Si la Historia Militar o de las Fuerzas de Seguridad, te apasiona. Si la Militaría es tu afición. Si quieres conocer la Historia, sin valorar ideas ni convicciones políticas, sin tendencias, sin manipulaciones. La Historia Militar, sólo la vivida por sus principales protagonistas, los SOLDADOS que la han padecido.



¡Seguro que te gustará este Blog!


martes, 3 de abril de 2012

ESPECIAL 30º ANIVERSARIO DE LA GUERRA DE LAS MALVINAS


Papá a favor; mamá en contra

¿Cómo vivieron aquella guerra chavales de uno y otro lado? Aunque, transcurridos 30 años, los recuerdos suelen ser difusos, Guillermo, Fede y Eduardo (desde la parte argentina) y James, Steve y Jeff (desde la británica) echan la vista atrás

Foto
El músico y cámara Fede Chicou.
Foto
El escritor Guillermo Roz. | Edu León
Foto
El diseñador Eduardo Salvo.
Foto
El profesor del British Council Steve Muir.
Foto
James Womack, de la editorial Nevsky Prospects.
Foto
El editor de 'In Madrid', Jeff Wiseman.

por VIRGINIA HERNÁNDEZ

Los seis eran muy jóvenes entonces y mezclan aquellos 74 días de contienda con anécdotas posteriores, como aquel partido del Mundial 86 en México en el que la 'Mano de Dios' de Maradona devolvió a los argentinos, como en un espejismo, el orgullo perdido. «En Argentina se vivió como si fuera la revancha de la guerra. Suena idiota, porque hubo 1.000 muertos, pero en esa época yo también lo viví como tal», rememora Fede Chicou (1975), un músico y cámara bonaerense residente en Madrid, que durante los enfrentamientos tenía sólo siete años. «Me acuerdo de ir con mi madre y mis hermanas a un club donde se juntaban víveres y ropa para los chicos que estaban en las islas. Ninguno tenía más de 18 años ni preparación para combatir, todos estaban cumpliendo el servicio militar». Después se supo que no les llegó nada, ni siquiera las cartas que les enviaban sus familias: «Es un territorio inhóspito y no les daban las provisiones que les correspondían. Hubo muchos casos de hipotermia y amputaciones por frío. Si hasta los fusiles que utilizaban (el FAL, de fabricación nacional) se congelaban y se doblaban los caños».

Guillermo Roz (1973), escritor también de Buenos Aires, tenía un año más que Fede cuando el 2 de abril de 1982 Galtieri decidió que las Falklands británicas serían las Malvinas argentinas. Recuerda que, esa mañana, su padre les despertó a él y a su hermano pequeño muy ansioso: «'Recuperamos las Malvinas, recuperamos las Malvinas'. Imagina a un chico de ocho años que nunca había escuchado esa palabra. No tenía ni idea de lo que estaba hablando, pero parecía que era una buena noticia. Sin embargo, fuimos a la cocina y mi mamá tenía la imagen opuesta, estaba pálida y muy triste. En mi casa se producía lo que ocurrió en el resto del país. Había gente que estaba avivando esa mentira y otra que veía que íbamos a una guerra absurda y que iba a morir mucha gente en vano».

Como Guillermo y Fede, el diseñador Eduardo Salvo (Buenos Aires, 1970) tampoco olvida el momento en que le contaron la 'hazaña' de Galtieri. «Me levantó mi madre para ir al colegio y estaba muy nerviosa. No entendía por qué. Me dice 'invadimos las Malvinas'. No comprendía nada y tampoco sabía qué era una guerra. En la escuela, los profesores nos pedían que dibujáramos imágenes de la guerra, que escribiéramos cartas a los soldados para enviárselas envueltas en chocolates... muchos años después aparecieron los mismos chocolates a la venta en algunos comercios». Pero lo que más recuerda es el patriotismo que invadía las calles. La Plaza de Mayo llena de banderas argentinas, los programas televisivos en los que la gente entregaba sus joyas para los soldados y los comunicados 'informando' de cómo iba la guerra. «Unos amigos de la familia se habían ido a vivir a Bélgica y hablábamos con ellos y nos decían: 'No tienen ni idea de los barcos que están yendo para allí'. Y les contestábamos: 'No, que les vamos a ganar'. Pero lo que más marcó la guerra fue el hundimiento del 'Belgrano'. Eso fue lo peor».

