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viernes, 11 de febrero de 2011
GAGOMILITARIA NOTICIAS.-EGIPTO SE SIENTE TRAICIONADO, CONFUSIÓN Y RABIA....EN EL CAIRO
El apoyo del Ejército a Mubarak desata la furia de los egicios
En lo que supone un duro golpe a la oposición popular egipcia, el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas de Egipto se ha pronunciado a favor del régimen del presidente Hosni Mubarak a través de un comunicado emitido por la televisión estatal la mañana del viernes.
El apoyo del Ejército a Mubarak ha desatado las iras de los egipcios que se han echado masivamente a la calle en El Cairo y Alejandría.
En el comunicado, el Ejército declara que "garantizará" el proceso de reformas prometido por Mubarak en el discurso a la nación la noche del jueves, mostrando así su respaldo del régimen. Aunque intenta apaciguar a los manifestantes a través de la promesa de levantar el Estado de Emergencia, el Consejo deja claro que quiere que todo el mundo vuelva a sus casas y resuma sus vidas normales. Remata esta demanda indicando que ninguno de los manifestantes "honorables" serán procesados por las revueltas populares; queda por ver si esto indica que se prevén acciones represivas contra quienes han participado en las manifestaciones en contra del presidente a lo largo de las últimas semanas.
Ira y decepción en las calles de Egipto
La plaza Tahrir ha enfurecido tras esta declaración del Ejército en la que éste apoya las reformas anunciadas por Mubarak, que se mantiene en el poder a pesar de las manifestaciones masivas en todo el país.
En El Cairo, un coronel del Ejército ha leido frente al Palacio Presidencial el segundo Comunicado del Ejército, en el que éste apoya las reformas anunciadas la víspera. Este anuncio ha despertado la ira de los manifestantes y uno de ellos le ha arrebatado el micrófono de las manos a este alto cargo de las Fuerzas Armadas. "Nos habeís decepcionado, confiábamos en vosotros", ha gritado, mientras la gente a su alrededor pedía que se juzgara al mandatario.
También en Alejandría y Suez los egipcios claman por la dimisión de Mubarak. En Suez, los manifestantes han tomado el control de varios edificios gubernamentales. Mientras, en Alejandría miles de personas se han reunido en la calle para el rezo, al igual que en la plaza Tahrir, en El Cairo. Allí, los manifestantes, que iniciaron con emoción la oración del mediodía, se mantenían silenciosos en los momentos previos al rezo. El imán aseguró que "los manifestantes han conseguido logros inesperados" y les pidió "resistencia y que se aferren a sus demandas".
Más movilizaciones
Decenas de miles de manifestantes se han reunido en la plaza Tahrir de El Cairo para una nueva movilización masiva contra el Presidente egipcio Hosni Moubarak que se aferra al poder. La concentración, prevista para después de la oración, se espera aún mayor que las convocatorias precedentes.
Según informa Al Yazira, algunos militares han decidido sumarse a las protestas ciudadanas. Además, Mohamed El Baradei también se ha manifestado. El premio nobel de la paz ha insistido en la necesidad de que el Ejército se sume a la revuelta popular y ha añadido que el poder de pueblo "no puede ser aplastado". "Todavía confío en que el Ejército se pueda unir", afirmó El Baradei en un mensaje por la red de twitter.
Muchos de los manifestantes mantienen una actitud desafiante después de la decepción provocada causada por el anuncio del jefe del Estado, en un discurso televisado, de que transferirá sus poderes al vicepresidente, Omar Suleiman, pero que no dimitirá.
"Treinta años después estamos cansados de escuchar, lo que queremos es que se marche", afirma Mohammad Ibrahim, un profesor de 42 años venido desde Alejandría (norte), la segunda ciudad del país.
Reunión de las Fuerzas Armadas, sin Mubarak
El Consejo Supremo de las Fuerzas armadas de Egipto se ha reunido pero, según las imágenes difundidas por la televisión pública, entre los presentes no se encuentra Mubarak, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, lo que alimenta los rumores de su posible salida.
Está previsto que, después de la reunión, el Consejo emita un comunicado dirigido al pueblo egipcio.
El Consejo insistió este jueves en su apoyo a "las legítimas demandas del pueblo" y afirmó que está "estudiando las medidas" para salvaguardar los intereses del país.
Hosni Mubarak, el dictador que se creyó un faraón
La mayoría de los egipcios esperaba que Hosni Mubarak, el único presidente que han conocido dos generaciones, muriese -y pronto- en la cama. La avanzada edad del 'rais' y sus inevitables achaques, como el que le llevó a un quirófano aleman en marzo del pasado año, hacía temer la desaparición de su rostro pero no de su régimen, ni siquiera de su apellido. Porque Mubarak, de 82 años, 30 ellos detentando el poder de forma autoritaria y burlándose de las urnas, estaba amarrando su sucesión en la figura de su hijo Gamal.
Los egipcios parecían condenados a una dinastía al más puro estilo faraónico porque, como dicen hoy los jóvenes en los foros de Internet, desconocían que se podían enfrentar al régimen. Pero la impunidad policial les llevó a organizarse y el modelo tunecino les dio la fuerza necesaria para superar su miedo. Un puñado de ellos arrastró a toda una población, y ahora es indudable que el dictador, apodado por sus detractores 'la vaca que ríe' por la resplandeciente sonrisa con la que aparece en los retratos oficiales, tiene los días contados.
Su prepotencia y su negativa a hacer las reformas que su pueblo, desesperado, empobrecido y constreñido por tres décadas de estado de emergencia, viene exigiendo desde hace tiempo le ha cavado su tumba política. Pero poco podía temer el 'rais' Mubarak que su pueblo osara enfrentarse a su maquinaria represiva hace unas semanas. En el miedo basó la estabilidad interna, y en su alianza privilegiada con Estados Unidos y con Israel (es uno de los dos únicos países árabes que mantiene un acuerdo de paz con el Tel Aviv) su influencia externa. Se consideraba invencible y resultó ser tan vulnerable al juicio de su pueblo como cualquier otro dirigente.
Su camino hacia la presidencia se lo facilitó el estamento militar. Nacido en mayo de 1928 en Menufia, provincia situada en el Delta del Nilo, con 21 años se graduó en la Academia Militar Egipcia. El mismo año de su graduación, en 1949, pasó a la Fuerza Aérea: su formación como piloto de combate le llevó a la Unión Soviética en varias ocasiones para ampliar conocimientos, y su ambición le llevó a subir peldaños en la carrera militar. En 1969, ya era jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea; en 1973 ganó honores de héroe de guerra por su papel en la guerra de Yom Kippur, y un año más tarde fue nombrado viceministro de Defensa.
En 1975, Anwar al Sadat le nombró vicepresidente de la República Arabe de Egipto. Cuando aquel fue asesinado en 1981 a manos de islamistas, durante una marcha militar celebrada en El Cairo, Mubarak esquivó las balas y además accedió a la Presidencia para sorpresa de muchos, ya que no era muy conocido por la población.
Desde entonces ha demostrado ser un superviviente, tanto en el sentido físico como en el político. En el primero, ha sobrevivido a seis intentos de asesinato, según el recuento de la BBC: el que más posibilidades tuvo de matarle sucedió en la capital etíope, Addis Abeba, cuando la limusina en la que se dirigía a la cumbre de líderes africanos fue atacada.
Salvar de la amenaza islamista radical
Eso, a pesar de que Mubarak mantuvo los motivos que llevaron a los radicales a asesinar a su predecesor: los acuerdos de paz con Israel con los que una significativa parte de la población no simpatiza, sobre todo teniendo en cuenta la proximidad de la franja de Gaza, que llegó a estar administrada por Egipto y que comparte frontera con la nación árabe. Los mismos acuerdos de paz que, por primera vez en la Historia, llevaron a la Liga Arabe a suspender la participación de Egipto en su institución durante hasta 1989, cuando el país fue readmitido con todos los honores y la Liga arabe trasladó su cuartel general a El Cairo.
En el exterior, Egipto mantuvo con Mubarak el liderazgo suní regional, siempre disputado -aunque amigablemente- con Arabia Saudí. Su presencia en las infructuosas conferencias de paz de Oriente Próximo le han puesto siempre ante los focos y sus relaciones privilegiadas con Occidente son indiscutibles. Nadie le reprochaba en voz alta las violaciones de los derechos humanos, la represión policial o el estado de excepción que arrebataba las libertades esenciales de sus ciudadanos desde que llegara al poder.
Su régimen alega que es necesario mantenerlo en vigor para salvar a Egipto de la amenaza islamista radical, que golpeó el sector turístico en los años 90, pero la población lo considera una excusa para gobernar ignorando los más básicos derechos humanos. Pero Mubarak puede ser el rey del disfraz, como demostró en su primer discurso tras la crisis, cuando en lugar de disculparse por la falta de reformas afirmó sentirse identificado con los pobres del país y sufrir personalmente por el problema del desempleo.
Ha jugado siempre con la democracia como si fuera su coto privado: convocó cuatro referendos (1987, 1993, 1999 y 2005) de validez cuestionable, jamás supervisados por observadores internacionales, que confirmaron su mandato. Era difícil que ocurriese lo contrario, dado que en los tres primeros no permitió que nadie le disputase el cargo. En el cuarto, presionado por Estados Unidos, se vió obligado a modificar levemente la Constitución para aceptar competencia, aunque las elecciones presidenciales siguen sin ser abiertas: la ley es tan restrictiva que cualquier candidato que no sea el mismo Mubarak o esté respaldado por él tiene escasas posibilidades siquiera de medirse con el 'rais'.
El resto de elecciones han sido igualmente irrisorias: las últimas, hace apenas tres meses, contaron según el partido con una participación masiva. El Partido Democrático Nacional, la formación de Mubarak, obtuvo según el particular recuento del régimen 420 de 508 escaños, es decir, el 81% de la Asamblea del Pueblo. Los Hermanos Musulmanes, organización semi-legal de enorme peso popular, pasaron de tener 88 a 1 solo diputado en otro signo de la impunidad que rodea al régimen. La bofetada política fue tan violenta que se retiraron de la segunda vuelta electoral. La organización islamista tiene un enorme arraigo en la calle egipcia, especialmente en las provincias, donde las condiciones económicas son miserables, y cuanta más corrupción rodea al entorno de Mubarak, más aumentan sus filas.
Opositores como el escritor Alaa al Aswani denunciaron cómo habían visto grabaciones que mostraban a funcionarios del PDN rellenando urnas vacías con votos, y cómo muchos electores fueron apartados de los colegios electorales con violencia. Murieron 10 personas cuando trataban de ejercer su derecho al voto. Los cálculos más optimistas hablan de una participación del 25%. El presidente, siempre ausente de la realidad, calificó la cita electoral de "hito democrático" para indignación de su agotada población.
En los últimos meses, los medios egipcios -siempre limitados por la falta de libertad- y sobre todo los blogueros, focos de activismo, debatían las posibilidades de sucesión de Mubarak. La carrera hacia la Presidencia la disputaban su hijo Gamal, que no parece contar con el apoyo del Ejército y ni siquiera del partido de su padre, y el todopoderoso jefe de la Inteligencia egipcia, Omar Suleiman. Ahora, todo hace indicar que ninguno de los dos heredará el vacío que, más temprano que tarde, dejará el 'rais' en su trono.
Fuente Diario "EL MUNDO"
Los egipcios ignoran al Ejército y redoblan su clamor contra Mubarak
Los militares exigen el fin de las protestas para levantar el estado de excepción.-Varios medios informan de que Mubarak y su familia han abandonado El Cairo.-Las movilizaciones se extienden al palacio presidencial y a la sede de la televisión egipcia
La multitud congregada en el centro de El Cairo ha desafiado el llamamiento del Ejército a que desista de la protesta y ha redoblado el clamor contra el dictador Hosni Mubarak para que abandone el poder y despeje el camino hacia la democracia. La plaza de la Liberación, epicentro de la revuelta, es este mediodía un olla a presión cargada de frustración popular. Cientos de miles de personas abarrotan el recinto para expresar su hartazgo y exigir el fin de una época. En paralelo, la agencia France Presse, citando fuentes próximas al Gobierno egipcio, y la cadena Al Arabiya informan de que el presidente egipcio y su familia han abandonado en las últimas horas El Cairo. Al Arabiya añade que el séquito presidencial se dirige a la localidad turística de Sharm el Sheik, en la península del Sinaí.
Tras el mensaje decepcionante de los militares, que siguen sin abandonar su calculada neutralidad tras dos semanas de crisis, el imán de la mezquita de Tahrir ha aprovechado el sermón de la oración del viernes para reclamar a los manifestantes que se mantengan "firmes" y perseverantes en sus demandas y ha animado a los asistentes a "celebrar el triunfo de la dignidad". La plaza ha prorrumpido en gritos de "fuera, fuera".
El Ejército se ha mantenido fiel a la ambigüedad en su esperado mensaje al pueblo egipcio, impaciente ante la decepción que ha supuesto la decisión de Hosni Mubarak de aferrarse al poder. En un comunicado divulgado poco antes de mediodía, el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas, presidido por el ministro de Defensa, Mohamed Husein Tantaui, ha exigido el fin de las protestas, que hoy entran en su jornada 18ª, para recuperar la normalidad en el país árabe. Los militares se han comprometido a levantar el estado de emergencia, una de las exigencias clave de la oposición, siempre y cuando los manifestantes dejen las calles y regresen a sus casas. "El estado de emergencia se levantará tan pronto como terminen las actuales circunstancias", reza el comunicado. Los generales también han asegurado que apoyarán las "enmiendas legislativas" necesarias para garantizar la celebración de "elecciones presidenciales libres y justas" pero sin concretar una fecha. Por último, han reclamado la necesidad de "recuperar ordenadamente la normalidad para preservar los intereses y la prosperidad de nuestra gran nación".
Los militares dieron ayer esperanzas a los manifestantes al anunciar que respaldaban "las reivindicaciones legítimas" del pueblo egipcio, pero su papel sigue sin definirse. Apoyan, o al menos entienden, las peticiones de la oposición pero al mismo tiempo mantienen en pie un régimen que parece derrumbarse según pasan los días. Hoy tenían la oportunidad de precipitar su fin si apostaban con claridad por una transición real e inmediata hacia la democracia. No ha sido así. Han preferido alargar la agonía de Mubarak con vagas promesas de cambio pero sin tomar medidas para materializarlo.
El mensaje es un jarro de agua fría sobre las esperanzas del pueblo egipcio. El desafío lanzado anoche por Hosni Mubarak a su pueblo, anunciando que continuaría como presidente hasta septiembre pero que transfería parte de su poder al nuevo hombre fuerte, el vicepresidente Omar Suleimán, desató la ira de los manifestantes, que prácticamente daban por hecho su renuncia y la apertura de una nueva etapa en el país árabe. La respuesta del pueblo se prevé contundente para hoy, ya que las marchas masivas convocadas para este viernes toman ahora un nuevo cariz y sus consecuencias son impresivibles.
"Mubarak, no te queremos"
Miles de personas han vuelto a pasar la noche en el lugar emblema de la revuelta para demostrar que no claudican en su lucha contra el régimen. Desde primera hora los manifestantes han ido tomando posiciones en distintos puntos de la capital egipcia. Además de la multitud reunida en la plaza de la Liberación, dos nuevos focos de resistencia ciudadana se han instalado en El Cairo: el palacio presidencial y el edificio que alberga la televisión y la radio estatales. "Abajo, abajo Mubarak", es el lema coreado por varios cientos de personas a las puertas del palacio, vigilado por soldados que asisten sin intervenir a la protesta. Un cartel exigiendo la renuncia del rais ha sido colgado en las alambradas que bloquean la entrada al edificio. "No importa cómo enmiendes la Constitución, no te queremos" y "dejar significar marcharse", son algunos de los lemas coreados por los presentes. Una protesta similar está teniendo lugar frente a la sede de la radio y la televisión, donde el Ejército ha instalado un cordón de seguridad rodeando el edificio con tanques.
En otros lugares como Alejandría y Suez la situación se complica por horas. En Alejandría, la segunda ciudad del país, miles de personas se manifestan en el exterior de la mezquita de Qaid Ibrahim, cuyo imán elogió durante la oración a los asistentes por ayudar a "poner fin a un régimen corrupto que actúa como agente de otros" y les ha pedido que no abandonen una "revolución que está siguiendo todo el planeta". La cadena Al Arabiya informa citando a testigos de que en Suez los manifestantes se han hecho con el control de algunos edificios gubernamentales.
El anuncio del rais fue insuficiente no solo para los egipcios, sino también para el líder opositor El Baradei -quien aseguró en su cuenta de Twitter: "Egipto va a explotar"-, varios dirigentes europeos e incluso para la Administración de Barack Obama, que tras reunir a su equipo de seguridad pidió a Mubarak una democracia "inequívoca".
Los Hermanos Musulmanes, el partido islámico con mayor respaldo en Egipto, ha calificado de "truco" el discurso de Mubarak y ha pedido a los egipcios que mantengan el pulso en la calle. "Es vuestro destino enfrentaros a un régimen arrogante y corrupto que está jugando con vuestra paciencia y esquivando sus responsabilidades. Demostrad vuestra paciencia e insistencia para recuperar vuestros derechos", reza un comunicado divulgado esta mañana.
Mubarak desafía al pueblo egipcio
El 'rais' anuncia que cede algunos poderes a Suleimán pero sin dejar el cargo.- El Ejército siembra el desconcierto al emitir señales equívocas sobre el cambio
Hosni Mubarak desafió anoche a Egipto. Cuando durante todo el día de ayer parecía inminente su dimisión, cuando incluso el primer ministro había reconocido la victoria de los manifestantes, Mubarak compareció en televisión para reafirmar su continuidad. "No me iré, seré enterrado aquí", insistió. La novedad de su segundo discurso desde que empezaran las protestas por todo el país consistió en una inconcreta transferencia de poderes a Omar Suleimán, el vicepresidente, confirmado como nuevo rostro del régimen. La plaza cairota de la Liberación estalló en furia, con gritos de "fuera, fuera". Egipto comprobó que Mubarak no había escuchado las demandas de la calle.
Un anuncio insuficiente no solo para los egipcios, sino también para el líder opositor El Baradei -quien aseguró en su cuenta de Twitter: "Egipto va a explotar"-, varios dirigentes europeos e incluso para la Administración de Barack Obama, que tras reunir a su equipo de seguridad pidió a Mubarak una democracia "inequívoca".
Egipto se precipitó anoche hacia una situación tan confusa como peligrosa. En vísperas de nuevas manifestaciones masivas de consecuencias imprevisibles, previstas para hoy, -los manifestantes han llamado a veinte millones de egipcios a marchar hoy por las calles después de la oración-, con la calle en carne viva, el régimen de Hosni Mubarak interpretó una extraña comedia de equívocos. No se entendió si el presidente seguía al frente del país o si era el vicepresidente, Omar Suleimán, el hombre que acababa de decir que los egipcios no merecían una democracia, quien asumía el poder ejecutivo. Aún más difícil de comprender resultaba el papel de los militares.
El Ejército emitió señales contradictorias. Dio muestras de impaciencia y de resignación, de conformidad con el dúo Mubarak-Suleimán, y de oposición a un bloqueo que hundía al país en el abismo. Igualmente impredecible resultaba la reacción de las multitudes en revuelta. Sus portavoces, que no líderes, prometieron mantener la actitud pacífica que han mostrado hasta el momento. Pero la frustración popular hacía temer brotes de violencia. Aunque se limitaron a expandir su protesta por las calles de El Cairo, llegando incluso al Palacio Presidencial.
Los egipcios esperaban el inicio de una nueva era. Descubrieron, por el contrario, que la pesadilla continuaba y que haría falta más tiempo, más muertes y más sufrimiento personal y económico para acabar con ella. Hosni Mubarak siguió obstinado en negar la evidencia de que estaba acabado. En realidad, pareció empeñarse en que sus 30 años de dictadura concluyeran entre sangre y fuego. Su discurso del 10 de febrero de 2011 estaba destinado a pasar a la historia como un momento particularmente oscuro.
Nadie creía posible que algo así ocurriera. Durante la jornada se acumularon los síntomas de que Mubarak se iba. El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, reunido por primera vez desde la guerra de 1973, con la significativa ausencia del propio Mubarak, declaró que respaldaba "las legítimas aspiraciones del pueblo", en un texto titulado Primer comunicado. El Segundo comunicado debía emitirse, según distintas fuentes, hacia medianoche. Eran las señales típicas del golpe militar. Los egipcios lo interpretaron como tal, y en su gran mayoría lo saludaron con alborozo. Se daba por supuesto que el Ejército iba a protagonizar un golpe más o menos benigno para crear una Junta cívico-militar que tutelara una transición hacia la democracia. Entre otras virtudes, los egipcios poseen la del optimismo. Pero el Segundo comunicado no llegó a aparecer.
Surgían otras señales de cambio. "Los manifestantes han vencido", admitió el primer ministro, Ahmed Shafik. Desde que circularon los primeros rumores sobre la renuncia del presidente, la plaza de Tahrir, en la que se siguen congregando decenas de miles de personas, se transformó en una fiesta. No se sabía aún que la alegría concluiría en furor y ánimo de venganza. Solo unos minutos después de que Mubarak acabara su discurso, multitudes iracundas se dirigieron hacia la sede de la televisión pública, muy próxima a Tahrir, y hacia el palacio presidencial. Pese al furor, no se registraron asaltos a edificios, solo un aumento de la presencia de manifestantes en torno a los edificios oficiales.
Quizá eso era lo que deseaba Mubarak. Quizá quería provocar una llamarada de ira que justificara la intervención del Ejército. Quizá quería fomentar una situación definitivamente insostenible.
Sus palabras fueron las justas para irritar a una muchedumbre ya impaciente. Por el habitual paternalismo, que le hizo dirigirse a los egipcios como "hijos e hijas" y declararse "orgulloso" de los jóvenes manifestantes, "como presidente de la nación, no encuentro ninguna incomodidad en oír a la juventud de mi pueblo"; por el cinismo con el que anunció que perseguiría y castigaría a los responsables de la represión ("castigaré a quienes os han herido"); por hablar de las "víctimas inocentes" (más de 300, según recuentos de organizaciones independientes) causadas por su propia policía y sus propios matones; por dedicar largos párrafos a la necesidad de recuperar la confianza económica y la convivencia pacífica bajo su tutela personal, cuando un país entero le gritaba que se fuera.
Mubarak cedió gran parte de sus poderes, sin incluir los de reformar la Constitución o disolver el Parlamento, a su vicepresidente, Omar Suleimán, para que prosiguiera con "el debate sobre la posible revisión de algunos artículos de la Constitución" y con el "diálogo constructivo con los opositores". Y, una vez más, aseguró que no obedecería "órdenes extranjeras", en indudable referencia a Estados Unidos, el país que durante 30 años financió su dictadura.
Después de Mubarak, habló en televisión el vicepresidente Suleimán. El teórico hombre fuerte abundó en uno de sus temas preferidos, la necesidad de que el pueblo egipcio dejara de ver "televisiones por satélite que hablan mal de Egipto e intentan dividirnos". También, como en otras declaraciones, instó a los manifestantes a que volvieran a sus casas y a sus ocupaciones porque sus reivindicaciones ya habían "sido escuchadas y atendidas".
La jornada fue crispada desde el principio. Por la mañana, muy temprano, se percibió un amplio despliegue de tanques y blindados en el centro de El Cairo. La presencia militar resultaba muy superior a la de anteriores jornadas y suscitó especulaciones. La situación del régimen era visiblemente crítica. El primer ministro, Ahmed Shafik, no pudo acudir por la mañana a su despacho, en un edificio rodeado por los manifestantes, y se vio obligado a refugiarse en su antiguo puesto del Ministerio de Aviación Civil, cerca del aeropuerto. El jefe del Gobierno ya no controlaba ni su propia silla.
ONG denuncian abusos y torturas del Ejército egipcio
El periódico 'The Guardian' recopila testimonios de malos tratos infligidos por militares en las dos semanas de protestas
El Ejército egipcio ha detenido de manera secreta a cientos, posiblemente miles, de supuestos opositores al régimen desde que estalló la revuelta social contra la presidencia de Hosni Mubarak, según denuncia el periódico británico The Guardian basándose en testimonios de víctimas de esos abusos.
Los militares, claves en la resolución de la crisis, se han mantenido aparentemente neutrales ante el desarrollo de la protesta ciudadana en ciudades como El Cairo y Alejandría. Pero organizaciones de defensa de los Derechos Humanos denuncian ahora que su neutralidad es solo aparente y les acusan de estar envueltos en desapariciones, torturas y abusos que los egipcios han asociado durante años con los servicios de inteligencia (SSI, en sus siglas en inglés) pero no con el Ejército.
El periódico británico ha podido hablar con detenidos que aseguran haber sufrido largas sesiones de palizas y golpes así como otros abusos a manos de los militares, en lo que parece ser una campaña organizada de intimidación. Grupos de Derechos Humanos egipcios han documentado el uso de descargas eléctricas sobre aquellos bajo custodia militar y han relatado la búsqueda desesperada por parte de las familias de los desaparecidos después de participar en manifestaciones. Algunos de estos detenidos han sido recluidos en el Museo egipcio de El Cairo, situado en uno de los flancos de la plaza de la Liberación, epicentro de las revueltas. Los liberados han relatado abusos perpetrados por los uniformados, quienes les acusaban de actuar para potencias extranjeras, entre ellas Hamás o Israel.
Entre los detenidos, según The Guardian, hay activistas de derechos humanos y periodistas, la mayoría de los cuales ya han recuperado la libertad. En todo caso, Hossam Bahgat, director de la Iniciativa Egipcia por los Derechos Personales, ha explicado que cientos, posiblemente miles, de personas normales han "desaparecido" en todo el país simplemente por llevar consigo propaganda política, por participar en las manifestaciones o incluso por su mera apariencia. Algunos siguen en paradero desconocido.
"El espectro es muy amplio, desde gente que estaba en las protestas a aquellos que rompieron el toque de queda o que simplemente contestaron a las preguntas de cualquier mando militar o que su apariencia era sospechosa o por parecer extranjeros aunque no lo fueran", ha dicho este activista. "Es algo inusual y sin precedentes en el Ejército".
Palizas y amenazas a jóvenes
Entre los detenidos está un joven de 23 años, de nombre Ashraf. Fue detenido el pasado viernes en los alrededores de la plaza de Tahrir mientras portaba un botiquín para dar asistencia médica a los manifestantes con heridas tras enfrentarse a las fuerzas del orden enviadas allí por el Gobierno de Mubarak. "Estaba en la acera y un soldado me paró y me preguntó a dónde iba. Se lo dije y me acusó de trabajar para el enemigo extranjero y otros compañeros suyos me rodearon y me empezaron a golpear con sus pistolas", recuerda este joven.
Ashraf fue trasladado a un puesto de policía con las manos atadas a la espalda donde recibió más golpes antes de ser evacuado a una zona bajo control militar próxima al museo. "Me metieron en una habitación. Un oficial llegó y me preguntó quién me estaba pagando para protestar contra el Gobierno. Cuando contesté que quería un Gobierno mejor él me golpeó en la cara y me caí al suelo. Entonces los soldados empezaron a darme patadas". "Luego llegaron con una bayoneta y amenazaron con violarme con esa arma. Me la pusieron entre las piernas y me dijeron que podía morir allí mismo o desaparecer en una prisión".
Ashraf asegura que los golpes continuaron durante varias horas hasta que fue trasladado a otra habitación con otros prisioneros, también con signos de haber sido torturados. El joven fue liberado 18 horas después con el aviso de que no volviera a la plaza de la Liberación.
Otros no han tenido la misma suerte. Así lo cuenta Heba Morayef, de Human Rights Watch: "Muchas familias nos están llamando y nos cuentan: "No encuentro a mi hijo, está desaparecido". Entre aquellos desaparecidos está Kareem Amer, un destacado blogero crítico con el Gobierno que pasó cuatro años en prisión por criticar al régimen. Fue detenido el lunes por la tarde en un control militar cuando abandonaba la plaza de Tahrir.
Bahgat ha asegurado que los testimonios evidencian que los militares están llevando a cabo una campaña para frenar las protestas. "Algunas personas, especialmente los activistas, aseguran que están siendo interrogadas sobre cualquier posible vínculo con organizaciones políticas y fuerzas extranjeras. Los que no tienen relación alguna con organizaciones también se convierten en objetivo. Son zarandeados mientras les preguntan. ¿Qué haces en Tahrir?' Parece que todo forma parte de una operación de intimidación y disuasión", denuncia este activista.
El Ejército asegura que su neutralidad está fuera de toda duda mientras que Mubarak y su primer ministro, Ahmed Shafiq, han prometido que no se perseguirá a los activistas. Pero Morayef asegura que la realidad es muy distinta. "Creo que es bastante obvio que los militares no están jugando un papel neutral. Los militares no quieren ni creen en las protestas", asegura.
Human Rights Watch (HRW) asegura que ha documentado hasta el momento 119 arrestos de civiles pero sospecha que son muchos más. Bahgat explica que es imposible saber con certeza el número de personas detenidas porque el Ejército no está informando al respecto. Pero cree que la forma en la que se están produciendo los arrestos en El Cairo está siendo replicada en el resto del país.
"Muchas detenciones no son comunicadas a las familias ni a los abogados". "Aquellos bajo custodia no reciben las garantías necesarias". HRW también ha recogido detenciones como la de un activista que asegura que fue interceptado por un soldado que le registró su bolsa y localizó octavillas a favor de la democracia. "Me empezaron a golpear con porras de goma y me dieron descargas con una pistola eléctrica". "Me llevaron a la comisaría de Abdin. Allí los soldados habían sido informados de la llegada de un "espía" y me recibieron con una paliza que se extendió 30 minutos". Después este activista fue llevado a una celda hasta que llegó el encargado de interrogarle, que le aplicó nuevas descargas eléctricas sobre su cuerpo, ya desnudo. "Me descargas eléctricas en todo el cuerpo, . No fue un interrogatorio, No me hizo apenas preguntas. Se limitó a torturarme, dos veces el viernes y una tercera el sábado".
Fuente Diario "EL PAIS"
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