El secretario general de Naciones Unidas critica el silencio del Consejo de Seguridad porque anima al Gobierno sirio a seguir matando civiles
Naciones Unidas y la Liga Árabe estudian la posibilidad de enviar a Siria una misión de observación conjunta, según ha informado este miércoles el secretario general de la organización internacional, Ban Ki Moon. En la rueda de prensa que ha ofrecido tras su reunión con el Consejo de Seguridad, Ban ha explicado que en una conversación telefónica que mantuvo el martes con el secretario general de la Liga Árabe, Nabil Elaraby, éste le solicitó la cooperación de la ONU.
"Me informó de que pretende enviar de vuelta a Siria una misión de observación de la Liga Árabe y me pidió la ayuda de Naciones Unidas, sugiriendo enviar una misión de observación conjunta que incluya un enviado especial conjunto", ha indicado. Ban ya ha trasladado la propuesta de Elaraby al Consejo de Seguridad para que la discuta "en los próximos días". Si bien, ha adelantado que la organización internacional está dispuesta a "contribuir de cualquier manera para que se produzca una mejora de la situación sobre el terreno".
Además, el surcoreano ha calificado de "desastroso" el fracaso del Consejo de Seguridad en su intento de emitir una resolución de consenso sobre la violencia en Siria. En su opinión, esto "ha animado al Gobierno sirio a intensificar la guerra contra su pueblo". "Me temo que la atroz brutalidad que hemos visto en Homs, con ataques de armas pesadas contra civiles, es un oscuro presagio de que lo peor está por venir", ha advertido, en alusión a la ofensiva que el régimen ha llevado a cabo esta última semana contra la ciudad.
"Durante meses hemos visto cómo se ha agravado la crisis. Hemos asistido a una escalada de violencia y del sufrimiento del pueblo sirio. ¿Cuántas muertes más hacen falta para frenar esta peligrosa deriva hacia la guerra civil y la violencia sectaria?", ha cuestionado. Desde el pasado mes de marzo, cuando comenzaron las protestas populares contra el Gobierno de Bashar al Assad unas 5.000 personas han muerto en el marco del conflicto, según cifras de Naciones Unidas.
Fuente Diario "ABC"
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Fusiles contra tanques en Damasco
Los rebeldes sirios esperan una intervención militar internacional como en Libia
- Los rebeldes afirman que si cae Homs la revolución morirá en Siria
- Las deserciones alimentan a la oposición
- Un Ejército demasiado estático y bajo un férreo control político
“Yalla irhal ya Bachar” (es hora de que se vaya Bachar). La pintada, de color rojo sangre, nos avisa de que ya estamos en Saqba, un suburbio de 20.000 habitantes a cinco kilómetros del centro de Damasco. Hasta la semana pasada se encontraba en poder del Ejército Libre de Siria, un conglomerado de desertores y voluntarios de origen diverso que se ha levantado en armas (escasas) contra el régimen que gobierna Siria desde hace 40 años. Un reducto insurgente desde el cual, en un día claro, se divisa sin dificultad el palacio del autócrata.
El control de este barrio a las afueras de la capital es uno de los hitos más notables de los rebeldes sirios —entre 10.000 y 30.000, según fuentes diplomáticas occidentales—, que esgrimen orgullosos sus AK-47 mientras gritan: “¡Y solo con esto, Asad! Con esto y con la ayuda de Dios”. Aparentemente, solo disponen de sus fusiles de asalto para enfrentarse a los carros de combate y la artillería de una de las maquinarias bélicas mejor engrasadas de Oriente Próximo.
Sin quitar ojo a sus Kaláshnikov, una veintena de milicianos hace guardia en el primer check point a la entrada del barrio. Unos llevan uniforme, otros van en vaqueros, pero todos completamente embozados; cubiertos con pañuelos y pasamontañas. Un atuendo que también les ayuda a combatir el intenso frío, porque aquí no hay garitas como en los puestos de control del régimen. Tampoco hay ninguna barrera física; los milicianos saben que, llegado el caso, ellos serán la barrera.
Ni sombra de la estricta formación que exhiben las fuerzas del régimen. Los rebeldes descansan aparentemente relajados sobre un muro agujereado por la artillería de Bachar el Asad en una de sus incursiones. Se incorporan al vernos llegar. Es jueves 26 de enero y el Ejército Libre de Siria nos abre las puertas de Saqba. Entramos en zona liberada.
