Ocho puntos para comprender el conflicto en Siria
Desde hace casi quince meses la revolución siria ha ido evolucionando hasta estar muy próxima a una guerra civil
Día 10/06/2012 - 03.00h
Casi quince meses. Cerca de 13.000 muertos. 500.000 desplazados internos. 73.000 refugiados en países vecinos. Muertes a diario y un conflicto que, a medida que pasa el tiempo, se aproxima más a una guerra civil.
Son las características que, desgraciadamente, a día de hoy reúne Siria. Un país cuyo gobernante, Bashar Al Assad, pese a su aislamiento internacional –con la excepción de determinados aliados- no cede a la hora de satisfacer las demandas de su pueblo. Una población cuya muerte y desgaste contemplamos a diario y que, desde fuera, suscita múltiples interrogantes que tienen al frente uno muy evidente: ¿Por qué no se interviene?
Siria es un país enormemente complejo y, en el momento en el que comienzan las protestas contra su régimen, aún está «caliente» el éxito logrado en el contexto de las revueltas árabes por los vecinos Túnez y Egipto, lo que lanzó a los sirios a seguir su ejemplo y hacer escuchar sus demandas. Sin embargo, en su caso, las características que reúnen hacen complicado un final inmediato semejante.
Estos son los puntos clave para comprender cómo ha evolucionado el conflicto, lo que se ha hecho hasta ahora y en dónde nos encontramos.
1. Así empezó todo
La fecha clave es el 15 de marzo de 2011, si bien es cierto que ya en el mes de febrero circulaban por las redes sociales convocatorias anónimas para echarse a las calles y artículos de blogueros en los que se pedía un cambio en el régimen sirio y su partido único, Baaz, encabezado por Al Assad. Pero fue ese día en el que familiares de unos menores de edad que fueron detenidos por una pintada reivindicativa se manifestaron en Deraa, que se convirtió entonces en el epicentro de las manifestaciones.
Las muertes comienzan casi de inmediato y, ocho días después de ese quince de marzo, una portavoz del presidente –al que en ese momento no se ha visto aún-, anuncia las mayores reformas en décadas en el país para satisfacer las «legítimas» demandas del pueblo: derogar la ley de emergencia en vigor desde 1963, subir el salario mínimo a los funcionarios, más sanidad, crear nuevas leyes para garantizar un mayor control al gobierno, la creación de empleo y, además, formar un comité que analice la situación en Deraa, donde, en ese momento, se concentra el conflicto.
Esto no sirve de nada. Las protestas siguen y Asad se ve obligado a dirigirse a la nación. Como hicieran Mubarak o Ben Alí, se suma a la teoría de la «conspiración» para derrocarle. Defiende que las reformas políticas no son prioritarias pero ya hay un síntoma de que algo está cambiando: su gobierno acaba de dimitir en bloque.
2. Contexto histórico
No es la primera vez que Siria vive algo así. En 1982, el padre del actual presidente, Hafez Al Assad, no dudó en reprimir violentamente una revuelta islamista en la ciudad de Homs. Murieron 30.000 personas.
Por eso, cuando Bashar Al Assad asumió el poder en julio del 2000, su figura suscitó esperanzas de cambio y democracia, algo que, su discurso ante el Parlamento sirio, cargado de mensajes de aperturismo y modernidad, reforzó. Pero no ha sido así, Siria vuelve a ver cómo se repite la historia.
3. Las características internas
En este punto es preciso explicar también lo complicado de la población siria. Tanto la familia del presidente como los puestos clave que gobiernan el país son de la minoría alauí (rama del chiísmo), que suponen solo un 12% de los sirios. Junto a ellos hay otras minorías étnicas y religiosas, como los cristianos y los propios chiítas, presentados en este conflicto como aliados.
La mayoría de la población son sunitas que, cuando sus poblaciones son atacadas, son intervenidas a su vez por los llamados «shabiha», una temida milicia progubernamental para la que, según los activistas, el régimen recluta personal que se encarga de fomentar el odio sectario. La clave de esto reside en el hecho de que, en un eventual derrocamiento de Assad, las minorías afines tendrán miedo a su futuro. Así, creen que la mayoría suní impondrá un régimen en el que ellos no tendrán cabida.
«Ya estábamos en guerra con la vida antes de la guerra con Bashar Al Assad. Su grupo (los alauitas) está satisfecho. El nuestro (los sunitas) tiene hambre», declaraba una refugiada siria a la BBC. Sus palabras ponen de manifiesto un riesgo evidente: el de que toda la comunidad alauita sea castigada por los errores del régimen.
Se supone que las protestas, inicialmente, no tenían un «color» ideológico determinado pese a que el régimen ahonde cada vez más en la idea de que sí, fomentando el conflicto civil en el que se está tornando la situación.
4. Quién forma parte de la oposición
Cuando hablamos de la oposición siria hay que tener en cuenta que es de lo más plural. En ella existen tendencias muy diversas, como activistas de derechos humanos, islamistas moderados y nacionalistas al igual que también se incluyen blogueros y ciberdisidentes, encargados de transmitir la revolución.
