La guerra de Dionisio Ridruejo
Los diarios y memorias de ambientación bélica cuentan con una arraigada tradición que nos lleva, sin ir más lejos, a nombres tan señeros como Ernst Jünger o Vassili Grossman. La participación de nuestro país, dentro de una neutralidad formal, en la II Guerra Mundial se concretaría, al lado de Alemania, en la formación y envío al frente del Este de la División Española de Voluntarios, más popularmente conocida como División Azul por el marcado protagonismo ideológico que tendría en ella la Falange. Quien había sido destacado jerarca de esta formación en labores de prensa y propaganda, Dionisio Ridruejo (1912-1975), sería también uno de los gestores e integrantes principales de esta empresa militar que, entre otras vertientes, acabaría derivando en el género literario divisionario, del que bastaría con recordar una emblemática novela como «División 250», de Tomás Salvador. Con esclarecedor prólogo de Jordi Gracia y en una modélica edición de Xosé M. Núñez Seixas, se acaba de publicar «Cuadernos de Rusia. Diario 1941-1942», impresionante relato de la experiencia del Ridruejo de la primera etapa: idealista anticomunista, partidario del nuevo orden europeo, titubeante desengañado del franquismo de posguerra, incorregible aventurero de la política e insaciable testigo de los procesos históricos de su tiempo. Inmerecidamente inédito, este diario se publicaría póstumamente en 1978, convirtiéndose en el testimonio lírico, aunque desgarrador, lúcido y emocionado de una sobrecogedora vivencia personal.
La nieve omnipresente, la honrada sencillez del campesinado ruso, la diferente mentalidad del soldado español y el alemán y el caos de la guerra alternan con jugosas reflexiones íntimas: «¿Vale sacrificar cosas reales y ciertas, ambientes de personas queridas, comodidades materiales, por una idea, por una entelequia fabricada en mi propia mente, con sustancia mía propia?». Épica y lírica combinadas así en un imprescindible relato del pasado.
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