Conoció al piloto que mató a su padre en la guerra y sus vidas quedaron unidas
Política
Investigó quién había derribado el Hércules en el que volaba su papá; el inglés le pidió disculpas y buscó explicarle su accionar; hoy tienen un fuerte vínculo a la distancia
Era la mañana del 1° de junio de 1982 cuando la tripulación del comandante y primer teniente Héctor Rubén Martel, de 34 años, recibió la orden fragmentaria 2258, la "misión del loco": recorrer con el Hércules TC-63 de la Fuerza Aérea Argentina cuatro puntos entre el continente y las islas Malvinas para identificar posiciones de la flota inglesa.
Tras un primer intento de despegue, el Hércules partió esa mañana desde Comodoro Rivadavia con dirección a Malvinas. A Martel lo acompañaban su copiloto, Carlos Krause, el navegador Hugo Meizner y los suboficiales Julio Lastra, Manuel Albelos, Miguel Cardone y Carlos Cantezano.
El TC-63 completó los tres primeros puntos sin inconvenientes. Eran invisibles a los radares ingleses y entre sus tripulantes había "silencio de radio", nadie hablaba. Pero al llegar al último objetivo, el radar de un buque HMS Minerva los detectó. Dos Harriers ingleses piloteados por el jefe del escuadrón 801, Nigel Ward, y su segundo, Steve Thomas, se lanzaron a la búsqueda del Hércules.
Con los cazas al acecho, en la cabina de Rubén Martel se prendió una luz de alarma. "IFF encendido, estamos en emergencia", fue la última comunicación que transmitió el comandante Martel por radio.
Ubicado detrás del Hércules, Ward lanzó dos misiles: el primero cayó al agua y el segundo impactó en el ala izquierda, entre los dos turbohélices, justo arriba del tanque de combustible. Pero el avión argentino no cayó al agua hasta que el piloto inglés dio su tiro de gracia: descargó la corrida de 245 proyectiles de 30 mm y destruyó el empenaje del Hércules. Los siete tripulantes argentinos fallecieron en el acto cuando el avión se desintegró en el agua.
El día que su padre murió, Ezequiel Martel tenía apenas diez meses. Estaba llorando en la cuna mientras sus hermanas Laura, de 8 años, y Pilar, de 6, jugaban por la casa. Sonó el teléfono y atendió su madre, Elisa. "Dicen que el avión de Rubén desapareció. No saben más nada", contó del otro lado el abuelo Héctor Martel.
Ezequiel vivió toda su infancia con el recuerdo de su padre caído en la guerra de Malvinas, asistiendo con su familia a todos los actos del 1° de junio en la base aérea de El Palomar y escuchando repetidas veces un nombre: Nigel Ward.
"Ver la imagen de los Herriers en la escuela me hacía llorar. Yo asumía que era el avión que me había dejado sin papá. Cosas de chico...", recordó Ezequiel a LA NACION. "Ahí empieza la investigación".
-¿La investigación?
-No quería quedarme con la duda de que a mi papá lo bajaron y listo. Necesitaba saber quién era Nigel Ward, qué hacía, dónde vivía, cómo había derribado el Hércules. Así que hice como de arqueólogo o forense y empecé a investigar. Necesitaba armar el rompecabezas de mi papá. Si tantas cosas se reconstruyen, ¿por qué yo no podía hacer mi propia reconstrucción?
Preguntó, escuchó cientos de historias, recibió respuestas encontradas, leyó el libro de memorias de Ward y hasta encontró fotos suyas con sus hijos.
Ezequiel consiguió la última ficha del rompecabezas el año pasado, gracias al programa de Andy Kusnetzoff en radio Metro, que lo cruzó en un dialogó al aire con Ward. "Me arrepiento mucho de lo que pasó con tu padre. Era una guerra y yo cumplía una orden", le dijo el piloto inglés.
La búsqueda
Ezequiel entró a la Fuerza Aérea siguiendo los pasos de su padre. "El hacía vuelos a Europa y hasta auxilió en una catástrofe en Colombia. Mi vieja siempre estaba detrás suyo, tanto que cuando hacía guardia en El Palomar iba a visitarlo con mis hermanas", relató.-¿Cómo llega a operar en Malvinas?
No quería quedarme con la duda y empecé a investigar. Necesitaba armar su rompecabezas.
-Cuando la guerra era inminente, la base de operaciones pasa a estar en Comodoro Rivadavia. La última vez que estuvo en mi casa fue en marzo, para el cumpleaños de una de mis hermanas. Mi mamá me contó que nunca mandó cartas. Supongo que no pensaba que se iba a morir, sino que iba a cumplir su misión y nada más.
-¿Cómo se enteran de lo que pasó el 1° de junio?
-A mi mamá le dijeron que el avión estaba desaparecido al principio. Mis hermanas tienen el recuerdo de pasar por la puerta de su habitación y verla cerrada. Debe haber sido muy jodido.
-Vos te enteraste años después.
-De a poco empecé a preguntar y me iba mentalizando cuando participaba en los actos en El Palomar, todos los 1° de junio.
-¿Y empezaste a investigar qué había pasado con él?
-En 1995, con un compañero del secundario empezamos a comprar unos fascículos de aviación, y una de las tandas hablaba de las operaciones en Malvinas. Aparecen las caras de tres pilotos ingleses, uno de ellos era Nigel Ward, con la leyenda de tres derribos: un Pucará, un Mirage y un Hércules. Ahí concordé que era él, por el relato de todos los 1 de junio. Nunca le había visto la cara. Y empecé a averiguar todo lo que pude de él.
-¿Estabas obsesionado con Ward?
-No creo. Me parecía interesante tratar de reconstruir la historia. Pero sí me impuse como un autocastigo. Guardaba todo lo que encontraba, pero en mi familia no sabían, no quería lastimar a nadie.
