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jueves, 21 de julio de 2011

EL GENERAL SILVESTRE





Manuel Fernández Silvestre y Pantiga (El Caney, Cuba 16 de diciembre de 1871 - Annual, 22 de julio de 1921) fue un militar español, Comandante General de Ceuta (1919-20) y de Melilla (1920-1), en el transcurso de la Guerra del Rif, y principal responsable del Desastre de Annual.

Nacido en Cuba, el futuro general Silvestre era hijo del teniente coronel de artillería Víctor Fernández y Pentiaga, casado en segundas nupcias con Eleuteria Silvestre Quesada. El 30 de agosto de 1889, a los 17 años de edad, ingresó en la Academia General Militar de Toledo, donde coincidió con otro destacado personaje, Dámaso Berenguer y Fusté, dos años más joven. Pasó a la Academia de Caballería el 9 de julio de 1891. Se graduó de Segundo Teniente de Caballería a los 21 años, el 31 de julio de 1893.

Su primer destino fue el Regimiento de Cazadores de María Cristina núm. 27, en el que permaneció hasta finales de mayo de 1895, fecha en la que fue destinado a Cuba con el Regimiento Expedicionario de Caballería Tetuán. Desembarcó en Nuevitas el 15 de junio, y el 31 de julio ascendió a Primer Teniente con 24 años.

En febrero de 1896 fue destinado al Regimiento Expedicionario de El Príncipe, en el que sirvió hasta finales de agosto de 1898. Durante su estancia en Cuba destacó por su valor y forjó la leyenda de su buena estrella. Fue condecorado y felicitado por el gobierno en varias ocasiones, participando en más de 50 combates.

El 8 de mayo de 1896 tomó parte en el combate de Arango contra los mambises, en el que cargó varias veces al frente de su escuadrón causándole al enemigo veintiocho muertos al arma blanca. Silvestre recibió cinco heridas de bala y su caballo resultó muerto. Los mambises le ataron a las ramas de un árbol, le acuchillaron once veces y le dejaron por muerto. Rescatado en estado muy grave, casi desangrado, fue trasladado al Hospital de Morón, donde logró recuperarse. El 11 de agosto de aquel año, el General Gobernador de Cuba, Valeriano Weyler, le concedió cuatro meses de licencia por enfermedad, a disfrutar en la Península.

De nuevo en activo, el 2 de diciembre de aquel año, en Sábana de Maíz, una bala le rozó la frente y estuvo a punto de matarle. Su extraordinario valor y temperamento quedó de manifiesto en la acción de Pinar del Río los días 13 y 14 de diciembre de 1896 donde, después de matarle tres caballos, consiguió un cuarto y volvió al combate. El 10 de julio de 1897 fue ingresado en el hospital de Placeta aquejado de paludismo. El 30 de septiembre de aquel año, con 26 de edad, fue ascendido a Capitán como recompensa por sus méritos en campaña.

El 11 de enero de 1898 Silvestre recibió dos balazos en la primera carga que realizó su escuadrón, otros tres balazos y trece machetazos en la segunda, hiriéndole en la cabeza, tronco y extremidades, quedando seriamente incapacitado del brazo izquierdo, hecho que disimulaba muy hábilmente.

Desembarcó en La Coruña 29 de agosto de 1898 y fijó su residencia en Alcalá de Henares. En septiembre de ese año, a los 27 de edad, se le ascendió a Comandante por los méritos de guerra contraídos en la acción de la Caridad. Sirvió en varios regimientos de caballería de Madrid y Zaragoza. El 15 de diciembre de 1899 se casó con doña Elvira Duarte Oteiza, de la que tuvo dos hijos: Elvira y Manuel, que era alférez cuando ocurrió el Desastre de Annual y moriría en la Guerra Civil en 1937. Su mujer murió en Melilla el 19 de enero de 1907, dejándole viudo a los 36 años.

