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domingo, 27 de febrero de 2011

GAGOMILITARIA NOTICIAS. LIBIA EL OCASO DE UN ACORRALADO Y PARANÓICO GADAFI






La ONU autoriza a La Haya a investigar los crímenes del régimen de Gadafi

Los crímenes y las violaciones de derechos humanos que se cometan en Libia, bajo el mandato del acorralado coronel Gadafi, serán investigados y posiblemente enjuiciados por el Tribunal Penal Internacional de La Haya. Es una de las conclusiones de la resolución aprobada esta noche por el Consejo de Seguridad. Éste era una de los puntos más conflictivos de la resolución -había sido propuesto por Reino Unido Y Francia- y provocó un retraso en la votación.

Finalmente, el organismo de la ONU, tras días de deliberaciones, ha aprobado por unanimidad (los 15 miembros) una serie de sanciones contra el régimen libio, en medio de una oleada de revueltas que piden la marcha de Gadafi, cuyo régimen está aplicando una dura represión contra los manifestantes.

"Gracias por la adopción de esta resolución. Representa apoyo moral para el pueblo libio", dijo el embajador de Libia, Abdurrahman Shalgam, que la consideró una "señal para poner fin" al régimen de Gadafi.

El máximo órgano de decisiones de la ONU adoptó esta resolución, la 1970, en una reunión que se prolongó durante casi nueve horas y que se desarrolló a puerta cerrada bajo la presidencia de turno de la embajadora de Brasil, Maria Luisa Ribeiro Viotti.

La resolución pide al TPI que investigue la posible comisión de crímenes de guerra y contra la humanidad durante la brutal represión de las protestas, se impone un embargo total sobre las armas, prohíbe viajar al exterior y congela los bienes de Gadafi y 21 personas de su entorno, incluidos varios familiares y los altos cargos de su gobierno.

También aborda el problema de la asistencia humanitaria, uno de los que más preocupa a la ONU. Respecto a este tema, en el proyecto de resolución se señala que habría una "autorización para que los estados miembros adopten todas las medidas necesarias para posibilitar el retorno a Libia de las agencias humanitarias y asegurar la rápida y segura ayuda a quienes lo necesiten".
'La impunidad no se tolera'

"Cuando se cometen atrocidades contra los inocentes, la comunidad internacional tiene que hablar con una sola voz, y hoy se ha hecho así", dijo la embajadora de EEUU, Susan Rice, tras la votación, en la que también señaló que con la resolución 1970, el "Consejo condena la violencia, pide responsabilidades e impone sanciones".

Rice agregó que este conjunto de sanciones a Gadafi y su régimen "es una clara advertencia al Gobierno libio de que debe parar la violencia ya".

El embajador de Portugal, José Filipe Moraes Cabral, subrayó a su vez que la resolución aprobada por unanimidad envía a Libia el mensaje de que "la impunidad no se tolera" y de que los responsables de delitos de derechos humanos serán llevados ante la justicia.

"Esta es una clara advertencia a quienes cometen ataques sistemáticos contra la población civil de que serán llevados ante la justicia", afirmó en su turno el embajador alemán, Peter Wittig.

El embajador de Colombia, Néstor Osorio, se pronunció en línea similar a los demás países y señaló también que "Libia tiene que encontrar una manera de responder a las legítimas aspiraciones de su pueblo".

Los demás países, incluidos Rusia y China, se mostraron igualmente unánimes en la condena de la violencia y el embajador chino, Li Baodong, señaló que su país está "muy preocupado por la situación de Libia" y pidió a ese país que "restaure tan pronto como sea posible la estabilidad y el orden, y resuelva la crisis de manera pacífica".

Gadafi, en estado paranoico

"Es evidente que los jóvenes -los sublevados- están drogados. Ninguna persona racional cuestionaría mi mandato" o "Soy el líder de la revolución. No tengo que dimitir. Moriré como mártir" son sólo dos de las perlas que Muamar el Gadafi, el líder libio desde hace 41 años, ha soltado en sus últimas apariciones públicas televisadas. Dos afirmaciones que se cree a pies juntillas y que adereza con unos ademanes histriónicos, una puesta en escena más que estudiada y un lenguaje iracundo.

