en Afganistán, aunque todavía no había una relación sentimental. Broadwell se puso en contacto con Petraeus para hacerle unas consultas sobre su tesis doctoral sobre liderazgo. Más tarde decidió ampliar su investigación y escribir un libro biográfico sobre el general. Con la dimisión de Petraeus, ayer se confirmó que será el nuevo director en funciones de la agencia, Michael Morrell, acusa al Congreso por el «Libiagate».
¿QUIÉN ES PAULA BROADWELL?
Paula Broadwell, de 40 años, casada y con dos hijos, conoció a David Petraeus, de 60 años, en la primavera de 2006. Entonces, él era teniente coronel y estaba trabajando en una estrategia de contrainsurgencia, que sería puesta a prueba durante su trabajo en Irak. Ella estaba en la Reserva del Ejército de Tierra y había servido en las Fuerzas Armadas. Entonces, Petraeus le dio su tarjeta de visita, y se ofreció para ayudarla en su investigación. Más tarde, ella se puso en contacto con él para que le echase una mano con su tesis, que después se convirtió en una biografía titulada «All In: The education of General David Petraeus».
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Los riesgos del ‘caso Petraeus’
El jefe de la CIA tenía una comparecencia clave en el Capitolio la próxima semana
Existen dudas sobre si demoró la renuncia para no influir en la carrera presidencial
Antonio Caño Washington11 NOV 2012 - 05:55 CET
La dimisión del director de la CIA, el general David Petraeus, una de esas historias en las que el drama personal, el interés nacional y el morbo popular se confunden peligrosamente, ha dejado suficientes puntos oscuros como para provocar en los próximos días repercusiones políticas de imprevisibles consecuencias. La renuncia se produjo al hilo de una investigación del FBI sobre una brecha en la seguridad del jefe del espionaje, y en un momento muy delicado del calendario electoral.
El caso, por lo que hasta ahora se conoce oficialmente, no es más que la decisión de un hombre —por lo demás, un militar de inmaculado historial y gran reputación— que cree que su vida sentimental le impide seguir desarrollando eficazmente su trabajo. El jefe de la CIA confesó en su carta de dimisión que había tenido una relación extramatrimonial, y no ha negado después la información de que su amante era Paula Broadwell, con la que compartió tiempo durante los dos años en los que esta trabajó en su biografía, All In: The Education of General David Petraeus.
Broadwell está casada y es madre de dos hijos. También Petraeus tiene esposa, Holly, a la que conoció en 1973, durante su paso por la Academia Militar de West Point. Broadwell y Petraeus han viajado varias veces juntos a Afganistán, donde él fue hasta el año pasado jefe de las tropas norteamericanas, y de esos contactos nació un afecto mutuo. Ella se ha referido públicamente a Petraeus como “mi mentor”, y no ha ocultado su admiración por él. “He conocido su lado más personal”, confesó Broadwell en una entrevista reciente a la cadena CBS.
Hasta ahí, no es más que un ejemplo de cómo la pasión se interpone en el camino de cualquier ser humano, sin consideración a la relevancia de su cargo o la gravedad de sus consecuencias. Son las circunstancias que rodean este romance las que lo hacen eventualmente explosivo. Son las respuestas a las comprometidas preguntas de quién supo qué y cuándo, las que pueden generar una crisis.
El caso Petraeus tiene, al menos, tres ángulos polémicos: el anuncio de su renuncia pocos días antes de que debiera comparecer ante el Congreso para aclarar el ataque contra el consulado norteamericano en Bengasi (Libia), la revelación de este episodio solo tres días después de la celebración de las elecciones presidenciales y el riesgo de que se haya producido una filtración de secretos de Estado.
Petraeus debía de responder el miércoles ante un comité en el Capitolio sobre los posibles fallos de seguridad que dieron lugar el pasado 11 de septiembre a la muerte de cuatro norteamericanos, incluido el embajador de Estados Unidos en Libia, Christopher Stevens. Como se ha sabido posteriormente, el consulado en Bengasi era, prácticamente, una base de actuación de la CIA, organización a la que pertenecían todas las víctimas, menos el embajador, y que estaba encargada de su seguridad. Sobre ese ataque han circulado hasta ahora diversas versiones contradictorias, que no llegaron a crear más controversia al coincidir con un momento en el que la atención estaba puesta en la campaña electoral.
