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viernes, 15 de abril de 2016

RECUERDOS DEL 11-M EL MAYOR ATENTADO TERRORISTA EN ESPAÑA


«Atiéndele, escúchale pero yo tengo que ayudar a otros… Y luego, ese fue uno de los fallecidos del 11-M»

«No recuerdo ninguna cara porque yo no miraba a nadie a los ojos. Escuchaba, pero no quería quedarme con la cara de nadie», recuerda Alberto Cameo, director del Daoiz y Velarde, y hospital campaña en el 11-M
Uno de los trenes de las bombas de Téllez en los atentados del 11-M - JAIME GARCÍA
Alberto Cameo pasa sus días dirigiendo el centro deportivo municipal Daoíz y Velarde, un antiguo cuartel general que ahora es el polideportivo del barrio Pacífico. Hace doce años, cuando aún sus puertas no estaban abiertas, sus muros se convirtieron en un hospital de campaña durante la mañana del 11 de marzo de 2004. Una experiencia de la que Alberto no ha querido hablar nunca porque no quiere «continuar recordando» durante toda su vida; también rechaza, todos los años, ir a los actos institucionales en memoria a las víctimas. Su lugar de trabajo fue donde un día «no entendía» nada de la vida y la muerte; en ese vestíbulo de paredes azules y suelo gris reconoce que vivió los peores momentos del 11-M.
«La mañana del 11-M estaba durmiendo… No recuerdo la hora porque los recuerdos son un poco difusos… Tampoco sé qué día era… Me llamaron y me dijeron que acudiera al centro polideportivo urgentemente que habían puesto una bomba. Me levanté perplejo, no sabía qué me iba a encontrar. Cogí el coche y llegué aquí. Me encontré el vestíbulo del polideportivo, unos 200 o 300 metros cuadrados diáfanos, lleno de gente en diferentes situaciones. Algunos estaban en el suelo tumbados, otros apoyados sobre la pared. Tengo los recuerdos difusos, aquello era un laberinto inmenso.
«Los veía, pero no los miraba, eran personas como si no tuvieran rostro»
Fui a la piscina para hacerme una idea de lo que había pasado y me dijeron que habían puesto una bomba en unos trenes. Yo no había visto nada todavía… Me encontré que por las puertas de emergencia, que son las que dan a las vías de la calle Téllez, entraban personas andando como zombies, con los brazos hacia delante, porque muchos se habían quedado sordos con el ruido de la explosión. Muchas lloraban… Insisto, los recuerdos son difusos.
Fui porque quería saber qué había pasado y, cuando llegué, me encontré que los bomberos no me dejaban pasar. Habían derribado el muro que separa la calle de las vías para que la gente pudiera salir porque los dos trenes habían quedado como en uve. Los vi, pero no pude entrar. Me dijeron que fuera al polideportivo y que me pusiera en contacto con la persona que dirigía las operaciones, que colaborase allí. Vi que había dos trenes que se habían quedado así, bloqueados… Y la situación dantesca de la gente que entraba en el polideportivo. Incluso hoy se ven todavía en el suelo manchas de sangre que se filtró.
Equipos de emergencia en el interior del Daoíz y Velarde
Equipos de emergencia en el interior del Daoíz y Velarde- E.B.
Había gente con megáfonos, creo que de Protección Civil, indicando que los que pudieran andar se dirigieran hacia la calle. Luego me enteré que los estaban evacuando para llevarlos a clínicas. A mí me pidieron que ayudara al personal sanitario y que coordinase al personal de la instalación, a los vecinos… Que facilitase agua o mantas… Todo lo que se podía hacer sin grandes conocimientos. En ese vestíbulo viví los peores momentos del 11-M. El vestíbulo cada vez estaba más lleno. La gente estaba tumbada con heridas abiertas… Me acercaba y me pedían por favor, me agarraban el pantalón, que les ayudase. El peor recuerdo que tengo de ese día es que cuando me dirigí al médico diciéndole que era el director del polideportivo y le dije «por favor, me están llamando, que está muy mal, por favor puede ayudar a esta persona de aquí» y entonces, el médico, me dijo: «No, déjalo. Atiéndele, ayúdale, escúchale pero yo tengo que atender a otras personas». Y yo no lo podía entender porque esa persona estaba muy mal, fue uno de los fallecidos. Luego comprendí que la asistencia médica tiene una prioridad y lo primero que hay que hacer es salvar al mayor número de personas posibles, y aquí había que evacuar a la gente lo más rápido posible por seguridad. Me explicaron que los de gravedad se quedan para el final, pero yo, entonces, no entendía nada…