Unas características que para los psiquiatras denotan claramente una personalidad paranoide. "Sin ninguna duda, su discurso en una tarima improvisada con el fondo de su palacio tiroteado, rápido y lleno de cólera irracional tiene todos los rasgos de atender a una persona que presenta un cuadro paranoide activo en el final de su evolución", reconoce a ELMUNDO.es José Cabrera, Psiquiatra Forense y Autor del libro 'La salud mental y los políticos'.

Coincide Jesús de la Gándara, jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos, que añade que el líder libio "presenta un cuadro claramente patológico, un estado paranoico que le hace incapaz de aceptar cualquier crítica o duda sobre su persona". Para Cabrera "Muamar está convencido de que tiene la razón y es el resto el que está equivocado. Piensa que todo es un complot y que los sublevados lo hacen por odio y rencor contra su persona. A lo largo de los años se ha fabricado un mundo egocéntrico, rígido, intolerante y totalmente narcisista, al que si sumamos petróleo y gas da una idea del polvorín en el que vive Libia ahora mismo".

No se trata sólo de un paranoico, sino de un paranoico con éxito y poder, que resulta mucho más peligroso porque puede dar rienda suelta a sus creencias de superioridad, a su narcisismo y a sus miedos. Porque eso sí, estas personalidades viven con un temor constante. "Gadafi sufre lo que en psiquiatría se conoce como un desarrollo patológico de la personalidad. Sufre de manía persecutoria y es desconfiado y suspicaz con todos los que le rodean. Piensa que le quieren matar y que sus enemigos intentarán acabar con él en cualquier momento y en cualquier lugar", indica Gándara.

Sus extravagancias -la querencia por dormir en tiendas beduinas esté donde esté, custodiado por guardaespaldas femeninas, los ropajes cada vez más excesivos, su harén de enfermeras ucranianas, etc.- no hacen más que acrecentar esta personalidad narcisista y poderosa. "Sus ademanes y locuciones denotan una personalidad rígida y egocéntrica mientras que el lenguaje compulsivo y entrecortado es propio de los paranoides y de personas megalomaniacas", explica José Cabrera. Su insistencia en hablar en tercera persona para referirse a sí mismo indica sus aires de grandeza. "Es el uso del nos mayestático, como hacían antiguamente los reyes", señala Gándara.
Sin salida posible

Ambos expertos destacan que "es imposible que Gadafi dé su brazo a torcer o que ceda a las presiones ni de su pueblo ni de otros líderes internacionales. No hay manera de cambiar sus ideas, ni siquiera funcionan los fármacos en esta gente", afirma el psiquiatra del complejo asistencial de Burgos.

"No tiene salida con su personalidad y sus circunstancias, no entra en su pensamiento ni la posibilidad de rendirse, ni exiliarse ni suicidarse, todo apunta a que luchará con los 'fieles' hasta la muerte a no ser que sea asesinado antes por alguno de ellos en un acto de desesperación", puntualiza el forense. "Su única salida es la muerte", reconocen ambos expertos, pero también subrayan que estas personalidades no se suicidan, "a no ser que pierda todo el poder y entre en un estado depresivo grave", matiza Gándara.

"Yo creo que Gadafi en estos momentos es una persona enferma y trastornada, aislada de la realidad, desesperada y confusa cuyo diagnostico ya poco importa a estas alturas", admiten los psiquiatras.
Parecidos razonables

En cuanto a parecidos con otros líderes, Cabrera apunta que "su cara inexpresiva recuerda mucho a la que tenía en sus últimos días Saddam Hussein, nada que ver con Mubarak y sí por el contrario muy similar también al líder norcoreano Kim Jong-Il".

Para Enrique González Duro, psiquiatra del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, Gadafi tiene un perfil similar al de Pol Pot -el dictador de Camboya que causó uno de los más grandes genocidios de la historia-, "pero sin ideología política".

Prueba de ello es, según este especialista, su Libro verde, una obra política de tres volúmenes escrita por el líder entre 1975 y 1979 en la que se exponen las ideas de su pensamiento político. "Los que lo han leído comentan que es una sarta de estupideces carentes de sentido".