Fue también durante esas últimas semanas de la campaña cuando, según algunos medios de comunicación norteamericanos, el FBI descubrió que el correo de Petraeus en su cuenta personal de Gmail, no el que usa profesionalmente como director de la CIA, había sido utilizado por otra persona con mensajes, cuyo contenido no se conoce, pero que no parecía coherente con la personalidad y la posición de Petraeus. Es decir, puede que hubiese mensajes obscenos o algunas revelaciones sobre lugares de cita y horas de desplazamiento. Todo ello, material que, en manos de enemigos de EE UU, puede resultar valioso.
El tercer aspecto de controversia es el de cuándo se supo este asunto, antes o después de las elecciones. Es obvio que los efectos de la noticia podían haber sido distintos tres días antes del 6 de noviembre o tres después. La Casa Blanca ha informado de que Petraeus habló por teléfono el miércoles pasado con el consejero de Seguridad Nacional, Thomas Donilon, para pedirle una cita con el presidente y exponerle su situación. Un día después, el jueves, Barack Obama recibió al director de la CIA, quien le entregó su carta de dimisión. Según esta versión, el presidente no la aceptó de inmediato. Se tomó para decidir hasta el viernes, que fue cuando el caso de hizo público. Ese mismo día por la mañana la agencia de inteligencia le adelantó la noticia a los principales líderes del Congreso.
Ese relato de los hechos, incluso siendo cierto, se enfrenta a dos dudas: ¿Esperó Petraeus a presentar la renuncia para no afectar a la carrera presidencial? ¿No informó el FBI a la Casa Blanca ni al Congreso acerca de su investigación sobre una figura tan relevante como el director de la CIA? Según The New York Times, la primera indicación que el FBI dio a los comités de Inteligencia del Senado y de la Cámara de Representantes de que había una actividad sospechosa en el correo electrónico de Petraeus fue esta misma semana. Como el diario recuerda, la ley obliga a que los presidentes de esos comités estén informados de cualquier movimiento significativo en materia de espionaje.
Ahora se abren múltiples posibles desarrollos del caso. Uno, en el terreno de la justicia militar, que considera el adulterio un delito, aunque, en realidad, nunca se actúa en esa materia y, mucho menos, en las circunstancias de Petraeus, que está en retiro desde el año pasado. Otro, más probable, es el de una investigación parlamentaria, sobre la base de que se ha ocultado información relevante al Congreso.
El general Petraeus es una figura que goza de admiración en este país y a quien, más allá de las habituales envidias entre las filas militares por su enorme fama y protagonismo, no se le conocen enemigos declarados. Sin embargo, para el Partido Republicano esta puede ser una oportunidad de empezar a erosionar al presidente a los pocos días de su reelección. El caso Petraeus se ha cruzado, además, con una negociación vital para el futuro de la economía norteamericana, como la del abismo fiscal.
El caso, por lo que hasta ahora se conoce oficialmente, no es más que la decisión de un hombre —por lo demás, un militar de inmaculado historial y gran reputación— que cree que su vida sentimental le impide seguir desarrollando eficazmente su trabajo. El jefe de la CIA confesó en su carta de dimisión que había tenido una relación extramatrimonial, y no ha negado después la información de que su amante era Paula Broadwell, con la que compartió tiempo durante los dos años en los que esta trabajó en su biografía, All In: The Education of General David Petraeus.
Broadwell está casada y es madre de dos hijos. También Petraeus tiene esposa, Holly, a la que conoció en 1973, durante su paso por la Academia Militar de West Point. Broadwell y Petraeus han viajado varias veces juntos a Afganistán, donde él fue hasta el año pasado jefe de las tropas norteamericanas, y de esos contactos nació un afecto mutuo. Ella se ha referido públicamente a Petraeus como “mi mentor”, y no ha ocultado su admiración por él. “He conocido su lado más personal”, confesó Broadwell en una entrevista reciente a la cadena CBS.
