La caída de los generales
El «affaire» Petraeus salpica también al mando de las fuerzas de la OTAN en Afganistán, John Allen
La bomba informativa que terminó con la dimisión de David Petraeus como director de la CIA amenaza con llevarse por medio a otro general de cuatro estrellas. El nombramiento de John Allen, actual comandante en jefe de Estados Unidos en Afganistán, para convertirse en el comandante supremo de la OTAN en Europa ha sido paralizado a petición del Pentágono y con el consentimiento del presidente Barack Obama. Según Leon Panetta, predecesor de Petraeus al frente de la CIA y actual jefe del Pentágono, «el FBI refirió al departamento de Defensa un asunto que concernía al general Allen, comandante de la ISAF en Afganistán el domingo». El lunes, «la secretaría encauzó el asunto para que el inspector general del departamento de Defensa lo investigue», explicó Panetta. Si bien Allen seguirá con su puesto en Afganistán mientras la investigación sigue su curso, el Pentágono indicó que su ascenso tendrá que esperar. Obama está de acuerdo en que se deje en suspenso la postulación de Allen.
Al general que precisamente sucedió en 2011 a Petraeus en Afganistán se le acusa de mantener una comunicación impropia con Jill Kelley. Allen es otro de los militares prominentes del Ejército de Estados Unidos y parece que no va ser el único nombre que saldrá a relucir. Kelley, de origen libanés, y casada con el cirujano Scott Kelley y residente en Tampa, Florida, es amiga de los Petraeus por sus distintas colaboraciones para recaudar fondos para la base aérea de MacDill. Paula Broadwell, biógrafa y amante de Petraeus, mandó a Kelley correos electrónicos amenazantes desde una cuenta anónima en julio pasado. Aunque de lejos se podía atisbar el tono celoso de las misivas, Kelley, de 37 años, se lo contó a un amigo agente del FBI, quien se puso a investigarlo. Pero lo sorpresa ha sido no sólo que Broadwell mantuviera un «affaire» con el director de la CIA, sino que el general Allen escribió miles de correos «inapropiados» a Kelley. El FBI informó al Departamento de Defensa el domingo que tenían entre 20.000 y 30.000 páginas de comunicaciones, la mayoría e-mails de entre el año 2010 y 2012 a la libanesa.
Pese a todas las elucubraciones sobre el contenido de los correos electrónicos, un responsable del Departamento de Defensa y próximo a Allen negó al «Washington Post» que se tratara de «relaciones inapropiadas». «Jill y Kathy [esposa del general] son buenas amigas y las dos están avergonzadas». «Él nunca llegó a estar a solas con Jill», sentenció la fuente militar. Si esto finalmente es cierto, el plazo de espera para el ascenso del encumbrado general será corto. El mismo Panetta –también con el beneplácito de Obama– pidió al Senado que confirme (mañana) al general Joseph Dunford, comandante asistente de los Marines, como sucesor de Allen al frente de Afganistán. Esto es sinónimo de la importancia que tiene Afganistán para la política exterior de Estados Unidos, que está preparando la retirada total de las tropas para el año 2014.
El coautor de la biografía de Petraeus, Vernon Loeb, no sabía nada de lo que estaba ocurriendo entre Broadwell y el protagonista. «Trabajé con ella durante 16 meses en un libro sobre el año en que Petreaus dirigió la guerra en Afganistán. En alguna ocasión, sus miradas y su cercanía al general podrían haber levantado alguna ceja entre algún colega, pero yo nunca me lo tomé en serio», reconoce. Incluso el día que saltó la noticia le dio a «Paula el beneficio de la duda». En la madrugada de ayer, agentes del FBI accedieron al hogar de Paula Broadwell en Charlotte (Carolina del Norte). De la vivienda de Broadwell, que en el momento en el que saltó la noticia el viernes se encontraba con su marido de fin de semana romántico rural en Virginia, los agentes federales sacaron dos ordenadores y hasta diez cajas. Petraeus negó ayer que en dichos ordenadores hubiera información sensible facilitada por él, es decir, que lo habrá adquirido de otros militares. Lo que todavía no ha negado es la información publicada en el «New York Post» según la cual Petraeus habría ayudado a la hermana gemela de Jill Kelley para recuperar la custodia de su hijo. Cuando ya era director de la CIA, Petraeus escribió una carta a la corte del Distrito de Columbia donde el ex marido presentó el divorcio hace tres años y ganó la custodia de su hijo de 4 años.