En 1904, tras estancias en diversos regimientos peninsulares, Silvestre fue destinado a Melilla para mandar el Escuadrón de Cazadores de Alcántara. Estudió árabe en la Escuela Oficial de Árabe de Melilla, en la obtuvo la nota más alta de los 14 alumnos, consiguiendo el título de intérprete. Paradójicamente, el profesor que le calificó de sobresaliente fue el propio caudillo rifeño Abd el-Krim, que en aquella época aún residía en Melilla y trabajaba para el Gobierno español.

A finales de agosto de 1908 se trasladó a Casablanca, donde el Ministro de Estado le destinó como Jefe Superior Instructor de la Policía Jerifiana, conforme con el nuevo sultán, Abd el-Hafiz. Asimismo, se le nombró instructor de la Policía Marroquí de la ciudad y le dieron el mando de las fuerzas españolas en esta ciudad. El 7 de febrero de 1909, a los 37 años, ascendió por antigüedad a Teniente Coronel.

En 1911 los ánimos antiespañoles estaban exacerbados y los Ibn Malek, un clan nativo amigo de España, fueron asesinados en Larache. El 13 de junio los pocos españoles de Larache se parapetaron en los muelles temiendo el ataque de las tribus. Procedente de Casablanca, Silvestre desembarcó del acorazado España y se entrevistó con El Raisuni, un famoso cabecilla local de gran poder e influencia. Ambos congeniaron, dando paso a una solución del conflicto. Silvestre, pese a ser hombre fiero e imprevisible, demostró ser un hábil negociador, que dejó abiertas a los españoles las puertas de la zona noroccidental de Marruecos.

El 22 de febrero de 1912, con 40 años, ascendió a coronel(asciende una vez). En el verano de ese año el coronel Silvestre acumuló fuerzas en Larache y pactó con Raisuni una razzia y la ocupación de Arcila por tropas españolas el 17 de agosto, en sustitución del destacamento francés que tendía una línea telegráfica con Tánger. El audaz hecho asombró a los franceses e irritó al Elíseo. Y aunque Silvestre era considerado demasiado belicoso, el presidente del gobierno, Canalejas, le dejó hacer y respaldó su acción.

Tras el asesinato de Canalejas y el establecimiento unilateral del protectorado francés en Marruecos, el 27 de noviembre España se vio obligada a firmar precipitadamente un tratado leonino, que redujo a 21.000 km² la zona de influencia española previamente pactada, mientras que Francia se reservó 415.000. Nació así el Protectorado español en Marruecos situado en la zona más pobre, agreste y levantisca del país.

En enero de 1913 fue ascendido a Coronel(segunda vez) y nombrado Comandante General de Larache, mientras se encontraba en Madrid como valedor de la candidatura del Raisuni a Jalifa. Sin embargo, éste secuestró a unos vecinos del poblado de Jaldien en marzo de 1913, y exigió 250.000 pesetas de rescate. Silvestre, sintiéndose traicionado, ordenó al capitán Guedea marchar sobre Asilah, la capital de Raisuni, para impedir el pago y liberar a los prisioneros. Un tal al-Kalai, agente de Raisuni, fue muerto por los españoles en un paso fronterizo. De su muerte se responsabilizó a Silvestre, y Raisuni levantó el campo, jurando venganza. El gobierno, que no deseaba el estallido de un conflicto, relevó a Silvestre del cargo.

A pesar de éste traspiés, fue ascendido a Brigadier el 19 de junio de 1913, y nombrado Ayudante de Campo de S.M. el Rey D. Alfonso XIII el 9 de julio de 1915, función que desempeñó hasta julio de 1919. El 17 de junio de 1917 ascendió a General de Brigada por méritos de guerra, con 46 años, y un año más tarde a General de División, el 28 de junio de 1918, por servicios y circunstancias.

