Las cuentas del Gran Capitán: ¿Una anécdota o un grave caso de corrupción?
Día 18/01/2015 - 11.34h
Entre la realidad y el mito, Fernando «el Católico» exigió una lista de gastos al general cordobés, que respondió con ironía: «Por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados»
Se canta que la gran gesta de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, fue multiplicar los panes y los peces durante las campañas en Italia que le hicieron célebre. La táctica importa, pero sin dinero ni suministros poco se puede hacer. Frente a las malas intenciones del Rey Carlos VIII de Francia sobre las posesiones aragonesas en Italia, los Reyes Católicos mandaron al general cordobés junto a 6.000 soldados de a pie, la mayoría castellanos, y a 700 jinetes a presentar batalla a un ejército que le superaba notablemente en número. Los españoles se impusieron, pese a la escasez de fondos destinados a cuentagotas por la hacienda real, a fuerzas mejor armadas y avitualladas. Por eso mismo sorprende que el Rey Fernando «el Católico» pidiera al final de su servicio a don Gonzalo cuentas del dinero gastado, sospechando que había guardado parte a su beneficio. La inconfundible respuesta de un español de la época hizo inmortal aquella anécdota.
«Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados», contestó supuestamente el Gran Capitán ofendido por la ingratitud del Rey. Desde entonces la expresión «las cuentas del Gran Capitán» y la respuesta dada por el general se utilizan para calificar de exagerada a una relación de gastos, o incluso a un listado de cualquier tipo, para ridiculizar una relación poco pormenorizada o para negar una explicación pedida por algo a la que no se tiene derecho.
El mito del héroe traicionado por su Rey
Pero, ¿cuánto hay de verdad y cuánto de leyenda en la anécdota? Como toda la biografía de Gonzalo Fernández de Córdoba, su rivalidad con Fernando «el Católico –generada a raíz del supuesto amorío de Isabel «la Católica» con el general en su juventud– también fue mitificada posteriormente a su fallecimiento para encajarla en el estereotipo del héroe clásico traicionado por un rey celoso. Es decir, lo que en la literatura grecorromana simbolizaría el enfrentamiento entre el héroe y algún ser (divino o mortal) que, tratando de deshacerse de él, lo somete a combates extraordinarios de los que se espera que no regrese. Sin embargo, igual que en los trabajos de Perseo, el Gran Capitán salió victorioso del laberinto de Italia, pese a todos los obstáculos que le colocaron sus enemigos y su propio monarca.
Se conserva en Simancas una detallada lista de gastos del Gran Capitán
Al fallecimiento de Isabel «la Católica», el Rey Fernando se vio liberado para investigar los rumores que acusaban a Fernández de Córdoba de apropiación de fondos de guerra durante el conflicto italiano, lo que unido a los temores de que se pudiera cambiar de bando –el nuevo Rey de Francia, Luis XII, había agasajado al español durante una reunión de carácter diplomático– y a su notoriedad adquirida, precipitaron su destitución del mando. Bien es cierto que no existen pruebas de que el Rey exigiera directamente cuentas al militar cordobés, y mucho menos de que éste contestara en palabras tan gruesas –lo que por descontado le habría costado ser apresado–, pero sí se conserva en el Archivo General de Simancas una detallada lista de gastos redactada por el Gran Capitán sobre su actividad en Italia. El documento demuestra, presumiblemente, que el cordobés no cometió corrupción y dio origen a que la expresión «las cuentas del Gran capitán» se vincule todavía hoy a la meticulosidad en el lenguaje popular.
Sustituido como virrey de Nápoles
La respuesta altiva achacada al Gran Capitán, por el contrario, nunca se ha podido demostrar y corresponde a la típica del soldado español de la época: fiel pero orgulloso, desapegado de lo material, valiente hasta la temeridad, violento y desafiante. Del mismo modo, el retrato que se hace en este episodio novelado sobre el Rey es propio de los tópicos que se asocian al monarca aragonés. Así, Fernando «el Católico» fue señalado como el ejemplo perfecto de astucia y frialdad política por Maquiavelo en su famoso tratado de «El príncipe», y encaja a la perfección en el papel de rey cruel y desconfiado. No obstante, el aragonés no fue un Rey especialmente ingrato, como Felipe V con Blas de Lezo, ni desconfiado, como Felipe II con su hermanastro Juan de Austria o con el Gran Duque de Alba, si acaso un gobernante muy pragmático.
Fernando «el Católico» moriría solo un mes después que el militar
Quizá sus hazañas no fueron pagadas justamente, pero ni se murió de pena ni perdió completamente el favor real. Lo único que extravió definitivamente fue la vida a los 62 años en Loja (Granada) a causa de un brote de fiebres cuartanas, enfermedad que sufría periódicamente. La tragedia quedaba dispuesta para ser moldeada a placer por los escribanos de la emergente Monarquía hispánica en los reinados de Carlos I y Felipe II, donde se reclamaron de forma urgente héroes acordes a los nuevos tiempos.
Semanas después de su muerte llegaron decenas de cartas de condolencia a su familia, entre ellas la del Rey Fernando, que invocaba su vieja amistad, y la del joven Carlos de Habsburgo, quién había oido desde niño la historia de su odisea italiana. Curiosamente, Fernando «el Católico» moriría solo un mes después.
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