El saqueo de Amberes y la Furia Española (1576)

Entre el 4 y 7 de noviembre de 1576 los tercios españoles desataron su cólera sobre la ciudad de Amberes. Un episodio que daría serios argumentos a los divulgadores de aquella injuriosa y totalmente falsa e inventada “leyenda negra” que persiguió el reinado de Felipe II.
 
El saqueo de Amberes se encuadra en la guerra de los 80 años con los Países Bajos. Una confrontación que el monarca español quiso plantear como una intervención rápida y expeditiva contra la revuelta, pero que terminó convirtiéndose en una guerra de resistencia y desgaste.

ANTECEDENTES Y AMOTINAMIENTO

En medio de esta guerra desatada por la revuelta incitada por el calvinismo holandés en 1568, los tercios se imponían en las grandes lizas, pero los rebeldes se rehacían y volvían a presentar batalla.
Y, mientras, la Hacienda Real se iba desangrando, hasta que en septiembre de 1575 las arcas dijeron basta y el gobierno entró en su segunda bancarrota. Se dice incluso que 400.000 florines que iban a pagar a las tropas fueron robados por las autoridades inglesas (con las que no estábamos aún en guerra) cuando los navíos que los transportaban se refugiaron en puerto ingleses de una tormenta.
Los flujos de capital se detuvieron y las tropas, que ya acumulaban atrasos (algunas unidades llevaban más de dos años sin cobrar), dejaron de percibir sus soldadas.
 
Por aquel entonces Luis de Requesens ocupaba el puesto de gobernador de los Países Bajos. Requesens no era un líder militar, como lo fue su predecesor el duque de Alba, sino un diplomático y por tanto mantenía la distancia con los soldados. No estaba preparado para levantar la moral de las tropas y mucho menos para aplacar su rabia. Cuando los tercios comenzaron a amotinarse el gobernador enfermó, falleciendo poco después.
 
La combinación de las precarias condiciones de servicio, el mal trato dado a nuestras tropas por parte de la población, y las avaricias e intrigas de las enriquecidas élites flamencas locales en contra de las autoridades españolas fueron las gotas que colmaron el vaso de nuestros soldados.
 
La mínima contención que el gobernador representaba había desaparecido. Las tropas estaban agotadas y hambrientas, sus ropas andrajosas y sus bolsillos vacíos. De modo que los tercios se dedicaron a guerrear por su cuenta, buscando aquellas ciudades que presentasen mejor botín. En julio de 1576 el tercio de Valdés se amotinó por estos motivos y ocupó por su cuenta la ciudad de Aalst para saquearla.
 
Mientras tanto el traidor Consejo de Estado, libre para actuar arresta a los miembros leales a la corona por orden de los nobles flamencos Heese y Climes. Con la excusa de los desórdenes y el cansancio de la guerra, traiciona a las autoridades españolas y autoriza a la población de los Países Bajos a que se armase para expulsar a todos los españoles, soldados o no.
 
El conde Otto IV van Eberstein, líder del contingente alemán también se pasa de bando y alerta al gobernador de Amberes (Champagny o Compagny) de la agresividad de los soldados españoles. Los traidores pusieron bajo su mando a unidades valonas y alemanas para luchar junto a los rebeldes holandeses contra las tropas españolas.  La población de Amberes también puso barreras en las calles e improvisó una defensa.

SAQUEO DE AMBERES

El 3 de noviembre las oportunistas tropas rebeldes holandesas (formadas por casi 20.000 hombres) aprovecharon para entrar en la ciudad de Amberes, cuyo traidor gobernador les había abierto las puertas, y tomaron posiciones con vistas a asaltar el castillo defendido por tropas españolas al mando de Sancho Dávila.
 