Ante las agresiones cabileñas y la escalada del conflicto en el Rif, Silvestre fue devuelto a la situación activa. El 23 de julio de 1919 fue nombrado nuevo Comandante General de Ceuta. Pocas semanas después, el general Dámaso Berenguer tomaba posesión del cargo de Alto Comisario del Marruecos español. El general Silvestre esperaba para sí este nombramiento y sufrió una gran decepción con el nombramiento de su antiguo camarada, amigo y rival. Aunque se apreciaban mutuamente, mantenían criterios opuestos sobre la pacificación de Marruecos: Berenguer pretendía realizar un avance paulatino y pactar con Raisuni y los cabecillas moros, a pesar de sus continuos ataques y violaciones de pactos. Por su parte, Silvestre abogaba por una gran acción militar que pacificara de una vez por todas el protectorado.

En 1904, tras estancias en diversos regimientos peninsulares, Silvestre fue destinado a Melilla para mandar el Escuadrón de Cazadores de Alcántara. Estudió árabe en la Escuela Oficial de Árabe de Melilla, en la obtuvo la nota más alta de los 14 alumnos, consiguiendo el título de intérprete. Paradójicamente, el profesor que le calificó de sobresaliente fue el propio caudillo rifeño Abd el-Krim, que en aquella época aún residía en Melilla y trabajaba para el Gobierno español.

A finales de agosto de 1908 se trasladó a Casablanca, donde el Ministro de Estado le destinó como Jefe Superior Instructor de la Policía Jerifiana, conforme con el nuevo sultán, Abd el-Hafiz. Asimismo, se le nombró instructor de la Policía Marroquí de la ciudad y le dieron el mando de las fuerzas españolas en esta ciudad. El 7 de febrero de 1909, a los 37 años, ascendió por antigüedad a Teniente Coronel.

En 1911 los ánimos antiespañoles estaban exacerbados y los Ibn Malek, un clan nativo amigo de España, fueron asesinados en Larache. El 13 de junio los pocos españoles de Larache se parapetaron en los muelles temiendo el ataque de las tribus. Procedente de Casablanca, Silvestre desembarcó del acorazado España y se entrevistó con El Raisuni, un famoso cabecilla local de gran poder e influencia. Ambos congeniaron, dando paso a una solución del conflicto. Silvestre, pese a ser hombre fiero e imprevisible, demostró ser un hábil negociador, que dejó abiertas a los españoles las puertas de la zona noroccidental de Marruecos.

El 22 de febrero de 1912, con 40 años, ascendió a coronel(asciende una vez). En el verano de ese año el coronel Silvestre acumuló fuerzas en Larache y pactó con Raisuni una razzia y la ocupación de Arcila por tropas españolas el 17 de agosto, en sustitución del destacamento francés que tendía una línea telegráfica con Tánger. El audaz hecho asombró a los franceses e irritó al Elíseo. Y aunque Silvestre era considerado demasiado belicoso, el presidente del gobierno, Canalejas, le dejó hacer y respaldó su acción.

Tras el asesinato de Canalejas y el establecimiento unilateral del protectorado francés en Marruecos, el 27 de noviembre España se vio obligada a firmar precipitadamente un tratado leonino, que redujo a 21.000 km² la zona de influencia española previamente pactada, mientras que Francia se reservó 415.000. Nació así el Protectorado español en Marruecos situado en la zona más pobre, agreste y levantisca del país.

En enero de 1913 fue ascendido a Coronel(segunda vez) y nombrado Comandante General de Larache, mientras se encontraba en Madrid como valedor de la candidatura del Raisuni a Jalifa. Sin embargo, éste secuestró a unos vecinos del poblado de Jaldien en marzo de 1913, y exigió 250.000 pesetas de rescate. Silvestre, sintiéndose traicionado, ordenó al capitán Guedea marchar sobre Asilah, la capital de Raisuni, para impedir el pago y liberar a los prisioneros. Un tal al-Kalai, agente de Raisuni, fue muerto por los españoles en un paso fronterizo. De su muerte se responsabilizó a Silvestre, y Raisuni levantó el campo, jurando venganza. El gobierno, que no deseaba el estallido de un conflicto, relevó a Silvestre del cargo.