El doctor González Duro cree que los días de Gadafi están contados, aunque subraya que la idea del mandatario es "traspasar el poder a su hijo, un descendiente que puede llegar a ser más peligroso que su padre, porque se ha educado en la cima".


¿Quién controla las costas y las ciudades de Libia?


Las revueltas populares amenazan con derrocar el Gobierno de Muamar Gadafi, quien ha perdido la mayoría de los enclaves costeros desde donde se exporta el petróleo y gas de Libia.

De oeste a oriente, esta es la lista de principales ciudades del país, cuya población ha crecido principalmente en los nucleos donde se sitúan las infraestructuras de energía. Libia, tercer mayor productor de petróleo y líder en reservas de África, extraía antes de las revueltas unos 1,6 millones de barriles al día.
Zouara, a 120 km al oeste de Trípoli

Controlada por las milicias de la oposición, según exiliados que han escapado a Túnez.
Sabratha, 75 km al oeste de Trípoli

Control desconocido. Según testigos llegados a Túnez, podría haber caído en manos de los civiles, pero esta información no ha sido corroborada. El periódico Quryna dijo esta semana que un gran número de tropas gubernamentales habían sido desplegadas en la ciudad.
Zawiya, 50 kilómetros al oeste de Trípoli

Controlada por la oposición aunque con tropas leales a Gadafi en sus inmediaciones, en esta ciudad donde se producen 120.000 barriles de petróleo al día hay una refinería y una plataforma de exportación.
Trípoli, la capital

Las tropas de Gadafi mantienen el control de la capital en sus manos, donde permanece el dictador libio. Muchas tiendas han cerrado, lo que provoca aglomeraciones en los pocos comercios que siguen abiertos. Se han producido algunos choques con los rebeldes en los últimos días.
Misrata, a 200 km al este de Trípoli

Dominada por la oposición, esta ciudad de decenas de miles de habitantes tiene un importante puerto que no ha podido ser recuperado por las tropas de Gadafi en sus contraataques.
Sirte, a 450 km al este de Trípoli

Controlada por el Gobierno, esta región tiene varias instalaciones de petróleo, pero su importancia es más bien psicológica: es la ciudad natal de Gadafi.
Ras Lanuf, a 660 km al este de Trípoli

La ciudad, donde se producen 222.000 barriles de crudo al día, tiene una refinería y una plataforma de exportaciones claves para la economía del país. La vecina Es Sider también tiene otra terminal. La ciudad podría haber caído en manos rebeldes, informa Javier Espinosa.
Masra El Brega, a 780 km al este de Trípoli
Ajdabiya, a 850 km al este de Trípoli

Dominada por los rebeldes, según el periódico Quryna, aunque esta información no ha podido ser corroborada.
Bengasi, a 1.000 km al este de Trípoli.

Bajo control de la oposición, esta es la segunda mayor ciudad de Libia y fue el punto de inicio de las revueltas.
Sarir, a 1.200 km al este de Trípoli

Se desconoce quién controla este enclave donde se producen 10.000 barriles diarios, aunque algunas fuentes apuntan a que la oposición tiene su control.
Tobruk, a 1.250 km al este de Trípoli

Gadafi perdió el control de esta ciudad donde hay situadas una refinería que produce 20.000 barriles de crudo diarios y una terminal exportadora. Además, hay otra refinería que produce otros 8.000 barriles diarios en la vecina Brega, caída en manos de los rebeldes, según asegura la población local.
El sur

En el extenso desierto libio viven algunas tribus tradicionales que jugarán un papel crucial para el futuro del país. Anuncios hechos en algunas redes sociales aseguran que las revueltas han triunfado en algunas poblaciones, como Garyan, aunque esta información no ha podido ser contrastada.

Tampoco se sabe qué ha sido de Ghadames, próxima a la frontera con Algeria, donde están situados los mayores pozos petrolíferos del país.

Sabha, hogar de la segunda mayor tribu de Libia, los gadhdhfa, sige en manos de las tropas leales a Gadafi.