Los españoles amotinados de Aalst (unos 1.600 hombres), que habían rehusado anteriormente obedecer cualquier orden sin haber cobrado antes las deudas, al tener noticia del ataque, marcharon sin descanso toda la noche en dirección a Amberes para ayudar a sus camaradas sitiados. Llegan a la ciudad el día 4 de noviembre a las 11:00, tras una marcha de 40 km.
 
En lugar de las banderas del rey, para evitar profanarlas mientras servían en estado de amotinamiento, ondearon imágenes de la Virgen María.
 
Al pedirles el resto de los miembros de la fuerza de auxilio que recuperasen fuerzas con algo de comida, replicaron orgullosos que: “Venimos con propósito cierto de victoria, y así hemos de cenar en Amberes, o desayunar en los infiernos”.
 
Con enemigos y traidores a diestro y siniestro, y superados los muros de la ciudad, las fuerzas de auxilio entraron en Amberes como diablos y se abrieron paso sin demasiada resistencia. Los poco confiables soldados valones no llegaron ni a presentar combate y huyeron despavoridos (se dice incluso que también tomaron parte en los posteriores saqueos), bien conocedores de la madera de los españoles. Los refuerzos españoles amotinados consiguieron entrar en el sitiado castillo y además reunirse con otras unidades próximas (600 hombres al mando de Julián Romero y Alonso de Vargas) que también acudían desde diferentes lugares (Maastricht, Breda, Lier) a socorrer a los hombres cercados de Dávila de dicho baluarte.
 
Hecho esto y a pesar de que, como se dijo, las tropas rebeldes eran mucho más numerosas, los amotinados y la guarnición del castillo combinaron sus fuerzas (unos 6.000 soldados españoles) y se lanzaron al ataque por las calles de la ciudad. Esa acometida hace huir a los restantes rebeldes (alemanes y holandeses que aún resistían).
 
Algunos de ellos se refugiaron en el ayuntamiento, arcabuceando desde allí a los españoles. Éstos lo incendiaron, propagándose las llamas por la ciudad. Acto seguido, y debido al gran desorden, procedieron a saquear la ciudad durante tres días, contándose 5.000 civiles y 2.500 soldados rebeldes muertos a precio de muy pocas bajas españolas.
El propio Eberstein, con sus alemanes derrotados, se ahogó en el río Schelde cuando intentaba huir de los españoles.
 
Fuerzas españolas prenden fuego al ayuntamiento de Amberes tras recibir disparos de rebeldes en su interior

CONSECUENCIAS

La indignación de las provincias y Consejo de Estado por la vergonozosa derrota y saqueo sufridos no tuvo límites, Amberes había quedado para el arrastre.
El día 8 de noviembre, los representantes de las provincias, hartos de la guerra y de los desmanes que cometían las tropas de ambos bandos, acordaron dejar de lado sus diferencias religiosas poniéndose de acuerdo en los siguientes aspectos en la Pacificación de Gante:
  • Las tropas españolas debían abandonar los Países Bajos.
  • Los estados generales podían legislar por iniciativa propia.
  • Declaración de una amnistía para los insurrectos holandeses.
  • Confirmación de los privilegios de la nobleza y la Iglesia.
  • Guillermo de Orange actuaría como jefe del gobierno al lado del tutor nombrado por el rey.
El 5 de enero de 1577, Don Juan de Austria, nuevo gobernador de los Países Bajos, aceptaba el contenido del acuerdo mediante el Edicto Perpetuo.
Lamentablemente, con el saqueo de Amberes y la marcha de los tercios del ejército de Flandes, se perdió el fruto de diez años de esfuerzos por parte de la corona para recuperar el dominio absoluto de las provincias rebeldes y pacificar sin necesidad de recurrir a la represión.
La ciudad de Amberes se sumió en la decadencia dando paso a la hegemonía de Amsterdam.
Este incidente además sirvió para alimentar aún más las calumnias y mentiras de la Leyenda Negra.
ANÉCDOTAS
  • Desde entonces los tercios fueron conocidos como la “furia española” y, aunque el término es hoy aceptado con orgullo y empleado en foros futbolísticos, lo cierto es que aquellos rudos tercios no dejaron buena huella por esas tierras.
  • Los franceses al mando del duque de Anjou intentaron ocupar la ciudad de Amberes con solo 1.500 hombres por sorpresa en 1583 (“furia francesa”), pero fracasaron estrepitosamente y fueron masacrados, pues esta vez la población estaba mejor preparada.
  • Finalmente la ciudad de Amberes fue recuperada por tropas españolas al mando de Alejandro Farnesio tras un asedio (1584-1585).

