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sábado, 11 de enero de 2014

1951 JULIA FERNÁNDEZ GONZÁLEZ CUMPLIÓ 18 MESES DE SERVICIO MILITAR HACIENDOSE PASAR POR UN HOMBRE

El asombroso caso de 'la mujer soldado'

Julia Fernández González cumplió 18 meses de servicio militar haciéndose pasar por un hombre; la noticia recorrió el mundo

11.01.14 - 11:17 -


 
Hasta los periódicos de Estados Unidos se hicieron eco del caso, inaudito hasta ese momento en nuestro país. Era septiembre de 1951 y la Agencia Cifra se apuntó un tanto al desvelar lo ocurrido en el cuartel vallisoletano de La Rubia: resultó que Julio era en realidad Julia, y que hasta sus propios compañeros de promoción, atónitos, tuvieron que frotarse los ojos para dar crédito a lo sucedido.
El rocambolesco suceso recorrió el mundo y comenzó a ser conocido como el de ‘la mujer soldado’. El reporterismo estaba de enhorabuena. Se trataba, en palabras del periodista de El Norte de Castilla, de «un singular descubrimiento que entra dentro del terreno de lo novelesco», pues si bien fue descubierto a mediados de agosto, «circunstancias fácilmente comprensibles para el lector nos impidieron, a su tiempo, dar publicación a este pintoresco suceso, que bien pronto constituyó el tema preferente de conversaciones y comentarios».
 
¿Qué es lo que había ocurrido? El cuartel de La Rubia bullía aquel mes de agosto de 1951 al descubrir que un soldado muy estimado por sus compañeros, conocido por todos como Julio Fernández González, no había tenido más remedio que desvelar su verdadera identidad sexual. Llevaba 18 meses de servicio militar en Automovilismo y nadie en su entorno suponía que se trataba, en realidad, de una mujer. Se llamaba Julia y había nacido en la localidad asturiana de Sama de Langreo.
 
«La muchacha (…) desde los primeros días fue tenida como hombre y como tal fue educada, ya que practicaba costumbres y tenía hábitos masculinos (bebía, fumaba y... hasta tenía novia, al correr de las hablillas)», aseguraba el periodista de El Norte de Castilla. Y es que no solo faltaba mucho tiempo, al menos más de cuatro décadas, para la plena integración de la mujer en las Fuerzas Armadas Españolas, sino que en aquella época el servicio militar, exclusivamente masculino, duraba por Ley dos años, aunque podía reducirse a 18 meses a criterio del Ministerio del Ejército.
 
Lo cierto es que en el cuartel de La Rubia, continuaba el cronista, el supuesto Julio «era estimado por sus jefes y compañeros, que sabían apreciar, junto a sus dotes morales, su pericia en la tarea de conducir vehículos». De hecho, tan destacada era su disciplina, que enseguida resultó galardonado con la categoría de soldado de primera. Hasta aquel día de mediados de agosto de 1951 en el que un hecho fortuito terminó deparando una sorpresa mayúscula. Ocurrió a raíz de la denuncia, por parte de un soldado del grupo, de la desaparición de una cartera, ante lo cual, los superiores ordenaron un registro exhaustivo.
 
«Al corresponderle a ella el registro se advirtió cierta anormalidad, que dio lugar a bromas entre sus compañeros. Al siguiente día del reconocimiento, la muchacha fue a visitar al jefe del parque y le confesó la verdad de su condición de mujer, comprobada más tarde por los médicos», informaba la agencia Cifra.
La noticia cayó como una bomba entre sus colegas de armas, pues aseguraban que en el cuartel vallisoletano «siempre se le conoció y vivió como un muchacho, creencia en la que estaban incluso los hermanos de la muchacha, algunos de ellos casados».
 
Inmediatamente, Julia fue separada del parque y conducida al Hospital Militar bajo la tutela de las religiosas. En los corrillos fabulaban con la causa real que había motivado la suplantación de sexo, así como con las razones que la habían llevado a hacer el servicio militar. De inmediato, El Norte de Castilla envió a un periodista al centro hospitalario para aclarar las dudas que tanto entretenían a la opinión pública.
 
«Merced a la amabilidad y deferencia, que nunca agradeceremos bastante, de una religiosa, nos es permitido visitar a Julia, con quien deseamos conversar. Está instalada en el departamento de Cirugía, en un cuarto situado junto al quirófano. En el momento de penetrar en la habitación, la joven se encuentra en unión de dos religiosas y una señora. Julia es delgada, de mediana estatura, faz angulosa y rasgos pronunciados. Viste una bata y lleva en la cabeza, a modo de turbante, un pañuelo de fondo marrón, con manchas blancas». Pero no hubo suerte: al saber que aquel visitante era periodista, Julia se negó a hacer declaración alguna. Estaba profundamente disgustada por lo sucedido, pero también por el trato informativo que algunos periódicos habían dado a su caso.
 
«Julia habla con voz hombruna, aumentada el tono duro de la misma por la aspereza del dialecto asturiano», le habían confiado las religiosas al plumilla. Pero nada más. Al albur de las habladurías quedaron las razones de Julia para proceder como lo había hecho y, sobre todo, la verdadera causa de la ocultación de su sexo.
 
Algunos opinaban que se trataba de una estratagema para acceder a una herencia que habría de otorgarse bajo singulares condiciones; para otros, Julia había actuado así para suplantar a un hermano que se negaba a cumplir el servicio militar, y no faltaban quienes aseguraban que su propia madre, Carmen González Torre, creyó desde un principio que se trataba de un hombre. Los más osados, a decir del periodista de El Norte, sostenían que «Julia fue convertida en niño por sus padres, que habían hecho caso omiso del Sacramento del Bautismo, suplantando a algún fallecido».
 
De hecho, el caso de ‘la mujer soldado’ no tardó en servir de argumento a coplillas de carácter satírico que reproducen el argumento de la herencia para explicar lo sucedido: «Pongan atención señores/ con lo que voy a explicar/ un suceso que ha ocurrido/ con un joven militar./
En un pueblecito asturiano/ allí una niña nació/ y sus padres al momento/ la vistieron de varón./ Pues según la gente dice/ esta familia tenía/ un pariente que es muy rico/ y era tío de la niña./
Pues este señor tan rico/ a la familia la habló/ que dejaría su fortuna/ al primer hijo varón./ Entonces aquellos padres/ llevados por la codicia/ la vistieron de varón».
 
Sea como fuere, lo cierto es que, una vez descubierta, Julia rechazó regresar a su pueblo natal. Tras unos días de estancia en el Hospital Militar fue conducida a un colegio de la capital vallisoletana, donde, según la información de El Norte, la enseñarían a «desarrollar sus facultades femeninas, mediante el aprendizaje de aquellas labores que como las de la cocina, costura, bordado, la pongan en condiciones de ganarse la vida, ya que otros conocimientos, como el de la mecanografía, ya los tiene».
 
 

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