Por si el nombre de Jill Kelley, epicentro de la crisis dentro de la CIA, había salido poco, ayer también se supo que el agente del FBI y amigo de Kelley al que confesó que estaba siendo acosada virtualmente tuvo que ser relegado de la investigación. Según el diario «The Wall Street Journal», los federales descubrieron que le había mandado una fotografía a Kelley sin camiseta.
Al general que precisamente sucedió en 2011 a Petraeus en Afganistán se le acusa de mantener una comunicación impropia con Jill Kelley. Allen es otro de los militares prominentes del Ejército de Estados Unidos y parece que no va ser el único nombre que saldrá a relucir. Kelley, de origen libanés, y casada con el cirujano Scott Kelley y residente en Tampa, Florida, es amiga de los Petraeus por sus distintas colaboraciones para recaudar fondos para la base aérea de MacDill. Paula Broadwell, biógrafa y amante de Petraeus, mandó a Kelley correos electrónicos amenazantes desde una cuenta anónima en julio pasado. Aunque de lejos se podía atisbar el tono celoso de las misivas, Kelley, de 37 años, se lo contó a un amigo agente del FBI, quien se puso a investigarlo. Pero lo sorpresa ha sido no sólo que Broadwell mantuviera un «affaire» con el director de la CIA, sino que el general Allen escribió miles de correos «inapropiados» a Kelley. El FBI informó al Departamento de Defensa el domingo que tenían entre 20.000 y 30.000 páginas de comunicaciones, la mayoría e-mails de entre el año 2010 y 2012 a la libanesa.
Pese a todas las elucubraciones sobre el contenido de los correos electrónicos, un responsable del Departamento de Defensa y próximo a Allen negó al «Washington Post» que se tratara de «relaciones inapropiadas». «Jill y Kathy [esposa del general] son buenas amigas y las dos están avergonzadas». «Él nunca llegó a estar a solas con Jill», sentenció la fuente militar. Si esto finalmente es cierto, el plazo de espera para el ascenso del encumbrado general será corto. El mismo Panetta –también con el beneplácito de Obama– pidió al Senado que confirme (mañana) al general Joseph Dunford, comandante asistente de los Marines, como sucesor de Allen al frente de Afganistán. Esto es sinónimo de la importancia que tiene Afganistán para la política exterior de Estados Unidos, que está preparando la retirada total de las tropas para el año 2014.
El coautor de la biografía de Petraeus, Vernon Loeb, no sabía nada de lo que estaba ocurriendo entre Broadwell y el protagonista. «Trabajé con ella durante 16 meses en un libro sobre el año en que Petreaus dirigió la guerra en Afganistán. En alguna ocasión, sus miradas y su cercanía al general podrían haber levantado alguna ceja entre algún colega, pero yo nunca me lo tomé en serio», reconoce. Incluso el día que saltó la noticia le dio a «Paula el beneficio de la duda». En la madrugada de ayer, agentes del FBI accedieron al hogar de Paula Broadwell en Charlotte (Carolina del Norte). De la vivienda de Broadwell, que en el momento en el que saltó la noticia el viernes se encontraba con su marido de fin de semana romántico rural en Virginia, los agentes federales sacaron dos ordenadores y hasta diez cajas. Petraeus negó ayer que en dichos ordenadores hubiera información sensible facilitada por él, es decir, que lo habrá adquirido de otros militares. Lo que todavía no ha negado es la información publicada en el «New York Post» según la cual Petraeus habría ayudado a la hermana gemela de Jill Kelley para recuperar la custodia de su hijo. Cuando ya era director de la CIA, Petraeus escribió una carta a la corte del Distrito de Columbia donde el ex marido presentó el divorcio hace tres años y ganó la custodia de su hijo de 4 años.
Por si el nombre de Jill Kelley, epicentro de la crisis dentro de la CIA, había salido poco, ayer también se supo que el agente del FBI y amigo de Kelley al que confesó que estaba siendo acosada virtualmente tuvo que ser relegado de la investigación. Según el diario «The Wall Street Journal», los federales descubrieron que le había mandado una fotografía a Kelley sin camiseta.