“Tuvimos algunos lanzagranadas, pero en noviembre nos quedamos sin munición”, asegura el jefe de este pelotón improvisado. La mitad de ellos se excusa cuando les tendemos la mano como saludo. “No puedo tocarla, soy hombre religioso”, repiten mientras señalan una cinta verde en su frente con la bandera de la Siria libre y la inscripción: “Allahu Akbar” (Ala es el más grande).
Hay cuatro puestos como este en cada una de las entradas al barrio. Su interior se ha dividido en cuadrantes copiando el sistema que utilizan las tropas del régimen. Pero esta es solo una parte menor, la más visible, de la vigilancia de Saqba; la más efectiva corre a cargo de vecinos desarmados. “Si alguno ve llegar el peligro, solo tiene que avisar a nuestro ejército, ahora no estamos solos”, dice un anciano que ha perdido a un hijo y que tiene a otro “muerto en vida” en la cárcel de las Fuerzas Aéreas de Damasco. “Si tuviera un tercero, sería miliciano”.
Pese a la propaganda de la oposición —que quizá magnifica las deserciones en las filas del Ejército sirio para minar su moral— apenas se ven desertores entre los rebeldes de Saqba, donde escasean la técnica militar y el armamento. Como no tienen nada remotamente parecido a equipos de visión nocturna, las fuerzas de El Asad atacan al caer el sol sabiéndose invulnerables. “En Libia”, recuerda un soldado que no aparenta ni siquiera los 18 años que dice tener, “los rebeldes se hicieron con los arsenales del Gobierno. Todavía no hemos llegado a eso, pero lo conseguiremos. Es cuestión de tiempo”.
Organizar la resistencia ante las arremetidas constantes de las tropas del régimen requiere mucha disciplina. Dado que no hay rangos militares en este ejército improvisado, la jerarquía se basa en el prestigio y la veteranía. Una milicia ciudadana comandada por los notables locales. Uno de ellos, mecánico de profesión y al que sus compañeros llaman Jihad, nos recibe en el sótano de una pequeña mezquita: “La ayuda llegará, las armas llegarán, vendrán de los países que nos apoyan… y entonces El Asad estará perdido, solo hay que resistir hasta que lleguen”, afirma sin titubear. La confianza en la ayuda del exterior está grabada a fuego entre los milicianos de Saqba. Igual que lo que ellos llaman “la batalla de los hermanos libios”, un modelo que sueñan con imitar.
Mientras ese día llega, decenas de heridos son intervenidos en domicilios particulares convertidos en quirófanos improvisados. Cuartuchos insalubres donde los doctores se ven obligados a operar en condiciones infrahumanas con instrumental sanitario de campaña suministrado por Arabia Saudí.
Pero más peligroso es ir a un hospital. En Saqba no se aplica la convención de Ginebra ni opera la Cruz Roja ni ninguna otra ONG. Sufrir una herida de bala sin ser un soldado del régimen es tener un billete directo a la cárcel. Y muchos prefieren arriesgarse antes que contraer infecciones mortales.
Los rebeldes de Saqba esperaban al séptimo de caballería cuando los observadores de la Liga Árabe comenzaron a retirarse de Siria la pasada semana. Seguían esperando cuando, inmediatamente después, El Asad ordenó a sus tanques aplastar este reducto opositor a tiro de piedra de su palacio. Y, aunque no hay fe que pueda plantar cara a la artillería, los milicianos de Saqba repiten que “tampoco existe artillería que pueda borrar la fe”. Y la suya es poderosa.
Mariela Rubio, periodista de la Cadena Ser, estuvo en Siria como enviada especial a finales de enero.
Fuente Diario "EL PAIS"
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La ONU y la Liga Árabe estudian un nuevo envío de observadores a Siria
El secretario general de la ONU afirma que no condenar los ataques al pueblo sirio "anima al Gobierno a intensificar la guerra"
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ha lamentado el "desastroso" silencio del Consejo de Seguridad sobre la situación en Siria y destacó que la falta de acuerdo para condenar al Gobierno de Bachar al Asad anima al régimen de Damasco a intensificar "la guerra sobre su propio pueblo".
"Lamento profundamente que el Consejo de Seguridad haya sido incapaz de hablar con una voz clara para acabar con el baño de sangre. No haberlo hecho es desastroso para el pueblo de Siria y ha animado al Gobierno sirio a intensificar la guerra contra su propio pueblo", dijo Ban tras reunirse con los miembros del Consejo.
Así respondió el secretario general al doble veto ejercido el sábado por Rusia y China en el Consejo, que evitó que el máximo órgano internacional de seguridad condenara de una vez la represión que ejerce el régimen de Dasmasco y apoyara el plan ideado por la Liga Árabe para lograr a una transición política en Siria.