-¿Cuánto tiempo duró tu investigación?
-Años. En 2011 con dos amigos hicimos una simulación en computadora, imitando aquel vuelo del Hércules y del Harrier. Hasta pusimos las condiciones climáticas del 1° de junio de 1982. Fue como estar ahí.
-¿Alguna vez soñaste con estar en el Hércules en ese momento?
-No. Trato de imaginar cómo fueron los últimos momentos de ellos, qué se dijeron, cómo lo pasaron, pero es difícil. Supongo que pensaron en sus familias cuando ya sabían que estaban sentenciados a muerte.
-¿Nunca encontraron los cuerpos?
-Nunca. Quedaron en el agua. Yo voy al monumento en El Palomar y sé que no hay nada. Cuando fui al cementerio en Malvinas busqué su placa, vi el nombre, y sabía que no había nada. Mi contacto es con el agua. Siento que ellos están ahí en continua vigilancia de las islas.
El encuentro
El 1 de abril del año pasado, Ezequiel contó la historia de su padre en "Perros de la calle", el programa que conduce Andy Kusnetzoff en radio Metro ."¿Nunca lo buscaste a Ward?", le preguntó el conductor luego de la entrevista. "No", le respondió Ezequiel.
A la semana, Andy volvió a llamarlo con una novedad: "La producción encontró a Ward, ¿te animás a hablar con él por la radio?".
Ward lo derribó porque tenía que hacerlo. Era la regla del juego bajo la condición más ilógica que es la guerra
Ezequiel aceptó y Ward -que vive en la isla Granada, una colonia inglesa en el Caribe- salió al aire por teléfono sin saber que Martel estaba en el estudio, hasta que se lo informaron.
"Sí, yo lo derribé", admitió Ward sobre su accionar contra el Hércules que comandaba Martel. Y relató lo que había pasado ese día.
-Es un momento muy especial estar en contacto con vos. Desde que tengo uso de razón me dediqué a saber casi todo de vos. Directamente fue estudiarte -le dijo Ezequiel al aire.
-Me arrepiento mucho. Cualquier cosa que yo pueda hacer nunca va a enmendar la pérdida de tu padre. Entiendo que es un momento muy emocionante. Tu padre fue una persona muy valiente, pero era mi deber enfrentarlo. Era una guerra -le respondió Ward.
"Su historia era tal cual a lo que ya sabía. Era igual al libro", recordó Ezequiel. "No había ninguna imperfección en su relato, pero mi gran duda era por qué había descargado los cañones, y él me dijo: 'Se me escapaba'".
-¿Lo perdonaste?
-No sé si la palabra es perdonar. Como profesional tengo que saber entender. Fue en una guerra y Ward lo derribó porque tenía que hacerlo. Era la regla del juego bajo la condición más ilógica que es la guerra, donde se matan seres humanos por decisiones de dos bandos políticos que no se ponen de acuerdo. Su trabajo era derribar el avión y lamentablemente el avión no vuela solo. Me reconforta saber que la tripulación murió haciendo lo que querían y lo que sabían, y que el avión portaba la bandera y la escarapela argentina en ambos lados del fuselaje.
-¿Se terminó tu investigación?
-Di examen final y demostré todo lo que sabía. Hasta le dije que los dos compartíamos algo especial: que nuestras mamás eran del mismo signo, de géminis. La de él cumple el 5 de junio y la mía el 7.
La relación actual
Desde ese 27 de abril, Ezequiel y Ward mantienen una estrecha relación y comparten experiencias vía e-mail, aunque todavía no pudieron conocerse personalmente.Ezequiel lo invitó a participar de la ceremonia del 1° de junio en El Palomar, pero el piloto inglés no pudo venir. A cambió, le hizo dos regalos más que simbólicos: le envió una corona de flores con la leyenda "Para un héroe que vuela con los ángeles, de Sharkey Ward" y le regaló para Navidad la reedición de su libro de memorias, Sea Harrier over the Falklands, con dos agregados especiales: la dedicatoria al comandante Martel y el relato del encuentro por radio con el hijo del piloto argentino, además de fotos suyas.
-¿Hay una amistad con Ward?
-La relación es muy profesional. Pero de alguna forma me terminé encariñando. Todos estos años estuve buscando qué había pasado con mi papá y, al no tenerlo, armé mi propio modelo de lo que fui conociendo, y ahora encontré lo único que me faltaba.
La relación con Ward es muy profesional. Pero de alguna forma me terminé encariñando
-¿Cómo tomaste los regalos que mandó?
-Fueron increíbles. Tener el reconocimiento de Ward es una sensación de mucha gratificación. Pero con el arreglo floral tuve problemas porque mis superiores no querían que la coloque el día de la ceremonia. Decían que tenían una orden del Ministerio de Defensa, así que tuve que tapar el mensaje. Después lo saqué para hacer un cuadro que doné al museo de Malvinas en Oliva, en Córdoba.
-¿Por qué crees que pasó eso?
-Supongo que falta madurez por parte de nuestra dirigencia. No veo que exista un reconocimiento hacia los héroes de Malvinas y en busca de poder están usando esta causa para mantenerse más alto. Y eso es muy denigrante.
-Conociendo la historia de tu padre, ¿irías a la guerra?
-Para eso me preparé, y si tengo que morir, tengo que morir. No lo haría porque lo ordena un comandante en jefe, sino por mi papá y por el mismo juramento que hizo la tripulación del Hércules: defender la patria hasta perder la vida.
Treinta años pasaron de la guerra de Malvinas. Hace dos semanas, Ezequiel y Ward volvieron a encontrarse en el aire del programa de radio para recordar sus historias, ahora unidas más allá de la tragedia.
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