--O--
Otro escándalo extramatrimonial apunta ahora al jefe de la OTAN y EEUU en Afganistán
El comandante en jefe de las tropas de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán, el general John Allen, también podría estar implicado en un escándalo extramatrimonial, más concretamente con la mujer cuya amistad con David Petraeus había provocado los celos de la amante de éste y, en consecuencia, los correos electrónicos comprometedores que condujeron finalmente a la dimisión del director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Según ha informado este martes el Pentágono al diario 'The Washington Post', la Policía Federal de Estados Unidos (FBI) ha descubierto entre 20.000 y 30.000 páginas de documentos --la mayoría correos electrónicos-- con contenidos "potencialmente inapropiados" entre el general Allen y Jill Kelley, una voluntaria social de 37 años, vecina de Tampa (Florida), con fuertes vínculos familiares con militares de la Base Aérea de MacDill.
El general Allen, del cuerpo de los Marines, había sucedido precisamente al general Petraeus como comandante en jefe en Afganistán en julio de 2011, cuando éste segundo asumió la dirección de la CIA.
El FBI notificó el pasado domingo al Pentágono sus investigaciones sobre los correos entre Allen y Kelley, según indicaron las citadas fuentes de Defensa, citadas este martes por el diario estadounidense.
En respuesta, el secretario de Defensa, Leon Panetta, ha ordenado una investigación al departamento correspondiente del Pentágono, aunque ha precisado, en un comunicado, que Allen podrá seguir al frente de las fuerzas de la OTAN y Estados Unidos en Afganistán, "dado que el asunto está siendo investigado y a la espera de que se determinen los hechos".
No obstante, según el 'Post', el plazo va a ser corto, ya que el propio Panetta ha pedido al Senado que confirme al general de los Marines Joseph Dunford como nuevo comandante en jefe en Afganistán, cargo para el que había sido nombrado el pasado mes de octubre por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. La confirmación podría producirse este mismo jueves.
El general Allen ha sido nombrado por la Casa Blanca para ejercer de comandante supremo aliado de la OTAN en Europa, pero el propio Panetta ha advertido de que este nombramiento está pendiente del resultado de las investigaciones. El jefe del Pentágono también ha anunciado que se ha informado a la Casa Blanca y a las dos Cámaras del Congreso de las investigaciones abiertas por el FBI sobre Allen, el cual, ha asegurado, disfrutará de un "debido proceso".
El Pentágono no ha querido precisar la naturaleza de las supuestas relaciones entre Kelley y Allen. No obstante, un responsable del Departamento de Defensa próximo al general ha negado en declaraciones al 'Post' que se tratase de "relaciones inapropiadas".
"El nunca llegó a estar a solas con ella", aseveró el alto responsable, cuyo nombre no se cita. Jill Kelley y Kathy Allen, la esposa del general, son "buenas amigas" y ambas están "avergonzadas" por toda esta historia, agregó.
El mismo responsable del Pentágono ha puesto en duda el volumen de las comunicaciones de que ha informado el propio departamento de Defensa y ha asegurado todo se limitó a "unos pocos cientos de correos electrónicos a lo largo de dos años", la mayoria de ellos sobre "asuntos rutinarios".
David Petraeus presentó su dimisión a Obama el pasado viernes, que le fue aceptada, en una carta en la que confesaba que había mantenido "relaciones extramatrimoniales".
La caída de Petraeus fue posible tras la apertura de una investigación por parte del FBI a petición, precisamente, de Jill Kelley, la cual había recibido correos electrónicos amenazantes de la biógrafa y amante del exdirector de la CIA, Paula Broadwell, celosa de la amistad entre Petraeus y Kelley. Las investigaciones permitieron descubrir los correos con contenido comprometedor que se enviaban Broadwell y Petraeus.
En una declaración obtenida por ABC News, Kelley ha reconocido que mantuvo una amistad con "el general Petraeus y su familia durante unos cinco años" y ha reclamado respeto a su "privacidad".