Los otros trece miembros del Consejo votaron a favor de una resolución propuesta por Marruecos y redactada en conjunto por varios países árabes y occidentales, en la que se condenaba la represión ejercida por Damasco en los once meses que duran las protestas en el país árabe.
"Hemos visto durante muchos meses cómo se agravaba esta crisis. Hemos visto cómo escalaba la violencia, una brutal represión y el tremendo sufrimiento del pueblo sirio", dijo Ban, quien subrayó que la "terrible brutalidad" que aplican las autoridades sirias contra la ciudad de Homs es "un ejemplo de lo que está por llegar".
"¿Cuántas más muertes harán falta para que se detenga el peligroso camino hacia la guerra civil?", se preguntó ante la prensa el máximo responsable de la ONU, quien subrayó la "urgencia" de que se logren acuerdos para tratar de impedir que el régimen sirio continúe con la represión.
El diplomático surcoreano explicó que los responsables de la Liga Árabe han pedido "ayuda a Naciones Unidas" y le han transmitido personalmente su voluntad de enviar una misión de observadores conjuntamente con la ONU a Siria, acompañada de un enviado especial acordado por ambos organismos.
Ban expuso esa iniciativa a los quince miembros del Consejo de Seguridad, a quienes emplazó a estudiarla en los próximos días y también a aprobarla ya que permitiría a ambos organismos conocer la situación real sobre el terreno
Fuente Diario "EL MUNDO"
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La ofensiva contra el bastión rebelde entra en su fase más violenta, mientras Rusia defiende una salida diplomática en Siria
Asedio a Homs
DAMASCO- Un día después de la visita del ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, en Damasco se cree que una solución negociada al conflicto está sobre la mesa, a pesar de que la violencia sigue adelante. Los activistas sirios denunciaron ayer al menos medio centenar de muertos sólo en la ciudad de Homs, donde los Comités de Coordinación Locales aseguran que prosiguen los bombardeos del Ejército del presidente Bachar Al Asad, así como la represión violenta por parte de sus milicias.
El denominado Ejército Libre de Siria, formado por militares desertores y civiles que han tomado las armas, se ha hecho fuerte en Homs, donde el sitio web israelí «Debka» revelaba ayer que habría tropas británicas y qataríes, ayudando a los rebeldes, cuyos medios y capacidades militares son superiores. Realizarían, según la información, tareas de logística y equipamiento.
En la capital siria diversas fuentes se muestran convencidas de que los rebeldes están respaldados por los países occidentales y sobre todo Qatar, que ya ayudó a los rebeldes libios en su guerra contra el coronel Gadafi. Un periodista local, que prefiere mantener su anonimato, explicó a LA RAZÓN que hay muchas preguntas sin contestar en Homs, por ejemplo «¿de dónde vienen las armas, las municiones?». Pero mientras estas preguntas buscan respuesta, la población civil está pagando el precio. «Ni el Gobierno ni la oposición pueden ganar, y es la gente la que pierde», dice el destacado periodista de un diario independiente. «Tiene que haber un diálogo antes o después, porque el régimen no caerá fácilmente».
Desde Rusia, el primer ministro, Vladimir Putin, advirtió de las consecuencias «horribles» que desataría una intervención militar como en Libia. En plena campaña electoral para retomar la jefatura del Estado, Putin insistió en el diálogo entre las partes y cargó contra la injerencia de Occidente. En la misma idea ahondó el presidente ruso, Dimitri Medvedev, en una llamada telefónica que hizo ayer al primer ministro turco, Tayip Erdogan, según informó el Kremlin. Mientras la ONU lamentó que el veto de Rusia avive la represión de Asad y pidió que se proteja a la población civil.
«La lucha seguirá hasta el final»
Aunque el opaco régimen sirio no ha ofrecido detalles sobre una posible «hoja de ruta» que estaría dispuesto a aceptar, el ministro ruso dijo que Asad habría encargado a su vicepresidente, Faruk Al Sharaa, que abra los canales de comunicación con las demás fuerzas políticas sirias. Kadri Yamil, un político opositor tolerado por el régimen de Asad, explica a este diario que todas las partes deben hacer concesiones. «El régimen tiene que entender que debe repartir el poder, y la oposición tiene que aceptar sentarse a negociar, mientras que los movimientos populares deberían distanciarse de la acción armada». Yamil lidera el recién creado Partido de la Voluntad del Pueblo, nacido al calor de las simbólicas reformas puestas en práctica por Asad en los últimos meses.