«Tampoco quiero continuar recordando esto por el resto de mis días porque son situaciones que uno tiene que borrar de su mente para poder continuar con la vida normal»
Todo el mundo quería ayudar y colaborar, y lo más difícil era coordinar y cómo hacerlo. Había bomberos, Samur, el propio personal del centro… Los vecinos bajaron a cientos; bajaron mantas que durante meses han estado en el polideportivo sin saber qué hacer y luego las donamos a una ONG… Lo mismo con los bidones de agua… Bajaban todo lo que pensaban que podíamos necesitar. Me encontré a periodistas en la escalera, uno de ellos era un familiar que estaba haciendo fotografías, nos abrazamos en mitad de la escalera y nos pusimos a llorar como dos niños. Tengo los hechos que se me pierden en la memoria porque he intentado olvidarlo… Me impactó muchísimo que el suelo del polideportivo se quedó lleno de documentos porque la gente que había estado en el suelo, una vez que los evacuaban, se les olvidaban o dejaban las carteras. Estuvimos recogiendo un montón de documentación y luego hubo que localizar a las personas y eso me impactaba mucho porque había documentación que recogí de esas personas que me llamaron, buscando ayuda, y luego fallecieron. Te encontrabas por el suelo monedas, carnets de conducir, documentos… Móviles sonando… Aquello era una situación caótica.
Puedo decir que yo, personalmente, no recuerdo ninguna cara porque no miraba a nadie a los ojos. Escuchaba, pero no quería quedarme con la cara de ninguna persona. No podía mirarle a los ojos, yo miraba con la mirada perdida… Les traía agua… Mantas… Hacía lo que podía, pero yo no miraba a los ojos porque no estoy preparado para algo de estas características. Nadie está preparado, salvo que te preparen, para encontrarse un espectáculo como el que viví. No recuerdo la cara de nadie porque decidí que no quería tener imágenes en mi mente de las personas que… Los veía, pero no los miraba eran personas como si no tuvieran rostro. Después de pasar todas esas horas aquí… Cuando pude atender al Juez de paz, certificó la muerte de varias personas y me pude ir… Me fui andando a casa de mis padres en Santa María de la Cabeza, no sabía que había traído coche. Fui zombie, no sé por dónde fui. Llegué allí y me puse a llorar. Me tiré llorando con ellos no sé cuántas horas. Dormí allí, y al día siguiente vine andando; y ya, cuando pude razonar, pensé que el coche tenía que estar en algún sitio. Me puse a dar vueltas por todos los sitios donde aparco para encontrarlo. Hay un período de tiempo que he borrado de mi mente, y no sé ni a día de hoy por qué fui a casa de mis padres ni por qué calles transité.
Memorial a las víctimas en la entrada del Daoíz y Velarde
Memorial a las víctimas en la entrada del Daoíz y Velarde- E.B.
Íbamos a abrir el polideportivo una semana después, y tuvimos que retrasar la apertura porque la metralla salió disparada y llegó hasta el techo. Había paneles solares y se rompieron… En la entrada hay una placa para recordar los acontecimientos, para recordar la atención porque fue un hospital de campaña en toda regla, al Samur no le dio tiempo a montar nada. Los días siguientes fueron de hablar de los hechos, de poner en marcha todo… De psicólogos, y de intentar recuperar la normalidad y los años siguientes he declinado la responsabilidad de ir a homenajes hasta el día de hoy. Esto no se olvida nunca. Me eligieron, en representación de los vecinos de Madrid, y me dieron una escultura para rememorar la ayuda voluntaria… Me llamaron para una intervención para contar un poco en el hotel Ritz, y todos los años me invita la Comunidad de Madrid al acto del Retiro… Pero yo… ¿Cómo se olvida? Pues olvidando. Yo no puedo estar todos los años yendo allí porque me hace muchísimo daño y hay que seguir viviendo. Se nos prestó asistencia psicológica… El trabajador que entró en los trenes, la primera persona en entrar tras los atentados, me contó llorando lo que había vivido. Tampoco quiero continuar recordando esto por el resto de mis días porque son situaciones que uno tiene que borrar de su mente para poder continuar con la vida normal».

ABC

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