El general Allen, del cuerpo de los Marines, había sucedido precisamente al general Petraeus como comandante en jefe en Afganistán en julio de 2011, cuando éste segundo asumió la dirección de la CIA.
El FBI notificó el pasado domingo al Pentágono sus investigaciones sobre los correos entre Allen y Kelley, según indicaron las citadas fuentes de Defensa, citadas este martes por el diario estadounidense.
En respuesta, el secretario de Defensa, Leon Panetta, ha ordenado una investigación al departamento correspondiente del Pentágono, aunque ha precisado, en un comunicado, que Allen podrá seguir al frente de las fuerzas de la OTAN y Estados Unidos en Afganistán, "dado que el asunto está siendo investigado y a la espera de que se determinen los hechos".
No obstante, según el 'Post', el plazo va a ser corto, ya que el propio Panetta ha pedido al Senado que confirme al general de los Marines Joseph Dunford como nuevo comandante en jefe en Afganistán, cargo para el que había sido nombrado el pasado mes de octubre por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. La confirmación podría producirse este mismo jueves.
El general Allen ha sido nombrado por la Casa Blanca para ejercer de comandante supremo aliado de la OTAN en Europa, pero el propio Panetta ha advertido de que este nombramiento está pendiente del resultado de las investigaciones. El jefe del Pentágono también ha anunciado que se ha informado a la Casa Blanca y a las dos Cámaras del Congreso de las investigaciones abiertas por el FBI sobre Allen, el cual, ha asegurado, disfrutará de un "debido proceso".
El Pentágono no ha querido precisar la naturaleza de las supuestas relaciones entre Kelley y Allen. No obstante, un responsable del Departamento de Defensa próximo al general ha negado en declaraciones al 'Post' que se tratase de "relaciones inapropiadas".
"El nunca llegó a estar a solas con ella", aseveró el alto responsable, cuyo nombre no se cita. Jill Kelley y Kathy Allen, la esposa del general, son "buenas amigas" y ambas están "avergonzadas" por toda esta historia, agregó.
El mismo responsable del Pentágono ha puesto en duda el volumen de las comunicaciones de que ha informado el propio departamento de Defensa y ha asegurado todo se limitó a "unos pocos cientos de correos electrónicos a lo largo de dos años", la mayoria de ellos sobre "asuntos rutinarios".
David Petraeus presentó su dimisión a Obama el pasado viernes, que le fue aceptada, en una carta en la que confesaba que había mantenido "relaciones extramatrimoniales".
La caída de Petraeus fue posible tras la apertura de una investigación por parte del FBI a petición, precisamente, de Jill Kelley, la cual había recibido correos electrónicos amenazantes de la biógrafa y amante del exdirector de la CIA, Paula Broadwell, celosa de la amistad entre Petraeus y Kelley. Las investigaciones permitieron descubrir los correos con contenido comprometedor que se enviaban Broadwell y Petraeus.
En una declaración obtenida por ABC News, Kelley ha reconocido que mantuvo una amistad con "el general Petraeus y su familia durante unos cinco años" y ha reclamado respeto a su "privacidad".
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l adulterio, un crimen castrense; por César Vidal
El Pentágono comunicó ayer que el jefe supremo de las fuerzas en Afganistán, John Allen, un general de cuatro estrellas procedente del cuerpo de marines, también se encuentra sujeto a investigación por «comunicaciones inapropiadas». El sujeto de las mencionadas comunicaciones sería Kelley, la ebúrnea libanesa que, supuestamente, habría recibido emails amenazadores de Paula Broadwell, la amante de Petraeus. Al parecer, el hecho de que Allen también se viera implicado en el escándalo le fue comunicado a Leon Panetta, secretario de Defensa, el domingo por el FBI y, al cabo de unas horas, Panetta ordenó que se llevara a cabo una investigación. La tarea no va a ser fácil porque, según fuentes oficiales, ahora mismo el FBI está analizando entre 20.000 y 30.000 páginas de emails y otros documentos que se cruzaron entre Allen y Kelley entre 2010 y 2012.
