El ladrón repostó gasolina en vez de diésel y avisó al Instituto Armado
Miércoles, 18 de enero. Parque Móvil de Automovilismo de la Guardia Civil, en Príncipe de Vergara. Decenas de agentes se afanan con su día a día: conductores, investigadores, mandos... Un madrileño acude a Tráfico por unas diligencias que tiene abiertas. Juan Julián L. C., de 47 años, se presenta, declara y se marcha. Pero en lugar de dirigirse directamente a la salida del acuartelamiento, se da una vuelta y merodea por el aparcamiento donde se apelotonan los coches oficiales y los civiles.
Localiza uno que le gusta. Lleva placas diplomáticas de la Embajada francesa y, lo mejor de todo, tiene las llaves puestas. Mira a su alrededor y se da cuenta de que nadie ha reparado en él. Los agentes de la garita están demasiado lejos para fijarse en quién sube a cada vehículo. Sin pensárselo, a medio camino entre la osadía y la chapuza, se pone el cinturón, enciende el contacto y sale del Parque Móvil a bordo de su recién adquirida conquista. Era media mañana y, por supuesto, nadie le cortó el paso ni sospechó que el coche oficial lo conducía un ladrón, y un ladrón con numerosos antecedentes.
Hasta las cinco de la tarde no se presentó la denuncia en Tráfico. El vehículo era el utilizado habitualmente por un oficial de enlace francés que acostumbra, como otros colegas, a dejarlo en ese lugar seguro y gratuito cuando tiene que realizar gestiones en esas dependencias, según confirmaron a ABC fuentes del caso. Es habitual que los vehículos se queden con las llaves puestas por si hay que moverlos, dado el trasiego de entradas y salidas en el estacionamiento. La desolación del gendarme al no encontrar el turismo fue absoluta. Nadie tenía la menor idea de qué había pasado con el coche.
«Tirado» en Móstoles
Pero el sainete no había hecho más que empezar. El segundo capítulo fue aún más asombroso. Cuatro horas después, en torno a las nueve de la noche, entró una llamada al 062 de la Guardia Civil. Un individuo que se identificó como miembro de la Embajada francesa requirió a los agentes porque había sufrido una avería con un vehículo diplomático. Se había quedado «tirado» en una gasolinera del término municipal de Móstoles.
Dada la posición del comunicante, la Guardia Civil envió la patrulla más cercana, que resultó ser una pareja del puesto de Humanes. El supuesto diplomático, con su flamante coche y placas reales, despertó las sospechas de los guardias. Ni su aspecto, ni su forma de hablar, ni la rocambolesca historia que relató casaba con las pulcras maneras de un miembro de una Embajada.
Juan Julián L. C., con su acento castizo, les explicó sin inmutarse que se había confundido y en lugar de llenar el depósito de gasoil lo había hecho de gasolina y, claro, el coche se negaba a ponerse en marcha. «Espere un momento, tenemos que hacer una llamada», le informó uno de los guardias mientras su compañero proporcionaba los datos de la matrícula por teléfono. Nada más introducirla en el sistema (SIGO), el vehículo de marras apareció como robado esa misma mañana en el Parque Móvil.
El ladrón fue detenido allí mismo y conducido a dependencias policiales, mientras se arreglaba el desaguisado del coche de la Embajada. Juan Julián L. C. siguió su instinto de robar lo que está al alcance, sin importarle que el coche estuviera en un acuartelamiento rodeado de agentes uniformados. No es la primera vez, claro. Le constan numerosos antecedentes por hurto de coche, también por estafa, aunque esta vez fue demasiado lejos y no solo robó sino que lo hizo a plena luz del día y fingiendo ser el hombre respetable al que quizás aspira.
Tras el episodio, se ha dado la orden de reforzar la vigilancia del acuartelamiento y controlar no solo las entradas, sino también las salidas. Julián se llevó un coche, pero con esa desfachatez de él y ese ambiente distendido podría haberse puesto al volante de cualquier autobús o furgón de conducciones que allí se guardan.
- Fuente diario "ABC"
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