A pesar de éste traspiés, fue ascendido a Brigadier el 19 de junio de 1913, y nombrado Ayudante de Campo de S.M. el Rey D. Alfonso XIII el 9 de julio de 1915, función que desempeñó hasta julio de 1919. El 17 de junio de 1917 ascendió a General de Brigada por méritos de guerra, con 46 años, y un año más tarde a General de División, el 28 de junio de 1918, por servicios y circunstancias.

Ante las agresiones cabileñas y la escalada del conflicto en el Rif, Silvestre fue devuelto a la situación activa. El 23 de julio de 1919 fue nombrado nuevo Comandante General de Ceuta. Pocas semanas después, el general Dámaso Berenguer tomaba posesión del cargo de Alto Comisario del Marruecos español. El general Silvestre esperaba para sí este nombramiento y sufrió una gran decepción con el nombramiento de su antiguo camarada, amigo y rival. Aunque se apreciaban mutuamente, mantenían criterios opuestos sobre la pacificación de Marruecos: Berenguer pretendía realizar un avance paulatino y pactar con Raisuni y los cabecillas moros, a pesar de sus continuos ataques y violaciones de pactos. Por su parte, Silvestre abogaba por una gran acción militar que pacificara de una vez por todas el protectorado.

En 1904, tras estancias en diversos regimientos peninsulares, Silvestre fue destinado a Melilla para mandar el Escuadrón de Cazadores de Alcántara. Estudió árabe en la Escuela Oficial de Árabe de Melilla, en la obtuvo la nota más alta de los 14 alumnos, consiguiendo el título de intérprete. Paradójicamente, el profesor que le calificó de sobresaliente fue el propio caudillo rifeño Abd el-Krim, que en aquella época aún residía en Melilla y trabajaba para el Gobierno español.

A finales de agosto de 1908 se trasladó a Casablanca, donde el Ministro de Estado le destinó como Jefe Superior Instructor de la Policía Jerifiana, conforme con el nuevo sultán, Abd el-Hafiz. Asimismo, se le nombró instructor de la Policía Marroquí de la ciudad y le dieron el mando de las fuerzas españolas en esta ciudad. El 7 de febrero de 1909, a los 37 años, ascendió por antigüedad a Teniente Coronel.

En 1911 los ánimos antiespañoles estaban exacerbados y los Ibn Malek, un clan nativo amigo de España, fueron asesinados en Larache. El 13 de junio los pocos españoles de Larache se parapetaron en los muelles temiendo el ataque de las tribus. Procedente de Casablanca, Silvestre desembarcó del acorazado España y se entrevistó con El Raisuni, un famoso cabecilla local de gran poder e influencia. Ambos congeniaron, dando paso a una solución del conflicto. Silvestre, pese a ser hombre fiero e imprevisible, demostró ser un hábil negociador, que dejó abiertas a los españoles las puertas de la zona noroccidental de Marruecos.

El 22 de febrero de 1912, con 40 años, ascendió a coronel(asciende una vez). En el verano de ese año el coronel Silvestre acumuló fuerzas en Larache y pactó con Raisuni una razzia y la ocupación de Arcila por tropas españolas el 17 de agosto, en sustitución del destacamento francés que tendía una línea telegráfica con Tánger. El audaz hecho asombró a los franceses e irritó al Elíseo. Y aunque Silvestre era considerado demasiado belicoso, el presidente del gobierno, Canalejas, le dejó hacer y respaldó su acción.

Tras el asesinato de Canalejas y el establecimiento unilateral del protectorado francés en Marruecos, el 27 de noviembre España se vio obligada a firmar precipitadamente un tratado leonino, que redujo a 21.000 km² la zona de influencia española previamente pactada, mientras que Francia se reservó 415.000. Nació así el Protectorado español en Marruecos situado en la zona más pobre, agreste y levantisca del país.