Hasta ahí, no es más que un ejemplo de cómo la pasión se interpone en el camino de cualquier ser humano, sin consideración a la relevancia de su cargo o la gravedad de sus consecuencias. Son las circunstancias que rodean este romance las que lo hacen eventualmente explosivo. Son las respuestas a las comprometidas preguntas de quién supo qué y cuándo, las que pueden generar una crisis.
El caso Petraeus tiene, al menos, tres ángulos polémicos: el anuncio de su renuncia pocos días antes de que debiera comparecer ante el Congreso para aclarar el ataque contra el consulado norteamericano en Bengasi (Libia), la revelación de este episodio solo tres días después de la celebración de las elecciones presidenciales y el riesgo de que se haya producido una filtración de secretos de Estado.
Petraeus debía de responder el miércoles ante un comité en el Capitolio sobre los posibles fallos de seguridad que dieron lugar el pasado 11 de septiembre a la muerte de cuatro norteamericanos, incluido el embajador de Estados Unidos en Libia, Christopher Stevens. Como se ha sabido posteriormente, el consulado en Bengasi era, prácticamente, una base de actuación de la CIA, organización a la que pertenecían todas las víctimas, menos el embajador, y que estaba encargada de su seguridad. Sobre ese ataque han circulado hasta ahora diversas versiones contradictorias, que no llegaron a crear más controversia al coincidir con un momento en el que la atención estaba puesta en la campaña electoral.
Fue también durante esas últimas semanas de la campaña cuando, según algunos medios de comunicación norteamericanos, el FBI descubrió que el correo de Petraeus en su cuenta personal de Gmail, no el que usa profesionalmente como director de la CIA, había sido utilizado por otra persona con mensajes, cuyo contenido no se conoce, pero que no parecía coherente con la personalidad y la posición de Petraeus. Es decir, puede que hubiese mensajes obscenos o algunas revelaciones sobre lugares de cita y horas de desplazamiento. Todo ello, material que, en manos de enemigos de EE UU, puede resultar valioso.
El tercer aspecto de controversia es el de cuándo se supo este asunto, antes o después de las elecciones. Es obvio que los efectos de la noticia podían haber sido distintos tres días antes del 6 de noviembre o tres después. La Casa Blanca ha informado de que Petraeus habló por teléfono el miércoles pasado con el consejero de Seguridad Nacional, Thomas Donilon, para pedirle una cita con el presidente y exponerle su situación. Un día después, el jueves, Barack Obama recibió al director de la CIA, quien le entregó su carta de dimisión. Según esta versión, el presidente no la aceptó de inmediato. Se tomó para decidir hasta el viernes, que fue cuando el caso de hizo público. Ese mismo día por la mañana la agencia de inteligencia le adelantó la noticia a los principales líderes del Congreso.
Ese relato de los hechos, incluso siendo cierto, se enfrenta a dos dudas: ¿Esperó Petraeus a presentar la renuncia para no afectar a la carrera presidencial? ¿No informó el FBI a la Casa Blanca ni al Congreso acerca de su investigación sobre una figura tan relevante como el director de la CIA? Según The New York Times, la primera indicación que el FBI dio a los comités de Inteligencia del Senado y de la Cámara de Representantes de que había una actividad sospechosa en el correo electrónico de Petraeus fue esta misma semana. Como el diario recuerda, la ley obliga a que los presidentes de esos comités estén informados de cualquier movimiento significativo en materia de espionaje.
Ahora se abren múltiples posibles desarrollos del caso. Uno, en el terreno de la justicia militar, que considera el adulterio un delito, aunque, en realidad, nunca se actúa en esa materia y, mucho menos, en las circunstancias de Petraeus, que está en retiro desde el año pasado. Otro, más probable, es el de una investigación parlamentaria, sobre la base de que se ha ocultado información relevante al Congreso.
El general Petraeus es una figura que goza de admiración en este país y a quien, más allá de las habituales envidias entre las filas militares por su enorme fama y protagonismo, no se le conocen enemigos declarados. Sin embargo, para el Partido Republicano esta puede ser una oportunidad de empezar a erosionar al presidente a los pocos días de su reelección. El caso Petraeus se ha cruzado, además, con una negociación vital para el futuro de la economía norteamericana, como la del abismo fiscal.
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