Ello influye también en que no exista una voz dominante, lo que dificulta aún más una solución. De un lado, por ejemplo, el Consejo Nacional Sirio (CNS) en el exterior no está bien coordinado con los rebeldes desertores del Ejército Libre Sirio (ELS) y tampoco lo está con los Comités de Coordinación Local, que tratan de gestionar la resistencia.
Entre sus características cabe destacar, entre otras, que han adoptado la antigua bandera de la República Siria, anterior al partido Baaz y a la llegada de la familia Assad.
5. Qué ha hecho la comunidad internacional
Los vetos de China y Rusia han imposibilitado que la comunidad internacional de grandes pasos en este conflicto y en uno fundamental: en parar el envío de armas, algo que siguen haciendo tanto Rusia como Irán, dos grandes aliados que permanecen junto al régimen sirio.
Así, pese a que las demandas se centran en Asad, es cierto que hay un foco diplomático que también se dirige a la diplomacia rusa que, tras la reciente matanza de Al Haula –el pasado 26 de mayo y en la que han muerto más de 100 personas, casi la mitad niños- ha suavizado su defensa al régimen de Assad de la mano de su ministro de Exteriores, que ha asegurado que para Rusia no es tan importante «quién» está en el poder sino que cese la violencia, de la que culpa a ambos bandos.
Por ello, ante las dificultades que entraña una intervención, cada vez se piensa más en una salida semejante a la de Yemen, pese a que ya el 22 de enero la Liga Árabe propuso un plan de paz que Damasco rechazó, o en armar a los rebeldes algo que diversas fuentes afirman que ya se hace y que, sin embargo, fomentaría el conflicto civil.
Pero entre medias, desde marzo del año pasado, la comunidad internacionales ha intentado varias medidas para lograr el cese de la violencia y una salida pacífica: numerosas sanciones de carácter económico y diplomático se han sucedido por parte tanto de la Unión Europea como de Estados Unidos incluyendo, en ambos casos, un embargo a su petróleo pese a las protestas de Rusia.
Está, además, el nombramiento por parte de la ONU el 24 de febrero de este año de Kofi Annan como enviado especial, que elabora un nuevo plan de paz que, supuestamente, entra en vigor definitivamente el 24 de abril, lo que implica un alto al fuego por las dos partes. Sin embargo, tras la matanza de Al Haula, el pasado 4 de junio, el Ejército Libre Sirio oficializa la ruptura de dicho alto al fuego.
6. El papel de España
España ha reducido al máximo las relaciones con Siria. Además de dejar la presencia española en el país con un solo funcionario, ha expulsado al embajador sirio en Madrid, Hussam Edin Aala, el pasado 29 de mayo, como prueba del distanciamiento buscado con el régimen.
Desde el comienzo de las protestas, tanto en anterior Ejecutivo como el actual han adoptado medidas, la mayoría coordinadas con la UE, con la finalidad de lograr un cese de la violencia.
Además de las múltiples condenas, sanciones y reuniones con la oposición siria como muestra de apoyo, existió un punto de inflexión que llegó de la mano de la detención del ciudadano español Fadi Ghaloul González, liberado el 7 de septiembre.
7. Los aliados que sigue teniendo Siria
La ubicación siria es clave. Assad lo sabe y no duda en usarlo como baza para mantenerse en el poder: «Siria es una falla en el terreno regional y un ataque incendiaría Oriente Próximo», declaraba el pasado 30 de octubre.
Razón no le falta. De un lado, Siria es el más cercano aliado de Irán y, del otro, tiene como vecinos a Irak y Líbano, gracias a lo que el gobierno iraní está en contacto con la milicia de Hezbolá. Por lo que es cierto que una intervención directa generaría una reacción en cadena de estos países colindantes de final incierto.
8. Los países que han abandonado al régimen sirio
Clave en este conflicto ha sido la Liga Árabe. Comenzando por su voto a favor de establecer una zona de exclusión aérea, al estilo de Libia, algo que supuso un verdadero punto de inflexión. Más lo ha sido cómo ha evolucionado su postura hacia Siria que ha llegado al punto de optar, el pasado 12 de noviembre por la inédita medida de suspenderla como miembro con el voto a favor de 18 países. En contra votaron Irak, Yemen, Líbano y Argelia.
La ya mencionada hoja de ruta para propiciar una salida de Asad también fue en línea de acabar con el régimen.
El papel de Turquíatambién ha sido muy relevante ya que hasta ahora era uno de los principales socios comerciales que tenía el régimen sirio. El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, alzó más que nunca su voz contra Asad, pidiéndole detener el «baño de sangre» y comparó su deseo de «luchar hasta la muerte» con el ejemplo de Hitler y Mussolini.
Son ocho puntos que ponen de manifiesto una revolución y un conflicto de gran magnitud y complejidad. Falta por responder a en qué momento terminará de la mano de un cese de la violencia y una transición democrática.
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