En enero de 1913 fue ascendido a Coronel(segunda vez) y nombrado Comandante General de Larache, mientras se encontraba en Madrid como valedor de la candidatura del Raisuni a Jalifa. Sin embargo, éste secuestró a unos vecinos del poblado de Jaldien en marzo de 1913, y exigió 250.000 pesetas de rescate. Silvestre, sintiéndose traicionado, ordenó al capitán Guedea marchar sobre Asilah, la capital de Raisuni, para impedir el pago y liberar a los prisioneros. Un tal al-Kalai, agente de Raisuni, fue muerto por los españoles en un paso fronterizo. De su muerte se responsabilizó a Silvestre, y Raisuni levantó el campo, jurando venganza. El gobierno, que no deseaba el estallido de un conflicto, relevó a Silvestre del cargo.

A pesar de éste traspiés, fue ascendido a Brigadier el 19 de junio de 1913, y nombrado Ayudante de Campo de S.M. el Rey D. Alfonso XIII el 9 de julio de 1915, función que desempeñó hasta julio de 1919. El 17 de junio de 1917 ascendió a General de Brigada por méritos de guerra, con 46 años, y un año más tarde a General de División, el 28 de junio de 1918, por servicios y circunstancias.

Ante las agresiones cabileñas y la escalada del conflicto en el Rif, Silvestre fue devuelto a la situación activa. El 23 de julio de 1919 fue nombrado nuevo Comandante General de Ceuta. Pocas semanas después, el general Dámaso Berenguer tomaba posesión del cargo de Alto Comisario del Marruecos español. El general Silvestre esperaba para sí este nombramiento y sufrió una gran decepción con el nombramiento de su antiguo camarada, amigo y rival. Aunque se apreciaban mutuamente, mantenían criterios opuestos sobre la pacificación de Marruecos: Berenguer pretendía realizar un avance paulatino y pactar con Raisuni y los cabecillas moros, a pesar de sus continuos ataques y violaciones de pactos. Por su parte, Silvestre abogaba por una gran acción militar que pacificara de una vez por todas el protectorado.

El 12 de febrero de 1920 Silvestre tomó posesión de la Comandancia General de Melilla, desde la cual, en enero de 1921 empezó la invasión del Rif para acabar con la escasa resistencia rifeña existente. La empresa era arriesgada, ya que los soldados españoles se desmoralizaban enseguida y tenían mucho miedo a los rifeños. Sin embargo, entre mayo de 1920 y junio de 1921 Silvestre protagonizó un espectacular avance, rápido e incruento sobre el interior del Rif, haciendo creer a todos que por fin se alcanzaría la bahía de Alhucemas y finalizaría la sangría de Marruecos.

Sin embargo, tal ilusión se derrumbó de manera cruenta. Silvestre, un hombre de honor, había cometido el grave error de subestimar a las tribus rifeñas, y, precisamente por esto, extendió mucho más de lo prudente sus líneas de abastecimiento. Pero pronto los rifeños derrotarían a los españoles: a finales de mayo, una delegación de los temsamam convenció a Silvestre para que cruzara el río Amerkan y estableciera una posición en la colina de Abarrán. El 1 de junio de 1921, el contingente llegó a la posición, y entonces la policía nativa, unida a otros cabileños, volvió sus armas contra los españoles, matando a 179 de los 250 militares, incluyendo a todos los oficiales. Ese mismo día fue asaltada Sidi Dris, una posición costera, en la que los rifeños mataron a un centenar de españoles antes de retirarse.