CONCLUSIONES

Desmanes españoles, pero…¿De quién fue la culpa? ¿se pudo haber evitado?
Muy sencillo, de no haber habido reforma calvinista en las Provincias de Holanda junto a la patética excusa de la “libertad religiosa”, no habrían sucedido en semejante escala las disidencias que en 1568 llevaron al estallido de la revuelta que derivó en la guerra de los 80 años. Por tanto el rey Felipe II no hubiera tenido que llevar a las tropas a Flandes y endeudarse hasta las cejas en combatir a Guillermo de Orange y su chusma de numerosos seguidores, traidores, bandidos y demás herejes alimentados con mentiras, injurias y calumnias contra España.
 
Resulta irónico como cuando los rebeldes traicionan y apuñalan por la espalda a diestro y siniestro a los soldados de los tercios y a la corona a la que representan, nadie dice nada. Pero ahora bien, resulta que cuando los tercios recurren a la autodefensa, y reclaman sus derechos y honra (pese a que se les vaya de la mano) entonces resulta que los españoles somos los sanginarios bárbaros culpables, los aparentemente “malvados e intolerantes invasores y destructores de Holanda”.
¿Por qué Amberes?
  • Amberes era un próspero puerto comercial al menos hasta el momento en que las piratas flotas protestantes de los rebeldes hicieron imposible el comercio con Bilbao, y también contaba con su rica judería. Era por tanto un suculento botín.
  • Amberes ya era uno de los focos de rebelión en 1568 y un nido de conspiraciones contra el dominio español antes de estos sucesos.
  • Las autoridades locales de Amberes conspiraron desde el primer atisbo de debilidad contra la autoridad española, por lo que el amotinamiento de las tropas españolas no sirve como detonante para explicar la traición del Consejo de Estado y demás autoridades flamencas.
  • Y lo más importante de todo, había fuerzas españolas sitiadas dentro de la ciudad. Los rebeldes pretendían tomar el castillo con intención de dar muerte a todo español que había en su interior ¿acaso iban a quedarse de brazos cruzados las fuerzas amotinadas mientras masacraban a sus compañeros en Amberes?.
¿Eran los calvinistas defensores de la libertad religiosa? ¡Y un cuerno!
Si queremos verlo desde un punto de vista religioso, mucho se habla de la persecución e intolerancia religiosa en la zona católica. Pero lo cierto es que los católicos eran pasados a cuchillo y obligados a huir de las zonas protestantes, sumado a las innumerables iglesias sometidas al saqueo y la profanación iconoclasta.
En resumen:
  • La rebelión en Holanda de 1568 fue fruto de las artimañas de la traición protestante calvinista y a la pasividad de las autoridades y representantes de la corona que las consintieron.
  • Nos endeudamos hasta las cejas para combatir a traidores, herejes y bandidos que no pararon hasta que sumieron con sus actos levantiscos a sus propias tierras en la destrucción y la miseria, y a nuestras rentas en la bancarrota.
  • Los soldados de los tercios pasaban hambre y necesidad mientras las élites locales flamencas se enriquecían y nadaban en la abundancia.
  • Superados ampliamente en número (en 4 a 1), agotados de la larga marcha, traicionados y sin soldada, los tercios vencieron y les dieron a los traidores y a sus oportunistas aliados holandeses su merecido.
 
Empapándose en la historia