Fuente Diario "EL MUNDO"


La ONU pedirá a La Haya que juzgue a Gadafi por crímenes de guerra


El Consejo de Seguridad del organismo le prohíbe viajar al extranjero y congela sus fondos

Después de un largo y difícil debate que refleja la trascendencia y el dramatismo de la situación en Libia, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó esta madrugada por unanimidad una resolución que convierte a Muamar el Gadafi en un paria de la comunidad internacional, condenado por su crueldad, castigado con sanciones que lo aíslan del mundo y perseguido como un criminal que ha cometido delitos contra la humanidad. Es un paso de gran significado moral, aunque seguramente insuficiente para detener inmediatamente la brutal represión desatada contra la población libia.

La resolución costó casi 10 horas de discusión porque algunos países, entre ellos dos miembros del Consejo con derecho a veto, Rusia y China, ofrecieron resistencia a respaldar un texto que de forma tan evidente se involucra en los asuntos internos de otra nación. El grado de violencia empleado por Gadafi contra civiles indefensos no ofrecía otra alternativa. Un rechazo de esta resolución o su reconversión en un texto insustancial hubiera significado un golpe muy duro para la conciencia internacional y para las miles de personas que se están jugando la vida en Libia.

Con esta resolución, esas personas no están a salvo, pero al menos saben que cuentan inequívocamente con el respaldo del mundo. "Es una resolución muy fuerte que supone un gran aliento para el pueblo de Libia", declaró tras la votación la embajadora de Estados Unidos, Susan Rice.

Estados Unidos, junto con Francia, Reino Unido y Alemania, fueron los países que contribuyeron a redactar esta resolución, en un primer gesto de coraje después de más de 10 días observando los acontecimientos con perplejidad y resignación. La resolución, además, tiene la virtud de marcar un estándar para otros dirigentes que pretendan ahogar las protestas en sangre.

El texto aprobado incluye sanciones económicas contra el régimen libio, prohíbe los viajes al extranjero de Gadafi, su familia y la camarilla que los protege; congela sus cuentas, embarga las ventas de armas a ese país y, sobre todo, denuncia las atrocidades cometidas como "crímenes contra la humanidad" que "merecen ser juzgados por la Corte Penal Internacional de La Haya".

Solo una vez antes, el Consejo de Seguridad había remitido una violación de derechos humanos a la justicia internacional: Darfur. Con todas las quejas que, justamente, se hacen con frecuencia a esta institución por su burocracia y su lentitud, hay que reconocer que esta vez ha actuado con una rapidez y contundencia sin precedentes. Aunque pueda parecer mucho desde los ojos de los ciudadanos alarmados por los sucesos en Libia, los cinco días que el Consejo ha empleado en aprobar esta resolución constituyen un auténtico récord de velocidad.

Gran parte del mérito hay que atribuírselo al secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, que se dirigió personalmente el viernes por la noche a los miembros del Consejo para describirles en los términos más crudos la tragedia que se vive en Libia y pedirles que aceleraran sus gestiones. También hay que citar la mayor firmeza demostrada en las últimas horas por los líderes de las principales potencias sobre Libia.

Ayer mismo, el presidente de EE UU, Barack Obama, que solo ha hablado una vez en público sobre la crisis libia, emitió un comunicado, informando de su conversación telefónica con la canciller alemana, Angela Merkel, en el que afirmaba que Gadafi había perdido toda legitimidad y "tenía que irse ahora".

No hay que confiar en que estas declaraciones y resoluciones hagan a Gadafi desistir de su empeño por mantenerse en el poder a la fuerza. Libia ha sido ya varias veces objeto de sanciones económicas de parte de Estados Unidos y de otros países occidentales sin que el régimen se debilitara lo más mínimo.

Con todas sus limitaciones, sin embargo, esta resolución es todo lo que la comunidad internacional pude hacer en estos momentos. Los siguientes pasos exigirían acciones militares, algo a lo que no parecen dispuestos los miembros de la OTAN ni están reclamando los insurgentes libios.

La oposición libia se prepara para formar un Gobierno de unidad


Gadafi arma a sus seguidores para defender Trípoli a sangre y fuego mientras cientos de personas le desafían en un funeral.- El hijo del dirigente admite "errores en la gestión de la crisis"

El exministro de Justicia libio Mustafa Abdulyalil anunció este sábado que la oposición formará un Gobierno de unidad nacional integrado por civiles y militares, y que en tres meses se celebrarán elecciones democráticas. Abdulyalil, que renunció a su cargo esta semana en protesta por la represión violenta de las manifestaciones contra el régimen de Muamar el Gadafi, dijo a la televisión Al Yazira que ese Gobierno tendrá "un marco democrático".