Silvestre, a pesar de las órdenes tajantes de Berenguer, y creyendo que se trataba de acciones aisladas, prosiguió el avance e inició la construcción de una base de apoyo en las colinas de Igueriben, unos 5 km al sur de Annual. El 17 de julio Abd el-Krim , al mando de los Beni Urriaguel, y con el apoyo de las tribus cabileñas presuntamente aliadas de España, lanzó un ataque sorpresa sobre todas las líneas españolas. Igueriben no tardó en quedar sitiada, cayendo el 22 de julio. Los rifeños atacaron entonces el campamento español, donde había 5.000 soldados, que lo que hicieron en vez de combatir fue huir, muriendo al menos 1.000 ese mismo día y muchos de los supervivientes de aquél día, sobre todo soldados rasos, perderían la vida más adelante en las sucesivas retiradas españolas, especialmente en la posición de Monte Arruit.

Un total de 10.000 soldados españoles cayeron en aquellos días desde el 22 de julio al 9 de agosto. Ese día, el segundo de Silvestre, el general Navarro se rindió con sus hombres en Monte Arruit, siendo asesinados otros 3.000 hombres y salvando la vida el general Navarro de casualidad.

El propio Silvestre murió el 22 de julio en circunstancias no esclarecidas. Mientras una versión dice que al ver el desastre se metió en su tienda de campaña y se voló la cabeza, otra versión dice que fue abatido a tiros por los rifeños junto con el coronel Manella y varios oficiales que trataban de defenderse, lo cual cuadraría más con el carácter del personaje.

No obstante, su cadáver jamás fue hallado, lo que dio pábulo a rumores infundados sobre su presunta superviviencia.


EL HONOR DEL GENERAL SILVESTRE
¿Pero qué ocurrió con el general Silvestre aquel funesto 22 de julio de 1919? Desapareció de la Historia durante el caos más absoluto, cuando difícilmente los oficiales podían vigilar los movimientos de su general. ¡Ya tenían bastante que hacer mientras los moros disparaban auténticas ráfagas de cartuchos contra el campamento y los convoyes!
Algunos aseguraron después, llegado el momento de investigar los gravísimos hechos ocurridos, haber visto al general Silvestre escabullirse al interior de su tienda para perderle el rastro allí. Otros afirmaron, en cambio, que había dirigido la retirada. Pero no hay pruebas fiables detrás de esta versión, si acaso la buena intención de algunos oficiales de salvar el honor del general Manuel Fernández Silvestre…


Silvestre encontró una calma irreal en el interior de su tienda, la quietud que hallaríamos en el ojo de un huracán mientras la destrucción nos rodea allá donde miremos, sin dejarnos una sola oportunidad de escapar. De fuera de este engañoso refugio llegaban los gritos y las maldiciones de los españoles y se confundían con las desagradables voces de la morisma, que no concedía un instante de tregua y cerraba el paso a los convoyes que desesperaban por escapar. Pero, por encima de las voces de los hombres, se imponía el ruido ensordecedor de los fusiles, que, cartucho tras cartucho, demostraban la contundencia de los hechos sobre las palabras.
Al general Silvestre ya no le importaba, o acaso le importaba tanto lo que estaba ocurriendo ahí fuera, le dolía tanto que no quería saber nada más del mundo que se venía abajo. Sus oídos estaban sordos para el ruido de los fusiles, la ininteligible algarabía, los gritos de rabia, los lamentos de dolor...

Aturdido, como si hubiera fumado alguna de las hierbas que tomaban los moros y que provocaban una calma artificial mientras la mente perdía lucidez, su atención fue hasta uno de los mapas que habían quedado desplegados sobre la mesa, un amplio mapa estratégico de Marruecos. Una gruesa línea dividía el país entre Francia y España. Al sur, la zona más amplia ocupaba el Atlas y las fértiles llanuras centrales, con las grandes ciudades como Fez, Rabat, Casablanca... Esto era para Francia. Al norte, el Rif, una pequeña franja de tierras montañosas y ásperas, estériles y sin más valor que ciertas minas de hierro de las que poco provecho podía sacarse. Esto era para España. ¡Con razón decían algunos que Marruecos era una chuleta y Francia se había quedado con la carne y España con el hueso! Pero si el Rif era una tierra áspera, más lo eran los rifeños, gentes duras y traicioneras que no eran leales sino para la tribu o cavila. El diablo se llevase a las cavilas de aquellos harapientos y su líder Abd-el-Krim.