En el otro lado del Atlántico, en el otro 'bando', se daban las mismas opiniones encontradas y buenas dosis de patriotismo. La entonces primera ministra, Margaret Thatcher, logró con su contundente respuesta muchos apoyos para su Gobierno. Su nivel de popularidad alcanzó el cielo. Se jugaba mucho aunque las Falklands estuvieran a 10.000 kilómetros de distancia de Londres. Steve Muir (Andover, Hampshire, 1967), profesor del British Council en la Universidad de Alcalá, no recuerda comentar la guerra con sus amigos pero sí que, en el instituto, los profesores les contaban que en ambos lados se estaban perdiendo vidas: «No hicieron nada de propaganda».

También que sus padres tenían pareceres distintos: «Había muchos debates en casa porque ella consideraba que era una pérdida de vidas innecesaria mientras que mi padre pensaba que se había ocupado un territorio británico y había que responder». Además, el padre de Muir trabajaba para una empresa de helicópteros y «justo antes de que comenzara la guerra iban a despedir a la mitad de la plantilla, entre los que estaba mi padre. Casualmente al ser el tipo de helicóptero que se usó en aquella guerra al final no hubo despidos». La cruz de esta moneda estuvo en los muertos. El padre de Steve conocía a varios de los soldados británicos que perdieron la vida en el conflicto y volvía «muy triste a casa». «No sé si había un sentimiento antiargentino, pero la gente obviamente quería que Inglaterra ganase. Yo ni siquiera había oído hablar de las Falklands antes de la guerra», asegura.

«La mayoría de los británicos apoyó la guerra, parecía la respuesta adecuada», explica Jeff Wiseman (Luton, 1965), editor de la revista de ocio en inglés 'InMadrid'. Él tenía 17 años y rememora cómo las Falklands eran el tema del día en clase: «Dos amigos míos, incluso, quisieron enrolarse en el Ejército, aunque no iban en serio. Había un sentir muy patriótico», relata. Tiene en la cabeza que toda la información de la que disponían de lo que estaba ocurriendo provenía de la tele y nombres que, asegura, sabrán la mayoría de los ingleses si se les pregunta: «Goose Green y Bluff Cove, dos de los lugares de las batallas».

El ex profesor de Oxford y Cambridge James Womack (Cambridge, 1979), sin embargo, tenía sólo tres años. Así que sus imágenes son algo posteriores a la guerra, aunque también tienen que ver algo con ella. Fue un maestro «algo excéntrico» el que, con siete u ocho años, le enseñó un libro que le aterrorizó. Se titulaba 'The Tin Pot Foreign General and the Old Iron Woman', escrito por Raymond Briggs: «Es un autor muy famoso en Inglaterra por un libro que se llama 'Snowman', del que hicieron una película que ponen cada Navidad. De una manera casi de cuento, relata la historia de un general extranjero de lata que se enfrentó a una mujer de hierro, que evidentemente era Thatcher. Tenía ilustraciones muy efectistas, los dos se enfrentan y al final los barcos toman incluso sus caras. Las últimas cinco páginas son sólo dibujos de soldados heridos. Fue lo primero en lo que pensé cuando traté de recordar esta guerra», añade Womack, responsable junto a su esposa, la gaditana Marian Womack, de la editorial Nevsky Prospects.

Otro detalle significativo que señala es una famosa portada de 'The Sun', periódico que se convirtió en abanderado de la contienda. Con un cuerpo enorme, el diario titulaba en portada 'Gotcha!', una expresión informal que significa algo así como 'Te pillé', con el sentido de que el capturado lo merece. Se refería al hundimiento del 'Belgrano', en el que murieron 323 argentinos, dato que todavía no tenían cuando las imprentas ya echaban humo. «Hubo mucha polémica. Fue el momento en el que este periódico se convirtió en hipernacionalista y muy agresivo». Desde una perspectiva distinta, la BBC. Su reportero Brian Hanrahan, fallecido recientemente, tenía prohibido informar del número de aviones que habían participado en una operación. Desde el barco 'HMS Hermes' donde estaba desplazado, cumplió las órdenes pero también con sus espectadores: «I counted them all out and I counted them all back again (Conté todos cuando salieron y conté todos cuando volvieron)». Una astuta manera de aclarar que los británicos no habían tenido ninguna baja.


No hay comentarios: