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viernes, 7 de enero de 2011
CULTURA.-NOVEDAD EDITORIAL EL FAJIÍN DE VIRREY
"El primer botín del que se apropia el vencedor es el de la verdad y la bondad, monopolios que detentará en lo sucesivo". Se trata de una de las reflexiones de Queipo de Llano incluida en la novela El fajín del virrey (Almuzara)", inspirada en el personaje del general y el levantamiento militar de Sevilla en 1936. Bien escrita y mejor contada, la novela recrea con pelos y señales la vida de la capital andaluza en aquellos días de estado de excepción. El fajín del virrey nos devuelve a la memoria el comportamiento de una sociedad, en un período absolutamente cainita en el que destaca un personaje cuya ambición del poder no se somete a regla alguna. A Julián Granado le gusta la biografía, un género que domina bien y con el que ha tenido éxitos como De humanidad y polilla (Anagrama 2009) sobre Ferrer Guardia y Mendizábal, el caballero neto (Almuzara, 2007) pero en esta ocasión ha optado por la novela, una novela que bien puede leerse en muchos aspectos en paralelo a la vida de su protagonista. "En esta ocasión las notas han sido mínimas. Quería absorber y reflexionar sobre todo lo que sabía del personaje real pero olvidarlo a la hora de escribir, cuenta Granado.
A FONDO
EL GENERAL QUEIPO DE LLANO
(Gonzalo Queipo de Llano y Sierra; 1876 - 1951) Militar español. Fue cadete de la Academia de Caballería, y llegó a combatir en Cuba. En 1923 alcanzó el puesto de general, gracias a los méritos de guerra obtenidos en Marruecos. Simpatizante en un principio de la dictadura de Primo de Rivera, poco tiempo después arremetió contra ella y el general, por lo que en marzo de 1928 fue pasado a la reserva y postergado en su ascenso a general de división.
A finales de 1930 protagonizó una fracasada intentona republicana, junto con Ramón Franco Bahamonde y un pequeño grupo de oficiales y paisanos, al asaltar el aeródromo de Cuatro Vientos (Madrid), donde se hizo con la estación de radio y difundió la falsa noticia de que se había instaurado la República en toda España. Tras su estrepitoso fracaso se exilió a Francia, donde entabló amistad con Indalecio Prieto y Marcelino Domingo, entre otros exiliados españoles.
Al advenir la Segunda República regresó a España para hacerse cargo de la Capitanía General de Madrid, convirtiéndose en poco tiempo en uno de los militares fundamentales del nuevo régimen, apoyando con aplomo las reformas implantadas por Manuel Azaña, ministro de la Guerra. Ascendido a general de división, desempeñó el cargo de jefe del Cuarto Militar del Presidente de la República, hasta marzo de 1933 en que fue relevado del mismo a petición del jefe del Estado tras conocer éste una serie de comentarios desfavorables al Gobierno realizados por el general. A partir de este momento quedó relegado a segundo plano, aunque aún fue nombrado inspector general de Carabineros.
En abril de 1936 se entrevistó en Pamplona con el general Emilio Mola y, en una segunda entrevista se comprometió plenamente en el alzamiento militar contra la República al aceptar sublevar la VII División Orgánica con cabecera en Valladolid, más tarde sustituida por la plaza de Sevilla, al ser desplazado por el general Andrés Saliquet en la primera.
El 18 de julio de 1936, desde su destino en Huelva, se enteró oficialmente de la sublevación en la guarnición de África. Enseguida se dirigió a Sevilla, y tras detener al general José Fernández Villa-Abrille, jefe de la II División Orgánica, que se negaba a secundar la rebelión, proclamó el estado de guerra y ordenó detener al gobernador civil de la provincia y demás autoridades locales.
Así, pues, consiguió el control de la capital andaluza y convirtió a Andalucía en una de las bases logísticas de la España franquista, donde actuó como un auténtico "virrey de Andalucía" (como le llamaban en una y otra zona), autonombrándose jefe del Ejército del Sur y haciendo caso omiso a lo establecido primero por la Junta de Defensa Nacional y después por el general Franco. Ese mismo día 18, a las 10 de la noche, inició sus famosas charlas emitidas por Radio Sevilla.
A mediados de 1937 fue nombrado consejero nacional de Falange Española de las JONS. Terminada la contienda, la distancia existente entre Queipo de Llano y el general Franco (al que llamaba Paca la Culona) se hizo insalvable y los incidentes entre uno y otro fueron innumerables. Finalmente fue destituido de la Capitanía General de Andalucía y confinado a Burgos. Posteriormente fue propuesto como embajador de España en Buenos Aires, pero no contó con la aprobación del Gobierno de Argentina. Poco tiempo después fue enviado a Italia al frente de una misión militar.
En 1942 regresó a España, estableció su residencia en Sevilla y, desde entonces, permaneció alejado de cualquier cargo militar en situación de disponible forzoso. A mediados de 1944 el general Franco le impuso la Cruz Laureada de San Fernando en un solemne acto celebrado en la plaza de España de Sevilla. A finales de 1950 el jefe del Estado le concedió el título de marqués de Queipo de Llano.
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1 comentario:
Sería estupendo que el Ejército Español, dejase historiográficamente a un lado a este tipo de personaje y les denostara pública y privadamente al que manchó el uniforme y la honra de los que fueron de verdad ESPAÑOLES, no vende-patrias. Otros militares generales como Campins, Núñez del Prado, o capitanes como Virgilio Leret, y un largo etc. fueron fusilados por ser honestos y rectos y cumplieron con su deber de no venderse a la Alemania nazi, como hizo Queipo, Franco y demás cobrando del Reich, en negro y clandestinamente.
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