A los pocos minutos de su anuncio, el embajador libio en los Estados Unidos, Ali Aujali, apoyó la idea de un Ejecutivo formado por Abdulyalil. Ambos políticos libios han sido dos de las caras más visibles que no tardaron en rechazar la actitud del régimen de Gadafi para apoyar las aspiraciones de los manifestantes. "Quiero apoyar este Gobierno como la cara de Libia hasta que se produzca la liberación del país, lo que espero que suceda muy pronto", ha dicho a la agencia Reuters el embajador, que ya ha anunciado que tras 41 años dejará en su cargo si Gadafi no abandona el poder. Incluso el diario Quryna, propiedad de Saif el Islam, se había hecho eco a lo largo del día de ayer de la constitución de un Gabinete interino con sede en la ciudad de Bengasi.

En Libia el combate sigue abierto. Según uno de los corresponsales del diario Quryna, decenas de personas han resultado heridas de gravedad en las inmediaciones de la ciudad de Sabratha por los disparos de efectivos del batallón Al Juwildi al Humaidi. A pesar de que Saif el Islam, uno de los hijos de Gadafi, volvió a dirigirse al pueblo libio a través de una entrevista concedida a Al Arabiya para asegurar que no hay mercenarios entre las fuerzas gubernamentales y recalcar que los enfrentamientos que vive el país son entre ciudadanos. Además volvió a insistir en que la revuelta de los "terroristas" contra el régimen está dirigida desde el extranjero y aseguró que las informaciones sobre cientos de muertos, mercenarios extranjeros y bombardeos son falsas, ya que se vive con normalidad "en las tres cuartas partes del país". Pero nuevas informaciones de testigos llegadas desde Zawiyah (al oeste de Trípoli) le contradicen. Según un testigo recogido por la agencia Reuters, durante la noche mercenarios pro-Gadafi atacaron la ciudad petrolera causando más de cincuenta heridos. "La aritilleria vino de cuatro vehículos que dispararon indiscriminadamente. Jóvenes, niños, mujeres, y gente mayor han muerto. Los he contado", contaba el testigo.

Si El Islam no admitió en su comparecencia la represión que denuncia el pueblo libio, ONG y la comunidad internacional, sí que mostró un tono más conciliador al aceptar que existe una "voluntad interior de cambio", reconocer "errores en la gestión de la crisis" y anunciar reformas en todos los niveles de la Administración. El considerado como heredero de Gadafi, educado en la London School of Economics, anunció que están intentando negociar con alguna de las ciudades en las que ha habido "problemas". El Islam aseguró además que algunos militares que han apoyado las revueltas lo han hecho por "miedo o por objetivos personales" y que "el pueblo libio no tiene futuro si no llega a un acuerdo". Insistió en que la revolución está hecha por terroristas e instigada desde el extranjero

Ofensiva de Gadafi

Consciente de que Trípoli es el último agujero en el que su régimen puede respirar, el coronel Muamar el Gadafi ha decidido armar a sus fieles para librar en la capital la última batalla. Sin apoyos internacionales y sin apenas ejército, el dictador solo tiene a los seguidores de su bandera verde, la de la revolución que él inició en 1969. Hasta el mismísimo primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, quien fuera el principal aliado del régimen en Europa, afirmó ayer que el dirigente libio "ya no tiene el control".

El arsenal de la ciudad está ahora a disposición de aquellos que quieran hacer la guerra por su cuenta contra sus propios vecinos, levantados en sus barrios contra Gadafi. Su idea de dar armas a los civiles amenaza con desatar una matanza en la capital. Solo las fuerzas rebeldes, una mezcla de ciudadanos armados con piedras, soldados y militares en la reserva que avanzan lentamente por los flancos este y oeste, pueden impedirlo. Pero no lo tienen nada fácil, las fuerzas leales de Gadafi aún bloquean aquellos que vienen del este en la zona de Sirte, la ciudad natal del dictador, y controlan las carreteras de acceso a Trípoli por el oeste.

Mientras se prepara la batalla final, miles de extranjeros se desesperan por salir del país y las quince potencias del Consejo de Seguridad de la ONU han aprobado por unanimidad un duro paquete de sanciones contra el régimen, y tanto el presidente Obama como Hillary Clinton han hecho un llamamiento para que Gadafi abandone el poder por no contar con el apoyo de su pueblo.

Al mismo tiempo, como muestra del doble lenguaje del régimen, Saif el Islam, hijo del líder libio, empleaba en una entrevista en la cadena Al Arabiya un tono inusitadamente conciliador, aceptaba que existe "una voluntad interior de cambio", reconocía "errores en la gestión de la crisis" y anunciaba reformas en todos los niveles de la Administración.

Las llamadas a la reconciliación del heredero del coronel Gadafi tuvieron poco eco en los líderes rebeldes acantonados en el este del país, que aseguran que las fuerzas leales al régimen apenas controlan ya el 15% del territorio. "Gadafi está viviendo los últimos momentos y esperamos el final de su régimen en los próximos días", dijo ayer en Bengasi Fathi Tarbul, un abogado de 39 años cuya detención el pasado 15 de febrero fue el detonante del levantamiento popular anti-Gadafi. Pero el movimiento más significativo de los desafectos al régimen fue el del exministro de Justicia Mustafá Abdulyalil.

En el este del país, emerge como otra de las primeras caras visibles de la resistencia la figura del coronel Tarek Saad Husein. Según The New York Times, el oficial ha ido aunando en ese lado las voluntades de civiles y algunos batallones de un Ejército caracterizado por su fragmentación. Muchos son militares retirados que se han unido a la causa. Pero el protagonismo en el régimen que suceda al de Gadafi está muy disputado. Según el servicio secreto italiano, el nuevo hombre fuerte del país será el exministro del Interior y camarada de Gadafi en la revolución de 1969 Abdulá Yunis.

Tras la sangrienta jornada del viernes, en la que la policía disparó contra los manifestantes causando al menos siete muertos, las calles de Trípoli amanecieron ayer tranquilas, según informaron los medios internacionales invitados por el régimen a un estrambótico paseo por la ciudad protagonizado por el propio Saif el Islam, que enseñó a los periodistas una ciudad en la que aparentemente no pasaba nada. El Islam se arrancó con otro comentario de los que frecuenta su progenitor. "No confundan los fuegos artificiales con petardos", dijo a los periodistas mientras se reía.

Según la cadena BBC, Gadafi controla la mayoría de la ciudad, en la que viven dos millones de los seis y medio que habitan el país. Algunos testimonios recogidos por el diario The New York Times cuentan que las fuerzas del dictador pasaron la noche del jueves limpiando la ciudad de todos aquellos indicios del caos que han descrito esta semana decenas de testigos a través del teléfono. De acuerdo con la descripción del escenario que hacen estos medios, ya no hay carteles quemados de Gadafi, ni pintadas en las calles. Todo parece haber sido un mal sueño.

Sin embargo, en algunos barrios populares de la capital se reprodujeron ayer las protestas contra el régimen, según constató la agencia Reuters. En el distrito de Tajura, cientos de personas desafiaron al Gobierno durante el funeral por uno de los siete fallecidos la víspera. Según contaron los vecinos, las fuerzas de seguridad abrieron fuego el viernes contra los manifestantes tras la oración. Los heridos, explican, están siendo curados en las casas, después de que varias víctimas en las protestas hayan desaparecido de los hospitales públicos en días previos.

Como no hay observadores en la parte occidental del país, es imposible hacerse una idea de cuánto tiempo le queda a Gadafi antes de que las tropas que avanzan lentamente por el este se hagan con el siguiente objetivo militar, Sirte, el pueblo del dictador, en el golfo del mismo nombre.

En el oeste, el combate sigue abierto. Ayer, algunos medios libios aseguraban que había combates en Sebrata, una de las ciudades que supuestamente había caído.

"Ese loco ha incendiado la capital"

Tamer, un informático egipcio de 27 años, relata la represión que ejercen las huestes del dictador en Trípoli y la odisea para escapar por la frontera de Túnez.

Algo aterrador ocurrió ayer en Trípoli después de la hora del rezo. Decimos "algo" porque, aunque los testimonios que llegan de la capital a través de mensajes de Twitter y de llamadas telefónicas son muchos, es imposible tener datos de cuántas personas salieron a la calle para pedir la caída del régimen de Gadafi, de cuántos de sus seguidores acudieron a la plaza Verde para apoyar al dictador y de cuántos manifestantes murieron abatidos por las balas de la policía. Y decimos "aterrador" porque esa es la palabra que, según el traductor, emplea Tamer, un informático egipcio de 27 años, para explicar las sensaciones que le hicieron huir de allí a toda velocidad e iniciar un peligroso camino para salir del país.

"Después de la oración, empecé a oír a la gente. Me asomé a la ventana y vi a muchos congregarse en las calles. Poco después empezaron los disparos. Gadafi había enviado a la policía y pronto empezaron a ir contra los manifestantes. Algunos quemaron edificios del Gobierno. Fue entonces cuando empezaron a dispararles", explica en árabe el joven en la tienda de campaña en la que tiene lugar la conversación. Estamos en la Casa de la Cultura, en la ciudad tunecina de Ben Gardan, a 35 kilómetros de la frontera con Libia. Allí descansan cientos de los miles de egipcios que han salido estos días del país para escapar del conflicto. Un grupo se congrega a la entrada de la tienda para oír lo que Tamer cuenta.

"Había fuego en el aire. Mucho ruido, muchos disparos y bombas de gas. Todo al mismo tiempo para dispersar a la gente. Decidí que tenía que irme. Ya lo tenía casi todo preparado. Cogí mis cosas y salí rápidamente con un conductor libio y su amigo en dirección a la carretera de la costa. Allí hay un control detrás de otro. Cada dos o tres minutos. La policía te cachea y lo registra todo. A mí me quitaron los móviles y el dinero. Eran soldados o civiles vestidos de policía. Pero me dejaron pasar porque era egipcio. A otros los cogían y se los llevaban de vuelta a Trípoli. No sé qué harían con ellos".

Unos kilómetros después, otro control les hacía dar un rodeo que les obligaba a utilizar una carretera cercana al desierto. Fueron solos prácticamente todo el camino y pudo dormir unos minutos. Esa carretera no está tan controlada. "Solo algunos policías, pero todo recto hasta el puesto que los militares tienen en Zuara". La ciudad pasa estos días por ser una de las pocas que está controlada por los ciudadanos, pero cerca hay una base militar en manos de Gadafi. Hasta allí llegó Tamer horas después de partir de Trípoli. Le dejaron seguir y alcanzó la frontera de Ras el Ajdir.

Luego la espera en un campamento donde le sellaron unos papeles para permitirle la estancia en Ben Gardan, después un autobús hasta la ciudad y otra vez a esperar en la Casa de la Cultura. Todos los que allí están instalados aguardan a que el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados les dé pasaje en un barco o un avión con el que regresar a El Cairo. "Gadafi no se dejará coger vivo", dice Tamer, que manifiesta sus dudas de que la revuelta libia consiga derrocar al dictador: "Muchos le tienen miedo. Él les hará sufrir si le atacan. Ese loco ha incendiado la ciudad".

En otras zonas de Ben Gardan, cientos de egipcios intentan dormir un poco antes de partir. Algunos llevan una semana esperando ser recogidos por los barcos de la Organización Internacional para las Migraciones que llegan hoy y mañana. "Estamos hartos. Nuestro Gobierno no ha hecho nada. Nadie se ha pasado por aquí para decirnos qué es lo que podemos hacer. Solo los tunecinos, los únicos que nos han ayudado".

Los tres países, Túnez, Egipto y Libia, han protagonizado en los últimos meses las tres revueltas que más agitación han causado en el mundo árabe. Los dos primeros consiguieron librarse de sus dictadores y el tercero va camino de ello. Todos siguen demandando más democracia y líderes más eficaces. Los egipcios de Ben Gardan, por ahora, se conforman con regresar.

Fuente Diario "EL PAÍS"

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