De momento no se ha llevado a cabo ninguna comunicación en el sentido de aclarar si puede haber información clasificada en los mismos, ni tampoco si aparecen referencias a Petraeus. Allen se encuentra en una delicadísima situación tanto personal como institucional. Como oficial con mando, podría ser juzgado por un consejo de guerra si se descubriera que cometió adulterio, ya que esa conducta aparece tipificada en el código militar. Todo esto sucede en unos momentos en que Allen está ocupado en diseñar la estrategia de retirada de Afganistán, que debería comenzar en 2013 y concluir en 2014. Se trata de un cometido muy delicado, ya que con Petraeus la guerra de Afganistán llegó a un punto muerto y hoy no parece que se pueda llegar a un acuerdo con los talibanes ni tampoco que las autoridades afganas sean capaces de mantenerse en el poder tras la salida de los aliados. Se produciría así una situación muy similar a la de Vietnam tras la firma de los acuerdos de paz de 1973, cuando EE UU se retiró y el Gobierno survietnamita no pudo enfrentarse poco más de un año después con la ofensiva definitiva del Vietcong. Se suponía que Allen debía entregar un anticipo del plan de retirada a Panetta en el curso de las próximas semanas.
Allen de momento retiene el mando, pero no cabe duda de que la situación es muy espinosa. Como es lógico, la cuestión de fondo que se va perfilando es la de determinar quién era Kelley que mantenía una relación tan estrecha no sólo con Petraeus sino también con Allen. Ya es conocido que la familia de Kelley tenía relaciones de amistad con el ex jefe de la CIA, pero más allá de esa circunstancia, no es funcionaria ni empleada del Gobierno y su relación con las Fuerzas Armadas no iba más allá que la de ser lo que aquí se describe como una «relaciones públicas sin remuneración», en la base aérea de MacDill. Parece, pues, excesivo y sospechoso que desde esa posición mantuviera relaciones tan estrechas con dos generales de cuatro estrellas. No extraña que en los últimos días más de uno haya pensado con verdadero horror en la posibilidad de que nos encontremos ante un nuevo «escándalo Profumo» que ponga de manifiesto la porosidad del sistema de inteligencia occidental frente a los enemigos de la libertad.
De momento no se ha llevado a cabo ninguna comunicación en el sentido de aclarar si puede haber información clasificada en los mismos, ni tampoco si aparecen referencias a Petraeus. Allen se encuentra en una delicadísima situación tanto personal como institucional. Como oficial con mando, podría ser juzgado por un consejo de guerra si se descubriera que cometió adulterio, ya que esa conducta aparece tipificada en el código militar. Todo esto sucede en unos momentos en que Allen está ocupado en diseñar la estrategia de retirada de Afganistán, que debería comenzar en 2013 y concluir en 2014. Se trata de un cometido muy delicado, ya que con Petraeus la guerra de Afganistán llegó a un punto muerto y hoy no parece que se pueda llegar a un acuerdo con los talibanes ni tampoco que las autoridades afganas sean capaces de mantenerse en el poder tras la salida de los aliados. Se produciría así una situación muy similar a la de Vietnam tras la firma de los acuerdos de paz de 1973, cuando EE UU se retiró y el Gobierno survietnamita no pudo enfrentarse poco más de un año después con la ofensiva definitiva del Vietcong. Se suponía que Allen debía entregar un anticipo del plan de retirada a Panetta en el curso de las próximas semanas.
Allen de momento retiene el mando, pero no cabe duda de que la situación es muy espinosa. Como es lógico, la cuestión de fondo que se va perfilando es la de determinar quién era Kelley que mantenía una relación tan estrecha no sólo con Petraeus sino también con Allen. Ya es conocido que la familia de Kelley tenía relaciones de amistad con el ex jefe de la CIA, pero más allá de esa circunstancia, no es funcionaria ni empleada del Gobierno y su relación con las Fuerzas Armadas no iba más allá que la de ser lo que aquí se describe como una «relaciones públicas sin remuneración», en la base aérea de MacDill. Parece, pues, excesivo y sospechoso que desde esa posición mantuviera relaciones tan estrechas con dos generales de cuatro estrellas. No extraña que en los últimos días más de uno haya pensado con verdadero horror en la posibilidad de que nos encontremos ante un nuevo «escándalo Profumo» que ponga de manifiesto la porosidad del sistema de inteligencia occidental frente a los enemigos de la libertad.
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