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jueves, 30 de octubre de 2014

LA AVENTRUA DE ALEMANIA EN AFRICA DURANTE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

LA AVENTURA DEL L-59 EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
 
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LA AVENTURA DEL L-59 EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
José Ignacio Pasamar López

Si bien, cuando uno se imagina la I Guerra Mundial, la primera imagen que aparece es la de los campos de batalla embarrados y llenos de cráteres de la guerra de trincheras. Hubo otros frentes olvidados a lo largo y ancho del planeta: Mesopotamia, los Balcanes, Palestina, Persia, el Pacíficoo el Cáucaso son algunos. Uno de ellos, el del África Oriental Alemana o AOA (que corresponde a los actuales Burundi, Ruanda y parte de Tanzania), resulta particularmente interesante porque fue el único en el que las Potencias Centrales no resultaron derrotadas.

Allí, el general Paul von Lettow-Vorbeck y su ejército de askaris, desarrolló una continua guerra de movimientos jugando al gato y al ratón con las fuerzas enviadas por la Entente para conquistar esa colonia.

Un problema añadido con que los alemanes se encontraron fue con el de la dificultad para hacer llegar a sus fuerzas abastecimientos: Alemania estaba sometida a un férreo bloqueo y no se podía acceder al AOA de un modo convencional.

En la oficina colonial, a alguien se le ocurrió un imaginativo modo de solucionar el problema: enviar un zepelín hasta von Lettow.

Rápidamente la idea cuajó y la Armada Imperial, a la que pertenecía la División de Dirigibles, dio luz verde a lo que pasó a denominarse: Asunto China.

El dirigible que sería enviado debía contar con varios problemas: la base de dirigibles más cercana, Jamboli en Bulgaria, estaba a 5793 kilómetros del protectorado. El viaje sería sólo de ida, con lo que se pensó que el zepelín podría ser completamente canibalizado por los hombres de Lettow, con lo que se pensó en cambiar algunos de sus materiales de manera que sirvieran mejor para ese fin (como usar cuero para las pasarelas del caso con objeto de ser usado para confeccionar botas). Había que tener presente, además, la dificultad en el pilotaje debido a la extrema diferencia de temperaturas entre las celdas que contenían el hidrógeno que sustentaba el dirigible y el aire exterior. A esto había que añadir la ausencia de mapas fiables del trayecto y, por último, se deberían evitar las bases aéreas de los Aliados que había hasta el destino.

Para comandar la tripulación de 22 hombres, y teniendo presente que debería quedarse con Lettow y combatir como infantería, se eligió al Teniente de Navío Ludwig Bockholt, un oficial relativamente novato, pues la Armada no podía permitirse la pérdida de un comandante experimentado debido a la carencia que tenía de ellos.

Como dirigible, se eligió al L-57 , que se estaba construyendo en Friederichshafen, que se adaptó a los requerimientos de la operación alargándolo 30’17 metros para tener la sustentación necesaria para poder llevar todo el material necesario.

El 26 de septiembre de 1917 voló por primera vez pero en su cuarto vuelo de pruebas un golpe de viento hizo que se estrellara y el hidrógeno estalló en llamas consumiéndolo.
Rápidamente, se asignó el L-59 (llamado Das Afrika-Schiff) para sustituirle y, en un tiempo récord, el 25 de octubre realizaba su vuelo inaugural, y el 4 de noviembre llegaba a Jamboli.
 
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                                                                                Zepelin L-59 DAS AFIKA-SCHIFF
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l 21 de ese mes, 400 hombres sacaron las 77’25 toneladas del L-59 y, a las 8:30, partía hacia su destino.

Tras cruzar el Mediterráneo, traspasó la costa egipcia cerca de Sollum (que se haría famoso en la siguiente guerra mundial). Las extremas temperaturas africanas y las enormes diferencias entre las del día y las nocturnas causaron serios problemas: con el gran calor, el hidrógeno se expandía e incrementaba la sustentación. Al elevarse, las válvulas de seguridad se abrían y soltaban el preciado gas. Cuando llegaba la noche y la temperatura descendía, se perdía sustentación, por lo que se necesitaba no perder hidrógeno. Además, uno de los motores que movían las hélices se averió, sobrecargando de trabajo al que quedaba.

Pese a ello, el viaje seguía adelante y la moral era alta. Al anochecer llegaron a la altura de Jartum, 4500 kilómetros después de la partida. Fue entonces cuando llegó un mensaje radiado desde Berlín informando que los aliados habían accedido a zonas del AOA hasta ahora seguras y que los portugueses estaban atacando el sur del protectorado, motivos por los cuales se cancelaba la operación. El mensaje no pudo ser contestado al carecer el aparato de electricidad suficiente para emitir.
 
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                                                                                       Recorrido del DAS AFIKA-SCHIFF

Así pues, Bockholt ordenó desandar el camino y volver a Jamboli. Durante el mismo tuvo que tirar casi 3 toneladas de su carga para evitar estrellarse contra unos cerros y, a primeras horas de la tarde del 25 de noviembre, cruzaba de nuevo la costa egipcia y, al adentrarse en las montañas de Turquía occidental hubo de tirar 3 toneladas más de lastre y munición para evitar el mismo destino.

El 25, a las 4:30, arribaban de nuevo a la base de dirigibles búlgara sin que nadie esperara su llegada, por lo que se vio obligado a navegar en círculos hasta que se preparó todo para hacerlo descender. El vuelo había durado 95 horas y 5 minutos y había cubierto una distancia de 6.759 kilómetros, en una increíble aventura propia de Julio Verne y Cinco Semanas en Globo.

Sin embargo, el final de la novela no fue propio de las esperanzadoras novelas de Verne: el 7 de abril, durante una misión de bombardeo a La Valeta, el L-59 explotó cayendo al Mediterráneo. No hubo supervivientes.

 

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