Una de ellas es permitir que haya partidos políticos más allá del gubernamental Baaz, que gobierna Siria desde hace décadas, y que debería incluirse en la nueva Constitución, que se someterá a referéndum en breve. La nueva Carta Magna también debería contener el límite de los mandatos presidenciales y una nueva ley electoral. Según Yamil, «después del veto ruso y la exclusión de una intervención militar extranjera, hay más posibilidades para el diálogo», eso sí, con la mediación de Moscú, que parece ser la única que podría aceptar el régimen. El plan ruso no prevé que Asad deje el poder, condición irrenunciable para la oposición y que estaba incluida en el plan de paz elaborado por la Liga Árabe.
Este veterano izquierdista asegura que el régimen «no escuchó, no gestionó bien las cosas desde el primer momento», lo cual ha llevado a la militarización del conflicto. Para Yamil, los movimientos pacíficos, protagonistas de las protestas en marzo, tienen que ser el vínculo entre las partes. En Damasco, un hombre, que ofrece un nombre falso, asegura que la lucha no parará hasta acabar con Asad.
El denominado Ejército Libre de Siria, formado por militares desertores y civiles que han tomado las armas, se ha hecho fuerte en Homs, donde el sitio web israelí «Debka» revelaba ayer que habría tropas británicas y qataríes, ayudando a los rebeldes, cuyos medios y capacidades militares son superiores. Realizarían, según la información, tareas de logística y equipamiento.
En la capital siria diversas fuentes se muestran convencidas de que los rebeldes están respaldados por los países occidentales y sobre todo Qatar, que ya ayudó a los rebeldes libios en su guerra contra el coronel Gadafi. Un periodista local, que prefiere mantener su anonimato, explicó a LA RAZÓN que hay muchas preguntas sin contestar en Homs, por ejemplo «¿de dónde vienen las armas, las municiones?». Pero mientras estas preguntas buscan respuesta, la población civil está pagando el precio. «Ni el Gobierno ni la oposición pueden ganar, y es la gente la que pierde», dice el destacado periodista de un diario independiente. «Tiene que haber un diálogo antes o después, porque el régimen no caerá fácilmente».
Desde Rusia, el primer ministro, Vladimir Putin, advirtió de las consecuencias «horribles» que desataría una intervención militar como en Libia. En plena campaña electoral para retomar la jefatura del Estado, Putin insistió en el diálogo entre las partes y cargó contra la injerencia de Occidente. En la misma idea ahondó el presidente ruso, Dimitri Medvedev, en una llamada telefónica que hizo ayer al primer ministro turco, Tayip Erdogan, según informó el Kremlin. Mientras la ONU lamentó que el veto de Rusia avive la represión de Asad y pidió que se proteja a la población civil.
«La lucha seguirá hasta el final»
Aunque el opaco régimen sirio no ha ofrecido detalles sobre una posible «hoja de ruta» que estaría dispuesto a aceptar, el ministro ruso dijo que Asad habría encargado a su vicepresidente, Faruk Al Sharaa, que abra los canales de comunicación con las demás fuerzas políticas sirias. Kadri Yamil, un político opositor tolerado por el régimen de Asad, explica a este diario que todas las partes deben hacer concesiones. «El régimen tiene que entender que debe repartir el poder, y la oposición tiene que aceptar sentarse a negociar, mientras que los movimientos populares deberían distanciarse de la acción armada». Yamil lidera el recién creado Partido de la Voluntad del Pueblo, nacido al calor de las simbólicas reformas puestas en práctica por Asad en los últimos meses.
Una de ellas es permitir que haya partidos políticos más allá del gubernamental Baaz, que gobierna Siria desde hace décadas, y que debería incluirse en la nueva Constitución, que se someterá a referéndum en breve. La nueva Carta Magna también debería contener el límite de los mandatos presidenciales y una nueva ley electoral. Según Yamil, «después del veto ruso y la exclusión de una intervención militar extranjera, hay más posibilidades para el diálogo», eso sí, con la mediación de Moscú, que parece ser la única que podría aceptar el régimen. El plan ruso no prevé que Asad deje el poder, condición irrenunciable para la oposición y que estaba incluida en el plan de paz elaborado por la Liga Árabe.
Este veterano izquierdista asegura que el régimen «no escuchó, no gestionó bien las cosas desde el primer momento», lo cual ha llevado a la militarización del conflicto. Para Yamil, los movimientos pacíficos, protagonistas de las protestas en marzo, tienen que ser el vínculo entre las partes. En Damasco, un hombre, que ofrece un nombre falso, asegura que la lucha no parará hasta acabar con Asad.
Fuente Diario "LA RAZÓN"
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