Una cruz situaba el campamento en un valle llamado Annual, del que nadie había oído hablar jamás y que carecía de cualquier valor estratégico. Tras el campamento, tres fuertes hasta Melilla y alrededor una serie de pequeñas fortificaciones o blocaos. En el papel, una imponente línea defensiva. En la realidad, un sistema muy frágil de fortificaciones pequeñas y mal abastecidas que se habían levantado con muchas prisas y pocas consideraciones de logística. Muchos blocaos ni siquiera tenían acceso al agua. Sólo hacía falta que los rifeños se crecieran y los españoles no podrían hacerse fuertes en un sistema defensivo tan deficiente… y mucho menos confiar en las cavilas antes aliadas y que ahora les traicionaban sin pudor para aliarse con los de su raza contra el invasor.

Pero no era momento de despotricar ni de lamentarse. Su tiempo se estaba agotando rápidamente ahí fuera y no quedaba tiempo más que para asumir la culpa y aceptar que sus planes habían sido tan precipitados como erróneos. Quedaba salvar el honor, porque, al final, el honor era lo único que importaba, más allá del éxito o el fracaso.
Silvestre dejó de prestarle atención al mapa y desenfundó su revólver. Lo tanteó despacio: no hacía falta cargarlo. Estaba frío cuando se encañonó justo por encima de la oreja derecha. No le tembló el pulso, había llegado el momento de asumir errores.

Pero antes pidió perdón.
Pidió perdón a Su Majestad, que tantas esperanzas había depositado en él. Ahora le había fallado a Su Majestad y temía que aquel desastre fuera para perjuicio de la corona.

Pidió perdón a los políticos, aunque no los tuviera en tanta estima como a Su Majestad y aunque supiera que muchos utilizarían aquel desastre como argumento en las Cortes. Aun así, había fallado al objetivo que debería haber cumplido para su patria.

Pidió perdón al mismo Dios, porque sabía que lo que estaba a punto de hacer no era cristiano. Pero ya había hecho la elección entre su alma y su honor e iba a llegar hasta el final.

Pidió perdón, en fin, a tantos oficiales y soldados que quedarían abandonados a su suerte. Podía imaginar una retirada que, ante el pánico y la falta de dirección, pronto degeneraría en desbandada ante el empuje de las hordas de Abd-el-Krim. Lo sentía por todos los españoles que tratarían de escapar hacia Melilla de los fusiles y los puñales de los moros, pero él no podía dirigir una retirada después de prometer avanzar hasta someter todo el Rif. Morirían centenares, no, miles, porque el enemigo no iba a conceder piedad… Él quisiera intentar salvarlos pero le faltaba valor para sacrificar su propio honor. A España volvería como un héroe o no volvería jamás, pero no regresaría al mando de un ejército derrotado.

Quizás estaba pidiendo demasiadas disculpas, más de las que era razonable pensar que pudieran ser perdonadas. Si existía un más allá, no había que hacerse ilusiones. Nadie podría perdonar tanto. ¡Pero qué estúpido era especular sobre el mundo ultraterreno cuando estaba a punto de saber si existía o no y si tendría que rendir cuentas ante Dios! Pidió perdón por última vez y se apretó aún más el cañón de revólver, hasta que se hizo daño, hasta que la punta del revólver se marcó sobre su carne débil. Notó los hilillos de sudor y no era el calor. Escuchó su corazón latiendo más deprisa, sabiendo éste que pronto dejaría de latir. Tragó saliva, cerró los ojos y murmuró “perdón”.

Luego el general Manuel Fernández Silvestre se voló la tapa de los sesos como un hombre con honor.

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